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¿Un peligro?

Las hojas de los altos árboles se movieron con brusquedad, y no a causa del viento.

¿Se acerca?

~~~~~~~~~~

Esto sucedió ya hace unos días, cuando todo estaba bien... Todo en orden, perfecto y alineado, como siempre.

Querrás saber que ha pasado... ¿Por dónde empiezo? Mejor por el principio.

Yo, Nerea, soy una chica lista y con muchas ideas. Vivo con mi hermana Gema, una encantadora de animales y mi mejor amiga Ainhara, una experta con el arco.

Ellas son mi familia.

Vivimos, o al menos vivíamos en un bosque, nuestro bosque, el bosque Hawo. Este bosque, quieras o no, tiene algo mágico, una chispa especial. Aunque por fuera, se mimetiza perfectamente con un bosque cualquiera...

~Tiene grandes y altos árboles que tapan la luz del sol, por lo que entra solo un poco de luz que produce sombras y que hace que todo parezca mágico.

~Sus plantas, matorrales, hierba y hojas son todos completamente verdes, de un verde brillante, natural y sano. Esto indica que el bosque está bien cuidado.

~Tiene algunos senderos llenos de vegetación ya que no se usan desde hace años.

~En una parte hay una cascada, a la que le sobra belleza y hace que te hipnotices al ver cómo caen esos chorros de agua. Bajo la cascada hay un pequeño lago cuyas aguas son totalmente transparentes, en su interior se pueden ver un montón de pececillos de colores y algunas rocas.

~Uno de sus mejores paisajes es un magestuoso valle, sin ningún tipo de vegetación. Allí suelen habitar algunos animales, como conejos, ciervos...

~Pero lo mejor para mí del bosque se produce cuando miras al cielo... Un cielo despejado, sin ninguna nube y completamente azul celeste. Las aves pasan por allí tranquilamente y piando.

En general, digamos que nunca abandonaríamos nuestro hogar, excepto ese día...

~~~~~~~~~~

Ese día, empezó normal, natural, sin ningún problema...

Me desperté antes que mis amigas, para prepararles el desayuno. Cómo de costumbre, ellas se despertaban antes de que yo volviera para empezar a cuidar al bosque.

Me dirigí hacia una zona donde suelo coger algunos frutos silvestres para el desayuno, yo, que ya tengo experiencia, ya sé cuáles son los venenosos, cuáles son los comestibles, y cuando son los más sabrosos.

El bosque, suele tener alimentos que probablemente no verías en un bosque cualquiera. Hay bayas azules brillante, rosas, amarillas y algunas muy raras, como las bayasmora. Estás últimas, son bastante grandes. Yo solo he conseguido encontrarlas una vez.

Me subí por las raíces de los árboles para evitar tropezar con alguna piedra y para disfrutar un poco del camino de todos los días.

Entonces escuché un ruido, no me sorprendió en absoluto, porque yo ya conozco muchos de los ruidos del bosque. El ruido de las hojas, de los animales, del agua de la cascada...

Aún así, me giré para ver qué había producido el ruido, miré a todos lados, pero parecía que el animal se había escondido.

Seguí caminando, me agaché para no chocar contra una rama baja de uno de los árboles y volví a escuchar el ruido. Observé mi alrededor y volví a escuchar el ruido. Cautelosa me acerqué a un arbusto y ví que allí dentro había un animal que no había visto nunca.

Era un animal muy extraño, era de pequeño tamaño, parecía un conejo, pero tenía algo raro. Lo observé bien y entonces caí, tenía cuernos en la cabeza.

Me asomé un poco más al arbusto, pero el animal se asustó y retrocedió un poco. Esperé ahí, en esa posición un rato, y cuando decidí acercarme un poco más, el animal huyó.

Fui a levantarme y me dí en la cabeza con una rama baja de los árboles.

—¡Ay! —Exclamé.

Aún con dolor de cabeza, seguí mi camino hasta los matorrales de siempre. Caminé un rato y cuando llegué, me sorprendí. ¡No había ninguna de las bayas uva de siempre!

Estaba segurísima de que ayer quedaban.

Cómo no había ninguna en aquellos matorrales, me dirigí hacia otros. Allí si habían bayas, eran bayas grisa, estás no eran tan jugosas y deliciosas como las uva, pero al menos era alimento.

Abrí el bolsito de cuero que siempre llevo encima y metí algunas de las bayas.

Mientras iba de camino hacía nuestro refugio, pensé en que últimamente el bosque está cambiando, dónde habían cosas, ya no habían, los animales estaban cambiando... Algo raro estaba pasando. No le había contado nada a Gema ni a Ainhara, no quería preocuparlas. Al fin y al cabo, desde que llegamos al bosque, siempre había sido todo igual.

Llegué a nuestro refugio, una cabañita de madera con un techo formado por grandes hojas y una puerta de bambú. Fuera de la cabaña, habíamos fabricado unas dianas para que Ainhara practicara con su arco.

El arco, lo hizo ella y las flechas, lo mismo, las flechas las hace con una punta de piedra que extrae de una cueva cercana.

—¡Nerea! —Me llamó Gema—. Ven aquí.

Me acerqué y ví que mi hermana y Ainhara habían reunido algunas pinturas, que ellas mismas habían hecho. Siempre usábamos este tipo de pintura para marcar los árboles enfermos. Normalmente, solo nos encontrábamos uno por mes, pero los revisábamos todos los días, por si hacía falta ayudar.

—Hemos reunido toda la pintura que hemos encontrado —Me dijo Ainhara señalando todos los cuencos de madera llenos de pintura.

—¿Has practicado el símbolo para marcarlos? —Le pregunté.

Ella tiene un talento para la pintura, por lo que ella decidió hacer el símbolo a los árboles.

—Claro —Me dijo sonriendo—. Pero no os lo puedo enseñar, ya lo veréis.

—Yo he hecho los colores —Dijo Gema.

Ella siempre conseguía los colores más brillantes y llamativos.

—¿Empezamos? —Les pregunté.

Todas de acuerdo, nos acercamos al lugar donde nos quedamos por última vez, al Noreste. Yo, conseguí fabricar una brújula. Con ella nos íbamos guiando.

Por el camino, cada animal que Gema veía, se le acercaba. Por algo es la encantadora de animales. Si antes hubiera ido Gema conmigo, podríamos haber visto mejor el animalito.

Un pequeño gamo se le acercó, ella siguió caminando, pero el animalito le seguía. Al final, Gema acabó cogiendolo un rato.

Era muy bonito, de color marrón y con cuernecitos.

¡Espera!

Había algo raro en esos cuernos. Me acerqué y ví que brillaban.

—¿Como? —Se me escapó.

—¿Que pasa? —Me preguntó Gema.

No contesté.

—¿Hay algo que te preocupe? —Me preguntó Ainhara.

Rápida pensé en algo que decir.

—Que todavía no nos hemos comido algunas de las bayas que he recogido —Dije corriendo.

Abrí mi bolsa y les tendí una a cada una.

—Son bayas grisa —Les dije mordiendo la mía.

—¿No habían uva? —Me preguntó Ainhara.

—Es verdad, hace días que no traes —Dijo Gema.

—Era... Por cambiar —Dije.

En algún momento les tendría que contar todo. Al menos parecía que no se habían dado cuenta de los cuernos del gamo.

Gema le rascó la cabeza al ciervo.

—Espera... —Dijo.

Contuve la respiración.

—Parece que junto al gran árbol hay un animal —Dijo al fin.

Suspiré aliviada.

Nos dirigimos hacía el árbol, y como decía Gema, allí había un majestuoso ciervo.

—¡Que bonito! —Gritó Ainhara.

—¿Que hará por aquí? —Les pregunté—. Esto no es zona de ciervos.

Gema miró al gamo que tenía en los brazos.

—Creo que ya sé lo que pasa —Dijo Gema.

Mi hermana se acercó al ciervo y dejó al ciervito ante él. Al instante, el gamo se acercó al ciervo grande. A lo mejor el ciervo se había perdido, y se habían reencontrado.

—Se nota que eres la encantadora de animales —Dijo Ainhara admirando la escena.

Gema sonrió.

Nos quedamos allí un rato, y cuando los animales empezaron a irse, nosotras seguimos nuestro camino.

Para saber si un árbol está enfermo, tocabamos los troncos de los árboles, si estaba blando, Ainhara le ponía una marca.

Por el camino iba tocando todos los troncos.

—¡Aquí hay uno enfermo! —Exclamó Gema tocando un árbol.

Ainhara se acercó.

—Efectivamente, ¿listas para ver la marca? —Dijo contenta.

Asentimos y miramos como trazaba formas por el tronco del árbol. Usó verde, marrón, naranja... Estos eran los colores más fáciles de conseguir, pero con el talento de Gema, estaban más vivos.

—¿Listas? —Dijo Ainhara tapando el dibujo.

—Pues claro —Digo.

Mi hermana y yo nos aproximamos al árbol y Ainhara se apartó.

—¡Tachan! —Dijo apartándose.

El dibujo era una hoja y una piña, con muchos detalles y muy decorado.

—Es increíble —Dijo Gema.

Todas seguimos por el camino. No encontramos ningún otro árbol enfermo, por lo que contentas, volvimos al refugio.

Por el camino, íbamos admirando las vistas del bosque, que nunca dejaban de impresionarnos.

—¿Y si vamos al valle? —Preguntó Gema.

Desviamos nuestra ruta y fuimos en dirección al valle. Allí no habían árboles altos y casi no había vegetación, pero solían haber bastantes animales. Por eso era uno de los lugares favoritos de Gema en todo el bosque Hawo.

Fuimos charlando animadamente por el camino.

Un rato después, podía distinguir la cascada que caracterizaba el valle. La cascada se encontraba en el centro de la zona, por lo que por atrás, se encontraban unas montañas.

Todavía no he hablado de las montañas, esta parte del bosque todavía no la hemos explorado, nosotras estamos en la parte sur del bosque. Pero obviamente hay más bosque.

Cuando llegamos, nos sentamos junto a la cascada. Cuando noté que había algo raro en el ambiente.

—¿Que es eso? —Preguntó Ainhara.

Miré en la dirección en la que señalaba, hacía la cascada.

—¿Agua marrón? —Preguntó Gema.

—¿Que está pasando? —Preguntó Ainhara.

—¿Está enfermando el bosque? —Preguntó Gema.

—¡Nerea! —Gritaron a la vez—. ¿Que hacemos?

Miré en todas direcciones, las hojas de los árboles se estaban marchitando y el color de la hierba se apagaba, todo a una velocidad increíble.

—Vale, vamos a calmarnos, debo contaros algo —Les dije.

Así es como acabé contándoles mis sospechas sobre que el bosque estaba cambiando, allí, sentadas sobre la oscurecida hierba.

—¿Por qué no nos lo dijiste? —Dijo Ainhara.

—Era por si os preocupabáis, todo era tan perfecto... —Les dije tristemente.

Ahora mismo, lo único que podíamos hacer era averiguar que hacer.

—¿Y si le preguntamos al bosque? —Les dije.

—¿Que? —Dijo Gema extrañada.

¿Acaso ellas no sabían que el bosque estaba medio vivo?

Les pregunté.

Después de preguntarles y decirles que era cierto que el bosque tenía como alma, sus caras parecían un cuadro.

—¿En serio? —Preguntó Ainhara.

No contesté.

Un momento de silencio.

—¿Cómo le preguntamos? —Me preguntó Gema.

Me acerco a uno de los árboles, sus hojas se caían y su color dejaba de ser tan brillante. Posé la mano en el tronco y miré arriba.

—¿Que está pasando con el bosque? —Pregunté.

No pasó nada.

Esperé... Era como si de repente pudiese sentir al bosque.

Las hojas empezaron a menearse.

—¿Un peligro?

Las hojas de los altos árboles se movieron con brusquedad, y no a causa del viento.

—¿Se acerca?

Miré a mis amigas, estaban igual de asustadas que yo...

De repente todo se empezó a mover, el suelo también empezó a temblar, todo parecía una locura. Cómo por intuición, empezamos a correr las tres en dirección a las montañas. Para nosotras eso era terreno desconocido, y esa sensación no era agradable.

—¡Aquí! —Gritó Gema señalando una gran piedra en la que podríamos refugiarnos.

La roca tenía un hueco hacía el lado contrario del que estábamos, el espacio era estrecho, pero nos metimos.

Empezaron a caer ramas de los árboles y puñados de hojas, aparte de que algunas piedras caían de las zonas más altas de las montañas.

Todo paró, solo seguía temblando la tierra. Ainhara se asomó fuera de la roca, en la dirección de donde habíamos venido.

Ella vió que absolutamente todos los animales del bosque se veían a lo lejos, corriendo en nuestra dirección.

—¿Que pasa? —Pregunté.

—Eramos pocos y parió la abuela —Dijo Ainhara.

—¿Que? —Dijo Gema.

—Eramos pocos y parió la abuela —Repitió Ainhara.

—¡Pero que que significa! —Gritó Gema.

—¡Corred! —Gritó Ainhara cogiendonos de un brazo a cada una.

Miré atrás, ahora entendía, debíamos correr, y mucho. Cuando empezamos a correr a lo loco, Ainhara nos soltó, así íbamos más rápido.

—¡Nos van a alcanzar! —Grité cansada de tanto correr.

—Debemos buscar un refugio —Dijo Gema.

Miré a nuestro alrededor, una cueva. Les agarré y las empujé a la cueva justo cuando los animales nos iban a arrollar.

—Uf —Dije.

Pasaron todos los animales en estampida y por fin todo se calmó, los pasos dejaron de sonar y el suelo de temblar.

Por la entrada de la cueva, aparecieron unas orejitas.

Gema se asomó, salió del refugio y entró con algo en los brazos.

—El gamo de antes —Dijo Ainhara acercándose.

—No he visto a su madre por aquí —Dijo Gema.

Ainhara salió a buscar a la ciervo madre, pero después de un rato, volvió con otra cosa.

Cuando lo ví, palidecí. Lo que tenía en las manos era al conejo que había visto al principio del día, el de los cuernos.

—Mira que cosa más mona —Gritó Ainhara.

—Ayyy —Gritó Gema achuchándolo  junto a su gamo.

Yo estaba al final de la cueva alucinando, me acerqué a ellas y ví de cerca los animales. Eran... Increíbles.

Pasamos la tarde planeando que haremos después de este lío, prácticamente, no teníamos hogar.

Estaba anocheciendo, así que nos acostamos en el frío suelo de la cueva. Ainhara junto al conejo, y Gema junto al gamo. Aún no tienen nombre, pero se ve que les tienen cariño.

Miré por la entrada de la cueva y ví las estrellas brillando en el cielo del bosque Hawo.

¿Que estaba pasando?

¿Porque estaba pasando?

¿Porque no podía seguir todo como antes?

Todas esas preguntas surgieron en mi cabeza antes de acabar durmiéndome por el cansancio.

¡Hasta aquí el primer capítulo! Espero que os haya gustado, y hasta la próxima.

Dibujos por AinharaGonzalvezRodr

Idea por AinharaGonzalvezRodr

Leído por GemaEsmeri

Chistes por AinharaGonzalvezRodr

Escrito por obviamente yo.

Apoyo por AinharaGonzalvezRodr   y GemaEsmeri

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