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Capitulo 16: Suya

Connor salió del castillo, fijando la vista en Lexia que estaba inclinada ante el carruaje, abrazando a Juliet, estrechándola entre sus brazos con fuerza.

Caminó hacia ellas, sabiendo que Alastair le seguía y se arrodillo a su altura, colocando la mano en la espalda de su esposa, provocando que ella le mirara, la miro a los ojos unos segundos y después fijó la vista en la niña.

-Juliet, cariño -alargó la mano acariciando su mejilla -Volveremos pronto, te lo prometo. -Y la pequeña se inclinó hacia él, escondiéndose en su pecho y con todo su amor, Connor la envolvió con sus brazos, abrazándola. Entonces se levantó cargándola en sus brazos y tras apoyarla en uno solo, colocó el otro brazo en la cintura de su mujer, tirando de ella contra su pecho y miró a Alastair. -Juliet, estarás muy bien. El abuelo Alastair cuidara de ti.

Alastair miró a Connor con los ojos inundados de lagrimas, extendió los brazos, recibiendo a la pequeña, y la estrechó contra él, mirando entonces a Alexandra.

-Tenemos que irnos -Connor inclinó el rostro hacia su esposa, hablándole al oído sin dejar de apretarla contra su cuerpo. Ella le miró y asintió.

La ayudo a subir al carruaje y después subió a su caballo y tras asentir a los hombres que lo acompañaban, iniciaron el viaje, sin poder dejar de mirar atrás y observar a su hija en brazos de Alastair, que los observaban marcharse.

Nunca pensó que alejarse de estas tierras podría causarle la sensación de malestar que recorría su cuerpo. Después de salir de las tierras Ferguson y atravesar la de los Bukchaman, cuando llegaron al límite de las tierras con las MacClain, Connor se tenso viendo las figuras de jinetes en la lejanía. Pero una sonrisa apareció en su rostro cuando les reconoció, giró el rostro hacia el carruaje y le indicó que siguieran hacia delante, aunque mas despacio y se alejó cabalgando hacia lo jinetes que le esperaban.

-Papa -frenó su caballo ante el de los tres y miró a cada uno -Tía Niara, tío Duncan.

-Ten mucho cuidado -Mail avanzó con su caballo acercándose a su hijo, alargó el brazo y lo colocó en su hombro -Estaremos preparados por si nos necesitas, solo tienes que avisarnos.

-Puedes disponer de los hombres de las tierras de Javrik -el Diablo le miró a la cara y asintió -Sus tierras colindan con las vuestras, contad con ellos para lo que necesitéis

-Gracias tío -Connor miró a Niara que le observaba sonriendo.

-Todo saldrá bien -Niara hablo sonriendo -Serás un gran Barón.

-Si, bueno -el alzó la mano rascando su cabeza -Ahora me vendría bien poder preguntarle a Javrik cuales se suponen son las obligaciones de un Barón.

-Las mismas que un Laird -respondió con seguridad.

-Salvo que también tendrás que inclinarte ante el trasero del rey -Duncan habló y cuando Niara le miró mal, hizo una mueca -¿Qué? Es verdad. Y aunque Ewan diga que él no se inclina, todos sabemos que lo hace.

-Robert es un buen hombre -Niara volvió a mirar a su sobrino -Puedes ser sincero con él Connor, estoy segura de que te ayudara en lo que pueda.

-Nos vemos pronto hijo -Mail apartó su caballo mirandolo a los ojos -Tu madre quiere que le asegures que iréis con la pequeña en cuanto estéis de vuelta.

-Lo haremos -asintió y sonrió -Juliet se ha quedado con Alastair, estoy seguro de que os visitaran a menudo.

Y tras mirar a cada uno de nuevo, asintió y se alejó caminando hacia el carruaje que se movía despacio, pasando ya a las tierras MacClain. Cuando les alcanzó obvio a Lexia inclinada sobre la ventanilla, mirándole.

-¿Ocurre algo? -ella miró a las figuras que permanecían a lo lejos.

-Mi padre y mis tíos -negó con la cabeza -Solo querían despedirse.

-Ah, bien -y ella volvió a acomodarse y él la observó por unos segundos, viendo su rostro triste, lleno de dudas, de miedo. Suspiro y se adelantó para hacer parar el carruaje, después entregó su caballo a uno de los hombres y abrió la puerta entrando junto a ella. -¿Que ocurre? -Lexia le observó entrar, cerrando la puertezuela y el coche volvió a ponerse en marcha. Observó cómo se sentaba frente a ella, sin poder dejar de notar que el carruaje era demasiado pequeño para él. Su presencia se veía aun más impactante.

-Viajare contigo -Connor se removió incomodo en el pequeño sillón -Me cansé del caballo.

Ella le miró unos segundos y entonces sonrió, de una forma que hizo que cada parte de él se estremeciera.

-No tienes que hacer esto por mi Connor -se inclinó hacia él -Regresa con tu caballo.

-Quiero estar aquí -el la imitó, tomando sus manos y frunciendo el ceño -¿Tienes frío? Tienes las manos heladas. -y tiró de ella hacia él -Ven

-Connor -sorprendida se vió empujada contra su pecho -No cabemos los dos en este asiento.

-Si, cabemos perfectamente -y él la acomodó en sus piernas y la obligó a apoyarse contra su pecho, recostando su cabeza en su hombro -¿Ves?

Y durante un rato se dedicaron a conocerse, hablando de su infancia, de cada uno de los momentos que habían vivido, hasta que ella dejó que él descubriera lo que había estado ocultando desde el primer momento que supo que era Connor Bukchaman.

-Fue increíble -sonrió pensativo -Cada vez que íbamos a las tierras de Alastair, disfrutábamos viendo los toros. Y aquel día, en el camino, Ayleen y las gemelas se retaron a saltar una de las vallas y montar un toro. Aun recuerdo como la loca de Ayleen saltó de su caballo y en un segundo estaba tirándose desde lo alto de la valla sobre el toro. -empezó a reir divertido -Los gritos del Diablo fueron los más fuertes que escuche en mi vida. Mi padre, Ewan, Niaj y el Diablo corrieron tras ella gritándole, mientras las gemelas la animaban. Cuando Ayleen saltó del toro corrió para rodar por el suelo y salir por debajo de la valla y entonces el furioso animal se abalanzo sobre los cuatro. Ellos que antes estaban corriendo tras el toro, ahora gritaban huyendo de él. Duncan se lanzó sobre la valla, aterrizando en el barro, mi padre rodo imitando a Ayleen y Niaj y Ewan se subieron a un árbol, peleando entre ellos mientras escalaban y el toro bufaba bajo el árbol.

-¿Y por eso después atasteis un toro al granero? -ella preguntó aun sorprendida.

-Bueno cuando nosotros le dijimos a Ayleen que estaba loca, ella nos dijo que éramos unos cobardes. Kirk y Kenneth no son precisamente muy contenidos. Y al final mi hermano y yo quisimos ayudarles -se encogió de hombros -Después de mucho trabajo conseguimos atarlo y entre todos llevamos para enseñárselo, pero no estaba, así que se nos ocurrió atarlo y lo atamos a una de las vigas del granero.- sonrió -Supongo que no fue la mejor idea. Habíamos encontrado a Ayleen y caminábamos con ella y las gemelas hacia el granero cuando se vino abajo y el toro se escapó. La gente vino corriendo y pronto todo se volvió un caos cuando huían del toro. -negó con la cabeza -Éramos un peligro juntos. Nos castigaron, teníamos que reconstruir el granero. Pero pronto se dieron cuenta que no era la mejor idea tenernos a todos juntos intentando colaborar.

-Lo recuerdo -Lexia sonrió pensativa -Ayleen te empujó a la pila de agua cuando le dijiste que era su culpa.

-Era muy bruta -asintió entonces frunció el ceño y tomándola por los hombros, la obligo apartarse de su pecho para mirarla -¿Como que lo recuerdas? Tu...

-Debía quedarme en el castillo MacAlister, pero me moría por conoceros, por ver a la familia de Alastair. A veces escapaba y os miraba de lejos -le miró a los ojos -Aquel día os observe desde la parte trasera de los establos.

-La parte trasera de los establos -Connor la miró conmocionado -Cuando me corté en el brazo fui allí a buscar a la curandera y no estaba. Pero estaba... estabas tú -su mano tomó un mechón de su pelo, recordando el pelo rojizo de aquella niña que le había mirado nerviosa cuando la descubrió en el establo. -Tu me curaste el corte.

-Y tú me besaste -y ella habló en apenas un susurro.

-Mi primer beso Lexia -alzó las manos, tomando su rostro entre ellas -Fue mi primer beso -y él la miro a los ojos unos segundos, para después besarla.

Unos golpes resonaron en el techo del carruaje y se apartaron, mirándose a los ojos. Entonces Connor se inclinó hacia la ventanilla.

-Estamos entrando en las tierras Addington -el hombre que conducía el carruaje hablo girando el rostro brevemente hacia él. Connor asintió y cuando volvió a sentarse en su lugar, la vio sentada en el otro sitió, mirando por la otra ventana.

-¿Podemos parar? -Lexia giró el rostro y le miró -Serán solo unos minutos.

-El tiempo que necesites -él le respondió mirandola a los ojos. Extendió la mano y golpeó el techo dos veces, haciendo que el carruaje disminuyera el paso, hasta pararse. Entonces abrió la puerta y bajó, girándose y tendiéndole la mano para ayudarla.

Lexia tomó su mano y bajó, mirando a su alrededor, observando el paisaje, el mar al fondo, las rocas, la tierra. Caminó despacio aspirando el aire, intentando sentir algo, sentir algo al pisar la tierra en la que nació y creció su madre. La tierra en la que sus padres se conocieron, aquella en la que vivieron su amor. Sus manos tomaron la falda de su vestido, alzándolo para poder caminar.

Indicando a los hombres que desmontaran y caminaran un poco, Connor la observó, caminando pensativa, perdida.

Avanzó hacia ella, viendo como se paraba ante el acantilado, mirando el mar y se paró tras ella y sin dudar, sus brazos la envolvieron, obligándola a apoyar la espalda en su pecho.

-No estás sola, yo estoy contigo -inclinó el rostro, besando su cuello -Nunca estarás sola.

Ella se giró, le miro unos segundos y tomando su mano, caminó con él de regreso al carruaje, parando ante la puerta y girándose para mirarle.

-Gracias -se inclinó hacia él y beso sus labios despacio, se apartó y le miro a los ojos -Pero ahora sube a tu caballo y observa todo lo que necesitas saber de estas tierras -volvió a besarle y subió al carruaje, mirándole de nuevo antes de cerrar la puertezuela.

Connor subió a su caballo y con un hombre a cada lado, continuaron el caminó, observando algunas granjas abandonadas a su paso y el campo sin cultivar. Cuando se acercaron a la pequeña aldea, el mal estado de las casas hizo que él supiera que todo estaba mal. Miró hacia atrás al carruaje, viendo el rostro de su esposa, observando todo con tristeza.

Algunas personas se asomaron a sus ventanas y puertas, pero nadie salió. Nada más salir de la pequeña aldea, Connor observó los campos de cultivos que se extendían a ambos lados del camino al castillo, con apenas unos cuantos cultivos y en mal estado y con algunos hombres trabajando la tierra, que los miraron con cierto desconcierto.

La muralla que rodeaba el castillo no estaba en mucha mejor condición que las casas de la aldea y la vigilancia dejaba mucho que desear. Al adentrarse en el patio desierto, Connor miró hacia el campo de entrenamiento que había al otro lado, viendo a cinco hombres que rápidamente tomaron sus espadas y corrieron hacia ellos. Negó con la cabeza a sus hombres para que no desenvainaran sus armas y se mantuvo en su caballo, viendo como se acercaban a ellos, claramente sin saber qué hacer.

-¡¿En qué podemos ayudarle señor?! -un hombre de aproximadamente la edad de su padre, se acercó mirándole dudoso.

-Soy Connor Bukchaman y vengo con mi esposa -desmontó su caballo parándose ante ellos -Venimos a tomar posesión de nuestro titulo y tierras, como los herederos del Barón de Addington.

Los cinco hombres se miraron entre ellos desconcertados, y observaron como Connor se acercaba al carruaje y abría la puerta, tendiendo la mano a su esposa.

Lexia salir del carruaje y una vez fuera observó a los hombres sin saber muy bien qué hacer, entonces su esposo le retiró la capa de la cabeza, dejando su rostro a la vista.

-Oh Dios santo -el hombre que le había hablado antes dejó su espada caer al suelo mirandola mientras las lagrimas desbordaban sus ojos y todos los demás daban un paso atrás mirandola impactados. -Alexandra, niña -dio un paso hacia ella, alargando sus manos -No puede ser.

Lexia se tensó, acercándose a Connor que pasó el brazo por su cintura.

-Soy su hija -ella habló y el hombre abrió los ojos, mirando su rostro con detenimiento y sus manos cayeron a los lados de su cuerpo .

-Lo lamento muchacha -él la miró con tristeza -Sois tan parecida a vuestra madre, que por un momento pensé que... estaba viendo un fantasma.

-Mi esposa es la nieta del fallecido Barón -Connor habló manteniéndola a su lado -¿Como te llamas?

-Soy Ted señor -el hombre dudo unos minutos -Lo lamento, no nos informaron de su llegada.

-Y al parecer tampoco les informaron de la nueva situación -Connor miró a todos sintiendo lastima al ver el desconcierto en sus ojos.

-No señor, la última vez que el Marques estuvo aquí ...-al escucharle, Lexia se tensó y Connor apretó la mano en su cintura.

-El Marques no volverá a poner un pie en estas tierras ¿Queda claro? -Connor le miró fijamente -No es bienvenido.

-¿Eh? Sí, claro -Ted asintió sorprendido.

-Mi esposa y yo estamos cansados del viaje, encargaos de nuestros caballos y carruajes y que mis hombres tengan un lugar donde descansar y comida -Connor tiró de su esposa, guiándola hacia el castillo, giró el rostro y miró a Ted -Cuando pueda me reuniré contigo y haremos un recorrido, quiero saber cómo demonios habéis logrado resistir. -vio que él asentía y siguió caminando.

-Tiene tan mal aspecto -Lexia hablo en voz baja, mirando el castillo.

-Lo repararemos, todo -Connor le habló al oído, ayudándola a subir los escalones.

Abrieron las puertas y suspiraron aliviados al ver que el interior no estaba tan mal como pensaban que estaría. Aunque los muebles se veían viejos y al igual que las alfombras y cortinas, todo estaba limpio. Aunque las paredes se veían algo desmejoradas.

Caminaron hacia la sala, observando los sillones con un desgastado tapizado, la chimenea con parte derrumbada, se pararon en mitad de la sala cuando vieron a alguien al otro lado.

La mujer que estaba de espaldas, se había girado al oír sus pasos y su rostro había mostrado la confusión por unos segundos hasta que había mirado a Lexia.

Lexia no necesitó preguntar para saber quién era. Ver como la miraba, con las lagrimas en sus ojos, con el arrepentimiento en su rostro, el dolor y el anhelo que llenaron sus ojos, la hizo sentir que era demasiado y necesitó apoyarse contra su marido, dando gracias por tenerle a su lado. No apartó los ojos de ella, mientras la mujer, la que sabía era su abuela, caminaba despacio hacia ellos.

-Alexandra -pudo ver el dolor que le causó decir su nombre -Eres... eres igual a ella.

Lexia la miró sin poder hablar, sintiendo el nudo en su garganta, mirando entonces el cuadro que colgaba sobre la chimenea, el retrato de su madre, con un vestido violeta sonriendo.

Después de tantos años, preguntándose como sería su madre, si se parecía a ella, ahora la estaba viendo y es como si se estuviera viendo a sí misma.

-Lady Addrich -Connor habló haciendo que la mujer reparara en él, asintió levemente -Soy Connor Bukchaman, el esposo de Lexia. -vió como la mujer fruncía levemente el ceño ante el nombre que pronunciaba pero miraba a Lexia, comprendiendo -Lamento su perdida.

-Gracias -ella asintió mirándole de nuevo para volver a mirar a su nieta -Alexandra... yo..-se acercó despacio -me gustaría...

-Disculpe -Connor la interrumpió, notando que su esposa se apretaba contra él, entendiendo que necesitaba alejarse de todo ello -Mi esposa y yo estamos agotados del viaje, necesitamos descansar -miró a la mujer a los ojos y al ver la tristeza en el rostro de ella, apartó la dureza en su voz -Habrá tiempo para hablar señora.

-Por supuesto -ella asintió-Pueden ocupar la recamara principal, yo ordenaré...

-No es necesario -Connor negó con la cabeza -Puede continuar en su habitación, nosotros ocuparemos otra.

-Señora -una mujer entró a la sala con una bandeja en sus manos y esta cayó al suelo haciendo que todos se sobresaltaran, mientras miraba a Lexia con los ojos abiertos.

-Lleva al señor Bukchaman y a mi... a su esposa a una habitación -Lady Addrich hablo a la mujer, que tragó saliva sin dejar de mirar a Lexia -¿Me has oído? -y entonces la mujer asintió.

-Por aquí, por favor -y sin dejar de mirar a Lexia, la mujer les guió por las escaleras hasta el piso superior y les mostro una habitación.

-Gracias -Connor asintió mirandola mientras Lexia entraba a la habitación, entró y cerró la puerta, observando a su esposa, que tras quitarse la capa y lanzarla a la cama, caminó por la habitación nerviosa y después se paró ante el espejo mirándose. Se acercó a ella, parándose detrás y alzando las manos para colocarla en sus hombros -Eres hermosa -le susurró al oído.

-Ahora me miro y la veo a ella -inclinó el rostro hacia un lado mirando su propio reflejo. -Siempre me pregunte como sería, si me parecería a ella.

-Y ahora sabes que eres tan hermosa como ella -apoyó la barbilla en su hombro -tomate el tiempo que necesites Lexia. Estas son tus raíces, conócela, cuando estés preparada para ello. -la miró a los ojos a través del espejo -Yo estaré aquí, a tu lado y te prometo que todo estará bien.

-Connor -ella dijo su nombre, con los ojos fijos en los de él, en el espejo.

-Dime cariño -beso su hombro sin apartar la mirada.

-Hazme el amor -y cuando ella hablo, vio que él abría los ojos y tragando saliva, la giraba, tomándola por la cintura y mirandola directamente, con sus rostros muy cerca.

-¿Que has dicho? -apretó las manos en su cintura, mirandola a los ojos mientras sus labios casi se rozaban.

-Quiero ser tu mujer -Lexia se sonrojó pero siguió mirando a sus ojos -Hazme el amor Connor.

-Gracias -el suspiró aliviado cerrando los ojos.

-¿Qué? -ella le miró desconcertada -¡Ah! -y gritó cuando la alzó en sus brazos y la llevó hasta la cama, parando junto a ella mirandola con una sonrisa.

-No hay nada que desee hacer mas -la beso, mientras la dejaba en el suelo junto a la cama y sus manos se deslizaba por su espalda, desabrochando despacio el vestido. Se sorprendió cuando ella profundizó su beso y sus manos le agarraron de la camisa, tirando hacia arriba de ella -Cariño -gimió al notar sus manos acariciando su estomago mientras tiraba del vestido bajándolo por sus hombros -Estoy intentando controlarme, ir despacio.

-Pero yo no quiero que vayas despacio -Ella habló tirando de la camisa, obligándole a alzar las manos para que pudiera sacarla por su cabeza y después tirarla al suelo. Rápidamente volvió a tocar su pecho, mirándole -No quiero que te contengas. Quiero que me hagas sentir como ayer, quiero sentirte como ayer, quiero tenerte sobre mí como te tuve en nuestra cama y...

-Dios -y Connor se abalanzó sobre ella besando su boca con ansiedad mientras sus manos terminaban de tirar del vestido, haciendo que callera al suelo y después forcejeó con el corsé -Llevas demasiada ropa -jadeo besando su cuello mientras nervioso, tiro de la prenda escuchando como se rasgaba -Te comprare otro.

-No me importa el corsé -ella gimió llevando las manos al pantalón de él y tirando del lazo para después tirar de él.

-Espera -Connor se apartó para quitarse las botas con rapidez y tiró del pantalón pisoteándolo en el suelo, para después mirarla y ver como ella le observaba, totalmente desnudo.

Lexia le miró y después alzó el rostro para mirar su rostro y sonrió, una tentadora sonrisa saque hizo que Connor perdiera el poco control que aun mantenía. Estaba allí, ante él, desnuda de cintura para arriba, con sus rizos rojos cayendo en cascadas sobre sus pechos. Se lanzo de nuevo sobre ella, volviendo a besarla mientras sus manos se enganchaban al filló de la enagua y tiraba de ella, escuchando como se rasgaba, pero ignorando el hecho de que estaba destrozando toda la ropa interior de su esposa.

Cayeron sobre la cama, sin dejar de besarse y acariciarse, sin poder dejar de rozar sus cuerpos, mientras sus respiraciones aceleradas resonaban en la habitación.

Lexia gimió cuando Connor se centro en sus pechos, lamiéndolos y mordiéndolos, mientras sus dedos volvieron a torturarla, tocándola y acariciándola como lo habían hecho antes. Y cuando sosteniéndose a su pelo, ella gritó llevada por la satisfacción que la atravesó. El se empujó sobre su cuerpo, deslizados sobre ella, hasta estar en la perfecta posición, esa en la que en la ocasión anterior les habían interrumpido.

Ella le miró y con decisión, sus piernas se movieron rodeando su cintura, clavando los talones en su trasera y empujándole contra ella, jadeando al sentir la presión en su centro.

-Hazlo - Lexia le hablo mirándole a los ojos. Ojos que se cerraron cuando él la besó y se adentró en ella, haciéndola jadear por el dolor que la atravesó, mientras sus uñas se clavaron en sus hombros.

-¿Estas bien cariño? -Connor hablo con dificultad -¿Quieres que me aparte?

-No, no te vayas -Lexia se movió inconscientemente, haciendo una mueca ante el extraño dolor que sintió y escuchando el jadeó de él.

-No puedo aguantar mucho más cariño -Connor enterró la cara en su cuello -No puedo quedarme quieto -y entonces ella se movió, movió sus caderas, ignorando el leve dolor y diciéndole sin palabras, que estaba lista. Y Connor jadeó de nuevo cuando pudo moverse sobre ella besando y mordiendo su cuello.

Sus gemidos se alzaron mientras sus cuerpos se movían, mientras él la reclamaba una y otra vez como suya y ella se entregaba completamente, al hombre que la había hecho su mujer, que había reclamado a su hija y que sabia la protegería por el resto de su vida.

Cuando sus gritos se alzaron, ambos confirmaron que pertenecían al otro y se besaron mientras sus cuerpos se relajaban, encajados perfectamente. 

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