Capitulo 18: Raices
Despertó en sus brazos, recostada en su pecho, sintiendo el latido de su corazón y con sus fuertes brazos rodeándola, protegiéndola. Su pierna se movió, deslizándose sobre la cintura de él, haciendo que la sabana se deslizara por sus cuerpos desnudos.
Aun podía sentir los besos de Connor por todo su cuerpo, sus suaves caricias, la forma en que le hizo el amor, tan delicada. Movió su rostro, para mirarle, viendo el Angulo de su barbilla, con la leve barba comenzando a oscurecer su piel. Apoyó la mano en su pecho y se alzó, notando los brazos de él deslizarse hasta su cintura, pero sin dejar de abrazarla. Miró sus labios entreabiertos, con su calmada respiración, sus ojos cerrados. Su mirada bajó hasta su pecho, su mano se movió sola, acariciándole. Se modio el labio mientras se deslizaba por su cuerpo, subiéndose sobre su cadera y contuvo el aliento sintiendo esa parte más que dispuesta de él, rozándola. Sonrió, sentada sobre su marido, viéndole dormido y sintiéndose una total desvergonzada. Y deseando ver su mirada, llena de deseo, de esa pasión que lo consumía cuando la hacía suya, se movió sobre él, gimiendo cuando lo deslizó en su interior mientras su espalda se tenso y su rostro se alzó al techo, dejando su pelo caer hacia atrás y empujando las manos sobre su pecho.
Escuchó el jadeo de él y sintió su mirada, sabiendo que estaba despierto y cuando inclinó el rostro hacia delante, para mirarle, se miraron a los ojos con una intensidad que los consumió por completo.
-Lexia -Connor gruño su nombre, sintiendo como ella se movía lentamente mientras sus manos se dirigieron a su cintura y sus ojos recorrieron su rostro, bajando hasta sus pechos desnudos -Cariño -gimió moviendo su cadera bajo ella, yendo a su encuentro. La escuchó gemir mientras se movía sobre él y entonces se inclinó sobre su cuerpo, sin dejar de moverse, pero acercando su rosto, con su pelo cayendo sobre él, como una maravillosa visión. Y con un hambre voraz, él apresó sus labios, besándolos con devoción, mientras con sus manos movía su cintura. Alzó las caderas bruscamente, gimiendo sobre su boca y escuchó el jadeo de ella, terminando por romper su control. Giró bruscamente en la cama, aprisionándola debajo y alzando su rodilla para abrir más sus piernas, mientras sus manos tomaron las de ella y las llevó sobre su cabeza, apretándolas contra el colchón -Me vuelves loco cariño -y se movió sobre ella, bruscamente, haciéndola gemir y gritar mientras se retorcía de placer bajo su cuerpo. La escucho jadear su nombre junto a su oreja cuando arremetió con fuerza contra ella y sintió como mordía su hombro cuando ambos explotaron.
Lexia apoyó la cabeza en el colchón suspirando mientras él besaba su cuello con una sonrisa.
-Me encanta que me despiertes así cariño -habló sobre su cuello para después alzar el rostro y besarla lentamente -Es el mejor desayuno que puedo tener.
-¿Vas a ir a las tierras Archivald? -preguntó con los ojos cerrados y aun su respiración calmándose.
-Si, necesitare hombres y material - Connor beso su hombro y se dejó caer a su lado, con la cabeza sostenida en su mano y el codo clavado en el colchón y su otra mano sobre la cintura de ella -Y cultivo para los campos y víveres -suspiró -No sé por dónde empezar.
-¿Y si nos marchamos? -Lexia habló aun con los ojos cerrados.
-Cariño -Connor acercó su cuerpo al de ella, alzando su rostro sobre el suyo y tomando su barbilla -Mírame -y cuando ella obedeció vio la tristeza en sus ojos -Estas son tus raíces, tomate el tiempo que necesites, pero conócelas. Conoce la historia de tu madre, visita cada lugar en el que ella vivió. Permítete, saber cómo fue su vida aquí.
-Lo poco que he descubierto, es que se sentía encerrada, enjaulada entre protocolos, fiestas y la nobleza, sin poder ser ella -habló con tristeza -Solo cuando estaba con mi padre.
-Por lo poco que he conocido a esta gente, he podido ver que todos la querían, querían a tu madre y puedo imaginar que ella también los quería -acarició su rostro con delicadeza -Puede que no deseara esta vida, pero creo que quería a esta gente, esta casa, estas tierras. Creo que quería a sus padres, aunque la forma de querer de ellos la lastimara. -beso sus labios despacio -Si cuando conozcas su vida, deseas marcharte, nos iremos. Pero dejaremos a esta gente a salvo, porque ellos no tienen la culpa de lo que ocurrió. Y no permitiremos que Ernest Brandbury los lastime.
-Eres un buen hombre Connor Bukchaman -ella le sonrió mirándole a los ojos -Y me alegra haberme convertido en tu mujer.
-Y yo también estoy contento de que seas mía cariño -y el sonrió divertido mientras su mano recorría la cadera de ella, bajando hasta su muslo y entonces la beso volviendo a lanzarse sobre ella.
Después de desayunar solos, sin la presencia de Lady Addrich, Connor se despidió de su esposa con un beso para después partir dejando a Ted con el encargó de avisar a los aldeanos que dieran cuenta de las necesidades de sus granjas, para proceder a ayudarles.
Lexia tomo el diario de su madre y caminó por el jardín que para su sorpresa estaba muy cuidado y se sentó en un banco, para de nuevo abrir una página al azar y leer.
Hoy es un día especial. Es mi cumpleaños, mi veinte cumpleaños.
Cuando estaba desayunando con papa y mama, Tahita colocó un bonito ramo de rosas en la mesa y cuando papa preguntó quién las enviaba, ella dijo que nadie, que ella misma las había cortado esa mañana, para mí. Pero yo sé que no es cierto, son de Brog, rosas blancas, como la primera que me regaló. Tahita me ha sonreído de esa forma en que me hace saber que me ayudara a vivir este amor. Después he estado cuidando el jardín con mama. Sé que a ella no le fascinan las flores tanto como a mí, pero por pasar tiempo conmigo, dedica las mañanas a mi lado a cuidarlo y mantenerlo hermoso y lleno de flores, de vida.
Lexia alzó la vista observando las flores, viendo como el precioso jardín se había mantenido cuidado, con las hermosas flores llenando de color y vida el triste castillo.
Como cada año en mi cumpleaños, he cabalgado a la aldea, acompañada por Ted, mi gran amigo, mi protector. El siempre ha estado a mi lado, me enseñó a cabalgar cuando era pequeña a pesar de la negativa de papa porque era muy niña. Y cuando papa descubrió que me había enseñado, temí que le castigara, pero ver lo feliz que yo era cabalgando, le hizo olvidar que le había desobedecido. Pasear por la aldea, recibir los abrazos de todos, sus besos y jugar con los niños que me cantan felicitándome, me hace sentirme libre y feliz. Puedo festejar y celebrar este día como me gusta, aunque a la noche me vea encerrada en las paredes del castillo, vestida y con joyas, sonriendo ante la nobleza que festeja brindando por mi cumpleaños. Pero esta noche ha sido distinta, porque a pesar de bailar con los nobles que mi padre me presentó y sonreír y hablar con las damas, cuando todo ha terminado y me he retirado, he mirado por la ventana, esperando verle. Y ha venido por mí, como tantas otras veces, y a escondidas he atravesado el castillo para abrazarle en la noche. Y juntos ante la inmensidad del mar, me ha dado el mejor regalo que podría haber imaginado. Esta noche, he sido suya, su mujer y no puedo imaginar la vida sin tenerle a mi lado. Cuando se ha despedido de mi, ha colgado en mi cuello el medallón que lleva grabada nuestras iníciales. Un regaló en el que ha unido nuestros nombres, como anoche se unieron nuestros cuerpos y nuestras almas. Ahora esta amaneciendo y veo el amanecer desde la ventana de mi habitación, escribiendo con una sonrisa en mi rostro y feliz de sentirme mujer, de sentirme su mujer.
Lexia limpió las lagrimas de su rostro y se incorporó, cerrando el diario y apretándolo contra su pecho. Regresó al castillo, dejando el diario en el tocador de su habitación y se asomó a su ventana, observando el triste patio prácticamente vacio. Podía imaginárselo lleno de vida, de gente, como debió haber sido cuando su madre vivía alli.
"Puede que no deseara esta vida, pero creo que quería a esta gente, esta casa, estas tierras."
Las palabras de Connor resonaron en su cabeza, se quedó pensativa unos instantes y finalmente salió de la habitación y tras atravesar los pasillos, bajo las escaleras y se interno en aquel oscuro pasillo que la llevó a las cocinas.
Se paró en el umbral, observando el triste lugar.
-¡Señora! -Tahita la observó sorprendida al salir de la pequeña despensa, con un saco en sus manos. -¿Necesita algo?
Lexia la miró, observando a la mujer y recordando lo que había leído en el diario de su madre.
-Tu conociste a mi padre -no fue una pregunta, sino una afirmación.
-Lo vi unas cuantas veces -Incomoda la mujer asintió, caminando alrededor de la mesa y dejando el pequeño saco con harina sobre esta. Suspiró mirandola de nuevo -Amaba a vuestra madre. Y ella le amaba a él.
-¿Alguna vez fue feliz? ¿Aquí? -preguntó con tristeza.
-Una parte de ella lo era -sonrió levemente -Pero Alexandra, era demasiado libre para estar enjaulada por lo que le exigía la sociedad. Cuando conoció a vuestro padre, pensé que había encontrado su lugar. -se apoyó en la mesa -Por aquel entonces, la nobleza rechazaba enormemente a los clanes de Las Highlands, eran salvajes. Yo creo que tu madre habría sido una gran señora del clan de tu padre y que habrían sido felices juntos, lejos de esta hipocresía.
-Pero no los dejaron -Lexia cerró los ojos con fuerza -El no la dejó.
-Lord William cometió muchos errores, pero vuestra madre también -Tahita la miró a los ojos cuando ella los abrió -Podría haberse marchado con vuestro padre. Debió hacerlo. Pero ella se sentía incapaz de traicionar a su padre, no podía decepcionarle, no podía alejarse y dejarle solo, sin ningún heredero para lo que tanto esfuerzo le había costado. -negó con la cabeza -Escuchó la conversación del Barón con su doctor, estaba enfermo. Y ella decidió quedarse a su lado, aceptar el marido que le impusieran. Le pidió a tu padre que se marchara, que si la quería se alejara y la dejara cumplir con su deber. -hizo una mueca -Su sacrificio no sirvió para nada, cuando supo que estaba embarazada, cuando el Barón supo de su embarazo, todo lo demás dejo de importar, su hija le había traicionado y el no lo perdonó jamás.
-La condenó -Lexia sintió las lagrimas en sus ojos -Ella renunció a todo por estar a su lado y él la condenó a la desgracia.
-Creo que eso lo atormento hasta el último momento -Tahita la miró a los ojos -Sabia que estabais viva, pero le dijo a su esposa que estabas mejor lejos de ellos.
-Y tenia razón -respondió con decisión, entonces frunció el ceño -¿Tu has cuidado el jardín de mi madre?
-No -negó con la cabeza -Es vuestra abuela quien lo cuida. Al principio las flores se fueron apagando, marchitando y entonces ella lo vio y se negó a que ese recuerdo de su hija se marchitara. -la miró con los ojos llorosos -No es una mala mujer. Yo he sido testigo de su dolor, de sus lagrimas, por su hija y por ti. Nunca volvió a sonreír y nunca perdonó a su esposo. Se convirtió en una sombra encerrada en estas paredes, sin un motivo para vivir.
-Perdón -Un hombre se paró en la puerta, trasera de la cocina, con algunas verduras en sus manos, mirandola con precaución.
-Gracias Albín -Tahita se acercó y tomó las verduras -¿Donde esta red?
-El señor Bukchaman le ordenó ir a las granjas y la aldea a solicitar lo que necesitaban para recomponer sus casas y cultivar los campos -Albín respondió sin dejar de mirar a Lexia.
Lexia sonrió levemente, sabiendo que su marido reconstruiría absolutamente todo. Miró entonces a su alrededor observando la desmejorada y vieja cocina.
-Esta limpia, os lo aseguro -Tahita habló dejando la verdura sobre la mesa -Yo la limpio cada día, pero es vieja y...
-No lo dudo -Lexia la miró y asintió -¿Estas tu solo a cargo de la cocina?
-Si señora -la mujer asintió con cierto pesar -No se puede mantener a mucha gente para el castillo. Un día sí y otro no viene mi sobrina a ayudarme a limpiar las habitaciones.
-La verdura, la ha traído ese hombre -señaló la puerta por la que el hombre se había marchado
-Por suerte su huerto da bastante para mantener a su familia y vendernos algo a nosotros -asintió.
-Tendríamos que tener nuestro propio huerto -habló pensativa, mirando el saco de harina -¿Ibas a hacer el pan?
-Si señora -asintió y miró las verduras -Y la comida, si me disculpa ya voy algo retrasada.
-Yo me encargó del pan -y Lexia se acercó a la mesa y tomó el paño para lavar sus manos, tomando después la jarra de agua y dejándola junto al saco, bajo la sorprendida mirada de la mujer.
Connor redujo el trote de su caballo y los dos guerreros Bukchaman que le acompañaban le imitaron. Observaron a los guardias que se tensaban observándole.
-¡¿Quien va?! -el guardia que estaba subido en la muralla que rodeaba el castillo les observo con desconfianza.
-¡Soy Connor Bukchaman! -respondió observándoles.
-Adelante señor Bukchaman -el guardia que estaba junto a la puerta asintió.
-Gracias -asintió en respuesta avanzando con su caballo al interior del patio, donde algunos hombres le observaron. Sus ojos se posaron en el hombre que caminaba hacia él sonriendo levemente. A pesar del paso de los años, de su pelo ahora blanco y las arrugas en su rostro, lo reconocía perfectamente. Desmontó su caballo y sonrió mirándole.
-El Diablo mando una misiva ordenando que te ayudáramos en lo que necesitaras -Brodick extendió el brazo, apretando el suyo mirándole divertido -Barón de Addington
-Hola Brodick -sonrió divertido, después miró a su alrededor -Tengo mucho trabajo si quiero que esas tierras se parezcan algo a estas.
-¿Que necesitas? -Brodick habló parado a su lado.
-Hombres, bastante -alzó la mano a su cabeza pasándola por su pelo -Material, necesito material para reconstruir granjas, cercados, casas. Necesito cultivos, herreros, armas.... en realidad necesito de todo.
-No te preocupes muchacho -Brodick le palmeó el hombro -Vamos, agruparemos a hombres y ordenare que se carguen carretas con lo necesario para la reconstrucción, algunas armas y veremos qué podemos hacer con los cultivos.
-Gracias -suspiró aliviado.
Durante horas, organizaron lo que pudieron y después, el ahora Barón, se encaminó de regreso a sus tierras, seguidos por los hombres Archivald, dispuestos a ayudar en lo necesarios y con varias carretas cargadas.
Al llegar Connor se reunió con Ted, para que fueran repartiendo el material necesario en las granjas y casas y también la comida que traían. Después regresó al castillo, dejando a cargo a Ted, para que instalara a los hombres que habían venido a ayudarles y sabiendo que le esperaría unos días largos.
Entró al castillo y escuchó el tarareo de su mujer, sonriendo se dirigió a la cocina y la observó, como aquella primera vez que la había visto en el castillo Ferguson, amasando el pan. Sus ojos volvieron a recorrer su cuerpo, su cintura y su trasero, mientras ella se inclinaba sobre la mesa amasando, pero ahora deleitándose con lo que le pertenecía. Sus ojos se enfocaron en la mujer que se giró hacia su esposa con zanahorias en su mano y le vio. Connor alzó la mano, llevando un dedo a sus labios pidiéndole silencio y la mujer asintió, con una pequeña sonrisa.
Avanzó despacio, acercándose por detrás de su mujer, sus brazos envolvieron su cintura mientras pegaba el pecho a su espalda.
-¿necesitas ayuda? -susurro en su oído mientras le besaba la mandíbula.
-Connor -ella rió apartando las manos de la masa -Compórtate.
-Yo siempre me comporto cariño -mordisqueó su cuello.
-Estate quieto -Lexia hablo en un susurro mientras su mano llena de harina golpeaba uno de sus brazos envuelto en su cintura.
-¿Me has manchado? -él llevó la mano a la harina esparcida en la mesa y tras manchar su dedo, lo alzo y le marcó la mejilla.
-¡Connor! -gritó girándose en sus brazos riendo, le miró -¿Como te fue en las tierras Archivald?
-Vine con algunos hombres, material y alimentos -respondió, inclinando su rostro hacia ella y besando sus labios.
-He pensado que deberíamos tener un huerto, como en el Castillo Ferguson -ella alzó las manos y con una sonrisa, las colocó en las mejillas de su marido, manchándole la cara.
-¿Estas pidiendo guerra esposa? -y Connor la empujó contra la mesa, obligándola a apoyarse en ella mientras su mano se apretaba en su cintura haciéndole cosquillas. Y ella empezó a reir retorciéndose.
-¡Para! ¡Para! -se retorcía en sus brazos mientras él seguía torturándola con una sonrisa y Tahita les observaba con una sonrisa. Entonces la mujer miró hacia la puerta y su sonrisa se volvió triste.
Connor giró el rostro y se encontró con Lady Addrich mirándoles. Dejó de hacer cosquillas a su mujer y se movió, pero sin soltarla, colocándose a su lado.
-Buenos días Lady Addrich -saludó, sintiendo como su esposa, intentaba recobrar la respiración, enderezándose a su lado.
-Buenos días -ella le sonrió levemente y miró a Lexia, con cierta sorpresa al ver sus manos llenas de harina.
-Señor Bukchaman -Ted se paró en la puerta, cargando cestas con alimentos y vino, obligando a Lady Addrich a entrar a la cocina apartándose para que pasara.
-¿Y eso? -Connor fruncía el ceño observando las cestas que no había traído él
-Un presente para los recién casados -Javrik se paró en la puerta observando con una sonrisa a Connor -Pero te advierto que no traigo harina para que te pintes la cara.
-Javrik -Connor le miró sorprendido -Brodick me dijo que estabas en la Corte, la boda de Davinia y Kendrick.
-Si, llegamos poco después de que te fueras -miró a Lexia con cierta curiosidad -Y quise venir a conocer a mi nueva prima.
-Cariño, estés es Javrik MacClain, Barón de Archivald -Connor señaló a Javrik.
-Es un placer conocerte Lexia -Javrik se acercó y tomó la mano de ella para besarla, después miró a su primo con una ceja alzada y se abrazaron palmeándose la espalda.
-¡¡Papiiiii!! -Nia entró corriendo en la cocina y se paró mirando con el ceño fruncido a Lexia.
-Pero mira a quien tenemos aquí -Connor sonrió agachándose para coger a la pequeña Nia en sus brazos, que se abrazó a él feliz. -Mira princesita, esta es mi esposa Lexia.
-Ella es Niara, mi hija -Javrik sonrió observando a su pequeña -La llamamos Nia.
-Hola preciosa -Lexia se acercó a la niña -Eres muy bonita.
-Tu pelo es rojo -Nia extendió la mano tomando el pelo de ella mirandolo fascinada.
-Nia Cielo no vayas a tirarle del pelo -Isobel entró a la cocina, con su pequeña Jannet en sus brazos.
-Mi esposa -Javrik pasó el brazo por los hombros de ella -Isobel y mi pequeña Jannet.
-Encantada -Lexia sonrió asintiendo y mirando a la pequeña que le observaba con curiosidad. -Que niña más bonita.
-¿Quieres cogerla? -e Isobel se acercó y le entregó a su hija, que ella sentó en su cintura, mientras la niña la miraba.
-Javrik, Isobel -Connor se acercó a la abuela de su esposa -Os presento a Lady Addrich.
-Señora -Javrik hizo una leve inclinación ante ella -Lamento lo de su esposo.
-Gracias -ella respondió asintiendo, sin poder dejar de observar con cierta envidia la forma en la que los presentes se trataban, como familia.
-Es un placer conocerla señora -Isobel le sonrió.
-Tito -Nia alzó la mano y la plantó en la mejilla de su tío, donde estaba manchada de harina -¿Por qué tiene harina?
-Porque tu tío ahora parece disfrutar cocinando -Javrik respondió riendo, haciendo que Connor lo mirara divertido.
-¿Por qué no vamos a la sala? -Lexia caminó hacia la puerta, seguida por Isobel.
-¿Nos acompaña Lady Addrich? -Isobel miró a la mujer y todos observaron en silencio.
-No, yo no quisiera...-con tristeza, ella negó con la cabeza.
-Acompáñenos -Lexia la miró -Por favor.
Su abuela asintió y las siguió, observada por Javrik y Connor.
-Supongo que Ewan os contó todo -Connor habló mirando la puerta por la que acababan de marcharse -Isobel siempre sabe el momento y las palabras adecuadas. -sonrió sintiendo la otra mano de la niña en su mejilla, miró a Javrik -¿Os quedáis a comer?
-Por supuesto, para eso vinimos -palmeó su espalda mientras salían de la sala -Ahora que te has casado, las visitas y las comidas familiares imprevistas te perseguirán.
-Si, ya lo pude ver -Connor rió viendo a la niña llevar las manos a su cara, manchándose de harina.
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