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14: El bosque encantado

Algunas de las hadas se mantuvieron en las alturas para volar sobre el bosque para llegar al origen del humo, mientras que otras hadas descendieron su vuelo a ras de la verde hierba del valle Ozthäven para adentrarse junto a los ökrnos y a Vidiad al bosque. Todos estaban atentos ante cualquier señal de peligro, pues aquellas hadas que fueron a buscar a Lamishra ya no regresaron, probablemente la duquesa usó su magia para tender trampas a lo largo y ancho del bosque. Ambos ejércitos no fueron emboscados inmediatamente al entrar al bosque, solamente había árboles normales y corrientes y algún que otro animal silvestre que pasaba por ahí, pero nada más. 

Mientras tanto, la duquesa malvada era astuta y sabía que no solamente las hadas la buscarían precisamente aquel día en que tornó las nubes negras en púrpuras, también los ökrnos estarían en su búsqueda, justamente como ella requería, pues sin ellos su plan no estaría completo. El veneno que impregnaba a las nubes era dañino también para las hadas, pero había un último ingrediente necesario para que el veneno fuera mortal solamente para los ökrnos o los tröllitus era la sangre de uno de ellos.

Ambas razas comparten características similares y pertenecen a la misma especie, así que su sangre tiene componentes en común. Con que uno caiga a su merced, será suficiente para envenenar a sus enemigos. Eso lo sabía muy bien el rey Ronorin, así que ordenó que además de detener a la duquesa, debían proteger a los ökrnos.

Después de un rato caminando por el bosque, escucharon un súbito sonido, un crujido, que resaltó por la calma que habían encontrado los dos ejércitos que fijaron su atención hacía donde escucharon aquel misterioso crujido. Un feoddeshano se armó de valor para seguir el sonido. Entre la espesura del bosque, aquel guardia pudo ver ramas moviéndose anormalmente como serpiente al asecho. El guardia emitió un grito que alertó al resto de las hadas y a los ökrnos antes de que las ramas se acercaran a él para apresarlo entre el follaje de los árboles hechizados . Se habían topado con la primera trampa de Lamishra. 

Las ramas comenzaron a rodear amenazadoramente a ambos ejército quienes se prepararon para defenderse. Los ökrnos atacaban las ramas con su hachas cortándoles pedazos de un tajo de sus hachas afiladas. Vidiad se defendía con su daga, pues el arco y las flechas que tenía en el carcaj que cargaba sobre su espalda, poca utilidad podría representarle en aquella situación, que apenas si le hacía algunos cortes a las ramas que pretendían atacarla. Las hadas invocaban un escudo que las protegía y también a los ökrnos y con sus lanzas cortaban las ramas. 

Lamishra no se iba a conformar con simplemente encantar el bosque con árboles con ramas con vida propia, también se encargo de encantar la raíces. Debajo de la tierra nadie podía ver cómo las raíces crecían y se movían. Salieron de la tierra sorpresivamente para enredarse en la patas gordas de los pörris y tirar de ellas para que las ramas atraparan a los cuadrúpedos y sus jinetes. El ejército de los ökrnos se fue reduciendo poco a poco cuando lar ramas los apresaron entre las copas de los árboles. Algunas hadas también fueron tomadas de los tobillos por las raíces para distraerlas y que las ramas hicieran el resto.

—¡Vuelen y sigan su camino! —exclamó el rey de las hadas. 

Las hadas obedecieron y emprendieron el vuelo y comenzaron a salir de aquella zona de árboles hechizados, algunas no corrieron con suerte y fueron atrapadas.

Las raíces atraparon las patas de Chewy y de Paxter. Daewenys se percató de ello y con su magia hizo levitar a su esposo, a su cuñado y a la tröllitu y se los llevó en el aire para intentar escapar de aquella zona con un campo de protección mágico. Tanto Paxter como Chewy fueron apresados, como el resto de pörris y ökrnos. Sólo quedaban algunas hadas, Daron, Ezra y Vidiad. Tuvieron que enfrentarse a más ramas que trataban de atraparlos al vuelo pero no lo lograron.

—Debemos estar cerca —comentó la reina Miarel—, toda zona era una trampa para que no la atrapáramos.

—No quiero ni pensar cuál será la siguiente trampa —agregó Daron aún flotando por el hechizo de  Daewenys.

El sonido de un trueno cruzó el cielo púrpura, la lluvia no tardaría mucho. La naturaleza no estaba de lado de los dos ejércitos que quedaron reducidos por la primera trampa.

—Debemos apresurarnos —dijo Daewenys.

—¡Andando! —ordenó Ronorin.

Mientras tanto, en el castillo de Feoddesha, en la sala de alquimia, Naefir estaba concentrado en el antídoto que pararía el veneno de Lamishra. Toda su vida el príncipe ha leído todas las ciencias de las hadas y considerando los ingredientes que la duquesa se robó, pudo determinar el tipo de veneno y su antídoto. A Naefir no le sorprendió que Lamishra volviera a usar el veneno que usó la última vez que intentó envenenar al rey de Ogrëdge antes de ser encerrada en la Piedra Castigadora.

Un líquido espeso comenzaba a adquirir un color amarillento en el caldero que usaba Naefir. El trueno lo alteró y se dijo que debía apresurarse antes de que la lluvia cayera y empezara el genocidio. Él no estaba preocupado por su reino, tanto había estudiado a Lamishra que se podría decir que la conocía bien y ella no mataría a las hadas. También sabía que ella era persistente así que no seguiría su plan si no supiera que conseguiría el último ingrediente para su veneno.

Las puertas de la sala de alquimia se abrieron revelando a la princesa Brygwyn con un gran libro entre sus pequeños brazos.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó el príncipe frustrándose por la situación contra-reloj.

—Lo que está pasando es mi culpa y probablemente vamos a morir por eso, así que vine a disculparme por no comprender que sólo tratabas de protegerme y evitar que hiciera algo como esto —lamentó Brygwyn.

—Ahora no es hora para disculpas, vete antes de que empeores las cosas.

—Sólo ve esto, por favor —pidió la menor abriendo el libro que tenía consigo.

—¡Luego, Brygwyn!

—¡Naefir, por favor! —alzó la voz la princesa.

—¡¿Qué?!

El heredero al torno de Feoodesha levantó la mirada y reconoció de inmediato lo que su hermana pequeña le mostraba: el manuscrito de historia que él estaba escribiendo. Lo sorprendente es que estaba como nuevo, sin la tinta que se derramó sobre las páginas. Naefir caminó hasta Brygwyn y tomó el libro para verlo maravillado sin poder creerlo completamente.

—¿T-tú hiciste esto?

—Arruinar tu libro fue lo que ocasionó este desastre y sé que arreglarlo no va a resolverlo, pero pensé que si nos pasaba algo, no quería que me odiaras por no cumplir mi promesa de no entrar a la biblioteca aquella vez.

La explicación de la pequeña enterneció a Naefir quien sonrió y se agachó para abrazar a su hermana con afecto.

—No te odio, hermanita, y lamento si te hice pensar lo contrario, pero te prometo esto, vamos a estar bien.

Regresando al bosque con los dos ejércitos, sus pasos los estaban dirigiendo directamente al claro donde Lamishra se encontraba preparando la lluvia mortal. Así es cómo se toparon con la segunda trampa de la duquesa. Al principio fue sutil, imperceptible a simple vista pero que conforme iba tomando forma comenzó a desorientar a Daron, Ezra, Vidiad y las hadas. Se trataba de niebla mágica. La niebla era tan espesa que no ya no se podía ver ni siquiera los árboles que tenían a su alrededor. Como Daewenys perdió de repente de vista a los hermanos ökrno y a la tröllitu, el hechizo que los hacía flotar se rompió haciéndolos caer contra la hierba del bosque encantado.

—¡Daron, Daron, Daron! —llamó la reina de Ogrëdge—. ¡¿Daron, dónde estás?!

Pero la niebla era mágica, así que el sonido quedaba atrapado también. El rey ökrno no pudo oír a su esposa llamándolo, ni siquiera porque no se encontraban tan lejos del otro. Inútilmente intento buscarla, buscar a su hermano, pero sólo chocaba contra árboles que no podía ver por la niebla. Ezra y Vidiad intentaron atravesar la niebla y en lugar de encontrar una salida, se encontraron tras chocar entre ellos.

Lamishra estaba controlando la niebla y pudo sentir en ella la presencia de tres individuos que no eran hadas, pudo sentir a Daron, a Ezra y a Vidiad. La duquesa malvada sólo necesitaba a un ökrno o un tröllitu, mas ella jamás pensó que estaría una allí, pero ahora tenía a su merced a dos ökrnos y a una tröllitu, sólo era cuestión de dejarlos pasar la niebla.

Despejó frente a ellos la niebla, como un camino al que deben de seguir. Sabiendo bien que podría ser otra trampa, decidieron continuar porque quedarse ahí a esperar a que la lluvia mortal iniciara no era una opción. 

Cuando dejaron la niebla atrás, Daron se encontró con su hermano y con Vidiad y acordaron sin necesidad de palabras proseguir y luchar contra Lamishra sin la ayuda de las demás hadas si era necesario.

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