2.
-¿La primera cuna?
-Así es, membira*
Luciano tenía que admitir que haber sido destetado de su madre desde tan pequeño le hacía incómodas las muy escasas visitas que tenía con ella; cuando las hacía, era por algún motivo demasiado especial. No era para menos, la amazónica mujer tenía el carácter de Pueblo Mapuche en su peores días; y su hijo (así como Manuel con su madre) no se salvaba de sus caras ni insultos ni ataques de rabia. Es que en el fondo, le costó (y cuesta) perdonarlo por haberse europeizado de aquella manera; sin contar claro que sabía que sólo se aparecía cuando quería algo – justo como el padre. Luciano, por su lado, había tratado de recomponer alguna de las pocas relaciones desde hacía unas décadas, pero Iracema se lo hacía más dificil que el Ancestro de Martín a su nieto.
Era imponente, hermosa, seca y enérgica. Su presencia era como golpes de aire sobre el rostro, y la piel cerúlea no hacía más que acentuar su desnuda silueta cubierta de patrones blancos y negros que cubrían su perfecto cuerpo. Cada palabra tupí sonaba como un trueno, más compleja y enredosa que la mezcla extraña que él había hablado por un tiempo, hasta que perdió por completo aquel, su primer idioma.
Dio unos pasos más y se sentó a su lado sobre el tronco, hablándole con mucho esfuerzo en la lengua originaria (no fuese a dirigirse hacia ella en el idioma que hablaba ahora porque sino...).
-Veo que no piensas en lo más lógico- le cortó la otra inmutable, jugando con una hoja enorme de alguna especie desconocida por la biología moderna- Buscas en los lugares obvios, cuando Bilué se encuentra sin embargo más cerca de lo que piensas.
Oh si, Brasil había olvidado esa nómina. Sebastián había tenido tantos nombres después que le costó reconocer que hablaba del mismo ser. Tardó en asociar y asintió con la cabeza respetuoso, sin dejar de mirarla.
-¿Sabes donde está, nadi**?
-Claro que lo sé. Los espíritus de la tierra, el viento y los animales me lo dicen. Pero eso es algo que has olvidado escuchar con el tiempo; justo como él- Pueblo Tupí lo miró con sus lamparones oscuros- por eso se desesperan y sienten temores que no deben sentir. Porque han perdido la capacidad de oir lo que la tierra tiene para decirles a ustedes, que forman parte de ella como seres más grandes y responsables de cientos de miles más.
Se sentía tan pequeño delante de ella.
Pero no podía contradecirla. Todo lo que decía era totalmente cierto.
-Está en su primera cuna, donde el Cacique Senaqué de los Charrúas del Oriente lo encontró cuando aún vivía más tranquilo- continuó entonces más serena. Por alguna razón el semblante cambiaba cuando se refería a aquel; Luciano ya había observado eso en las contadas ocasiones que recordaban sus charlas. Aparentemente, Charrúa compartía territorio o ella le daba refugio desde hacía algún tiempo. Bueno, no le iba a preguntar en ese momento, había cosas más urgentes.
-¿Y para qué querría Seb-- Bilué, volver ahí?
-Ha sido llamado por alguna razón, para advertirle de algo; no lo se, la tierra no me habla tanto como antes, tampoco, está muy lastimada- se agachó un poco y dejó entrever con su gesto que el pequeño gusanito multicolor que había pasado por su larguísimo cabello azabache ahora caminaba en la pierna de Luciano. Ella lo tomó delicadamente y lo dejó en unas plantas altísimas que los rodeaban.
-Será que algo va a sucederle...- susurró Brasil preocupado en voz alta, mirando hacia un costado, cruzando infinitas posibilidades. Entonces la miró -¿Advertirle? ¿Quiénes van a advertirle?
-Sus ancestros.
-Pero ellos... creí que ell--
-Crees demasiadas cosas. Por eso tienes tantos problemas.
Iracema volteó a verlo y lo contempló un segundo. Algo golpeó su vientre e inconcientemente lo tomó. Aún vestido con esas ropas europeas; aún hablando el idioma del viejo Gabriel; aún y que hubiese perdido la cultura que lo había visto nacer entre sus brazos, bajo la leche de su pecho. Aún así, podía sentir llenarse lo ojos de lágrimas y el corazón latir fuerte al ver una expresión triste de aquel, al que tantas veces contempló en tortuoso silencio desde las sombras, alejada por Portugal. Ese rostro que se calmaba cuando ella rogaba al viento que enviara sus canciones para arrullarlo, envueltas en besos y caricias que se impartían con la desesperanza de haberlo perdido para siempre. Por eso, aún a pesar de todo...
Era su hijo.
Se acercó unos pasos y, en un gesto que sólo una madre podría hacer en su infinito amor, tomó las manos de Luciano y besó sus palmas; luego la frente y rozó sus labios. A centímetros del rostro, abrió los ojos que Brasil había heredado de ella y lo hizo ver donde estaba exactamente Sebastián.
Luciano nunca supo como.
-Vé y pregúntale, Brasil. Seguro él sabrá la respuesta...
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-Hace mucho que no me visitas, Bilué.
Uruguay rió despacio al escucharse el nombre. Hacía tanto que nadie, ni él mismo, se llamaba de esa manera. No era que estuvieran las cosas mal; de hecho, solo tenía buenos recuerdos con su tata al que sí hacía mucho no iba a visitarlo, ciertamente. El mundo moderno reclamaba cada vez más cosas de él y tenía menos tiempo de regresar. Se sentía en falta por eso.
De algún modo estaba agradecido a Dios de estar ahí, hablando en lengua charrúa con total fluidez, sentado con su ancestro y rodeado de una comitiva de espíritus de los que habían sido alguna vez su primera familia.
No podía negar sin embargo todo lo que le había pasado en el camino.
-Si querías verme me hubieras dicho de otra manera. No taladrándome la cabeza, tata...
-No puedo responder por los modos que los ancestros de la tribu funcionan. Son sus misterios- le dijo sereno, observándolo con ternura a pesar de la fiereza de su mirada- En realidad, no debería haberte molestado, era solo un llamado de sueños.
-Estuve dos semanas sin dormir, y en los últimos dos días parecía que me estabas aplastando los oídos. Eso no es muy amable- le espetó algo enfadado, tratando de salvar el mate que había tirado hacía rato.
Charrúa lo miraba como laboriosamente lo refinaba, sonriendo despacio; le costaba verlo como en la nación en que se había convertido. Detrás de ese impecable estado y sus finos modales, veía al pequeño, blanco y rabioso rubio de pajonado pelo gritándole divertido, entre los juegos con los otros niños de la tribu.
-En realidad, ese es el problema- Sebastían lo miró de repente cuando el tono de voz cambió dentro del dialecto- Sufres porque has olvidado como escucharnos, escuchar a tu propia tierra. Esa distorsión es la que te ha estado alejando de mí cada vez más... lo mismo que le ocurrió a Kalén.
Su nieto recibió un golpe en la sien y tradujo el nombre: estaba refiriéndose a Martín; a Martín y sus "pequeñas diferencias" con su Ancestro, Cacique Pampa; un pasado arrancado de cuajo, moldeado, reconstruído en estado cero por Antonio. Un pasado real, formativo de su primo, pero ciertamente falso al autoproclamarse como "el único". Contrario a ellos dos, claramente.
La ofensa no tardó en llegar; no toleraba la comparación.
-¡Pero yo no hice más que recuperarte desde que soy libre!
-Lo sé. Y no es tu culpa. Es el mundo- señaló con los brazos en alto y todos los espíritus-pantera agacharon la cabeza como si recibieran un regaño- el mundo está desolado, gritando, llorando. Los lazos mueren, y las raíces se pudren. Ustedes están cada vez más lejos de nosotros, pendiendo todo de un hilo. Por eso, ese dolor en tu cuerpo es una marca de lo que está sucediendo. Y lo sientes tu más que nadie porque nos tienes presentes, aquí- lo miró fijo.
Sebastían miró dubitativo al vació. Hacía unas meses, apenas recuperado del terremoto, recordó que Manuel había tenido incontables jaquecas sin sentido y que decía eran las secuelas del temblor principal. Pero ni el chileno se veía convencido de lo que le decían los médicos. Encima, tan cerrado era aquél...
-¿Qué quiere decir, tata, entonces?
-La Gran Madre está a punto de terminar un largo ciclo espiritual, como el que ocurrió hace casi cinco siglos. Va a haber muchos cambios y transformaciones, pero esta vez ustedes están al frente de las tierras. Van a suceder cosas muy difíciles, pero deben ser concientes de ello.
-... ¿Hablas del ciclo maya? ¿La famosa profecía y todas esas cosas que dicen?
Charrúa hizo una mueca de desaprobación hacia su nieto. Este dió un respingo, pero el otro no hizo más que acariciarse la barbilla, pensando.
-Maya era muy sabia y prudente, pero todo lo que dicen de sus palabras seguro está exagerado y tasgiversado por los idiomas europeos. No acabará la tierra, sino que va a cambiar de modos impensandos. Mucho. Quiero que seas conciente y que tus hermanos también lo sepan.
-¿Pero... por qué me trajiste hacia acá para decirme eso?
Senaqué dudó un segundo y buscó las palabras correctas.
-Porque en el mundo que los diablos blancos te construyeron, ese que tu mantienes, no me ibas a entender ni a escuchar. Tenías que estar despojado de todo y de todos para que estas palabras, este espíritu, este recuerdo, te quedara grabado para siempre y sepas que decisiones tomar cuando sea el momento.
Uruguay enarcó una ceja.
-Tata, aunque me digas que no va a pasar nada grave... suena a que sí.
-El español te confunde, pero con lo que has vivido y sentido ahora, lo comprenderás no con la cabeza que piensa, sino con el corazón.
Bien, eso ya era más preocupante aún.
-¡¡Pero no me has dicho siquiera lo que debería hacer si y---!!
No supo cómo su abuelo se teletrasportó hacia el y colocó una mano en su pecho. En segundos, pudo sentir la afiebrada piel traspasar las telas con su calor. Un calor que le llenó los ojos de lágrimas.
-Ya lo sabras, Bilué. Espera y lo sabrás; tus decisiones serán muy importantes, y deberás ser más sabio y justo que nunca en tu existencia ya que muchos esperarán tus respuestas. Será una gran prueba para tí... inchalá.
-¡¡¡Sebastián!!!
El eco de la voz de Luciano retumbó en la espesura, alertando a todos los espíritus presentes, poniéndolos en guardia y protegiendo a las dos figuras sentadas en el suelo.
Cuando el brasilero pudo ver la veintena de felinos rugiéndole y caminando hacia él, retrocedió unos pasos enmudecido, sin saber si correr o quedar allí.
-¡¡No, no lo lastimen, es Luciano!!- Sebastián se puso de pie, reconociendo a la confundida y asustadísima figura. Volteó a ver a su abuelo- Tata, ¡Diles que se detengan, por Sepé!
-Inchala's emba, el hijo de la gran Iracema también ha perdido la capacidad de vernos y entendernos. Déjenlo- gritó Charrúa, y de inmediato la manada dejo de mostrarse agresiva, abriéndole el paso para que el morocho se animara a caminar hacia el rubio.
Este lo abrazó con fuerza en cuanto lo tuvo cerca y se cersioró que fuera él... a pesar de que no tuviese los lentes puestos.
-Dios, estuve tan preocupado por tí- le susurró Brasil sin soltarlo- ¿Por qué te fuiste sin decirme nada? Todos te están buscando.
-Lo sé, lo siento. Es complicado para decírtelo ahora...- le contestó, separándose.
Entonces Luciano quedo azorado mirándole el rostro. Más bien los ojos.
Esos ojos eran los que...
-Hacía mucho que no te veías así- le dijo, con unas inmensas ganas de acariciarlo y besarlo, pero apenas susurrándole en portugués. Sonrió levemente, no podía negar que aquella belleza originaria, salvaje, lo hacía más hermoso aún... como si eso fuera posible.
Un silencio apareció y Brasil recordó que claro, no lo besaba porque no estaban solos.
No solamente estaba siendo observado por una serie de panteras fantasmas, sino por nada más y nada menos que el Cacique que había sido progenitor de Sebastián.
Soltó de inmediato a Uruguay, avergonzado como si estuviera frente al padre de quien le gustaba y no había pedido permiso. Charrúa entonces lo miró un segundo, buscando los parentescos en su mente con Pueblo Tupí y cerró los ojos condescendientemente (y conciente de que sabía que él daba miedo).
-Será mejor que regreses con él, Bilué. Todos tus hermanos te buscan con tristeza, temiendo lo peor. Podemos sentir sus corazones. Lo que debía hacer ya está hecho- sentenció de brazos cruzados, aún en su idioma.
El morocho miró confundido a Sebastián, esperando una traducción de algún tipo. El rubio solamente le sonrió y caminó hacia su abuelo, abrazándolo con un afecto que el otro no estaba acostumbrado a recibir.
-Gracias, tata...
Senaqué acarició su cabeza despació pero con una ternura infinita. Sonrió levemente tras sus ojos incendiados, tomándolo del rostro con fuerza.
-No olvides lo que te dije.
-Claro que no- le tomó las manos.
-Cuidate mucho... siempre estaré aquí. Solo...
-... aprenderé a escucharte mejor la próxima, lo prometo- le sentenció en el mismo dialecto, alejándose y yendo hacia Luciano.
Charrúa fue rodeado de los enormes felinos y vio como las siluetas se alejaban abrazadas hacia la ruta, mientras el cielo comenzaba a clarear y el sol empezaba a salir.
-Es bueno saber que también tienes tus propios guardianes, Bilué...
Una cálida brisa desvaneció a todos los que estaban entre los árboles, perdiéndolos entre las espesuras del monte.
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-¡¡¡ES LA ULTIMA VEZ QUE ME HACES ALGO ASI, PELOTUDO DE MIERDA!!!
Martín estaba entre abrazarlo y ahocarlo al mismo tiempo, apenas Sebastián había puesto un pie en Montevideo. A su lado, Miguel y Manuel trataban de despegárselo antes de que la segunda emoción le ganara y lo terminara de matar.
-¡¡¡OH, TA NABO!!! ¡¡Qué no sos mi vieja che!!- se defendió el otro, acomodándose los lentes y separándose con tranquilidad mientras el otro lagrimeaba.
-¡¡P-PER--!!
-E'a, vos sabés que el kurepa de Martin siempre me parece una trola exagerada- bufó Daniel, ganándose una mirada asesina que jamás respondió- Pero che Dio que nos preocupaste, primo. Te desapareciste de golpe y ahora estás acá todo impecable, como si nada ¡Hasta el Julio te anduvo buscando!
-Si bueno... con respecto a eso- los miró a todos ruborizado- Lo siento, es difícil de explicar y largo.
-Pues aquí estamos para escucharte- Perú puso los brazos en jarro- Que hacía tiempo juraba no haber tenido días tan pesados en los que recordara el mal humor de Martín.
-Y encima te desaparecí' así nomá', con lo huevón que se pone el culiao- continuó Manuel, recibiendo la aprobación de su hermano mayor.
-Oigan, giles del orto... ¿¡Estoy acá y los escucho, sabían?!
-Tu te callaí, fleto de mierda- le cortó el chileno.
-Hemos tenido un largo viaje- habló entonces Luciano en su español- Descansemos todos, han sido días tensos y ahora sabemos que nada malo ha pasado. Seba necesita dormir.
-Si, tienes razón- apoyó Miguel, dándole un abrazo a Uruguay- Me alegra que estés bien...
-Gracias, perdón por preocuparlos a todos. Y gracias por cuidarlo, Manuel- señaló a su rubio primo, compungido y emocionado.
-Bah, ni lo menconí' washo. Se como domar a la potra cuando anda nerviosa...- bufó con una sonrisa triunfante, haciendo que Martín abriera y cerrara la boca enrojecido hasta la médula- Andá a descansar que seguro fue un largo viaje.
-Si, luego les cuento- sonrió con amabilidad.
Cuando todos se retiraron, poco menos Luciano se le abalanzó besándole el cuello.
-¡Che che, que hay que dormir!- lo separó divertido.
-Podemos dormir después- sonrió con sorna- Eso te pasa por hacerte extrañar...
Uruguay le devolvió el beso y volvieron a entrar en la casona, mientras los autos se alejaban en el horizonte con promesas de regresar más tarde. Ahora solo quería descansar en su casa, sentir la piel de Brasil como le gustaba, en silencio, adueñándose del ambiente y de él.
También lo había extrañado mucho.
Fue entonces que en el medio de la tranquila noche, alguien lo contempló dormir en los brazos de Luciano, sentando en el marco del gran ventanal a la luz de la luna.
Sebastián buscaría explicaciones al día siguiente sobre por qué de repente se le había ocurrido tener un gatito negro en su casa.
~~~~~~~ FIN ~~~~~~~
*Hijo, en lengua tupí
**Mamá, en lengua tupí
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