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- Final -

Tir miró más fijamente a esa persona. Ojos verdes brillante, largos rizos marrones a su espalda, una pequeña diadema de hojas y un ligero vestido verde claro. Él sabía perfectamente quién era, pero esperó a que aquella chica se presentara.

—Spirit... —Se dirigió a él— Supongo que ya sabes que está pasando.

Él asintió.

—Debes de salvar a todos, incluido a esos chicos a los que te has pegado —Le dijo como muestra de que sabía lo que había estado haciendo.

—Sí, ¿que debo hacer? Queda poco tiempo —Dijo Tir mientras buscaba el reloj de arena en su bolsillo.

—¿Buscas esto? —Dijo la chica enseñándole un reloj de arena colgando de su dedo.

—¿Cómo...? &Empezó a preguntar Tir, pero se calló.

—Ya sabes la respuesta a esa pregunta, ¿quién soy? —Dijo la jóven.

—Evil —Dijo Tir sin poder contener una pequeña sonrisa.

Se conocían desde niños, y a pesar de que el verdadero nombre de la chica era Live (vida), él le puso ese mote hacía tiempo.

—Sabes que no me gusta que me llames así —Dijo Live sonriendo a la par que él.

—Bueno —Dijo Tir señalando el reloj que pendía del dedo de la chica—. Deberíamos...

—Sí, sabes lo que pasará cuando lo hagas —Aclaró Live.

Tir asintió. Live, convencida, chaqueó los dedos y por fin Tir pudo pisar esa superficie dura, ese "suelo transparente" en medio de la nada.

—Ven —Dijo Live comenzando a andar.

Tir observó un momento su característico andar, tan especial. Aceleró el paso y se puso a su altura.

—Oye... —Llamó su atención Tir—. ¿Es normal que cuando llegué a la cabaña olvidara todo, y ahora lo haya recordado?

—Estaba planeado para eso —Dijo Live.

—¿Por qué...?

—Si hubieses sabido de este lugar, evidentemente no habría salido bien —Le explicó la chica.

Tir miró hacía delante, dejando que sus ojos fuesen en cualquier dirección, total, no había nada más que violeta.

—Sabes que somos la energía vital del bosque Hawo —Le dijo Live, después de ver en sus ojos una sombra de añorancia.

Pararon en una zona, y apareció un círculo en el suelo. Live sacó un frasco de la nada y empezó a echar el contenido por el borde del círculo.

—Ya lo sé... —Respondió Tir.

Su amiga vacío el bote entero y esparció algunas flores por el centro de la figura.

—¿Por qué me mandasteis a mí? —Preguntó Tir interesado.

—Porque eres el espíritu, Spirit —Dijo Live como si fuese obvio.

—Prefiero que me digas Tirips... O Tir —Dijo este.

—Te ha gustado el nombre ¿eh? De acuerdo, pero solo si dejas de llamarme Evil a mí —Dijo la chica.

—Ufff, me quedaré de Spirit toda la vida —Dijo Tir entre risas, intentando relajar la tensión del aire.

Live se acercó a Tir tras sonreír por la gracia de su amigo y le indicó que le siguiese.

—Por el bosque —Dijo Tir antes de meterse en el círculo.

Se metieron los dos, Live lanzó una especie de chispas sobre sus cabezas y desaparecieron de allí.

__________________

Ainhara, Zac, Rena y Pom Pom seguían ante esa increíblemente cegadora luz roja. No entendían que hacer, pero sabían que esperar era la mejor de las opciones.

Mientras tanto; Gerio, el sabio y Gema, junto con FF estaban en la misma situación. Estaban preocupados por si su amigo llegaba o no, por si Tir sería capaz. Gema, seguía dándole vueltas al descubrimiento que hice con Pols. ¿Por qué había sucedido así? ¿Había algo mucho más grande trás todo esto?

Yo y Pols inspeccionabamos aquel pequeño atril en el que el tiempo había dejado huella. La luz parecía transparente, pero daba la sensación de que podía ser tocada. Bueno, mejor no tocarla hasta que pasase... No estaba muy segura de qué. Pols limpiaba un poco el atril con las manos, pareciese que llevaba décadas allí. Mi mente no paraba de dar vueltas, todo había sucedido muy rápido. Sin un orden definido, pero eso es lo que le daba la emoción.

Los habitantes del bosque estaban nerviosos, habían encontrado una luz, y ahora qué. Algo tendría que pasar.

Pocos minutos después...

En las caras de todos se reflejó un gran destello morado, la luz había cambiado de color. Por instinto; Gema, Ainhara, yo e Igur nos acercamos a la destello. Si te fijabas bien, podías ver qué éramos los cuatro primeros que habíamos conocido al chico, a Tir. Primero nosotras tres llegamos a su cabaña, y luego los cuatro fuimos hasta la posada de Igur. De eso parecían ya años, aunque solo hubiese pasado como mucho un mes. Todos esperábamos que estuviésemos en el lugar adecuado, y cuando la luz se volvió morada... Vimos la señal, era tentadora. Nos acercamos, y todos, independientemente de la parte del bosque en la que estuviésemos, tocamos la luz a la vez. La negrura ya había sobrepasado tanto el oeste como el este, por lo que debíamos darnos prisa.

Esperamos ansiosos a ver qué pasaba, ¿lo habíamos conseguido? Pacientes, esperamos un momento en el que la luz morada aumentó la intensidad y nos hizo apartar la vista. Algo parecido a un látigo de luz salió disparado hacia arriba de cada una de las cuatro piedras. Se alzó traspasando los techos de las cuevas o del establo.

Pols y yo salimos y vimos como un montón de gente se amontonaba en la entrada del establo, impactados por la luz. Nosotros salimos por la puerta de atrás, observabamos anonadados como la luz ascendía hasta un punto que se perdía a nuestra vista. A lo lejos, pudimos observar como desde cada punta del bosque salía una luz de esas; del sur, del este y del oeste... Y parecía que se iban a juntar en el centro ¿Serían nuestros compañeros de viaje? Por un momento me perdí en mi mente, imaginando la reacción de cada uno.

—¿Que está pasando? —Me preguntó Pols haciéndome volver a la realidad.

Miré hacia arriba y fijé la mirada a lo lejos. El cielo se estaba volviendo morado y las nubes se reflejaban de ese mismo color, pero más claro, casi violeta. Pasó relativamente poco hasta que desde el punto dónde las cuatro luces se iban a juntar aparecieron dos destellos dorados. Cómo chispas. Miré con mucha más atención, eran dos destellos, sí, pero parecían tener contorno, como si una persona estuviese allí, como si no fuesen chispas.

Y si... Ahora no podía pensar en eso. Sospechaba de algo, pero mejor no adelantarse.

Las cuatro luces se pararon a la vez cerca de los dos contornos de luz. Uno de ellos agarró dos de las luces como si fuese palpable y el otro hizo lo propio. Agarraron con una sola mano ambas luces, para dejar una libre y se cogieron de la mano.

De repente todo se difuminó, el cielo, el establo, todo. Un destello de luz más intenso que el anterior y por sin todo acabó. Abrí los ojos, siendo consciente de que los había cerrado por primera vez. Miré hacia Pols, miraba al cielo, nada estaba ya allí. ¿Ya había acabado todo?

En las demás partes del bosque se preguntaban lo mismo, pero solo un grupo lo sabía.

______________

Dreadia miraba desconcertada todo el espectáculo sabiendo perfectamente lo que pasaba. El último destello se lo confirmó, pero lo que no esperaba era que la negrura fuese desapareciendo trás sus pies, de la misma manera de la que había aparecido. Todo cogió color de nuevo, todo creció y revivió. Nada se quedó como hacía minutos, ni como al principio, estaba muchísimo mejor. Más vivo, más alegre, más colorido...

Las chicas bajaron de sus monturas y sin saber cómo reaccionar observaron su alrededor.

—¿Y ahora? —Preguntó una de ellas.

La líder se limitó a asentir en silencio, sin saber que decir y qué argumentos dar. Era evidente que todas sabían lo que había ocurrido.

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Observé mejor mi alrededor al darme cuenta de que había más alboroto. No estábamos en el norte, ¿cómo habíamos llegado allí? Todos los habitantes del bosque estabamos en el corazón, de alguna manera o de otra habíamos acabado allí. Trás la luz, ese gran destello, sin haber sentido nada, ningún movimiento, nos habíamos trasladado kilómetros. Todos menos el grupo de Dreadia, que estaba cerca.

Busqué desde mi posición a Gema, Ainhara, Gerio, el sabio, Zac y Tir. ¿Dónde se habían metido? Comencé a trasladarme, pero nada más dos pasos reparé en Pols. Lo miré desde allí, estaba comenzando a ser rodeado por un montón de gente. Algunos corrían, otro molestaban, y... Otros estaban interesados. Me acerqué y me puse a su lado, abriéndome paso entre la gente. Le agarré del brazo y nos fuimos a buscar a mis amigos. Entonces caí, allí también estaría su familia.

—Buscalos, en cuanto los encuentres nos vemos por aquí —Le dije, y el asintió.

Nos separamos y yo intentaba captar entre la mayoría de la gente, al reducido grupo que buscaba.

Entonces me apareció ver el conjunto de Ainhara. Junto a ella estaban Zac y otra mujer.

—¡Ainhara! —La llamé, y al girarse y ver qué era ella, me dirigí allí.

—Por fin nos encontramos —Dijo Zac—. Hace ya que no nos vemos.

—Sí, parece que hubiesen pasado años —Dijo Ainhara.

Me presentaron a Rena y me dijeron cuánto les había ayudado. Después, todos nos pusimos en movimiento para encontrar a Gema. No era buena idea separarnos, porque entre tantos miles de personas no nos volveríamos a encontrar. En la distancia distinguí a un montón de yetis y me pregunté si Pols los había encontrado ya. Lo busqué con la mirada, pero no lo localicé.

Pudo pasar perfectamente un cuarto de hora hasta que encontramos a Gema, Gerio y el sabio. Decidimos que nos contaríamos lo que nos había pasado luego, ya que aún no habíamos localizado a Tir.

Ya anochecía, y pude aceptar mis sospechas.

—Chicos... —Les comencé a decir—. ¿Creéis que Tir podía ser una de esas criaturas de luz?

Por respuesta todos asintieron.

—Yo diría que se ha ido con esa otra figura a otro lugar por el bosque.

—Pero... —Pensó Ainhara—. Si era el espíritu del bosque, lo más probable es que siga aquí, dentro de los árboles, en las nieves... Es el espíritu ¿no?

—Puede que tengas razón —Concluyó Gerio—. Es bastante probable.

Algo tristes nos acercamos a una pared de piedra, el terreno ya se había despejado, y mucha gente había comenzado a ir en busca de su hogar. Entonces caí en los habitantes del pueblo de Igur.

Miré el horizonte, ni se podía distinguir muy bien los rasgos de la gente, pero pude diferenciar al grupo de los yetis, que estaban rodeados de gente y a uno un poco más pequeño.

Avisé a mis compañeros y avanzamos hacia el grupo más reducido. Eran Igur, el sabio y el resto del pueblo. Nos alegramos de verlos de nuevo, los que los conocíamos claro, y comenzamos a explicarnos nuestro viaje.

Yo, insconscientemente miraba hacia el grupo de los yetis.

—Vamos allí —Dijo Gema señalando el grupo—. Mencionaste algo de un yeti, ¿no?

Fuimos hacia aquella dirección y ví que la gente tenía muchísimas preguntas. En una parte, habían apartados un par de yetis. Entre ellos estaba Pols, una mujer y un hombre que tenía los ojos del mismo color que mi amigo, quizá serían familiares. Nos acercamos y nos presentamos mutuamente. Ellos eran sus padres, y los había echado muchísimo de menos desde que se fue de casa. Allí nos contamos todo, sin falta de detalle. Al recordar algunas partes nos reíamos, pero siempre escuchábamos atentos a las explicaciones del resto. Dónde se habían encontrado. Cuánto habían recorrido. Entre todos habíamos pasado por todo el bosque, era una locura.

Trás una larga conversación con los demás habitantes del bosque, los yetis también se unieron al grupo de habitantes, puesto que también vivían en el bosque, incluso antes que todos nosotros. Aunque no todos quedaron realmente convencidos, cada uno con su tema.

Era casi por la mañana, los animalitos se habían dormido juntos en un rincón y los demás nos la habíamos pasado charlando. Cada vez que nombrábamos a Tir se formaba un incómodo silencio, pero siempre alguien conseguía acabar con la tensión.

Al mediodía más o menos, aparecieron a lo lejos Dreadia y su grupo. Pero ya que solo Tir sabía de ellas, nosotros no entendíamos bien quienes eran, excepto el pueblo del sur.

—¡Son las guerreras! —Gritó uno de ellos.

Yo observaba paciente como iban avanzando, acercándose, y por sus caras se podía ver una pizca de... ¿vergüenza?

Llegaron a nuestro lado, y nos explicaron lo de su antigua isla y que no tenían a dónde ir. No estábamos del todo convencidos, nos hizo falta una larga e interminable hora para decidir. Entonces se nos ocurrió una idea. ¿Y si dejábamos que se quedaran, siempre y cuando arreglaran todos los desperfectos creados? Sería un buen trato, y justo para todos. La isla era muy grande, y había que cuidarla, y eso no implicaba que ser menos fuese mejor.

Así quedó todo, los yetis y las guerreras se quedaron entre nosotros. Aunque de nuevo, no todo el mundo contento ni emocionado. Ya había pasado unos meses de eso, y todos no se habían acostumbrado aún al nuevo cambio, pero había que acostumbrarse de alguna manera.

Aún recordaba un día en el que iba con Gema y nos cruzamos con una anciana. Decía que venía de una ciudad y que daba gracias a que mi hermana lo había conseguido. Yo seguía sin entender eso, pero antes de irse, la anciana le guiñó un ojo y Gema me recordó lo que le pasó en la ciudad. La señora le había dicho que la gente de la ciudad no nos ayudaría... Pero... En realidad tampoco hizo falta.

Ainhara, Gema y yo nos habiamos construido mano a mano una cabaña, muy fuerte y segura para vivir. Nos habíamos instalado en el mismo sitio que antes, cerca de la antigua cabaña de Tir. Nos traía muchos recuerdos agradables y no tan agradables, porque en ese sitio es donde comenzó todo, donde nos enteramos de que corríamos peligro... Pero donde se inició una gran amistad.

Tir...

Cuando aparecían las estrellas en la noche, cuando había una puesta de sol, o cuando todo se nublaba, nos acordábamos de él. Era el espíritu después de todo...

Y así era el bosque...

El hogar de todos.

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