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Capítulo IX



Capítulo IX

Delta y Alpha se postraron frente a Dios

—Perdónanos, no queríamos desobedecerte, pero somos seres humanos, tenemos miedo.

Me sacrificaré por el mundo cuántas veces quieras y me lo ordenes dijo Mario.

Yo igual repitió Viki.

—No, el sacrificio del que todos hablan no debe llevarse a cabo. Eso es lo que tenía que decirles a mis arcángeles, pero quedé encerrado en las aguas del tiempo, y mis poderes de alguna manera fueron sellados, no por propia voluntad. Cómo les dije, algo me debilita, algo se está entrometiendo dentro de mí, y ese algo es más peligroso de lo que imaginé, mis poderes se vuelven vulnerables cuando esa cosa aparece.

—¿Qué cosa es Dios, dinos que es eso que te está haciendo daño?

No lo sé hijos míos, solo sé que no me deja comunicarme con los arcángeles, ustedes vieron, no pude decirle nada a Gabriel, sin embargo con ustedes es diferente, ustedes son parte de mí.

—¿Quieres decir que nos darás una misión?

Así es.

—¿Y qué hacemos con el elegido?

—Miguel y Gabriel se harán cargo de él.

—Ustedes tienen que entrar a la aguas del tiempo y traerme de regreso lo antes posible o Lucifer se dará cuenta de lo que está sucediendo y atacará

—¿Y cómo entramos a ese lugar?

—Con la ayuda del dragón dorado

—¿Pero cómo encontramos a ese dragón?

—El los encontrará a ustedes, solo deben seguirlo. Y...hijos míos, cuando estén dentro de las aguas del tiempo, no crean nada de lo que vean allí, solo son reflejos de hechos que han sucedido, no hagan caso a las voces ni a las suplicas, solo sigan las indicaciones que el dragón les va a dar.


En el infierno.

—¿Qué quiere que hagamos amo? —preguntó el demonio Paimon en el noveno círculo del inframundo. Allí la lava consumía a los condenados hasta dejarlos completamente en huesos.

—Si Dios está en la tierra es porque algo importante está ocurriendo. —el misterioso ente se encontraba sentado en la penumbra. —En ese caso debemos de ir.

Astaroth, el duque del infierno se incorporó, bajo una túnica azabache tenía pies y manos de dragón.

No caminaba sino que flotaba, volvió a retomar la palabra.

—Lucifer sigue dormido pero no tardara mucho para que despierte, así que en marcha. —hizo un ademán con la mano y de esta relució una serpiente negra.

—Como usted diga amo. —respondió Paimon con una amplia sonrisa, anhelaba una revancha contra los guardianes y contra el traidor de Gabriel.

—No perdamos tiempo.

Enseguida llegó un gran lobo, tenía una lengua roja como la sangre, le escurría un líquido del hocico, con varias hileras de afilados dientes amorfos y el pelaje parecían púas metálicas. Astaroth lo monto, desplego sus alas y emprendieron el vuelo junto con Paimon hacia ese misterioso lugar.


Mientras tanto en el paraíso.

—Uriel, Metatrón y Landon ustedes se quedaran a resguardar el orden en los diferentes círculos del cielo. —sentencio Miguel caminando con premura por un pulcro y reluciente pasillo.

—¿Pero qué dices, como que me quede? —se quejó el arcángel Uriel por tal orden.

—Ahora que no está Dios ustedes son los que tienen que resguardar este lugar.

—Por supuesto que no. —Intervino Metatrón cerrándole el paso, —Y mucho menos ahora que sabemos todo sobre Dios y su plan de entregar a los guardianes.

—¡Eso son los preceptos de Dios! —espetó el arcángel Miguel haciéndole frente.

—Será mejor que nos relajemos un poco.

La voz de Landon sonaba como un eco en el recinto, después que se había calmado el ímpetu, este volvía a resonar en su alquimia.

—Metatrón tal vez de aquí podamos hacer más. —agrego Landon tomándolo del hombro, este quitó la mano de su compañero y dio media vuelta.

El paso está listo para que pasara el arcángel.

—Como saben hace unos instantes se sintió una extraña energía, como jefe de los ejércitos celestiales es mi deber ir a averiguar que fue esa emisión.

Todos guardaron silencio en el lugar.

—Si se tienen que sacrificar los guardianes para restablecer el orden en los diferentes planos, yo mismo se los entregare.

Estas últimas palabras retumbaron en el cielo antes que desapareciera Miguel con su reluciente espada en mano.

Estaba dispuesto a todo por restablecer el orden. A todo.

En cuestión de segundos se teletransporto a ese lugar montañoso, estaba nevando y el panorama se observaba celestial.

Caminaba con sigilo por la nieve, dejando huellas a su paso, a lo lejos se percató de una presencia.

—¿Quién eres? —escucho como alguien gritaba y lo atacaba por la espalda.

—¡Soy yo! —el sonido chirriante de las espadas retumbo en las montañas. —Soy yo Gabriel, soy yo...Miguel.

Finalmente los arcángeles bajaron sus armas, Gabriel el mensajero de Dios se veía trastornado, y un poco fatigado.

—¿Qué es lo que te ocurre? —preguntó ayudando a su cansado hermano.

—No lo sé. —dijo con dificultad, le hacía falta el aire, y respiraba por la boca. —Solo sé que los guardianes estaban aquí, apareció algo o alguien y se los llevo.

—¿Quién se los llevo?

—No lo sé hermano, no lo sé. —lentamente se fue incorporando y se sintió un poco mejor. —Solo sé que era una presencia extraña pero conocida a la vez, como si supiera de quien se trataba pero al mismo tiempo no sabía quién era.

Aquella extraña energía había debilitado un poco al arcángel, en el lugar había un eco, un halo que dejó la misteriosa presencia. Sin embargo en cuestión de un tris esta desapareció de todos los planos.

—No saquemos conjeturas y vayamos a buscar al elegido. —agrego Miguel mientras restablecía la energía a su hermano.

Sin perder tiempo desaparecieron de aquel lugar montañoso.

Pero lo que no sabían los arcángeles era que en cada aparición que Dios hacia aquella extraña energía consumía la luz que había a su alrededor.


*

—¿Ya está todo listo verdad Darvelion?

—Así es Lilith. —respondió el fiel sirviente con una sonrisa ladina.

Tenían al elegido atado de pies y manos postrado sobre un pentagrama, este pentagrama había sido trazado de una manera muy cruenta y despiadada.

—Al menos de algo sirvió la jodida sangre de Baalbek. —se carcajeo la demonio al ver la gran obra que había hecho. Camino hacia los restos de aquella persona, había cortado todas las extremidades, brazos, piernas y cabeza. Tomó esta última pieza y mofándose profirió. —"Maldita bruja", bien dichas tus últimas palabras jajajajaja.

Lilith se carcajeo aunque no era todavía el día de la luna carmín, ella tenía otros planes.

—Si mato al escuálido elegido se abrirá el cielo y el infierno, el caos renacerá y si lo intercambio por los ineptos guardianes, hizo una pausa, trago saliva y luego terminó de proferir. — Me bañare con su sangre dorada y seré más fuerte que todos los seres. —se tomó un tiempo para contemplar el horizonte. —Por donde lo vean no hay fallas.

Se encontraban en unas antiguas pirámides, no eran las del Cairo, ni las de la cultura Maya o Aztecas.

Estaban en unas antiguas ruinas que eran de tiempos antediluvianos.

—Este jodido templo precede a todas las culturas incluso a los sumerios y aquí es donde vas a morir. —saco su afilada daga mientras relamía la sangre que se había quedado manchada de su anterior víctima. —Lamer la sangre es un jodido frenesí. Y tú siendo el elegido tienes que ser más especial. Me preguntó cuántos orgasmos me darás.

—Ama Lilith...

—¡Qué mierda quieres Darvelion! —giro para poner atención a lo que le decía su súbdito.

—Tenemos visita.

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