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Capítulo 5 - Los vicios de la familia.

Los días pasaban y todos en la familia Gómez Quiroga parecían estar adaptándose a que Candy y Miguel vivieran ahora en la casa, en especial Dani y Cristina, quienes estaban muy emocionadas por tener con quien jugar sin necesidad de ir a visitar a Irely y Samuel, sus vecinos, a los cuales sus padres los dejaban pocas veces salir de casa. Los desastres entre los menores habían disminuido y todo parecía ser paz y amor entre todos.

Un sonido de una botella cayendo al suelo hizo presencia en la habitación de Candy, quien de inmediato se levantó de la cama y tomó la botella de whisky que se había caído de su mesita de noche, volteó a la puerta verificando que nadie había escuchado el ruido, le dio un sorbo al líquido que aún tenía la botella y luego la tiró en el bote que se encontraba junto a su cama, preocupada por la recaída que había tenido.

—¡Maldición, ya no me queda más! —exclamó Candy, moviendo todo en el interior de su maleta.

Alguien tocó la puerta, por lo que Candy de inmediato cerró la maleta, corrió a verificar que la botella en el bote no era visible y caminó a la puerta, abriéndola rápidamente miró a su hijo Miguel del otro lado.

—¿Qué pasa, cariño? —preguntó confundida.

—Estoy buscando mis audífonos, creo que están en tu maleta —Miguel pasó por debajo del brazo de su madre y se dirigió a la maleta—. Quiero escuchar música, hace varios días que no lo hago.

Candy cerró la puerta y caminó hasta su hijo quien, en vez de encontrar sus audífonos en la maleta de su madre, había encontrado una botella de whisky, la cual tanto había estado buscando su madre en el interior.

—Prometiste no volver a tomar —dijo Miguel, desviando la mirada hasta su madre, quien se miraba sorprendida por lo sucedido.

—No he tomado hijo, te lo juro —habló Candy angustiada, tapando su boca.

—¿Segura? —cuestionó Miguel caminando al bote de basura, encontrando varias botellas vacías en el—. Esto me dice lo contrario, mamá.

—Puedo explicarlo Miguel, sólo escúchame —alegó Candy, intentando detener a su hijo, el cual salió de la habitación con prisa.

Miguel caminaba velozmente por el pasillo, volteando hacia la habitación de su madre con la esperanza de que hubiera salido a seguirlo, pero por desgracia, sólo cerró la puerta. De pronto, chocó contra Jazmín, quien iba distraída leyendo una novela, la cual llevaba por nombre "El sueño eterno" escrito por: Raymond Chandler, enojada, siguió su camino hasta su habitación, donde se lanzó a la cama.

—Estos niños, primero casi destrozan mi libro el otro día y ahora no se fijan por donde caminan —sonrió y abrió el libro en la página que iba.

Rápidamente logró sumergirse en la interesante lectura que la tenía atrapada desde hace más de una semana, impaciente de saber si el general Sternwood pudo librar el chantaje de Geiger. El libro se había convertido en su más grande vicio.

***

Juan se encontraba alrededor de la mesa de la cocina, tomando una copa de la bebida preferida de Maru, quien emocionada le servía una copa más de fernet a su esposo. Ella quería que Juan se enviciara a esa bebida como ella ya lo había hecho.

—Me declaro amante del fernet, esta bebida me tiene enviciada —mencionó Maru, dándole un sorbo a la copa, saboreándolo.

—No sabe mal, debo admitir que es deliciosa —sonrió Juan, evitando que Maru le sirviera otra copa—. Pero ya estoy lleno.

Maru rio un poco y se dispuso a guardar la botella de fernet en el refrigerador, sacando en su lugar una jarra de limonada para llevársela a sus hijas, que se encontraban en el patio trasero jugando con Irely y Samuel en la piscina, disfrutando el día soleado que hacía presencia en Colmar.

—Iré a darle esto a las niñas, ayúdame con los vasos —Maru tomó la jarra y caminó en dirección a la puerta trasera de la mansión.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Juan, mientras tomaba los vasos y caminaba detrás de Maru hasta el patio trasero; al salir, vieron como Karime, Dani y Cristina se encontraban divirtiéndose en la piscina con sus vecinos, saltando y lanzando unas pelotas.

El matrimonio colocó las cosas en la mesa que se encontraba allí y comenzaron a servir limonada en cada uno de los vasos.

—¡Chicos, les hemos traído limonada, salgan del agua! —gritó Juan, llamando la atención de todos.

Todos los presentes dejaron de hacer lo que hacían y salieron de la piscina con prisa y se acercaban a Maru, quien comenzaba a entregarles un vaso de limonada a cada menor para que se refrescaran un poco.

—¿Dónde está Miguel? —preguntó Maru confundida, al ver todo a su alrededor y no verlo.

—Él no quiso entrar a la piscina, dijo que está enfermo, pero yo lo vi llorando debajo de las escaleras —dijo Karime preocupada, tomando uno de los vasos.

Las miradas de Juan y Maru se cruzaron llenas de confusión por lo que escucharon de su hija, hasta que unos fuertes gritos provenientes de la habitación de Josué comenzaron a escucharse, lo cual les provocó unas inmensas ganas de reír a todos los presentes.

—¿Crees que haya sido por Fornite? —preguntó Juan riendo.

Maru negó con la cabeza y siguió mirando hacia la ventana de la habitación de su hijo, quería reír como el resto, pero lo sucedido con Miguel no la dejaba, tenía que asegurarse lo que le sucedió a su sobrino para poder disfrutar del día.

—Iré a ver a Miguel, tengo que ver que este bien, tú vigila a los chicos —añadió Maru, acercándose a la casa.

La mirada de Juan se desvió hasta sus hijas pequeñas, quienes disfrutaban mejor que nadie del día libre que habían tenido, nuevamente los gritos desde la habitación de Josué lo alarmaron, por lo que, dejando su vaso de limonada sobre la mesa, comenzó a caminar hacia la casa para ver que todo estuviera bien con su hijo.

Josué estaba hecho furia en su habitación debido a que por culpa de su melliza Less, el internet de su computadora había fallado en medio de una importante partida de su juego favorito y, por ende, había perdido.

—¡Te voy a matar! —gritó Josué, lanzándole el control a Leslie, quien tan sólo se protegía con los brazos—. ¡Conecta el maldito cable, ahora!

—No aguantas nada, Blue —mencionó Less, conectando el cable amarillo que alimentaba de internet la computadora de su hermano.

Un rayo de esperanza iluminó a Josué, quien volteó a ver su computadora, dándose cuenta que la partida que jugaba se había reanudado y aún seguía con vida en el juego, por lo que, tomando de inmediato el control, comenzó a jugarlo.

—¡Sal de mi habitación, Less! —gritó Josué molesto.

Less tomó el cable VGA que buscaba y corrió fuera de la habitación, chocando con su padre, quien entraba a la habitación. Ella siguió su camino hasta la sala principal de la casa, bajando las escaleras de prisa.

***

Después de algunos minutos de revisar la casa completa, Maru por fin había encontrado a su sobrino Miguel, escondido en el cuarto de lavado, junto a la lavadora, aun llorando por lo que había sucedido en la habitación de su madre, se sentía muy mal al no saber cómo ayudarla.

—¿Miguel?, ¿Qué haces aquí, cariño? —cuestionó Maru, tomando asiento junto a él.

—Nada, sólo quiero estar solo —Miguel intentó ponerse de pie y fue detenido por su tía.

—Dime que es lo que sucede, no por nada estas triste y solo en este lugar —dijo Maru preocupada.

Una pequeña sonrisa se formó en los labios de Miguel, quien fijó su mirada en Maru, quien seguía mirándolo a él, indeciso en si debía decir lo que paso o quedarse callado.

—Lo que pasa, es que... encontré a mamá bebiendo de nuevo.

—¿Qué? —preguntó sorprendida.

—Lo que escuchaste tía, encontré a mamá tomando whisky.

—Oh Dios, tengo que hablar con ella —añadió Maru, mientras se ponía de pie.

Miguel de igual manera se puso de pie y caminó detrás de su tía, estaba por seguirla hacia las escaleras, pero vio a Less en la sala principal intentando iniciar una videollamada en la televisión, pero al parecer no podía.

—¿Necesitas ayuda, Less? —preguntó Miguel acercándose a ella.

—No, vete de aquí en este momento —añadió Less de mala manera.

—Está bien, sólo te digo que el cable no está bien conectado, torpe —sonrió Miguel, comenzando a alejarse de la sala.

—Wow, es cierto, ahora me caes mejor que Blue —dijo Less sin percatarse de que Miguel ya no se encontraba cerca.

Con un sólo clic que hizo Less, su mejor amiga Angie apareció en la pantalla de la televisión, saludando de inmediato a todos los que se veían en el rango de la cámara.

—Hola Less, hola Jazz, hola papá de Less —decía, mientras reía.

—Hola Angie, ¿Qué tal estás? —preguntó Less colocándose frente a la televisión.

—Cuéntame cómo estás disfrutando este día, yo estoy en mi casa super aburrida, sigo castigada por la broma que intentamos hacer.

—Deberías venir a mi casa, podemos meternos a la piscina.

Jazmín dejó de leer, se puso de pie y caminó a las escaleras, tenía que seguir leyendo su libro y la sala no era el mejor lugar para hacerlo debido a que su hermana comenzaba a hacer ruido. Dirigiéndose a su habitación se percató de unos leves gritos que provenían de la habitación de su tía Candy.

—¿Qué sucede? —Jazmín desvió su mirada hasta su padre que caminaba detrás de ella.

—Veré qué es lo que sucede, tú ve a tu habitación —comentó Juan, acercándose a la puerta.

La puerta de la habitación de Candy se abrió, por ella entró Juan debido a los fuertes gritos que se escuchaban en el interior. Maru se encontraba haciéndole frente a su hermana mayor, quien había bebido nuevamente después de haber jurado no hacerlo de nuevo.

—¡¿En qué estabas pensando?! —gritó Maru sacando las botellas del bote de basura—. ¿No te han servido de nada las terapias?

—Lo siento, no pude resistirme —añadió Candy agachando la mirada.

Maru se limitó a volver a contestar, tomó la botella medio llena de la mesita de noche y salió hecha furia de la habitación, Juan la siguió hasta su oficina, donde su esposa colocó las botellas en el bote de basura y tomó asiento en el sofá que allí hacía presencia.

—Tranquila, ella es fuerte, ya verás que podrá salir adelante, sino lo hace por ella, lo hará por Miguel —Juan le dio un fuerte abrazo.

Lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Maru, resbalando por sus mejillas, las cuales rápido limpió.

—¿Hice lo correcto en traerla aquí? —se cuestionó Maru—. No quiero que ustedes salgan lastimados por culpa de mi hermana.

—Querías ayudar a tu hermana, no te culpes por lo que haga mal.

—Por más que intento hacer lo mejor para ella, parece que no lo ve.

—Tiene un vicio, primero necesita dejarlo para saber qué es lo que quiere hacer con su vida —dijo Juan angustiado.

—¿Cómo la ayudo a dejarlo? —cuestionó Maru confundida.

—Las terapias a las que está yendo le están ayudando, sólo tuvo una pequeña recaída, en unos días más estará como nueva.

Maru asintió con la cabeza y se recargó en el hombro de Juan, una gran sonrisa marcó su rostro al sentir el apoyo de su esposo.

—Ahora intentemos divertirnos, el día libre está por terminar —sonrió Juan, mirando de reojo a Maru.

Los dos se pusieron de pie. Juan corrió a cerrar la puerta de la oficina y regresó con Maru, quien se encontraba sirviendo vino en dos copas, le entregó una a su esposo y los dos chocaron las copas sin percatarse que lo hicieron con fuerza.

Comenzaron a reír y luego comenzaron a besarse, mientras se acercaban poco a poco al sofá, quitaron los cojines y se acostaron, Juan desabrochó su playera, disfrutando del día libre que no habían tenido en mucho tiempo.

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