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Pov.Narrador/ra

Jano escuchó las palabras de Darío y Kay con melancolía. Sabía en el fondo que lo dicho era cierto, las leyes espirituales prohibían alterar el orden natural de la vida y la muerte, pero no podía evitar aferrarse a un hilo de esperanza.

La compasión en la mirada de Kay le reconfortó. Aunque fuera poco, valoraba sus intentos por aliviar su pena. Antes de que pudiera responder, Darío acarició su mejilla con dulzura, haciéndole elevar la vista.

—Te prometo que encontraremos la forma de permanecer juntos— dijo con firmeza. —Nuestro amor es mucho más fuerte que cualquier ley. Pase lo que pase, siempre estaré a tu lado.

Las palabras de Darío hicieron brotar lágrimas de sus ojos, aunque esta vez cargadas de gratitud. Asintió en silencio, decidiendo creer en la promesa que sellaba su corazón. Si existía alguien capaz de trascender barreras, era el ser que tenía enfrente, aquel por el cual su alma jamás dejaría de suspirar. Pase lo que pase, confiaba en que su amor perduraría.

Jano secó sus lágrimas y tomó aire, tratando de recobrar la calma. Aunque el futuro se adivinaba incierto, sentía consuelo en saber que Darío estaría a su lado, ahora y siempre.

Giró hacia Kay, quien les observaba con gesto afable. —Gracias por tus palabras de aliento— dijo con sinceridad. —Apreciaría hablar con tu padre si tiene tiempo. Cualquier guía que nos ofrezca será bien recibida.

Kay asintió. -Se lo diré en cuanto lo vea. Estoy seguro de que querrá ayudar.

Darío tomó la mano de Jano entre las suyas. —Por ahora lo mejor será descansar. Ha sido un día agitado y necesitamos reponer fuerzas.

Jano asintió, sintiéndose algo mejor pero aún exhausto. Dirigió una mirada cargada de afecto a su amado. —Quédate conmigo — pidió en voz baja.

Darío le devolvió la sonrisa. —no es como si me pudiera ir igual.

Kay entendió que necesitaban un momento a solas. —Los dejaré descansar. Estaré por aquí si me necesitan— se despidió con un gesto, saliendo silenciosamente de la enfermería.

A solas, Jano se acomodó con cuidado junto a Darío. Sus manos entrelazadas le reconfortaban el alma, renovando su esperanza en que, pase lo que pase, su amor persistiría.

Kay salió de la enfermería dejando a la pareja a solas. Mientras se dirigía a buscar a su padre, no podía evitar pensar en lo difícil de la situación de Jano y Darío. Su amor era evidente, y era una pena que las circunstancias quisieran separarlos.

"Tal vez haya alguna forma de ayudarlos", se dijo con determinación. Si alguien podía encontrar una solución, estaba seguro de que su padre, el guardián espiritual, lo haría.

Mientras tanto, en la enfermería, Jano yacía recostado junto a Darío, quien acariciaba su pelo con ternura. Poco a poco, el cansancio iba venciéndolo, pero no quería cerrar los ojos pese a lo reconfortante de la caricia. Temía que al abrirlos de nuevo, su amado ya no se encontrará a su lado.

—Descansa— susurró Darío. —Estaré aquí cuando despiertes, lo prometo.

Jano asintió, dejándose vencer por el sueño pero sin soltar la mano de su amado. Era reconfortante sentir su calor aunque su cuerpo ya no fuese tan tangible como antes, el toque suave casi como la seda le calmaba.

Darío le contempló dormir, agradecido por esos pequeños momentos juntos que, aunque efímeros, llenaban su alma. Confíaba en que encontrarían la forma de superar cualquier obstáculo que se interpusiera en su amor. Mientras tanto, velaría el sueño de Jano, como él había hecho tantas veces antes. Su amor perduraría, de eso no le cabía duda.


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Luego de que la joven pantera saliera se la enfermería se dispuso a buscar a su padre. Recorrió la aldea hasta llegar a la cabaña que Eli ocupaba como bodega para sus hierbas, artilugios espirituales y lugar de entrenamiento para ciertas cosas que aún no dominaba.

Al acercarse, pudo escuchar voceros dentro que indicaban que varios aldeanos habían llegado para una reunión, seguramente por todo el revuelto que formó junto a Jano cuando llegaron al pueblo. Golpeó la entrada con cuidado.

—Adelante— respondió la voz de Eli.

Kay asomó la cabeza. Dentro se encontraba su padre escuchando los relatos preocupados de algunos habitantes de la aldea. Al verlo entrar, Eli le hizo un gesto para que se acercara.

—Pa', necesito hablar contigo cuando tengas un momento— le susurró. Su expresión denotaba el ligero toque de preocupación que sentía.

Eli asintió. —Terminaré aquí lo más rápido posible. Espérame y ponme al tanto.

Pasada media hora, la reunión había concluido. Los aldeanos se retiraron y Eli cerró la puerta tras ellos. Se volvió hacia Kay.

—Cuéntame qué sucede. ¿Tiene que ver con la criatura que se avista en los bosques?

Kay negó  y procedió a relatarle lo que había pasado en la enfermería, la charla que tuvo con Jano y la respuesta de Darío, pidiendo su punto de vista para hallar una solución a la difícil situación. Eli escuchó con atención, en cierto modo le recordaba a él y cierto ser de oscuridad la primera vez que se vieron.

— según se, Darío murió protegiéndolo — dijo Kay. — y Jano ató su alma al amuleto pero Jano parece sentirse mal por eso. Cuando hablé con ellos, su amor era más que evidente. No es justo que se les niegue la posibilidad de estar juntos como quieren por eso ¿no podrías intentar traerlo de nuevo a la vida? No se, crear un cuerpo artificial para él o algo.

Eli escuchaba seriamente, comprendiendo el sufrimiento de la joven pareja.

—El orden natural no debe alterarse— solto de manera algo severa tras un suspiro. —Sin embargo, hay formas de unir espíritus más allá de las reglas habituales. Quizá si logro hablarlo con algun espíritu que sepa más de esto, llegué a entender mejor su esencia y lazo con Jano, pueda hallar una solución que no vaya en contra de las leyes pero si los una para la eternidad.

Kay se ilusionó. —¿Crees que podrías hacer eso? ¿como con lo del muleto? Digo, tal vez hacerle una marioneta y meter su alma, es un objeto así que, revivirlo, revivirlo no sería exactamente lo que harías.

—No es tan sencillo mocoso, pero como Guardián que soy, debo intentarlo —aseguró Eli con firmeza. —luego, pídeles que vengan, necesito hablar con ellos... también, el jefe les tiene una cabaña preparada para que estén más cómodos.

Kay asintió esperanzado. Haría cualquier cosa por ayudar a aquellos que a pesar de tener poco tiempo conociéndolos, ya sentía que eran sus amigos.

En eso, se escucho el grito de Zero llamando por su Kyumari, Eli suspiro con una pequeña sonrisa y miro a su compañero quien había llegado con una sonrisa cansada y el maestro Fox a sus espaldas junto a él se podía notar a una sonriente Ela y un no muy animado Zeke.


Continuará...

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