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Capitulo: No te contengas

Se había despertado rodeada por sus brazos, recostada sobre su pecho y sintiendo el latido de su corazón. Le había observado, había mirado su rostro hasta el sol había comenzado a regalar sus rayos a través de la pequeña ventana de la casa.

Pensó que le sería muy difícil salir de sus brazos, que de nuevo Aidan MacCarty la retendría en la cama. Sin embargo, no ocurrió. Kristal pudo deslizarse por la cama y salir de esta, dejando a un Aidan dormido, calmado. Era como si él no temiera perderla ya, estaba seguro que era suya.

Se vistió y tomo de su bolsa lo que necesitaba para realizar la visita que solía hacer. Una anciana de la aldea, una mujer que estaba algo enferma y que encontraba el alivio al dolor en los tés que ella le preparaba. Y allí estaba, sentada junto a ella, observándola beber del cuenco humeante.

-Eres feliz niña -la mujer bajó el cuenco y la miró a los ojos sonriendo -Se ve en tus ojos. Le quieres. -dejó el cuenco en la mesa y extendió la mano para tomar el brazo de ella -¿Por qué tienes miedo?

-Mi padre no lo entenderá -frunció el ceño, pensativa -No lo aceptara, no fácilmente.

-Un padre siempre teme mucho por su hija y le cuesta dejarla partir -la anciana le sonrió con cariño -Pero aprenderá a hacerlo.

-Un padre puede -Kristal negó con la cabeza -El Diablo, es el Diablo.

-¿Eres la hija del Diablo? -la miró sorprendida -¿Cual de ellas?

-Soy Kristal -ella la miró a la cara -La...

-La Dulce -la anciana asintió -La Dulce y el Frio. -suspiró tomando su mano con fuerza -MacClain entenderá, cuando vea que os amáis.

-Eso espero -ella se incorporó, tomando el cuenco en el que estaban las hiervas que había utilizado -Ahora acuéstese y descanse, le dará sueño.

-Como siempre -y la anciana asintió, levantándose y caminando hacia su cama.

La observo, tumbada sobre la cama y se giró saliendo por la puerta. Avanzó unos pasos y entonces sintió como la miraba, sentía que tenía sus ojos clavados en ella. Giró el rostro y le vio. Aidan caminaba junto al que parecía ser el jefe de la aldea, el hombre le estaba hablando, pero cualquiera podría ver, que El Frio, había dejado de prestar atención a la conversación.

La estaba mirando a ella. Con su mirada penetrante, pero con algo totalmente distinto a las ocasiones anteriores. Era como si la llamara a su lado, como si le estuviera diciendo con la mirada que su lugar estaba alli. Entonces Aidan dejó de caminar y el hombre que estaba a su lado, le miró con el ceño fruncido, parándose a su lado y la miró a ella también.

Kristal dejó el cuenco sobre el barandal de madera que rodeaba la casa y caminó hacia ellos. Sus ojos estaban puestos en todo momentos en los de Aidan, pero cuando el otro hombre avanzó hacia ella, le miró.

-Mi señora -el anciano tomó su mano inclinando la cabeza ante ella -Vuelvo a agradecerle la ayuda que esta prestándonos en su estancia.

-No es nada -Kristal le sonrió, observando de reojo como Aidan se colocaba a su lado, pasando el brazo por su cintura, tirando de ella levemente contra él.

-¿Seguimos? -Aidan habló mirando fijamente al anciano.

-¿Eh? Sí, claro, señor -y el hombre asintió y soltó la mano de Kristal, girándose y señalando el caminó -Por aquí vamos a la principal zona de cultivo. Estamos en la temporada de recogida, ya que pronto llegara el fuerte invierno y tenemos que tenerlo todo en los almacenes para pasar la temporada.

Kristal caminó junto a Aidan, con su brazo rodeándola y escuchando la conversación de ambos. Como el jefe explicaba al Frio sobre los principales cultivos a los que se dedicaban y los problemas que tenían por el clima frio, además de tener pocos hombres jóvenes en la aldea que les ayudara.

-¿Por qué hay tan pocos hombres jóvenes? -Kristal frunció el ceño -He visto niños y...

-La mayoría de nuestros jóvenes decide partir. Quieren vivir en la aldea del clan y trabajar alli o desean unirse a los guerreros del Laird -el hombre le respondió mirando de reojo a Aidan -La juventud no quiere quedarse en una aldea perdida cultivando.

-Si vuestros jóvenes regresaran en las temporadas de siembra y recogida -Aidan habló, llamando la atención de ambos -¿Bastaría con esa ayuda?

-Claro señor -el anciano lo miró sorprendido -Pero ellos...

-Sera mi orden, en esas temporadas deberán regresar a casa a ayudar -el Frio miró al campo, al grupo de hombres, la mayoría mayores, trabajando.

-Gracias señor -el anciano parecía sorprendido -Yo...

-Os ayudare en la recolección -y Aidan libero a Kristal de su brazo y comenzó a quitar las pieles de sus hombros.

-¿Que haces? -ella alzo la mano, colocándola en su brazo -Estas herido.

-Estoy bien -Aidan la observó -No será mucho esfuerzo.

-No he revisado tu herida -ella le miró dudando y al ver que el la miraba, alzando una ceja, se sonrojó. Vio que él sonreía levemente -¿Te estás burlando de mi? -y vio como ampliaba la sonrisa -Estas sonriendo. Tu no sonríes.

-Contigo si -y él respondió en voz baja, inclinándose hacia ella, lo que la hizo sonrojarse más. -Estaré bien.

Y Kristal fue consciente que todo a su alrededor había quedado en silencio, que todos los estaban mirando sorprendidos. Entonces Aidan alzó el rostro, mirando a su alrededor y todos volvieron a su labor.

Ella aun sonrojada, le ayudo a quitarse las pieles y no pudo evitar deleitarse observando sus músculos cuando su pecho quedo desnudo. Y se quedó alli, por unos minutos, observando como Aidan MacCarty trabajaba en el campo con el resto de hombres, que también le miraban de reojo.

Vio a una mujer caminando con dos cubos, a unos metros de ella y caminó deprisa para alcanzarla.

-¿Como puedo ayudar? -Hablo y la mujer la miró sorprendida.

-Acarreamos agua para que tengan para beber y refrescarse -respondió dudosa -Pero no es necesario que...

Y Kristal le arrebató uno de los cubos y sonrió.

Juntas se unieron al resto de mujeres que en una poza en la parte lateral del granero, llenaban los cubos para llevarlos a un gran pilón que estaba junto al campo.

-Dicen que salvasteis la vida al Invencible y al Frio -una de las mujeres preguntó y otra le golpeo regañándola.

-Les ayude -Kristal le sonrió, miró al resto -Podéis preguntar lo que queráis.

-¿Es... es tu padre tan temible como dicen? -otra la miró con curiosidad

-Oh, sí -y ella rió -Mi padre da mucho miedo, salvo a mis hermanas y a mí.

-¿Son bonitas tus tierras? -otra empujo a las dos que había ante ella para mirarla.

-Si, son hermosas -Kristal miró a su alrededor -Es una belleza diferente a esta, alli todo es marrón, verde, todo es cálido.

-¿Eres la mujer del Frio? -y cuando otra pregunto, todas jadearon mirando a la que había preguntado.

-Si -y Kristal respondió sin dudar.

Todas quedaron en silenció, hasta que la mas mayor llegó, interrumpiendo la charla y ordeno que volvieran al trabajo. Kristal se quedó la ultima, llenando sus dos cubos de agua.

Estaba inclinada sobre la poza, cuando sintió el aire moverse a su alrededor, giró levemente el rostro para ver un fuerte brazo, apoyado sobre el filo de la poza. Sonrió, sin necesitar mirar el rostro del hombre que la estaba encerrando entre sus músculos.

-¿Necesitas agua? -se giró levemente, mirándole con una sonrisa.

Aidan no respondio. La observo unos segundos y finalmente la besó.

Kristal alzó las manos, acariciadnos sus brazos, sus músculos, hasta llegar a sus hombros y más tarde rodear su cuello con los brazos. Gritó cuando se vió alzada del suelo, cargada por sus brazos y sus piernas se movieron solas, rodeando su cintura, sintiendo la clara excitación de él, entre sus piernas.

Sin dejar de besarla, Aidan MacCarty caminó con ella entre sus brazos y pronto la luz del día desapareció, sustituida por la oscuridad del granero al que habían entrado. Kristal jadeó al sentir la fría pared contra su espalda, mientras él la aprisionaba contra esta, besándola con ansiedad, con sus manos apretando su trasero. Alzo la mano, enredándola en los mechones de su pelo y suspiró al sentir como mordía su cuello.

Ella gimió, al sentir el golpe de sus caderas y su cuerpo se movió solo, buscando el contacto, escuchando el gruñido que resonaba en la garganta de Aidan. Bruscamente se vió apartada de la pared y sintió el aire moverse a su alrededor, cuando cayeron sobre un montón de paja. Entonces él volvió a tomar su boca, devorándola, mordiendo sus labios, acariciándolos con la lengua.

Y Aidan MacCarty jadeó, dejando de besarla y apartando su cuerpo unos centímetros del de ella, mirandola con la lujuria reflejada en sus ojos, pero también con la culpabilidad en su rostro.

-No -Kristal alzo la mano, acariciando su mejilla, mirándole a los ojos -No te apartes.

-Yo...-Aidan respiraba acelerado, mirandola preocupado.

-No voy a romperme -Kristal le sonrió dulcemente -No te contengas Aidan -su dedo recorrió su mejilla, para pasar por sus labios -Quiero esto, te quiero a ti.

Y tras unos segundos, el volvió a tomar su boca con necesidad, aprisionándola entre sus labios, mientras sus manos acariciaban la piel de sus muslos bajo el vestido.

Estaba perdida, sumida en unas sensaciones tan intensas que la hacían olvidar todo a su alrededor. Solo estaban sus labios, su aliento acariciando su piel, sus fuertes manos, sus labios arañándola. Se sujetaba a él como si sintiera que podría caer en lo más profundo. Y entonces gimió, sintiendo como avanzaba en su interior y su cuerpo se tensó, sus piernas le abrazaron, apretándole contra ella, como si aun estuviera muy lejos. Escuchó los jadeos de él en su oído, al tiempo que sentía arremetía contra ella, como un animal salvaje. Su animal salvaje.

Se agarro con fuerza a su espalda, podría estar preocupada porque seguramente sus uñas dejarían marcas en la espalda de Aidan, pero eso ahora no importaba. Su gritó fue contenido por los labios de él, que la beso al tiempo que ambos se sumergían en el placer, abrazados el uno al otro.   

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