Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

[9]

En el pueblo...

Los enemigos se abalanzaron sobre los habitantes de la primera fila, se defendían bien, pero la población del pueblo también. Igur y sus compañeros de los arcos empezaron a tirar flechas a toda velocidad contra las personas encapuchadas. El que parecía el cabecilla, con su corcel negro como el carbón, cabalgaba rápido como el viento, esquivando flechas y sobrepasando la primera fila de habitantes. Los demás enemigos, caían, no más de dos, era inevitable que muchos de ellos consiguieran pasar al interior del pueblo. El líder o cabecilla, con antorcha en mano empezó a prender fuego a todas las casas y cultivos que veía. Todo era una catástrofe. Los habitantes del poblado, fuertes como rocas, no soltaron lágrimas por ello, debían proteger lo que quedaba. El líder y la gran mayoría de los demás enemigos iban acabando poco a poco con las fuerzas de los habitantes del pueblo.

Unas horas más tarde

Igur veía aterrado como sus compañeros caían cansados. Hubo un momento en el que el sabio vió que no podían resistir más. Desde la alta torre desde donde estaba, el sabio llamó a los arqueros con un código secreto que tenían en el pueblo. El código eran aces de luz, dos destellos significaban huida, como en ese caso. Los arqueros dispararon un par de flechas más, pero los veloces caballos no eran rivales para las flechas. Se escondieron un rato, y cuando los enemigos no miraban, Igur y sus compañeros se movieron sigilosos hacia la torre en la que estaba el sabio.

—Esto no funciona —Dijo el sabio decaído—. ¿Alguna idea?

Los arqueros y los pocos habitantes que tenían fuerzas de la primera fila se quedaron pensando, sin ideas y sin esperanzas.

—Creo que tengo algo... —Dijo Igur algo tímido.

Al ver que todos le miraban atentos prosiguió.

—Esta guerra ya sucedió una vez, hace millones de años ¿verdad? —Preguntó, todo el pueblo le dió la razón—. ¿Donde podemos encontrar algo sobre esa guerra?

Todos miraban al sabio, que era el pilar de todo el pueblo, siempre, pero más en este momento tan crítico.

—En la biblioteca... puede que haya algo —Dijo el sabio.

La bibliotecaria de la población entró en la conversación.

—El otro día, ordenando los libros, encontré un gran secreto en la biblioteca, me apoyé en un cuadro de la pared... Y este se echó hacia atrás. Asustada me levanté, pero ví que a unos metros de mí, habían aparecido unas especies de botones. Eran 3, y no toqué ninguno por si acaso —Terminó la bibliotecaria pelirroja.

—Allí iremos —Dijo el sabio resuelto—. Puede que allí encontremos respuestas.

Ciertamente, hace milenios, al pueblo los atacaron unos enemigos encapuchados. Todos los niños debían saber de ellos en los libros de historia, por lo que en la biblioteca tendría que haber alguno. También es cierto, que en esa época, no iban cabalgando en rápidos corceles y su objetivo era quedarse con el pueblo, no quemarlo. Habían diferencias y similitudes y ellos buscarían estas últimas.

Sigilosos y ágiles se dirigieron a la biblioteca, localizada al suroeste, en cambio, los enemigos estaban quemando la zona norte. Se apoyaban por las paredes de las casas, para pasar un poco desapercibidos, pero el alegre color de sus ropas los delataría si no tenían cuidado.

Al cabo de unos minutos se encontraros ante un enorme edificio, que había sido construido mucho tiempo atrás. A los dos lados de una enorme puerta de madera de abeto, estaban situadas dos estatuas con forma de libros abiertos. Estos libros intentaban hacer que las personas se concienciaran de que la vida es como un libro abierto, que solo tú puedes rellenar.

Entraron en el edificio sin intercambiar palabra, unas simples miradas bastaron, para que supiesen que tenían que hacer. Allí habían 20 personas reunidas, cuando todo estuviese bien, curarían al resto. Cinco de las personas que habían allí, vigilarían la puerta de entrada, no fuese a haber algún imprevisto. Los otros tres grupos de cinco, investigarían cada uno una zona de la biblioteca.

Y así empezó la búsqueda...

Igur estaba en un grupo de los que buscaba, él solía visitar la biblioteca, por lo que ya sabía por dónde no mirar. El dueño de la posada se puso a buscar entre los volúmenes de libros, nervioso, porque estaban en medio de una guerra. Sus dedos temblaban, pero debía tranquilizarse, había sido su idea. Se dirigió a la zona de historia, y fue viendo, como en una línea del tiempo, la historia de su pueblo. Los acontecimientos estaba ordenados, solo tenía que encontrarlo.

—Hace millones de años... —Dijo entre susurros.

Después de buscarlo y ver qué no estaba lo informó, los demás equipos habían terminado de buscar, sin respuestas.

—Probemos a ver la sala secreta que comentaste —Le dijo uno de los compañeros arqueros de Igur a la bibliotecaria.

Siguieron a la bibliotecaria a través de estanterías repletas de libros. Igur iba cogiendo nota de algunos mentalmente, pero si no salvaban la ciudad, habría sido en vano, eso no podría suceder.

Aparecieron en una pequeña estancia, repletas de cuadros.

—Era este cuadro —Dijo la bibliotecaria pelirroja.

El sabio se apoyó en la pintura antigua, y dándole la razón a la ciudadana, se movió hacia atrás. Frente a Igur aparecieron tres botones. Si no te fijas bien, no los veías, porque se camuflaban perfectamente el la pared. Uno tenía un barco dibujado, otro una brújula y otro una letra.

—¿Cuál elegimos? —Preguntó Igur.

—Quiero recordar, que en esa guerra, la bandera de los enemigos estaba representada por una brújula —Pensó en alto una de las mujeres de la primera fila.

En ese momento, un par de personas que habían ido a la cabaña donde se refugiaron los niños, para traerlos, volvieron. Igur no sabía cuándo había sucedido eso, pero sin darle importancia, apretó el botón con una brújula.

Nada se movió, pero en el interior de la pared se podía oír un ruido, un mecanismo en marcha. Se oían golpes, deslizamientos, muelles... Y al final, se abrió. Entonces, Igur tenía un boquete enorme en medio de la pared, dentro estaba oscuro, pero se podía diferenciar un atril con un libro encima. Algunos compañeros empujaron a Igur al interior cuidadosamente, ya que había sido su idea. Igur bajó un par de escalones, de un material frío y resistente. Sus pasos resonaban por toda la habitación. Se giró y miró al sabio, que tenía los ojos clavados en él. El sabio asintió, como gesto de que siguiese andando. Igur se puso frente al atril, la habitación era cuadrada y en el techo había una pequeña lámpara que apenas daba luz. El libro tenía unas tapas de color rojo fuego, y por un momento Igur pensó que de verdad desprendía algo de calor, pero descartó esa opción. Se dispuso a coger a libro, pero este se abrió solo y le enseñó una página.

—La guerra de los encapuchados —Leyó en el título.

Las letras del título tenían muchas formas y formaban muchos giros. Después ponía:

★Ahora mismo estamos sufriendo el mayor ataque de toda la guerra. Llevamos defendiendonos un año y creo que por fin he conseguido encontrar la solución, la cura a este problema. No se si servirá, pero ya quedamos pocos supervivientes y me temo que tendrá que servir. Ojalá esto acabe ya, la solución creo que es buscar la esmeralda del valle Terra. Esta está situada en las orillas sur del bosque, o dicho de otra manera, lo más posible al sur.

~Nuestros enemigos ya se han marchado, por lo que debemos partir hacia el sur.

-Ahí acaba -Dijo Igur a sus compañeros después de leerlo todo.

-No hay más que hablar, debemos ir al sur -Dijo el sabio.

Todos los habitantes comenzaron a salir cautelosos al exterior, pero los enemigos ya se habían desplazado y no estaban allí. Todos se pusieron a curar las heridas de los demás y a hechar agua en algunas de las casas en llamas.

En cambio, Igur se dirigió al sabio, que iba en dirección a su casa. Cogió un cubo y empezó a apagar el fuego de las casas más próximas.

—Sabio... ¿Se acuerda de que usted mandó a Gema, Ainhara, Tir y Nerea al norte? —Preguntó Igur confundido—. ¿Los hemos guiado mal?

—Si no han vuelto atrás es que algo han encontrado, y eso me hace pensar que allí también tendrán que hacer algo —Dijo el sabio.

El sabio siguió con su tarea.

—Tengo más preguntas... —Dijo Igur.

—Si me vas a preguntar más cosas, coge un cubo y ayúdame —Le dijo el sabio señalando una pila de cubos.

Igur se acercó a los cubos y cogió uno resistente. Se acercó al pozo cercano, y a la par del sabio, echaba agua sobre las casas.

—Dime tus preguntas —Dijo el sabio.

—Vale... En cuanto lleguemos al sur, y ellos al norte... ¿Que pasará? —Preguntó.

—No lo sé, muchacho, pero seguro que cada uno cumple su parte de la misión.

Así quedó la conversación, pero Igur seguía echando agua sobre las casas, sacándola del pozo, arrastrando el pesado cubo y echándola en la fachada de las casas.

Cuando terminaron de quitarle el fuego a una de las casas, una de las mujeres que habían caído de la primera fila corrió al encuentro de su casa. Estaba totalmente quemada, los muros ahora yacían en el suelo, los ladrillos que la formaban ya no tenían ese alegre color rojizo que los caracteriza, ahora eras marrones y negros. La cara de la aldeana era agradecida con los dos chicos, pero estaba totalmente destrozada.

Igur se le acercó y posó su mano en el hombro de la mujer en forma de consuelo.

—Cuando volvamos todos del sur, después de salvar el bosque, reconstruiremos toda la aldea, y allí, en ese lugar de ensueño puedes vivir feliz y contenta —Dijo Igur.

Por detrás llegaron un hombre y dos niños, uno de unos 7 años y otro de unos 12. Eso era señal de que los niños estaban a salvo de los enemigos.

—Y podrás formar una familia duradera —Terminó Igur.

Así, es como todas las casas del pueblo ya no estaban en llamas y todos los heridos sobrevivieron. Prepararon provisiones, esperaron a que todo el mundo se curara completamente y por fin, con todo listo, partieron hacia el sur.

Igur, llevaba su mochila cargada de alimentos y vendas, por si acaso. También llevaba bastante agua y una brújula a mano. No podían desviarse de su rumbo. Pero antes de nada, miró hacía las montañas, aquel enorme pico que se divisaba desde allí. ¿Sus amigos abrían llegado? ¿Cumplirían su parte? No lo sabía, pero lo que si sabía, era que algún día se reencontrarían, pasara lo que pasase. Pero Igur no se dió cuenta de un detalle muy importante, una flecha de plumas moradas adornaba una fachada...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro