Capítulo 1
Eran las siete de la mañana cuando mi madre llegó a mi puerta y tocó como si yo fuera un oso perezoso. Bueno, me gusta dormir, pero no para que gritara para todo el pueblo.
—¡Sadie! Cariño, despierta. No quiero que llegues tarde a tu primer día de clases.
Sí, mis amigos, esa era mi madre. Una mujer trabajadora, muy linda (no es porque sea mi mamá) y también muy gritona.
Me levanté de la cama con la pereza del mundo. Siempre odiaba el primer día de clases, porque es allí donde te encuentras a tus compañeros del año pasado, ves a los que te caen mal y, para ser más horrible el día, te ponen a los profesores más hijos de perra de este mundo.
Pues bien, esta soy yo, Sadie Smith, una chica honesta, tranquila y alegre. Por desgracia, hoy comenzaba un nuevo año lectivo, mi cuarto año. Tan solo este año y uno más para salir de la secundaria.
Me bañé y bajé las gradas lo más rápido posible.
—Buenos días, familia.
—Buenos días, amor —saludó mi padre, dándome un beso en la frente.
—Buenos días, enana —dijeron mis hermanos al unísono.
—Bueno, niños, basta —ordenó mi madre, seria.
Tomé mi waffle con leche condensada que estaba junto a mi taza de café porque sí, amo el café.
—Bueno, coman rápido porque yo ya me voy —anunció Marcus, levantándose de la mesa.
—Sí, ya voy. Me cepillaré los dientes —respondí, caminando hacia mi cuarto para quitar toda esa mugre que tenía en mis dientes... bueno, tanto así no, pero sí tenía que lavarlos bien. Bajé nuevamente y me dirigí al auto de mi hermano mayor.
***
—Genial, este es mi último año y lo disfrutaré al máximo —exclamó Marcus, bajándose de la camioneta.
—Bueno, perdedores, los veo luego —se despidió Frank.
—Bueno, hermanita, chao —me dijo Marcus, cerrando la puerta del carro.
Mhm... Creo ver muchas caras nuevas, pero siempre iguales a los "freaks, emos, fresitas, hippies, nerds, putitas, etc." Caminé hacia mi casillero, que está junto a los basureros, junto al de Allison, la zorra más zorra del colegio.
—Mierda, ¿cuál era mi contraseña? —dije, dándole golpes al casillero. —Vamos, ábrete —insistí, batallando con el casillero.
El casillero estaba un poco oxidado, por esa razón no abría. De la nada, parecía que todo el colegio había quedado en silencio. ¡Rayos! ¿Por qué todo el colegio hace silencio?
Mi mirada se dirigió hacia la entrada del colegio. No pude evitar poner los ojos en blanco cuando vi entrar a los hermanos Brown. Sí, señoras y señores, ese trío de idiotas, buenos para nada, que lo único que hacen en esta vida es quitar el aire.
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