Capitulo: El dolor
Sintió la leve caricia en su cuello.
Los dedos recorrieron su clavícula, deslizándose hasta su escote y entonces sintió como la cadena se deslizaba por su piel. Inconscientemente su mano se alzó, alcanzados su mano, sujetándola contra su piel, donde el sostenía el colgante. Sus ojos se abrieron, encontrándose con su cuello, su rostro se movió para mirar a su mano, sobre la de él. La apartó vio los dedos de él, envolviendo su colgante. Envolviendo los colmillos, aquellos que había colocado alrededor de su cuello y de los que no se había separado nunca.
Colmillos. Colmillos de un animal, como...
Un lobo.
Su cabeza se movió con tanta rapidez, alzando el rostro para mírale, que su frente chocó con la barbilla de él.
-Agh -gimió retirándose unos centímetros para mirarle.
-¿Te has hecho daño? -y Aidan apretó el brazo que envolvía sus hombros, impidiéndole alejarse más, al mismo tiempo que su mano dejo el colgante y se alzó para que sus dedos rozaran su frente.
-Tu, tu me dejaste esos colmillos -Kristal habló mirándole fijamente -Son tuyos, son...son de Deigh.
-Así él te reconocería cuando vinieras - los dedos del Frio se deslizaron desde su frente, acariciando su rostro hasta llegar a su mejilla. -Él te protegerá, porque llevas su olor.
-Aidan -su manó se apoyó en el pecho de él, deslizándose con suavidad hasta su cuello, se inclinó sobre su cuerpo, con el rostro alzado hacia él suyo. Se miraron a los ojos, con sus labios casi rozándose, con el aliento de ambos mezclándose. Kristal sintió la mano de él, tensándose en su cintura, apretando su cadera. Y sus labios se unieron, encajaron a la perfección, amoldándose uno al otro.
El Frio tiró de ella contra su pecho, estrechándola contra su cuerpo mientras su lengua acariciaba su labio de forma lenta hasta que le permitiera adentrarse en su boca. Pronto sus lenguas estuvieron enlazadas, buscándose la una a la otra. La mano de Kristal subió por su pecho, su hombro hasta llegar a la nuca, acariciando su pelo. Sintió la otra mano de Aidan, tirando de su pelo levemente, obligándola a apartar sus labios de los de él, a alzar el rostro al cielo, sintiendo entonces sus labios bajar por su barbilla, hasta su cuello.
Un leve gemido salió de los labios de La Dulce, mientras su otra mano se sujetaba con fuerza al hombro de él. Sintió como Aidan besaba su cuello, como la lengua de él rozaba su piel y sus ojos se cerraron con fuerza, conteniendo el aliento.
Y el suspiró de él, rozo su garganta, mientras él apoyaba la frente en su cuello, respirando agitado.
Solo entonces, cuando el calor había dejado de recorrer con latigazos su cuerpo, Kristal se dio cuenta, de que ya no estaba a su lado. Estaba sobre él, no sabría decir en qué momento había ocurrido, pero estaba tumbada sobre el cuerpo e Aidan MacCarty, con una de sus manos en la parte baja de su espalda, casi en su trasero y la otra en su nuca. Sus ojos se abrieron, bajando la cabeza y viendo como él dejaba caer su cabeza hacia atrás, suspirando de nuevo, con los ojos cerrados.
Se sonrojo, viendo sus manos apoyadas en el pecho de él, sus puños sujetando con fuerza su ropa, como si quisiera arrancársela. Se sonrojó aun mas ante ese pensamiento, y sus brazos temblaron.
-Yo...-quiso apartarse rápidamente, pero él se lo impidió.
-No -y ella le miró, para ver la intensidad en su mirada -Este es tu lugar.
Y con esas palabras, Aidan MacCarty le había dicho tanto. Debería haber sentido miedo de su convicción, sin embargó su cuerpo se había tranquilizado, como si estuviera aliviado de saber eso.
-Tenemos que irnos -Kristal frunció el ceño, recordando el motivo por que estaba en aquellas tierras.
-Si -y algo en la voz de él cambió. Pero antes de que ella pudiera responder, Aidan MacCarty se levanto, llevándola con él, sujetándola contra su cuerpo. Ambos quedaron de pie, él, sosteniéndola en el aire. La dejo deslizarse suavemente, contra su cuerpo, hasta que los pies de ella tocaron el suelo y entonces se inclino, volviendo a besar sus labios. Solo un roce, un delicado beso.
-Yo, voy a ...-señaló hacia los arbustos que los separaban el arroyo. Y girándose, se alejó en aquella dirección.
Se paró ante el agua, arrodillándose, metiendo las manos y sintiendo la frescura en su piel. Eran las tierras del norte, todo era frió. ¿Entonces porque ella parecía tener calor?
Su mano salió del agua, guiada hasta su cuello, su escote. Cerró los ojos sintiendo las gotas acariciando su piel. Él lo había dicho, su lugar, este era su lugar. Pero no se había referido a estas tierras, a este clan. Sino a él. Él era su lugar.
Miró hacia atrás, comprobando que el arbusto la cubría y suspirando, se deshizo de sus zapatos y se sentó, introduciendo los pies en el agua, alzo su vestido, dejando sus piernas al descubierto y tomó agua con sus manos, dejándola caer sobre la piel de sus piernas.
Escuchó ruido tras ella y se giró rápidamente para encontrarse con el lobo. Lo miró unos segundos, frunciendo el ceño. Su mirada, su oscura y penetrante mirada, estaba fija en ella ¿en su piel?
-Deigh -pronunció su nombre en un susurro, pero el animal no se movió -¡Deigh! -y entonces el lobo alzó las orejas y movió la cabeza bruscamente, agitándola -Ven -alargó la mano hacia él y el lobo se acercó, sentándose a su lado. Acarició su cabeza, sus orejas -Eres muy bonito ¿sabes? -sonrió acariciando sus hocico y entonces miró sus ojos. Y no estaba, no era la misma mirada.
Cuando regresó, Aidan la esperaba junto al caballo, con todo listo para partir. Y como cada día, la ayudo a subir y montó tras ella, inició el viaje y le entregó una manzana para desayunar.
Pero algo había cambiado en el Frio, la forma de sujetarla, de pegarla a él. Como si quisiera protegerla, como si tuviera miedo de perderla. No hicieron falta palabras, Kristal podía sentir su tensión. Algo malo se avecinaba y cuando llegaron al acantilado, solo necesitó mirar sus ojos para saber que fuera lo que fuera, seria alli.
-Esta aquí ¿cierto? -caminó hasta el filo del acantilando, observando hacia abajo.
-Si -el habló, parándose tras ella, envolviéndola en sus brazos.
-Estaré bien -y Kristal giró en sus brazos, topándose con su pecho. Alzo el rostro para poder mirarle -Se que tu vas a cuidar de mi. -colocó las manos en sus hombros -Ahora, pongamos en uso esta fuerza y bájame a por la cura para tu padre -y acerco su rostro, besando sus labios.
Aidan la estrechó contra él, alargando el beso, como si fuera un intento desesperado por conseguir algo de aire. Cuando se apartó, ella pudo observar su mirada.
Esperó a que él tomara la cuerda que había en su caballo y regresara hasta ella. Entonces el Frio, paso la cuerda por su cintura, asegurándola y después frunció el ceño mirandola.
-No podrás hacerlo con el vestido -miró la falda del vestido.
-Ya -y ella se inclino y agarrando el bajo del vestido, tiró de él rasgándolo a un lado y después al otro -Ahora entiendo porque a mis hermanas les gusta tanto hacer esto -se incorporó y le vio mirando sus piernas, descubiertas por las rajas del vestido -A mi madre le daría algo de saber que hice esto, es...-pero no pudo seguir hablando, porque Aidan se lanzo hacia ella, envolviendo el brazo alrededor de su cintura, levantándola contra su cuerpo y besándola. Cuando él, dejo de besarla, la dejo en el suelo, mirandola fijamente -estaré bien -y ella coloco la mano en su mejilla, acariciándola despacio.
Y apartándose, ella le observó alejarse lo suficiente para tensar la cuerda. Se sujeto con fuerza y se deslizo con cuidado, con sus pies moviéndose por las rocas, bajando despacio, dando las gracias por la insistencia de sus hermanas y primos en escalar, obligándola a subir por ellos o acompañarlos para asegurarse de que todo estaba bien. Así que ahora no tenía miedo. Miró abajo y contuvo el aliento, bueno, no tenia tanto miedo.
Cuando Marga y Moira supieran lo que había hecho, sin duda afirmarían que al fin se comportaba como una de ellas. Y Ayleen... Oh Ayleen, ella gritaría, patalearía y seguro insultaría a su padre por no haberla dejado venir y haber perdido la oportunidad de pelear, correr con lobos o escalar un acantilado.
Jadeo cuando un pie resbaló, y sintió el tirón de la cuerda, sujetándola, alzo la vista, sin poder verle, pero sabiendo que estaba alli. Estaba allí sujetándola y por eso se sentía tan seguir.
-Estoy bien Aidan -y habló en voz baja, siguiendo deslizándose. Sus ojos se enfocaron en un saliente, uno al que algunas olas llegaban -Muy fácil -hizo una mueca, bajando un poco mas y estirándose para intentar llegar. Contuvo un gritó cuando una ola alcanzó parte de su brazo. Balanceó la cuerda y cuando logró alcanzar la roca, se sujetó. Sintió como arañaban la piel de sus manos, pero no se soltó, se agarró con más fuerza. Estiró uno de los brazos y logró que sus dedos envolvieran el tallo de la planta. Que fácil seria tirar de ella, pero necesitaba la raíz. La soltó y sujetándose al saliente, tiro de la cuerda hacia el lado. No necesitó mucho mas, para que la cuerda se moviera, deslizándose hasta donde ella quería. Sonrió, pensando en lo que las gemelas dirían "Nada como un brujo para que sepa lo que quieres y cuando lo quieres"
No dudó. Soltó su agarre, sabiendo que él la sujetaría. Y alli, amarrada a la cuerda, balanceándose en el aire y con el agua de las olas salpicándola, ella alargo las manos y escarbó con ellas en la poca tierra que había sobre la roca, hasta llegar a la raíz de la planta. Y cuando la tuvo en sus manos frunció el ceño. Bajo la vista a su vestido. ¿Por qué no había pensado en llevar su bolsa, o algo para llevar la planta. Y entonces miró su collar, los colmillos. Su escote holgado. Y deslizó la planta en el interior de su escote, sin poder evitar pensar en la de comentarios que su primo Lucien haría sobre lo que estaba haciendo.
Tiró de la cuerda dos veces y sujetándose, comenzó a escalar. Pero entonces sintió que la cuerda se tensaba. Aidan la estaba subiendo. Coloco los pies de forma que impidieran que se chocara con las rocas y trato de ayudar, impulsándose sobre las misma.
Cuando estaba llegando a lo alto, sus manos se estiraron para agarrarse a la tierra, y entonces el rostro de Aidan apareció ante ella, tomándola por los brazos y alzándola.
Sin pensar, envolvió los brazos alrededor de su cuello abrazándole y sonriendo. Pero entonces notó la tensión en el cuerpo de él.
Por primera vez Aidan MacCarty la aparto, colocándola tras su espalda y alzando su machete ante él.
-¿Que pasa? -miró a su alrededor.
-Quédate detrás mía -Aidan miraba hacia el bosque, fijamente.
Y los gritos se sucedieron mientras el grupo de guerreros avanzaba hacia ellos.
Kristal contuvo el aliento al ver a Deigh aparecer de la nada, lanzándose contra uno de ellos, llevándoselo por delante. Pronto estuvieron sobre ellos. Demasiados.
Aidan luchó con su machete, siempre con su otro brazo sujetando a Kristal a su espalda, como si temiera perderla.
-¡Ah! -gritó cuando un hombre la agarro del brazo, pero antes de darse cuenta Deigh había saltado sobre él y lo arrastraba ensangrentado.
-¡¡Ven aquí preciosa!! -y otro la agarró, la agarró con fuerza, tirando de su pelo.
-¡¡No la toques!! -Aidan se giró hacia ellos, pero le atacaron por la espalda y tuvo que defenderse.
El grito de uno de los guerreros al ser atacado por Deigh inundó el lugar.
-¡¡Matad al maldito lobo!! -el que la sostenía gritó.
Y Kristal pudo ver como uno de los hombres tomaba una ballesta y apuntaba a Deigh.
-¡¡No!! -gritó, golpeando con el codo en el estomago al que la sostenía y después moviendo la cabeza bruscamente, dándole un cabezazo. Cuando la liberó, corrió hacia el que apuntaba al lobo, sacando la daga que llevaba escondida. Saltó sobre el hombre, clavando la daga en su hombro, pero la flecha fue lanzada en el mismo instante. -¡¡No!! -arrebato la ballesta, viendo al hombre caer al suelo. El chillido del lobo la hizo estremecerse, viendo como Deigh se derrumbaba en el suelo, sangrando con la flecha clavada -¡¡No!! ¡¡Deigh!! -miró a Aidan, que hizo una mueca, como si sintiera el dolor del animal. Su cuerpo se distrajo y cuando fue a reaccionar para defenderse, se vió empujado, precipitándose al vacio -¡¡¡Aidan!!! -con la ballesta aun en la mano corrió hacia el acantilada.
-¡¡Quieta!! -el hombre al que había golpeado antes la agarro.
-¡¡Suéltame!! ¡¡No!! -le dio un patada y le golpeo con la ballesta, logrando librarse y correr hacia el acantilado, mirando al inmenso mar. -¡¡¡Aidan!!! -gritó su nombre, sintiendo el dolor atravesarla, sintiendo la desesperación de no verle, de saber que le había perdido.
Y todo dejo de importar.
Dejó la ballesta caer al suelo, al tiempo que se abalanzaba hacia delante, pero era agarrada por dos hombres.
-¡¡No!! ¡Aidan!¡Aidan! -gritaba sujeta por los dos hombres, arrodillada en el suelo. Escuchó el llanto del lobo y le miró, con sus ojos tristes, la sangre brotando de su cuerpo. Alargo el brazo hacia el -¡Deigh! ¡Suéltame! ¡Necesita ayuda!
-Ya está muerto -uno de ellos la agarro del brazo, levantándola.
Y gritando y pataleando, con su mano extendida hacia el lobo, la arrastraron, alejándola.
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