Capítulo III
Capítulo III
Una hora después.
—¿Estas bien?
—No te preocupes por mí, solo tengo un par de golpes y moretones en el cuerpo, aun puedo continuar.
—¿Por qué Baalbek se llevaría al chico ?
—¿No se supone que él está de nuestro lado?
—Eso me preocupa, todo el mundo se está moviendo demasiado rápido, y nosotros somos los últimos en saber los hechos. Creo que estamos fuera de forma.
—Debe ser eso, porque estoy exhausta, por lo menos baje dos kilos con ese exorcismo. Pobre mujer, su lealtad y fe la salvaron, sin embargo su vida en la tierra acabo.
—Solo somos almas que reencarnan cuando el mundo está en peligro, no lo olvides Delta
—Sí, lo sé, todos nacemos con un propósito en este mundo, y el nuestro es ser guardianes, y el de la sacerdotisa era sacrificarse por el bien de la misión.
En algún lugar del cielo.
—¡Quién diría que el Gran Landon terminaría así!
—Te burlas, pero si me hubiesen avisado antes de los desertores no me habrían vencido jamás.
—Nunca imaginamos que ellos harían eso, al contrario, todos aquí estamos devastados, no solo tu estas herido, sino que muchos de nuestros hermanos perdieron sus alas y cayeron al infierno.
—¿Y él no los ayudo?
—Landon, no te llegaron las noticias, ¿no sabes lo que le ocurrió a él?
—¿De qué hablas Uriel?
La manzana del destino fue robada por los traidores, sabes bien que él (Dios) es demasiado confiado, jamás imagino que uno de los nuestros lo traicionaría ni que le daría de beber de las aguas del tiempo. Las aguas del tiempo causan un efecto adormecedor, y el alma queda atrapada en un mismo momento una y otra vez, y ni siquiera él puede salir de allí, ya que esas aguas fueron creadas por él mismo.
—¿Y cómo lo vamos a ayudar?
—Acompáñame, quiero que veas algo.
Yendo por largo pasillo, y entrando a una habitación completamente blanca.
—¿Y esto? ¿Por qué esta así?
—Desde que Dios quedo atrapado en las aguas del tiempo, no podemos ver lo que sucede en el mundo, por eso todo ha quedado en blanco, y por eso Lilith y los demás están haciendo lo que quieren con los humanos. Pobres humanos, la codicia los ciega, viven en una constante lucha interna entre el bien y el mal, pero si alguien los presiona un poco, es fácil saber para donde irán, en este caso los enemigos los están manipulando, por eso están a un paso de caer al infierno.
—¿Y los guardianes?
—No los sé, no hay forma de encontrarlos, y no sabemos si pudieron despertar o no esta vez
—El chico Máximo, ¿dónde lo llevaron?
—A la piedra del sacrificio. Cuando aparezca en el cielo la señal, lo ofrecerán para que las puertas del cielo se abran y ellos puedan entrar y tomar posesión de una vez, así el mundo quedaría por completo sumido en oscuridad hasta destruirse.
—Delta por aquí. —susurro Mario mientras entraban a una vieja capilla. El olor a incienso hizo que se pusieran alertas, era como si ese aroma los embargara en algo caótico pero al mismo tiempo celestial.
—¿Estás seguro? —preguntó Victoria mientras entraban a un costado por los confesionarios. —¿Y crees que este aquí lo que dijo la sacerdotisa? O mejor dicho lo que quedaba de ella.
—Pienso que si, en el fondo ella guardo toda la energía que tenía para decirnos que era lo que teníamos que hacer o al menos a donde ir. —agrego Mario mientras se llevaba una mano a la espalda, lo menos que querían era enfrentarse de nuevo con más personas infiltradas.
—¿Alpha escuchaste eso?
Un sonido sordo los cautivo mientras bajaban por unas viejas escaleras de caracol, caminaron con sigilo al mismo tiempo que ponían todos sus sentidos alertas para contraatacar a lo que se pusiera en su camino.
—¡Silencio! —articulo Mario mientras se llevaba un dedo a la boca en señal para estar callados.
—¿Crees que sean las sombras amorfas de Lilith?
No hubo respuesta por parte de su compañero que se encontraba concentrado abriendo una puerta.
—¿Y si son ya no quiero seguir matando?
Mario siguió caminando, no lejos del cuarto donde habían entrado se escuchó otro ruido.
—¿Alpha lo escuchaste otra vez?
—Sí, si lo escuché, pero no te recordaba tan parlanchina. —Mario hizo una seña para que guardara silencio, lo menos que tenían que hacer era evidenciar su posición.
—Que quieres que te diga, si no fuera porque renacimos ahora estaría en un tranquilo y relajado spa.
Guardaron silencio y estuvieron atentos a todo a su alrededor, Victoria estaba alerta a todo lo que pasaba, los sonidos se hicieron más evidentes, como si estuvieran hurgando algo.
Mario tomó la delantera y desenvaino la afilada espada, rememoro como había cortado a esos monjes poseídos, no tenía duda que aniquilaría cualquier bestia y demonio que estuviera a su paso.
El penetrante olor a humedad entremezclado con algo echado a perder saturo sus sentidos, ese era el mismo aroma penetrante cuando la sacerdotisa fue poseída.
—Esto es nauseabundo y repugnante. —musitó Victoria que se llevó una mano a la nariz para mitigar el fuerte aroma.
—Hemos olido y comido cosas peores Delta no es para tanto. —agrego Mario mientras tosía por el fuerte olor, eso hizo que mitigara un impulso de toser, pero que al final tosió. —¡Mierda!
—Huele a eso y lo que le sigue.
—Silencio Delta.
El sonido que habían escuchado en la habitación ceso, no supieron si los habían descubierto o no. Caminaron hacia un vetusto y sucio pasillo, al final había una habitación, reinaba un sepulcral silencio, pero ese estado armónico estaba por colapsar.
Estaban listos para entrar en la habitación, tres, dos, uno...
Mario abrió la puerta y en ese instante su compañera emitió un sonoro gritó.
—¡Ahhhh! ¡Ratas! ¡Ratas! ¡Ratas! No las soporto.
Se encogió de hombros mientras saltaba evitando que alguna de ellas subiera por sus piernas hacia su cuerpo.
Mario se quedó absorto viendo como hacia aquel teatro por evadir a los roedores. Había guardado la espada y se cruzó de manos.
—¡Ya terminaste! Que tenemos un mundo por salvar. —agrego mofándose de su actuación mientras evitaba carcajearse por su compañera.
—Claro como tú no tuviste un trauma en la infancia. —recrimino mientras pasaba de largo a observar mejor el lugar.
En aquel sitio tenía cientos de cosas extrañas, como pinturas, algunas esculturas que estaban en pésimo estado, papiros y sobre todo eso que tanto estaban buscando.
— ¿Por qué la sacerdotisa nos mandaría a este lugar Delta?
—Tal vez porque aquí esta lo que tanto estamos anhelado. —Victoria caminaba por inercia hacia eso, y no era que supiera que fuera sino que una fuerza intrínseca le decía que allí estaban las respuestas.
—Es eso.
—Sí.
Mario evoco las últimas palabras de la sacerdotisa; "Cuando estén frente a el sabrán que hacer".
Después de eso exhalo su último aliento. Frente a ellos estaba el "codex gigas", un códice del diablo que era un antiguo manuscrito medieval en pergamino creado a principios del siglo XIII escrito en latín.
—¿Estas segura que aquí encontraremos su ubicación?
—Que mejor lugar para esconder sus oscuros secretos que este satánico libro. —Victoria empezó a hojear el gran compendio había cosas que comprendía en latín aunque no todo, y algunas hojas tenían dibujos como si fueran conjuros.
—Y bien ahora por donde comenzamos.
No tenían ni idea, pero recordaron las últimas palabras de la sacerdotisa.
"Cuando estén frente a el sabrán que hacer"
—Préstame tu mano Alpha. —rompió el silencio Victoria mientras Mario obedecía.
—Para que la ....
Las palabras quedaron a la deriva cuando ella saco una pequeña daga e hizo un corte en su compañero, aquel corte lo tomó por sorpresa e iba a replicar, decirle que estaba loca por cortarle la mano cuando inesperadamente al caer la sangre en una hoja esta empezó a resplandecer con destellos carmín.
—Disculpa pero fue lo primero que se me vino a la mente. —dijo Victoria guiñando el ojo mientras le ponía un pedazo de tela para atender la herida. —Con esto estarás mejor.
—Me hubieras dicho antes. —recrimino Mario mientras se ajustaba el trapo en la herida, en cuestión de segundo dejó de sangrar.
—Ya no es tan gracioso como las ratas verdad. —dijo con una amplia sonrisa. —Lo siento son los recuerdos ya sabes van y vienen.
Mario se encogió de hombros mientras veía como aquellas luces en el libro iban dando un nuevo mensaje.
Estaban tan ensimismados en lo que estaba pasando que nunca se percataron que atrás de ellos estaban unos invitados.
—"El elegido se sacrificara el día de la luna plateada...en el lugar...
—Eso es en unos días Alpha.
—Si lo sé, tenemos que darnos prisa, es hora de...
Se quedaron callados al escuchar que atrás de ellos alguien terminaba la frase. Era una voz rasposa que parecía que salía del mismo infierno.
La voz brutal profirió;
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