Capítulo I
Capítulo I
—No creo que las casualidades existan dijo Mario a su lectora, todo sucede siempre por algo.—
—Tienes razón, y por eso es extraño que coincidamos en tantas cosas, ¿alguna vez has tenido sueños premonitorios? Porque hace un par de días vi tu rostro en mi sueño, y créeme, no fue un sueño agradable, ya que hubo muerte y destrucción— a modo de reflexión escribió ella.
—Eso es muy raro, a mí me sucedió lo mismo hace un par de días atrás estabas tú en mi sueño, y la verdad es que no sé porque sabía que eras tú, siendo que nunca he visto tu rostro, y no se ni de dónde eres, la única conexión que tenemos es a través de las letras— replicó el joven rebelde.
—Las letras nos unieron Mario al parecer, y esos sueños parecen demasiado reales.— dijo la chica
—Lo sé, por cierto, llevamos algún tiempo hablando, pero nunca he sabido tu verdadero nombre.
—Victoria, ese es mi nombre.
—Bien Victoria, pensarás que estoy loco, pero lo que te voy a contar es real, yo hace poco lo descubrí, y creo que todo sucedió porque logré recuperar mis recuerdos pasados.
— ¿Tú también?
—Entonces... ¿recuerdas todo Delta?
—Así es, ¿y tú Alpha?
—Sí, ¿Recuerdas cuál es nuestra misión?
—Encontrar al salvador del mundo antes que Lilith se apodere de él.
—Exacto, así que debemos reunirnos lo antes posible.
—Qué locura, ¡nunca pensé que algo así podría sucederme a mí! No voy a negar que sé que la misión que se nos encomendó es lo más importante de nuestras vidas, pero dejar todo esto atrás e ir a ese enfrentamiento me causa...
—Lo sé Delta, a mí me sucede lo mismo, tengo una vida aquí, pero nosotros nacimos para esto, no lo olvides, somos los guardianes y juramos lealtad de por vida, no importa cuántos años pasen, ni el tiempo, una vez que despertamos debemos enfrentar al enemigo como siempre lo hemos hecho. Y te prometo que esta vez no morirás, lo juro.
En ese momento Mario y Victoria habían tomado una decisión, resguardar al elegido y contraatacar las fuerzas malignas que avecinaba con destruir todo en la creación.
Mario era un joven normal, con una vida normal y gustos aparentemente normales, sin mencionar que un día despertó de un extraño sueño y fue a que le pusieran un tatuaje, por alguna extraña razón no sabía que eran esos extraños signos y símbolos que le había dibujado para que lo tatuaran, pero después de eso algo en su interior le decía que nada sería igual.
Por otro lado a Victoria le había pasado que su imaginación volaba estando despierta, como si estuviera viendo algunas premoniciones, pero eran esos mismos extraños signos que un día plasmó en una libreta donde ocasionalmente escribía lo que sentía y un poco de poesía, esta última era una catarsis a su refulgente alma, un bálsamo que la ayudaba a salir de la irrealidad que a la vista de todos era real.
Después de esa pequeña plática decidieron tomar ambos sus respectivos vuelos y reunirse en un punto en común.
—Bien henos aquí chica de mis sueños. —mencionó Mario mientras la veía y avanzaba un poco hacia ella.
—Los recuerdos nos trajeron de vuelta. —respondió Victoria con una amplia sonrisa.
—Sabes en mis sueños te veías más pálida.
—Calla Alpha que con eso no se juega. —Victoria frunció la boca mientras movía la cabeza en forma de negación.
—Es broma Delta eres...eres como siempre lo recordé.
Frente a Mario estaba una joven de unos 27 años, pelo largo castaño, piel nívea que con el sutil y poco maquillaje que llevaba se veía muy linda, no era obesa, ni demasiado delgada, sino término medio, se veía muy bien (figura femenina) y unos lindos y deslumbrantes ojos marrones.
Mario por su parte era un chico medio rebelde que nunca le había gustado obedecer las leyes ni las normas, tatuado, de 1.73 más alto que ella (obviamente), complexión de cuerpo atlética, pelo despeinado, lucía una chaqueta de cuero con una franja café de forma vertical del lado izquierdo, hacia juego con sus ojos, que casualmente también eran marrones.
—Bien y ya que estamos aquí en Roma cuál es nuestro siguiente paso. —rompió el silencio Victoria caminando con premura entre el río de personas. Algo que no le gusta era estar rodeada de personas. Entre menos personas mejor.
—Creo que tenemos que ir a ver a la sacerdotisa.
—¿Crees que ella nos diga qué hacer?
—Creo que si hay alguien que nos pueda ayudar es ella.
Era tiempo de indagar los secretos oscuros, la sacerdotisa no se encontraba en una capilla o una iglesia, sino que se encontraba en una vieja y descuidada sede en el subterráneo donde hacían rituales ancestrales y macabros...
—Eso no lo esperaba Alpha jajaja. —dijo delta con una enorme sonrisa y sin poder aguantar la risa.
—No te rías tanto, que tú también te ves bien graciosa con ese traje enorme. —sonriendo también.
—Lo sé, pero es que con tu estilo rebelde y con ese traje de cura, sí que dan ganas de confesarse contigo. —dijo Delta con picardía y siguió riendo. ¡Espera, ese no es acaso nuestro contacto!
—Así es, mira, viene hacia nosotros. Segura que le dijiste la contraseña cuando hablaste con él.
—Claro, como la iba a olvidar, si esa palabra la he dicho desde niña, y sin saber realmente lo que significaba. Menos mal que nadie nunca presto atención a lo que hable.
Un hombre de mediana edad se acercó a ellos. Y antes de decir una palabra, los observó minuciosamente, luego hizo una mueca y movió la cabeza en señal de desaprobación.
— ¿Qué le pasa a este sujeto? —dijo Mario algo molesto.
—Lo mismo me pregunto. Nos hizo venir vestidos de esta manera y ahora mira su actitud toda altanera y pesada frente a nosotros.
De pronto el hombre soltó una tremenda carcajada, lo que desconcertó más aun a los guardianes.
—¿Y qué bicho le pico ahora a este hombre? —dijo en tono enojado Victoria.
El hombre no paraba de reír, y luego de respirar profundamente y calmar su estado de felicidad exagerada, se puso serio y dijo.
—Hola. Antes que nada, les pido disculpas, nunca pensé que se disfrazarían como les pedí, por lo general todos se niegan cuando les coloco como condición hacer eso, pero la verdad...
El hombre no aguanto más y continuó riendo a carcajadas.
—Una monja con cara de enojo y un cura rebelde, que par de personajes más llamativos. Lo siento, eso era solo una broma, no pensé que ustedes vendrían así vestidos. Y menos a este lugar tan vistoso , miren nada más, las personas nos están observando mucho, creo que llaman demasiado la atención, deberían cambiarse esos trajes.
—Este tipo me exaspera Delta. —dijo Mario susurrando al oído de su compañera.
—Lo mismo pienso.
—Por qué no nos sentamos allí y bebemos una taza de café, así les puedo dar el mensaje sin interrupciones.
Ambos guardianes se miraron en complicidad. Al fin, a pesar de la broma estúpida de este hombre, al fin les darían el mapa con las indicaciones de donde se encontraba la sacerdotisa.
—Padre, Benedici me padre così che il mio matrimonio vada bene (bendígame padre para que me vaya bien en el matrimonio). —dijo una mujer con acento italiano y rostro coqueto que acababa de llegar a ese pequeño café y no dejaba de mirar con entusiasmo a Mario.
Mario coloco su mano sobre la cabeza de la mujer y la bendijo de mala gana.
—No sabía que podías hacer eso amigo. —le dijo Victoria con sonrisa burlona.
Y mientras decía eso Victoria. Una mujer mayor dijo en voz alta.
— Sorella, la tua congregazione è molto lontana da qui, non dirmi che ti sei persa (Hermana, su congregación está muy lejos de aquí, ¿no me diga que anda perdida?)
— ¿Qué fue lo que dijo esa mujer? —preguntó Victoria.
Y Mario comenzó a reír.
— ¡Llamamos mucho la atención, es mejor que nos dé una vez ese bendito mapa para largarnos de aquí! —dijo en tono molesto Victoria.
Una hora más tarde y con ropa ya normal.
—No te enojes Viki, si te veías linda jaja
—Tu no lo hacías nada mal padrecito jaja
Luego de un par de bromas, los guardianes se pusieron en marcha al encuentro con la sacerdotisa.
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