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Capitulo: La bendición

-¡¡Kristal!! -la puerta se abrió y los niños entraron gritando.

-¡¡Te estamos esperando!! -la niña la agarro de la mano y tiró de ella hacia la puerta.

-¡¡Todo está listo!! -el que sujetaba la puerta la miraba sonriente.

-¿Listo para? -ella frunció el ceño, dejando la verdura que estaba cortando sobre la mesa y caminando, tomada de la mano de la niña que tiraba de ella hacia el exterior.

-¡Para la fiesta! -otro gritó tomando su otra mano y tirando de ella-¡Vamos!

-¿Que fiesta? -les siguió sin poner reparos, observando como Deigh permanecía sentado, mirando a los niños tranquilamente. -¡¿A dónde me lleváis?! -giró el rostro y vio al lobo siguiéndoles.

Cuando salieron de la casa, Kristal observo a la multitud, parada en el centro de la aldea, todos juntos formando un circulo. Los niños la soltaron y ella se abrió paso, entre la gente, que se apartaba dejándola avanzar. Cuando al fin llego al frente del grupo, miró aquello que todos estaban observando. Sus ojos se encontraron con la mirada de Aidan MacCarty, que estaba parado en el centro, con su pecho al descubierto, con un collar de huesos colgado de su cuello. A su lado, el anciano jefe de la aldea, que la miraba sonriendo.

El Frio extendió la mano hacia ella y sin dudarlo, Kristal avanzó observada por la multitud, todos en silencio. Tomo su mano, mirándole desconcertada y apretando sus dedos entre los suyos, él la situó frente a sí. Entonces la pequeña que aquel día, había recibido una corona de Aidan, se acercó y le soltó la mano de ella, para tomar a la niña en sus brazos y alzarla, para que la colocara la corona que sostenía, sobre la cabeza de La Dulce.

Kristal le miró a los ojos, al tiempo que las manitas de la niña colocaban la corona sobre su cabello. Aidan soltó a la niña en el suelo y entonces tomó sus manos y el anciano se acercó, colocando un cordón hecho con espigas de trigo, alrededor de sus manos, uniéndoles.

Las lagrimas acudieron a los ojos de Kristal cuando vio sus manos unidas por el cordón, cuando comprendió que ese era su ritual de unión. Aidan MacCarty, el Frio, la estaba reclamando como su mujer, allí, en la aldea en la que verdaderamente la había hecho suya.

Se miraron en silencio, sin necesidad de palabras. Hasta que el hablo.

-Yo, Aidan MacCarty te reclamo como mi mujer -sus manos apretaron levemente las de ellas -Como mi compañera, mi amor, mi vida, mi todo. La madre de mis hijos. Durante toda mi vida he esperado el momento de tenerte a mi lado, porque eres la mujer a la que amo.

-Yo Kristal MacClain, te reclamo como mi marido -le sonrió -Ahora he encontrado mi lugar, junto a ti, en tus brazos. Porque eres el hombre al que amo, eres mi lugar, donde quiero estar.

Y entonces Aidan se inclinó hacia ella, besando sus labios despacio, para después apartarse y mirarla fijamente. Dos mujeres se acercaron a ellos, colocando pieles blancas sobre sus hombros y el Frio, se giró, guiando a Kristal con él, con las manos unidas. Quedando ante la multitud que les miraba.

Y los gritos, aplausos y vítores llenaron la aldea, mientras los niños corrían alrededor de ellos, lanzándoles espigas de trigo.

Kristal observó a la multitud gritando, a los niños corriendo a su alrededor. Bajo la vista a sus manos aun unidas y miró a su lado, a su marido, que la estaba mirando.

Y en mitad del caos, de las felicitaciones, de la multitud que se acercaba a ellos. Aidan MacCarty, hablo en un susurro.

-Te quiero -y las palabras de él calaron en los más profundo de su alma.

Los aldeanos habían organizado una gran fiesta, con música, con comida y bebida. Las mujeres la felicitaron abrazándola y los hombres inclinándose ante ella, con total admiración y respeto. Se vio sentada ante toda la aldea, junto al que ahora era su marido, comiendo a su lado y por supuesto, con él tocándola. Con su mano situado sobre su pierna.

-¿Cuando vamos a regresar? -Kristal preguntó, bebiendo un poco de su copa.

-Mañana -él respondió, mirandola fijamente.

-Es mi padre -ella le miró con dulzura -Se que tu no harías nada que me lastime, pero su temperamento explotara, por favor, evita pelear con él.

-No tengo intención de pelear con el Diablo -y la mano de él se levantó de su pierna para pasar el brazo por sus hombros, inclinándose hacia ella -Pero eres mi mujer, mía. -y la beso, no un beso leve, suave, o tierno. Fue un beso de reclamo.

Kristal se sonrojo, cuando la liberó, consciente de que todos los habían visto.

-¡¡Kristal!! -un niño se acerco a ella sonriendo -Baila conmigo.

-¡No! ¡Conmigo! -y otro niño empujó al primero, mirandola.

-¡Primero conmigo! -y un tercero apareció ante la mesa.

-Parece que me reclaman -ella miró de reojo a Aidan y frunció el ceño al ver la forma en la que miraba a los niños. Finalmente se incorporó y apartando su silla, se acercó a los niños.

En cuestión de minutos estaban el centro de la aldea, tomando por las manos a dos de ellos, que sujetaban a un tercero y bailando y saltando en círculos al ritmo de la música, riendo y disfrutando del momento. Hasta chocó contra un cuerpo, que sin necesidad de mirar su rostro, sabia quien era.

Aidan MacCarty pasó los brazos por su cintura y la pegó a él, moviéndose despacio.

-¿El Frio está bailando? -alzó el rostro sonriendo, para mirarle a los ojos.

-Solo con su mujer -y él respondió sosteniéndole la mirada.

-Aidan -apoyo la cabeza en su hombro, cerrando los ojos, dejándose guiar por la música -Yo también te quiero.

Bailaron durante un tiempo, hasta que juntos se apartaron de la multitud, cambiando en silenció, regresando a la casa.

-¿Nos esperan?-Kristal preguntó, dejándose guiar por él, hacia un lado del porche, sentándose juntos.

-Si -respondió, girándose hacia ella, acomodándole la piel sobre los hombros, para que no pasara frío. -No tienes que preocuparte.

-Mi padre no aceptara nuestra unión fácilmente -Kristal suspiró.

-Tendrá que hacerlo -y él respondió mirandola a los ojos -Nada, ni nadie nos separara.

Kristal le miró durante unos segundos, hasta que se inclinó hacia él y le beso despacio, lentamente. Entonces la mano de Aidan acaricio su brazo, tomando la suya y levantándola de su asiento, guiándola hasta pararse ante él, de pie, entre sus piernas. Frunció el ceño, viendo la forma en que él la miraba, entonces Aidan tiró de su mano, obligándola a inclinarse hacia él, beso sus labios, pero después se acercó a ella y colocando las manos en su cintura, beso su vientre.

La Dulce le observo, la forma de mirar su vientre, las manos en su cadera, su suavidad y su posesión. Contuvo el aliento al comprender y llevó la mano a su vientre, se miraron y vio como el sonreía, feliz. Y sonrió también, lanzándose en sus brazos, siendo recibida por su abrazo y sentada sobre sus piernas.

La mano de Aidan se colocó sobre la de ella, en su vientre.

-¿Sera niña? -preguntó apoyando la cabeza sobre su hombro.

-Si -respondió, girando el rostro y besando su frente -¿La maldición del Diablo?

-La bendición del Diablo -y alzó el rostro para mirarle -Esa es la bendición de mi padre, estar rodeado de mujeres.

Y se besaron de nuevo. 

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