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2: Odio ancestral

Los tröllitus vivieron por años en las montañas lejanas porque los ökrnos gobernaban el valle Ozthäven y los protegían con su vida. Ambas razas siempre han vivido en guerra, son pésimos vecinos y hay muchos prejuicios entre ellos que serán muy difíciles de disipar. Su odio ancestral nubla su juicio así como la niebla espesa que nubla la vista. 

Hace un año, cuando el rey Nelsan murió a manos de Daron, el reino tröllitus quedó en ruinas, más de lo que ya se encontraba, entonces los sobrevivientes se rindieron formalmente ante las puertas de Ogrëdge e imploraron clemencia. Daron, como el nuevo monarca de su reino, accedió la tregua entre ökrnos y tröllitus. Desde entonces, los tröllitus pudieron asentarse en Ozthäven sin ser reprendidos para prosperar. Pero el odio y el sentimiento de superioridad sobre los tröllitus seguían muy presentes entre los ökrnos. Cuando la noticia de la tregua se propagó por Ogrëdge, los súbditos no estuvieron muy contentos y comenzaron a cuestionar si Daron podría ser un buen rey. 

Sin embargo, los tröllitus se abstuvieron de abusar de la relativa paz entre ambas razas y se centraron en construir un nuevo hogar, donde ahora su nueva líder era Vidiad. Vidiad era una joven tröllitu que solía ser la mano derecha del rey Nelsan, pero tras su muerte, ella tomó la iniciativa de sacar al reino adelante, aunque eso significara dejar su orgullo a un lado y rogar. Vidiad nunca aceptó el título de reina diciendo que ella era una guerrera, no una dama de la corte, además no necesitaba tener aquel nombramiento para luchar por el bien de los suyos.  En cuestión de un año, pequeñas casas y algunas construcciones ya podían verse dentro del territorio que se les fue asignado en el valle Ozthäven y todo estaba de maravilla a comparación de como les iba en las montañas lejanas.

Mientras que Ogrëdge recordaba a su difunto rey Folkbiorn, en el reino de los tröllitus todos estaban felices y trabajaban y aunque hacia un año también perdieron a su rey, estaban centrados en el progreso y iban a dejar que el pasado los detuviera, sí estaban tristes por la muerte del rey Nelsan y siempre sería recordado por sus súbditos, pero también teníana razones para ser felices. Un ejemplo de ello era Vidiad, quien estaba mirando satisfecha el progreso de la construcción de una escuela para los más pequeños.

—¡Vidiad! —llamó un tröllitu.

—Te ves feliz, Ennbers, ¿traes buenas noticias? —inquirió Vidiad sin dejar de mirar la construcción.

—De hecho, traigo buenas y malas noticias.

Vidiad centró su mirada al tröllitu que estaba a su izquierda. En todo aquel año que comenzaron a levantar el reino, ella no había escuchado las palabras "malas" y "noticias" juntas.

—¿Cuáles son las buenas?

—Anunciaron un nuevo embarazo —informó Ennbers.

—¡Fantástico! —exclamó la líder—. Es el decimo séptimo embarazo en los últimos tres meses, ¿no es así?

—Es correcto.

—¿Cuál es la mala noticia, entonces?

—Bueno, los guardias encontraron a dos jóvenes ökrnos haciendo estragos y la esperan en las afueras de nuestro territorio.

Vidiad suspiró. Ya era algo habitual que algunos ökrnos los invadieran. A veces hacían estragos, los insultaban y les gritaban que no eran bienvenidos en el valle de Ozthäven. Ya se esperaba que precisamente aquel día algún "piel verde" se aparecería por ahí, pues fue hace un año que el rey Nelsan, un tröllitu, asesinó al rey Folkbiorn, un ökrno.

—Es el centésimo ataque en los últimos tres meses, ¿verdad? —inquirió Vidiad sin una pizca de alegría.

—Es el nonagésimo noveno, para ser más exactos.

—Gracias, Ennbers, yo me encargo de estos dos pieles verde.

Vidiad caminó hasta la salida del territorio donde un par de guardias tenían custodiados al par de ökrnos. Ella vio que se eran simplemente un par de muchachos enojados e intolerantes y le restó importancia. En otras circunstancias, si el rey Daron no hubiera condicionado la tregua, probablemente Vidiad torturaría a los intrusos hasta matarlos, pero aquel día no iba a correr sangre de ninguna de las dos razas, no como hacia un año.

Vidiad junto con dos guardias escoltaron a los jóvenes de vuelta a Ogrëdge a pie. Al llegar a las puerta del reino de los pieles verdes, los esperaban decenas de guardias ökrnos y el líder de éstos, Thorvald.

—¿Cuáles son sus intenciones en el gran y prospero reino de Ogrëdge? —interrogó Thorvald con severidad.

—Considero que es muy evidente que venimos a traer de vuelta a estos ökrnos que invadieron nuestro territorio —contestó Vidiad con un deje de impaciencia en la voz.

Los dos guardias tröllitus soltaron a los jóvenes ökrnos quienes corrieron de vuelta a su hogar.

—Bueno, no se queden ahí parados, regresen de donde vinieron —ordenó Thorvald.

—En realidad, también me gustaría ir a hablar con el rey —reveló la mujer. 

—¿Por qué habría de dejarte pasar, sucia tröllitu? —insultó el mayor.

—¡Oye, ten más respeto! —exclamó uno de los tröllitus antes de empuñar su hacha de cobre.

Vidiad detuvo al guardia antes de que se acercara más en plan de ataque. Cuando sus miradas se cruzaron, ella negó con la cabeza. El guardia de mala gana detuvo su arrebato pero no impidió que le lanzara una mirada cargada de resentimiento a Thorvald.

—Existe una razón por la cual tú y yo no nos hemos matado y esa razón es la misma por la cual deberías dejarme pasar, después de todo mi reino es el que terminará pagando el precio si llego a cometer un error —dijo Vidiad con aire desafiante.

—Al menos alguien aquí sí sabe cuál es su lugar —habló Thorvald mirando al tröllitu que por poco lo atacaba—. Déjenla pasar —ordenó a sus guerreros—, solamente a ella —agregó al ver que los guardias tröllitus también avanzaban.

—Estaré bien —aseguró Vidiad a sus guardias. 

La tröllitu avanzó y entró al reino que intentó invadir y destruir. Las enormes puertas de cerraron tras ella, pues dentro de los muros de Ogrëdge, ella se encontraba completamente indefensa, estaba en terreno peligroso y debía ser fuerte para no condenar a su reino a un genocidio. Dos guardias pieles verde la comenzaron a escoltar hasta el castillo donde se vería con el rey Daron. En el camino, todos los ökrnos la discriminaban con la mirada y alguno que otro la insultó.

Otra cosa que para Vidiad estaba más clara que el agua cristalina que corría por el valle de Ozthäven era que aquel odio ancestral entre ökrnos y tröllitus todavía seguía presente en ambas razas.

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