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—Bisa... ¿Seguro que es por aquí? —Preguntó Gerio después de haber estado andando un buen trecho.

—Confía —Dijo sin más.

—Pero... ¿Puedes decirme que estamos buscando exactamente? —Preguntó Gerio.

El sabio se giró hacia él, parando de andar.

—No lo estamos buscando, simplemente estamos ayudando a que nos encuentre.

Gerio no lo dijo, pero estuvo a punto de exclamar "¿¡Qué!?".

El cielo estaba completamente despejado, pero por el oeste se podían ver algunas nubes de tormenta, por suerte, las nubes no se estaban moviendo hacia ellos, que se estaban desplazando ligeramente al norte, sino que iba al sur.

Gerio iba pensando en todo lo vivido, ¡qué locura! A saber dónde estaban ahora Ainhara, Gema, Nerea, Zac y Tir.

Suspiró.

Inmerso aún en sus pensamientos, de repente resbaló y cayó por un gran agujero.

—¡Aaaah! —Gritó.

El sabio se asomó por el orificio y observó como su bisnieto se levantaba algo confuso y se limpiaba la ropa.

—¡Que bien! Ya nos ha encontrado —Dijo el sabio.

El sabio se precipitó hacia el hondo agujero de tierra, muy bien camuflado por el follaje y llegó al lado de Gerio, cayendo de pie sin ningún esfuerzo.

Gerio lo observaba patidifuso.

—¿Cómo...? —Preguntó Gerio.

—Una palabra, experiencia —Dijo el sabio.

El sabio comenzó a observar la cueva que los rodeaba. Las paredes eran de tierra, aunque algunas piedras la adornaban. La luz natural entraba por el agujero y a los lados de la pared habían antorchas encendidas, que hacían que la oscura y húmeda cueva estuviera más caliente y luminosa. En el suelo había algo de musgo, pero era totalmente de piedra.

—Vamos, no hay tiempo que perder, ¡debemos salvar el bosque! —Dijo el sabio entusiasmado.

Gerio, al ver a su bisabuelo tan feliz, desde hace mucho tiempo, sonrió.

—¡Muchacho! —Le llamó sin girarse—. Mira lo que hay aquí.

Gerio se apresuró y dió grandes zancadas hasta él.

—¿Qué es...? —Dijo el joven.

—Es la salvación del bosque, o por lo menos dará esperanzas —Dijo con una gran sonrisa.

Gerio abrió el zurrón y sacó el reloj de arena dorada y la pócima, tendiéndole esto último al hombre.

El sabio lo agarró y abrió la tapa, miró hacía delante.

Gerio, que por primera vez miraba allí, observó que era un saliente de roca con forma redondeada, no perfecta, que tenía algunas hojas y ramas alrededor. Al chico le daba sensación de plenitud.

—Cuando la luna entre por este agujero —Dijo el sabio señalando un hoyo en el techo—. Esto se iluminará y deberemos echar el contenido del bote.

—Oye... Lo del Owlse y todo eso... ¿Era cierto? ¿Nos están vigilando? —Preguntó Gerio.

Pero para sorpresa de Gerio, el sabio se empezó a reír muy fuertemente.

—Lo dije, porque otro libro —Dijo con lágrimas en los ojos de la risa— Decía que si alguien dispuesto a salvar todo pasaba por aquí, era totalmente necesario.

—¿Era mentira? —Preguntó Gerio.

—¡No! Solo tenía que pasar lo que tenía que pasar. Si esa tormenta no nos separaba, probablemente ya estaríamos muertos.

—¡Bisa! Podrías habernoslo dicho.

—Desde luego que no —Dijo el sabio—. Si no, no saldría bien.

Gerio, algo resignado, suspiró y el sabio comenzó a reírse de nuevo.

¡Todo lo del Owlse era completamente mentira! Pero si era necesario...

—De acuerdo, mira, empieza la luna —Dijo Gerio.

El tenue reflejo de la luna comenzaba a entrar en la cueva.

—Una poco más... —Dijo el sabio nervioso.

La luna entró completamente en el saliente rocoso y el sabio metió el contenido del bote dentro. Sabio y Gerio unieron sus manos. Un montón de figuras y puntitos de color cegador y luminoso empezaron a inundar la cueva.

—¡Sí! —Dijo el bisabuelo de Gerio orgulloso.

Acababan de ralentizar al enemigo encapuchado y de rápidos caballos, que usaban flechas de plumas moradas...

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En medio de una parte llena de árboles, el enemigo sintió como los caballos aligeraban la marcha.

—Adelante —Gritó el cabecilla.

El caballo negro como el carbón no reaccionó, al contrario, paró de cabalgar en seco.

—¿Qué...? —Dijo atónito el líder.

—Dreadia —Dijo otro.

El líder se bajó la capucha y todos los demás lo hicieron. Eran un grupo de montones de mujeres guerreras dispuestas a luchar, querían conquistar la isla del Bosque Hawo por propio beneficio... Ya que su isla había sido completamente destruida, por ellas mismas, por sus actos y guerras. Ahora, todas unidas, tenían otro objetivo.

La líder, de largos cabellos rubios y ojos verdes se bajó del caballo.

—¿Que les pasa? —Preguntó.

Las demás mujeres hicieron lo mismo.

—Tan conseguido relantizarnos —Dijo otra atónita.

—¿Están luchando por su hogar? —Preguntó otra de pelo corto y castaño, con unas mechas rubias naturales.

—No puede ser —Dijo otra, casi subiendo la voz por encima de la otra.

Y así comenzó un coro de preguntas y respuestas, una encima de la otra.

—¡Parad! —Gritó Dreadia.

Todas callaron de golpe.

—Está clarísimo que no nos lo iban a dejar de gratis —Dijo la líder—. ¿Es que os creías que ningún habitante del bosque daría guerra? Ya vimos que en ese pueblucho, intentaron atacar, que no lo consiguieran, no significa que no lo vuelvan a hacer más adelante. En este bosque, son mucho más que nosotros, y aunque lo intenten, no nos dejaremos ganar.

Todas las chicas apoyaron las palabras de su líder.

—Así que debemos luchar, aunque intenten relantizarnos, no podrán con nosotras —Terminó Dreadia sin ninguna piedad hacia las personas del bosque.

De nuevo, un gran coro de voces reinó en el agradable silencio del bosque.

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Gema y Tir ya estaban de camino hacia el este, hacía la ciudad.

—Tir, ¿tú crees que los habitantes de esa ciudad también querrán ayudarnos? —Le preguntó su compañera.

—No lo sé, pero deberíamos de esperar para saberlo.

Cayó la noche sobre sus cabezas, un manto de estrellas se abrió ante ellos. La gran luna tenía suficiente luz como para que se iluminase todo el campo de flores donde se encontraban. Esquivaron hoyos y cuevas, pero cuando ya llevaban bajo la luna un buen rato, vieron algo extraño.

—¿Que es eso? —Preguntó Tir.

Gema miró hacía atrás, justo donde señalaba Tir. Un gran brillo, como pequeños destellos salían del suelo. Con precaución se fueron acercando hacía las luces y vieron que venía de un agujero.

—¿Entramos? —Preguntó Gema entre susurros.

—Si ahí hay alguien, probablemente podrá ayudarnos —Dijo el chico esperanzado.

Tir saltó al interior de la cueva y Gema le siguió.

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El sabio estaba contentísimo, había sido un éxito, habían relantizado al enemigo. Gerio estaba encantado mirando los destellos de luz y las chispas que salían del saliente de roca.

De repente, a sus espaldas sonó un estruendo, pero con las luces, no veían nada.

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Tir intentó ver qué había detrás de las luces chisperreteantes, pero no conseguía distinguir nada. Sigilosa como un gato, Gema pasó a través de las luces.

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Gerio observaba reteniendo el aire, como uno de los intrusos atravesaba las luces y brillos.

—¿Gema? —Preguntó Gerio, cuando la chica terminó de pasar.

—¿Gerio?¿Sabio? —Preguntó Gema—. ¿Estáis bien?

En ese momento, también pasó Tir y todos se preguntaron mutuamente que les había pasado trás la tormenta. Gerio y el sabio contaron que llevaban días andando hacia esa misma cueva; y Gema y Tir pudieron contar lo del código y el papelito con la espada, logo de la ciudad.

—Nosotros ya hemos terminado aquí —Dijo el sabio—. Podemos acompañaros a la ciudad. Además, nunca la he visitado.

—Pues en marcha —Dijo Gerio de acuerdo.

Salieron de la cueva trepando por el agujero de entrada, dejando el maravilloso saliente de roca allí. Las luces ya habían desaparecido, y comenzaron a caminar bajo el gran y hermoso manto de estrellas que habían esa noche.

Gerio y Tir se quedaron por detrás, durante la aventura se habían hecho buenos amigos.

—¿Tú sabes dónde está la ciudad? —Le preguntó Tir a Gerio—. Me refiero a exactamente.

—Quiero recordar que la ciudad tenía cerca el mar, por lo que yo diría que en las costas del este.

Por el camino vieron a muchos animales, parecidos a Midawal, por lo que se acercaron a este. Mientras, FF se limitaba a estar cerca de Gema, ya que hasta ese momento, no había visto ningún otro animal de su especie. Además de gamos, tambien vieron osos de pequeño tamaño con colas larguísimas y coloridas, y una especie de mapaches con rayas en la cara que formaban raras formas de color verde.

Gema por el camino se paró a comunicarse con uno de los mapaches, habían pasado por el pueblo de Igur, y estaba destrozado.

—Vaya noticia, espero que estén bien —Dijo Tir preocupado.

Siguieron así hasta el amanecer, justo cuando consiguieron llegar a una zona verde, por dónde el enemigo aún no había pasado.

—Esta es la ciudad —Dijo el sabio.

La ciudad estaba rodeada por una gran muralla de color gris, que se veía a distancia. Las puertas estaban abiertas.

—¿No se están preparando para el enemigo? —Preguntó Gema algo extrañada.

—Me pregunto por qué —Dijo Gerio.

A cada paso que daban, todo les resultaba más extraño. ¿Porqué no se preparaban para luchar? ¿Porqué no se preparaban, de algún modo, para lo peor?

Siguieron andando hasta llegar frente a la gran puerta gris de la muralla, que estaba completamente abierta. Todavía algo extrañados entraron. La ciudad tenía el suelo de un bonito color amarillo, la muralla por dentro era algo más colorida y habían un montón de puestecitos puestos. Hoy era el día de mercado. Un montón de gente iba de un lado para otro agitada por la bajada de precios en algunos materiales y otro iban tranquilos, disfrutando de ese maravilloso día de sol resplandeciente. Tanto mujeres como hombres vendían sus creaciones o simplemente, cosas que habían hecho otras personas.

Entraron en la ciudad, y nada más pasar la muralla, se encontraron de golpe con un montón de olores, como de comida y algunas sales aromáticas y colonias. Mirando al frente, podían ver en el fondo lo que parecía que era la casa que más sobresaltaba. A los alrededores solo habían pequeñas casitas, con establecimientos artesanos y la pequeña plaza del mercado.

Gema, Tir, Gerio y el sabio se separaron, buscarían información sobre la ciudad y porqué no se defendían y estaban tan tranquilos haciendo el mercadillo mensual. Gerio se fué hacia el lado de la derecha de la ciudad, dónde podía observar que habían más puestos de mercadillo. El sabio y Tir fueron en busca de información por las casas y en los alrededores de la muralla. Y Gema iría hacia la izquierda de la ciudad, por aquella zona parecía haber menos gente.

Gema caminó un buen rato por allí, observando todo maravillada. Un montón de colonias y ropa cosida a mano decoraba la mayoría de los puestos de esa zona. Llegó hasta el final, que daba a un pequeño callejón, por lo que ya decidió volver sobre sus pasos y comenzar a preguntar. Preguntó sobre la ciudad y si desconocían que estaban en peligro, a algunos vendedores y a personas con muchas cosas compradas. Ninguno sabía sobre nada.

Con un suspiro, decidió volver ya frente a la puerta de la muralla, dónde habían quedado todos para contar lo que sabían.

—Espera, muchacha —Dijo una voz anciana trás ella.

Ella se giró con curiosidad.

—¿Estás informando del peligro? —Preguntó una pequeña anciana, apoyada en un bastón hecho a mano con madera de abedul, que vestía ropas suaves y ligeras.

—Sí, ¿tú lo sabes? —Dijo Gema esperanzada.

—Aquí a nadie le interesa eso, estamos protegidos por la muralla —Dijo alzando los brazos a su alrededor—. No nos puede pasar nada.

—Pero son muy fuertes y rápidos —Aseguró Gema—. Mis amigos y yo estamos intentando salvar el bosque. Ninguna muralla les detendrá.

—Por aquí no encontrarás a nadie que te ayude —Dijo la mujer entre suspiros—. Somos de mente muy cerrada.

—Pues ya os vale abrirla —Dijo Gema entre gruñidos, contrariada—. Estamos todos en peligro, y en vez de ayudar, os estáis poniendo en el punto de mira. Si no os logran derrotar a la primera, lo seguirán intentando.

Eso es por hoy el capítulo <3 Gracias por leer ❤️

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