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[6]

El enorme animal se abalanzó sobre nuestras cabezas con un movimiento rápido, casi no nos dió tiempo a reaccionar. Nos agachamos todos de golpe, el enorme búho llegó a tocar el suelo, pero se volvió a levantar. Esto hizo que nos quedaremos cubiertos de una fina capa de nieve.

Nos levantamos de golpe y vimos que nada había pasado, el enorme animal, incluso desconocido para mi hermana, se estaba marchando por el lado contrario al que había venido.

Yo seguía guiandonos con mi lamparita, y de vez en cuando miraba el reloj de arena, según había dicho Gema, debíamos encontrar la cura para el gran árbol, le preguntaríamos al sabio... Si es que acaso volvíamos.

—Tengo una idea, mirad allí —Dijo Ainhara señalando la montaña—. La cabaña estaba justo a los pies de la montaña, si la rodeamos, en algún momento llegaremos.

—Tienes razón, vamos a intentarlo —Dijo Zac.

Estaba empezando a negar fuertemente y el viento casi no nos dejaba avanzar. Por cada paso que dábamos, retrocediamos otros dos.

Gema agarró a Pom Pom y a Midawal, y Zac a FF. Si el viento podía con nosotros, solo era de imaginar que los animalitos del bosque, que de hecho no estaban acostumbrados a la nieve, lo estaban pasando mal.

—Allí hay unas especie de cueva —Dijo Tir.

Miramos la dirección que señalaba, aunque veíamos borroso a causa de la nieve, podíamos distinguir una parte más oscura en la montaña.

Avanzamos lo más rápido que pudimos, Ainhara llegó primero.

—Sí, es una cueva —Dijo esta última.

Nos metimos todos y de repente el calor nos abofeteó en la cara, hacía días que no sentíamos un poco de calor.

Nos sentamos en el suelo, cansados de tanto andar, y Tir nos dió unos frutos que había recogido por el camino.

—Oye, Zac, ¿que era el bote que llevabas al cuello?, ¿que contenía? —Preguntó mi hermana, que estaba muy interesada en el contenido del bote desde el principio.

—Pues tiene una hoja Grill machacada —Dijo Zac.

A todos se nos iluminó la cara, eso mismo estábamos buscando.

—Entonces... Podríamos salvar el bosque con ellas, ¿sabes? —Preguntó Tir.

—Sí —Dijo— Por eso la estaba buscando, pero solo encontré un poquito.

Yo estaba callada, ¿es que nadie había caído en que no tiene nada en el cuello?

—Oye... —Les dije mis sospechas.

—No, está justo aquí —El chico se tocó el cuello y se metió la mano por la camiseta—. ¡No está!

—Creo que el búho se lo llevó —Dije—. Llevaba algo en la pata, pensaba que solo sería alguna ramita.

—¡No! —Se lamentó Zac.

Ya faltaba poco para que saliera el sol, el conejito, el zorro y el gamo ya estaban descansando.

—Deberíamos de buscar algo de alimento —Dijo Tir—. Además, si nos desplazamos encontraremos la flor.

—Vale —Dijo Gema.

—¿Cuánto creéis que tardaremos en dar la vuelta a la montaña entera? —Preguntó Ainhara.

—Probablemente un par de horas —Dijo Zac.

—Cuanto antes empezemos a andar antes llegaremos —Dije—. Vamos.

Salimos de la cueva y nos llevamos a los animales con nosotros. Gema, Zac y Tir iban por delante, Ainhara y yo por detrás.

—¿Estás segura de que el búho no se llevó el botecito con la flor? —Me preguntó después de un rato de comenzar a andar.

—Yo creía que no —Suspiré—. No estoy totalmente segura, el búho casi nos roza, pero tuvo que ser muy hábil para llevarse el bote.

—¿Y si el búho fuera humano? —Dijo de repente mirando al frente.

—¿Cómo? —Pregunté mirándola.

Ella me miró de nuevo.

—Las huellas que vimos, se transformaban en las de un animal, ¿y si el búho fuera humano? —Preguntó de nuevo.

Me quedé pensando. Tenía razón.

—¡Chicas! —Nos llamó Tir desde más adelante.

Nos estábamos quedando atrás, aceleramos el paso y llegamos hasta ellos.

—¿Habéis encontrado algo? —Preguntó Ainhara.

—Bueno... Sí —Dijo trás un rato de reflexión.

Gema arrancó algo de un árbol, una flecha de plumas moradas.

—¿Cómo? —Preguntó Ainhara acercándose—. Entonces... No estamos solos aquí...

—No, hay alguien por aquí, pero mirad —Dijo Gema.

Miramos el árbol en el que estaba clavada la flecha. Se estaba poniendo enfermo.

—Quieres decir... ¿que alguien está enfermando a los árboles? —Pregunté.

Mi hermana asintió.

Saqué el reloj de arena de la bolsa, el tiempo se agotaba rápidamente.

—Debemos de encontrar la flor, y rápido —Dijo Ainhara.

Aceleramos el paso y en menos de una hora pudimos ver a lo lejos la cabaña.

—¡Por fin! —Dijo Zac.

Corrimos hasta allí con dificultad a causa de la nieve, pero unos minutos más tarde estábamos ante la puerta.

—Toc toc —Tocó la puerta Tir.

—¡Chicos! —Gritó emocionado Gerio—. Me temía lo peor.

De repente vio también a Zac.

—Ya veo que os habéis encontrado —Dijo Gerio—. Pasad, debe hacer mucho frío fuera.

Entramos rápidamente, y nos envolvimos en el cálido ambiente, de hecho, también nos recibió un aroma delicioso.

—He preparado algo para comer, habéis llegado justo a tiempo —Dijo Gerio entrando en la cocina.

Le comenzamos a seguir, iba en dirección al aroma. Al acercarnos íbamos definiendo los aromas, se olía un toque a chocolate, también se diferenciaba un delicioso aroma a manzana y algunos frutos rojos del bosque.

—Sentaos —Dijo el chico mientras se ponía unos guantes de cocina.

Nos sentamos a la mesa y Gerio salió de la habitación. La habitación era una especie de comedor, con toques de madera y de colores cálidos, que nos transmitían calor, muy necesario en ese momento. Del techo colgaba una elegante lámpara que funcionaba a través de luz solar.

—¡Que suerte que hemos llegado! —Dijo Gema aliviada.

—Sí, llevamos mucho tiempo fuera —Dijo Ainhara.

Zac miraba a la puerta y la ventana constantemente.

—¿Que pasa fuera? —Le pregunté mirando también por la ventana.

Al decir eso todos se giraron a mi par.

—No, creo que solo ha hecho ruido una ardilla —Dijo Zac.

Fui a volverme hacía el frente cuando ví algo brillante. Algo amarillo. Enfoqué mejor y pude ver que eran dos, concretamente dos grandes y brillantes ojos amarillos.

—¡Que es eso! —Grité a punto de levantarme de la mesa.

Pero los amenazantes ojos desaparecieron, a la vez en la que Gerio entró en el comedor con una bandeja de postres en las manos.

Las depositó en la mesa de madera y se sentó junto a nosotros.

—¿Que os pasa? ¿Porque esas caras? —Preguntó cuando nos miró.

Nos dedicamos una mirada, yo miré a Zac, Zac a Ainhara, Ainhara a Gema y Gema a Tir, como en una cadena. Esa sola mirada nos bastó para saber que decidíamos ocultarselo.

—No nada, no te preocupes, solo pensábamos... —Empecé.

—Que... ¡Mañana partiremos de nuevo! —Gritó Tir ayudándome.

—Vale, llamo a mi bisabuelo —Dijo y se despidió de nosotros.

Salió y nosotros sonreímos, pero en cuanto desapareció de nuestra vista cambiamos la expresión y nos acercamos.

—¿Que ha sido eso?... —Susurró Ainhara.

—No lo sé, pero nos estaba espiando —Dijo Gema.

—¿Estáis seguras? —Preguntó Zac nervioso.

—Tú también lo has visto —Le reproché.

—Chisstt —Dijo Tir incorporándose mientras señalaba a la puerta con la mirada.

Por la puerta entraron Gerio y el sabio.

—¡Que bien que habéis vuelto! —Exclamó el sabio—. Pensaba que os habrían comido alguno de los yetis de los alrededores.

—¿Hay yetis? —Pregunté nerviosa y asustada.

—No, bisabuelo, no asustes a los visitantes —Dijo Gerio ayudando a este último a sentarse.

—No sigas insistiendo, muchacho —Dijo el sabio—. Tanto tú cómo yo sabemos que eso es mentira.

—Lo que tú digas, abuelo —Dijo el chico metiéndose un pastelito en la boca e indicándonos que era mentira con la cabeza.

—Así me gusta —Le dijo el sabio.

Observé la bandeja de pasteles por primera vez desde que la trajo Gerio y vi que habían pastelitos. Algunos de chocolate, crema... Pero todos estaban decorados por una flor en la parte de arriba.

—¿Esa no es la flor que estamos buscando? —Preguntó Gema observando bien.

—No, solo son unas copias comestibles —Dijo Gerio mientras le daba otro bocado al suyo.

Yo también cogí uno, era de chocolate, lo probé y estaba buenísimo.

—Bueno, entonces... ¿Partís mañana? —Preguntó el sabio.

—Para buscar la flor, sí —Dijo Ainhara.

—¿Que flor? —Preguntó el bisabuelo de Gerio.

—La flor que habían salido a buscar —Dijo el chico.

Creo que tengo algunas por mi sala de encantamientos —Dijo el anciano tranquilo.

Nuestra cara era un poema, ¿en serio?

—Vamos a buscarla —Dijo Tir.

Nos levantamos de la mesa, no sin antes coger un pastelito por el camino.

Caminamos trás el sabio, que recorría muchos pasillos, a pesar del tamaño que la casa aparentaba por fuera. Pasamos otro pasillo y nos paramos ante un espejo.

—Bisa, aquí no hay nada —Dijo Gerio, que por lo visto, aún no sabía sobre la existencia de la sala de encantamientos.

El sabio seguía agarrado a su bastón y tocó un pequeño saliente del espejo. Al instante, este se abrió y nos dejó a todos sorprendidos. Se abrió con un gesto lento y con un sonido chirriante, debió de estar cerrado por mucho tiempo.

—No he entrado aquí desde hace muchísimos años —Dijo el anciano como si me hubiese leído la mente.

—Con razón no sabía sobre esta sala —Dijo Gerio.

Entramos a través del espejo y llegamos a una pequeña estancia, en las paredes habían un montón de estanterías con libros viejos y polvorientos y en el centro de la habitación había un mesa con algunos botes y sustancias.

—Tiene que estar por aquí —Dijo el sabio acercándose un bote a la cara—. Este no es.

Nosotros caminábamos por la sala, me acerqué a las estanterías y acerqué la mano a los libros. Me encanta el olor a libro viejo. Posé la mano por todos los libros mientras inclinaba la cabeza a un lado para leer los títulos.

"Los misterios de las pirámides"

"Los mejores encantamientos"

"Los animales en la naturaleza"

Pero me paré en uno, e hice una mueca.

—"Huellas extrañas..." —Susurré.

Lo cogí con cuidado de no romperlo y le quité el polvo de la portada.

—"1569" —Leí en mi mente, ese libro era antiquísimo.

Fuí a abrir la solapa cuando Tir me llamó.

El sabio había encontrado una pequeña cantidad de la flor que necesitábamos.

—¿Que has encontrado? —Me preguntó Ainhara al ver el libro que tenía en las manos.

—¿Te acuerdas de las huellas que vimos? Pues esté libro capaz nos dice de que son —Le dije.

Abrí la cubierta y pasé las páginas hasta encontrar un apartado que se llamaba "De pisadas a pezuñas".

¡Ese era!

Me senté en un sillón que había apartado a un lado y encendí una lamparita un poco vieja que había cerca del sillón. La lámpara encendió, pero al instante se apagó.

—Está bastante vieja —Dijo Gerio.

—No funcionará —Dijo Zac.

Les enseñé el libro y comenzamos a leer entre todos.

Pasó un rato...

—Creo que ya sé de que son estás huellas —Dijo Tir cuando terminó de leer, se recolocó las gafas.

—Entonces... Las huellas que vimos... —Dijo Gema.

Nuestra cara se ensombreció.

¿Cómo podía ser?

Todo esto era muy raro.

Solo unas criaturas en el mundo eran capaces de hacer esto...

Y si nos hemos encontrado con una...

Podíamos estar expuestos a un gran peligro...

¡Gracias por leer, esperando el próximo capítulo!

Si has llegado a leer hasta aquí, muchas gracias. 😋💕

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