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Capitulo 2: Recuerdos

Los rayos de luz rozaron su rostro, haciéndola moverse, apartándose de ellos, girando su cuerpo y suspirando. Abrió los ojos, parpadeando varias veces, se incorporó quedando sentada en la gran cama con dosel, miró su vestido, la capa envuelta en su cuerpo y la colcha arrugada sobre ella.

Alargó sus brazos, estirando su cuerpo mientras miraba la habitación, fijando sus ojos en la chimenea que estaba al fondo, donde las ascuas del fuego aun soltaban algo de humo. Dos golpes en la puerta la sobresaltaron y aparto la colcha rápidamente incorporándose y apartando la capa que estaba enrollada a su alrededor.

Cuando la puerta se abrió, el rostro de una mujer apareció sonriéndole y a pesar de querer corresponder a su sonrisa, no pudo evitar que en su rostro se mostrar la decepción al no encontrar a Kendrick tras esa puerta.

-Señorita Davinia -La mujer entró inclinándose levemente -Soy Miltred, supongo que no se acordara de mi, era usted muy pequeña la última vez que estuvo en el condado con sus padres.

-Usted -Davinia la observó por unos segundos -Hacia las galletas favoritas de Kendrick, él me llevo a la cocina para que las probara.

-Si -y Miltred la observó con comprensión, entonces abrió la puerta -Me permití la libertad de ordenar que le prepararan un baño.

-Eh -observo a las mujeres que entraban cargando los cubos de agua caliente y tras asentir ante ellas, se dirigían hacia la bañera oculta tras el biombo -Gracias.

-No se merecen señorita -Miltred se acercó a ella y cuando la puerta se cerró tras la partida de las sirvientas, la miró -¿Me permite ayudarla?

-Oh -Davinia asintió, girándose para que la mujer le desabrochara el vestido y el collar que aun estaba en su cuello. Después se dirigió hacia el biombo y observó la inmensa bañera, exactamente igual que las que había en el Ducado. Se sumergió en el agua suspirando.

-¿Quiere que la ayude a escoger un vestido? -Miltred se acercó a los baúles y comenzó a abrir uno.

-Eh, si, gracias -ella se quedo pensativa -Miltred.

-Dígame señorita -alzó un vestido color verde claro con bordados dorados -Este, es sencillo, pero hermoso. - lo extendió sobre la cama.

-¿Kendrick está despierto? -preguntó sumergiendo la mano en el agua alzándola para ver las gotas caer.

-El señorito debe estar bañándose -ella sonrió cerrando el baúl -El desayuno está casi listo en el salón para que coman juntos.

Unos golpes en la puerta hicieron que Davinia se incorporara en la bañera, cubriéndose, a pesar de saber que el biombo la ocultaba de la vista de cualquiera.

-Yo atenderé, con su permiso -Miltred entreabrió la puerta y sonrió -La señorita está tomando su baño, en cuanto esté lista bajara.

-¿Eh? -Kendrick desvió la vista al ver al fondo la sombra de ella tras el biombo -Si, gracias nana -y se giró marchándose.

Tras secarse y arreglarse con la ayuda de Miltred, juntas recorrieron los pasillos del castillo de Winston mientras Diane observaba todo, recordando como de pequeña había visitado ese lugar. Bajaron las escaleras y después de que la amable mujer le señalara la sala, la observó marcharse y suspiró.

Caminó despacio hasta pararse en la entrada de la sala, observando la mesa ya dispuesta con frutas, pan, bollos, queso, zumo y leche. Sus ojos se posaron en Kendrick sentado a la mesa, con la copa de zumo en su mano y leyendo lo que parecía ser la correspondencia. Dio un paso al interior de la sala y el bajo la carta, mirandola, entonces dejo el zumo sobre la mesa y se incorporó sonriendo.

-Buenos días pequeña -extendió el brazo hacia ella para que se acercara -¿Descansaste?

-Buenos días -sonrió caminando hacia él y tomando su mano -Me quede dormida en el carruaje.

-Si -Kendrick asintió, retirando la silla a su lado para que ella tomara asiento.

-Gracias -observó su plato, con fruta y queso y extendió la mano para tomar su zumo, mirando de reojo como él tomaba asiento de nuevo -¿Que leías?

-Correspondencia para el Conde que había llegado en nuestra ausencia -Kendrick tomo algo de fruta y la llevó a su boca -Nos quedaremos aquí hoy, creo que será suficiente para que deje todo lo que mi padre me pidió dispuesto. Mañana en la mañana partiremos hacia la corte. Puedes aprovechar para recorrer el condado.

-¿Me enseñaras tus tierras y las aldeas? -Davinia le miró emocionada.

-Eh, yo... -Kendrick frunció el ceño -No puedo pequeña, tengo mucho que organizar. Miltred puede acompañarte.

-Bien -y ella bajó la mirada de nuevo a su plato.

Kendrick se quedó observándola por unos segundos y suspiró.

-Haremos una cosa, puedes inspeccionar el castillo y los jardines en la mañana y por la tarde me acompañaras a la aldea, tengo que visitar a algunos hombres y así pasearemos y te enseñare el condado -habló mirandola y al ver que ella sonreía encantada el también sonrió -Bien, entonces -tomo su copa de zumo y la bebió al completo, se incorporó -Iré al despachó a acabar con el papeleo para poder tener la tarde libre.

Y con una sonrisa ella le vio alejarse.

Después de desayunar Davinia pregunto a Miltred si la acompañaría a dar un paseo por los jardines. Y la mujer con gustó la guió por inmensos jardines del castillo lleno de flores y arboles, con patos y pavos reales sueltos. Atenta a todo lo que la rodeaba Davinia escuchó sin perder detalle, como la mujer había descubierto que Eara era el Rubí y como había guarido su secreto para ayudarla a convertirse en la esposa de Alexander.

-¿Quiere que le enseñe el castillo? -la observó con una sonrisa.

-Si, por favor -y ella asintió y la siguió al interior, para recorrer cada rincón, desde las cocinas donde las cocineras y sirvientas se inclinaron saludándola, recorriendo los pasillos interminables hasta llegar a la sala de música. Una preciosa sala donde un arpa y un piano se situaban a un lado, dispuestas ante un salón organizado claramente para escuchar a quien tocara los instrumentos. Se acercó al piano sonriendo, recordando la última vez que había estado aquí y que ella y Constance habían tocado algunas teclas ante la mirada divertida de Kendrick. -Constance toca el arpa y el piano. -miro el arpa al otro lado y después a Miltred -Elsepth.

-Oh, Elsepth tuvo claro que era demasiado aburrido para ella -Miltred rió divertida, se acercó a ella y abrió el piano -¿Por qué no toca un rato? Debo ir a organizar que sirvan la comida.

-Si -asintió sentándose ante el instrumento, observó a la mujer caminar hacia la puerta y antes de que se fuera habló -Miltred -cuando se giró hacia ella sonrió -Gracias.

-Ha sido un placer -y tras corresponderle a la sonrisa, salió de sala

Sus ojos se posaron en el piano, sus dedos se movieron, con las llenas acariciando la superficie despacio, rozando las teclas. Cerró los ojos y dejó que sus dedos presionaran las teclas, moviéndose con delicadeza, escuchando como la melodía inundaba la habitación.

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Se sintió reconfortada, rodeada de su música, segura de sí misma. Dejó a un lado el miedo. Miedo a no lograr que Kendrick la viera como una mujer, miedo a que la rechazara, miedo que la contemplara con lastima, miedo a perderlo y verlo en brazos de otra.

Sus ojos se abrieron, con la vista fija en el piano y alzó el rostro para mirar mas allá, encontrando los ojos que la hacían volar. Esa mirada que llenaba su alma, esa mirada que solo él podía dirigirle.

Kendrick Algart estaba junto a la puerta, con el brazo en alto apoyado en el marco y mirandola, mirandola como cada vez que tocaba para él.

Le sostuvo la mirada, mientras tocaba las ultimas notas de la pieza y cuando sus dedos pararon, se quedaron mirándose. Él sonrió, apartándose de la puerta y caminando hacia ella.

-Si tocas en la corte causaras sensación -se paró junto al piano, mirandola.

-Tu hermana toca a menudo allí y lo hace muy bien -bajó la tapa del piano y alzó el rostro para mirarle.

-Mi hermana toca bien, si -se acercó a ella y se inclinó, agachándose a su lado, mirandola con una sonrisa -Pero tú, tienes algo especial -alzó la mano y apartó un mechón de pelo de su rostro -Tocas con tanto sentimiento.

Davinia le miró, hipnotizada, deseando que se acercara mas, que acercara su rostro y rozara sus labios. Pero entonces él se incorporó y le tendió la mano.

-¿Vamos? La comida está servida -le guiñó un ojo -Después iremos a dar nuestro paseo por la aldea.

Se incorporó apartándose del piano y le miró sonriendo, tomó su mano, sintiendo el calor de su piel y dejó que la guiara por el castillo hasta el comedor. Tomaron asiento y pronto les sirvieron carne asada y verduras.

-Pronto será tu cumpleaños -Kendrick habló mientras la miraba -Supongo que querrás estar de regreso en casa para celebrarlo.

-Podría celebrarlo en la corte -ella se sonrojó, bajando la vista a su plato.

-No creo que a Ewan le haga mucha gracia -Kendrick frunció el ceño, entonces se inclinó hacia ella y bajo la voz -No tenemos porque decirle nada aun. Cuando apenas quede tiempo, le mandaremos la invitación.

Davinia rió sin poder imaginar cómo desataría la furia de su padre. Ella que siempre había estado bajo su protección, que nunca le había desobedecido.

-¿Has pensado ya que me vas a pedir? -Kendrick tomó su copa y dio un sorbo.

-¿Qué? -ella le miró.

-Tu regalo -dejó la copa y sonrió -¿Ya tienes pensado que regalo me pedirás? -y ella bajó la vista a sus labios y de nuevo miró sus ojos y asintió, ante lo que él sonrió -Bien, cuando llegué el momento, a ver con que me sorprendes pequeña.

En su catorce cumpleaños, Kendrick le había dicho que ya era adulta para decidir qué era lo que quería de regalo y al ver que ella dudaba, le aseguró que nada sería imposible lograr para él. Y Davinia MacClain había deseado una rara flor que había visto en la corte siendo más pequeña. Y el día de su cumpleaños, Kendrick Algart había llenado el jardín de esas flores, haciéndola reír y ganándose su corazón sin él saberlo. Desde entonces, cada cumpleaños le preguntaba que regalo deseaba y ella siempre pedía algo practicamente imposible y él, lo conseguía. Cuando se presentó en su casa con la jaula que contenía un loro, Ewan casi lanzó la jaula por la ventana. En la ocasión en la que ella le pidió un libro de poesias, del cual solo había tres ejemplares, Kendrick se lo entregó la noche anterior a su cumpleaños. Y en su último cumpleaños, al cumplir diecisiete años, ella le dijo que deseaba lo que él deseara regalarle. Y el futuro conde de Winston le entregó una cajita de música, que al abrir mostraba a una niña sentada al piano y sonaba la melodía que ella siempre le dedicaba.

-Davinia -se sobresaltó al sentir la mano de él en su brazo -¿Has acabado?

-¿Eh? -asintió.

-Entonces vámonos -y Kendrick se incorporó y le tendió la mano, que ella no dudó en tomar y levantarse de su lugar.

Al salir del castillo, el carruaje de solo dos personas les estaba esperando el patio central. Y mientras se dirigían a la aldea, ella no pudo evitar que la sonrisa se dibujara en su rostro recordando cuantas veces la había llevado al lago en las Highlands. Observó los campos en el caminó a la aldea, viendo como al pasar, los hombres dejaban su trabajo y les saludaban mirandola con curiosidad.

Cuando vislumbro la aldea, un pequeño grupo de niños corrió hacia ellos, gritando y saludando mientras corrían a su lado, les miró sonriendo y moviendo la mano para saludarles. Giró el rostro y vio que Kendrick la miraba con una sonrisa.

Pararon en el centro de la aldea y un hombres se acercó rápidamente para ayudarles con las riendas de los caballos.

-Señor -el hombre sostuvo las riendas asintiendo.

-Gracias Bryan -Kendrick se giró y extendió la mano hacia ella, la ayudo a bajar y después colocó su mano en su brazo -Bryan te presento a la Señorita Davinia MacClain, hija de los Duques de Bedford.

-Señorita -el hombre asintió inclinándose levemente -Es un placer conocerla.

-Gracias -ella le sonrió asintiendo y sus ojos se posaron el niño que se acercó a ellos corriendo y paró ante ella, tendiéndole una flor. -Es preciosa. Muchas gracias. -tomó la flor con una sonrisa, viendo como el niño se sonrojaba.

-Parece que tienes un admirador -Kendrick se inclinó hacia ella, susurrándole al oído divertido y Davinia sintió el calor de su aliento rozar su piel. Giró el rostro despacio para mirarle, encontrándose con sus ojos. -Trae -y él le quitó la flor y alzó la mano para colocarla en su pelo y tras sonreírle miró a Bryan -¿Como van las armas y escudos?

-Bien señor -el que al parecer era el herrero del Condado, entregó las riendas a otro muchacho y se apartó para que pasaran -Todo lo que su padre dejo encargado arreglar está listo y las nuevas espadas están casi acabadas.

-Perfecto -asintió, caminando con ella a su lado -Mis padres y yo estaremos fuera unos días. Cuando todo esté listo que lo trasladen al arsenal del castillo, Frederick tendrá listo el dinero.

-Si señor -el hombre asintió y se alejo hacia su herrería.

-Vamos a dar un paseo por el mercado -Kendrick la miró y después miró al frente.

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