
Capítulo 40 - El nacimiento de Matías.
Colmar, Francia. 10 marzo 2020.
Los meses habían pasado, en los cuales todo pareció ir de maravilla para la familia Gómez Quiroga, que ahora lo único que esperaban era recibir el nacimiento de Matías y darle la bienvenida como se lo merece. Candy volvió de Puerto Rico para apoyar a Maru en todos los preparativos del parto, obviamente acompañada por su hijo Miguel, ella quería asegurarse de que todo lo relacionado con el nacimiento saliera bien y no hubiera ningúna complicación. Las relaciones de Karime y Dani iban demasíado bien, ambas se miraban felices e incluso sus actitudes habían cambiado para bien, el amor las puso felices, a pesar de que el resto de la familia no supiera sobre la relación de Daniela, ella no tenía ningún problema en mantenerla en secreto, mientras fuera feliz y nadie se metiera en sus asuntos. Como era de esperarse, Yadiel y Jazmín seguían juntos, demostrando que el amor adolescente es uno de los vínculos más fuertes hoy en día, al igual que la amistad y eso se ha demostrado a través del grupo de amigos de los mellizos, al cual se había unido un nuevo miembro, Melany. La chica nueva en la escuela que rápido captó la atención del grupo de chicos, que pasadas dos semanas de conocerla, la invitaron a unirse a ellos. Vanya continuaba ejerciendo su papel de niñera, los nervios se apoderaban de ella al saber que en cuestión de días, su trabajo aumentaría debido a la llegada de un bebé a la mansión.
La mayoría de la familia Gómez Quiroga se encontraba en el comedor, pues la hora de comida había llegado. Candy y Vanya habían preparado un estofado digno de admirar, las dos uniendo sus talentos para la cocina lo lograron sin ayuda de nadie más; Maru agradeció el delicioso estofado y todos comenzaron a comer. El rostro de todos los presentes formaba una sonrisa en cuanto su paladar se juntaba con el exquisito sabor de la comida.
—Esto es delicioso —dijo Maru tomando un bocado más—. Son muy buenas en la cocina, ambas.
—Nos dimos cuenta que hacemos un gran equipo, ¿Verdad Candy?
—Tienes toda la razón, Vanya. Ambas somos buenas en la cocina, ambas adoramos cocinar, así que disfruten —sonrió Candy, tomando asiento por fin.
Todos comenzaron a elogiar nuevamente el platillo, en especial Maru, a quien sin duda alguna le había fascinado. De pronto y sin previo aviso Maru se puso de pie, dejando confundidos a todos los presentes que la miraban con confusión; Juan rápido reaccionó y se colocó junto a ella, esperando a que su esposa diera aviso de qué era lo que sucedía para poder hacer algo para ayudarla.
—¿Es el bebé?, ¿Ya viene? —interrogó Juan llenó de nervios.
—No, todo está bien. Sólo quiero ir al baño —susurró Maru, dando medía vuelta.
—Yo te acompaño, debe ser difícil subir escaleras con tremenda barriga —río Candy, tomando del brazo a su hermana menor—. Vamos.
—No fue nada grave, todos pueden continuar con su comida —anunció Juan, sentándose de nuevo.
Ambas hermanas caminaron en pasos lentos hasta las escaleras, y justo cuando Maru levantó el pie para pisar el primer escalón, un chorro de agua se escuchó chocar contra el suelo. Candy observó fijamente a su hermana, luego desvió la vista hacía el suelo, dónde un pequeño charco de agua hacía presencia alrededor de Maru.
—¡El bebé ya viene! —gritó Candy, en dirección al comedor.
No pasaron ni dos segundos cuando ya todos se encontraban acercándose y rodeando a Maru, quien evitando reír intentaba que nadie viera el charco de agua que se encontraba a sus pies. Juan de inmediato tomó las llaves de su auto y corrió escaleras arriba por la mochila que tenía todo preparado en caso de que Matías fuera a nacer.
—Todo está bien, niños. Vayan ahhh —Maru se quejó del dolor, mientras tocaba su vientre—. Todo está bien, regresen a la cocina... Ahhh.
—¿Estás bien, mamá? —preguntó Cristina, acercándose a Maru.
Maru asentía con la cabeza, mientras era guiada por Candy hacía la puerta principal. Todos los presentes permanecían a una distancia mínima, tan sólo observando como su madre y en el caso de Miguel, su tía, era sacada de la mansión. Juan bajaba rápidamente las escaleras, corriendo hacía la puerta.
—¡Juan!, ¿Puedo ir con ustedes? —cuestionó Vanya, posicionándose en la puerta.
—No, Vanya. Es mejor que te quedes a cuidar a los chicos, con Candy y conmigo es suficiente —comentó Juan, entrando al auto.
—Está bien, vayan con cuidado. Nos avisan de cualquier cosa, por favor, adiós, aquí cuido a todos —sonrió Vanya, viendo como el auto se alejaba a gran velocidad.
La niñera cerró la puerta principal de la mansión Gómez Quiroga, dio media vuelta y tan sólo miraba a todos los presentes preocupados en la sala, caminando hacía ellos, comenzó a acariciarles la cabeza, mientras algunas lágrimas resbalaban por sus mejillas sin poder evitarlo. Jazmín se encontraba un poco confundida ante la reacción de Vanya.
—Traer un hijo a este mundo es una bendición, su mami traerá a Matías, deben estar muy felices y contentos para recibir a su hermanito nuevo —susurró, limpiándose las lágrimas que resbalaban por sus mejillas—. Ahora, vayamos a terminar los últimos detalles a la habitación del pequeño.
Vanya señaló las escaleras y bien obedientes todos comenzaron a subirla, a excepción de Josué, quien se mantuvo parado al pie de las escaleras, esperando a que subieran todos sus hermanos, Miguel y Diego. Cuando todos los demás se perdieron entre el pasillo, el mellizo tomó asiento en el escalón de la escalera y la niñera lo hizo junto a él, mirándolo fijo esperando a que hablara.
—No soy bueno adornando una habitación, mejor prefiero quedarme aquí —añadió el mellizo sonriendo.
—No Josué, deberías acompañarlos, no importa si no lo haces bien, la intención es lo que cuenta... Sabes, cuando estaba esperando a Diego, siempre me encantó la idea de adornarle una habitación, pero como nuestra casa era pequeña, no pudimos hacerlo, ahora siento que cumplí otro logró, ayudando a adornar la habitación del pequeño Matías, así que, tú también deberías sentirte bien de ayudar, como dije, no importa si no lo haces bien, si no eres el mejor, la intención y el cariño con el que lo hagas, será siempre lo mejor —Vanya se puso de pie y tendió su mano para que Josué la tomara—. Vamos, vayamos a terminar la habitación del pequeño.
Una sonrisa se formó en el rostro del mellizo y sostuvo la mano de Vanya. Ambos caminaron hacia la habitación del pequeño Matías, la cual había quedado sorprendentemente bien, tan sólo le hacían falta algunos pequeños detalles que durante el transcurso del día podrán ser arreglados.
—Josué, necesitamos que nos bajes esto —Less señaló una mochila encima del armario.
—Claro, hermana —sonrió Josué y se acercó a ella.
***
El auto de Juan se detuvo de golpe en el estacionamiento del Hospital Central de Colmar. Candy de inmediato ayudó a Maru a salir del auto y a paso veloz se dirigían a la entrada principal, donde ya algunas enfermeras se acercaban a los tres para ver qué era lo que sucedía. Juan explicó y de inmediato subieron a una adolorida Maru a una silla de ruedas y se alejaron por un largo pasillo.
—¡Todo estará bien, Maru! —gritó Juan antes de perder de vista a su esposa.
—Todo va a estar bien —Candy colocó su mano en el brazo de Juan, indicándole que se acercaran a la sala de espera.
Ambos tomaron asiento en los sillas de la orilla, ansiosos y preocupados por Maru. Una enfermera se acercaba a la sala y era evidente que quería hablar con Candy y Juan debido a que no había nadie más allí.
—¿Entrarán a la sala de partos? —preguntó la enfermera, golpeando su pluma contra su tablilla.
—Si, queremos estar con ella —sonrió Candy amablemente, poniéndose de pie.
—Muy bien, acompañenme, la señora Quiroga está a apunto de entrar en labor de parto —la enfermera se alejó por el mismo pasillo que la silla de ruedas que transportaba a Maru.
Juan y Candy apresuraron el paso para no quedarse detrás. La enfermera los guió hasta una sala donde se colocarían todo lo necesario para hacer posible la entrada a la sala de partos, después de desinfectarse, colocarse la vestimenta adecuada y haber pasado por un protocolo. Ambos familiares de Maru fueron conducidos a la sala de parto, ya antes de entrar, lograban escuchar gritos provenientes de la mujer.
—¿Todo está bien? —cuestionó Juan con algo de miedo.
—Todo está bien, señor Gómez —sonrió la enfermera a cargo—. Por favor, mantengan distancia.
Candy de inmediato se acercó a Maru, tomando fuertemente su mano para darle el apoyo que necesitaba en ese momento. Juan se mantenía alejado, viendo todo lo que ocurría durante el nacimiento de Matías. La enfermera le indicaba a Maru cuando debía pujar y ella lo hacía de inmediato.
—Tú puedes, lo has hecho cinco veces antes —río Candy sin poder evitarlo.
—Lo sé —susurró Maru agitada.
El trabajo de parto continuó algunos minutos más, hasta que la enfermera levantó al bebé, anunciando su nacimiento a todos los que se encontraban en la sala. Maru estaba feliz por lo ocurrido y pedía ver a su hijo, el cual ya se encontraba en brazos de Juan aún cubierto de sangre, él miraba con emoción al pequeño Matías, se sentía feliz, orgulloso y entusiasmado; en pasos lentos se acercó a la camilla para mostrarselo a Maru, quien lo tomó en sus brazos y rápido comenzó a llorar de la emoción.
—Mi bebé —susurraba Maru entre sollozos—. Eres tan hermoso.
El bebé comenzaba a llorar, por lo que la enfermera lo tomó en sus brazos y se alejó de la camilla, pues debían prepararlo. Juan, Maru y Candy se miraban mutuamente super felices, la emoción los invadía a los tres en ese momento tan especial.
***
En la mansión de los Gómez Quiroga ya la habitación de Matías se encontraba lista, por lo que todos los presentes miraban con orgullo todo lo que habían hecho posible. Ahora, tan sólo quedaba esperar a que Maru llegara con el bebé para por fin dejarla ver la habitación que toda la familia había preparado para el nuevo miembro de la familia.
—Me gustaría que toda la familia estuviera aquí para recibir a Matías —susurró Cristina agachando la mirada.
—Tranquila, hermana. Ya luego tendrán la oportunidad de conocer al bebé —añadió Jazz rodeando a su hermana con sus brazos.
—Hace tiempo que no vemos a la tía Jane y al tío Ulises —Cristina se liberó de los brazos de su hermana—. Les enviaré un mensaje para darles la noticia.
—Vamos contigo —dijo Miguel, caminando detrás de ella, al igual que Diego.
Los demás, tan sólo siguieron admirando una vez más la habitación, no podían creer lo bien que les había quedado. El timbre de la puerta principal sonó y Vanya rápido se alejó de la habitación, Jazz y Karime la siguieron, pues seguramente la visita era para alguna de las dos chicas, bajando las escaleras, vieron a la niñera abrir la puerta. Yadiel y Dylan aparecieron por allí con una rosa cada uno.
—¿Las compraron al 2x1, acaso? —preguntó Jazz acercándose a ellos.
—No seas mala, la intención es lo que cuenta —sonrió Karime, tomando la rosa de la mano de su amado Dylan.— Gracias, mi amor —Karime le dio un fuerte beso en los labios.
Ambos se alejaron hacía la sala principal, mientras Jazz y Yadiel se unían en un fuerte abrazo, luego un beso y al final hicieron lo mismo que la pareja anterior, caminaron para tomar asiento en el sofá, en cambio Vanya, se alejó a la cocina para traer algo de tomar para las visitas.
—Noto la casa muy vacía, ¿Dónde están tus padres? —cuestionó Yadiel un poco confundido.
—Oh cierto, con todo lo sucedido olvidé decirte... mi madre tendrá a Matías, o ya lo tuvo, papá no nos ha avisado nada.
—Oh vaya, si que es una buena noticia, ahora deberé ganar el cariño de una nueva personita —comentó Yadiel emocionado.
Jazz río un poco, luego acercó su rostro para estar cerca de su novio, quien hizo lo mismo hasta que ambos unieron sus labios en un beso apasionado que incluso logró incomodar a la otra pareja que se encontraba cerca, mejor decidieron ponerse de pie y alejarse a la habitación. Subiendo las escaleras, Dylan y Karime se sostenían de la mano, hasta llegar a la habitación de esta última.
—Pasa —sonrió Karime, haciéndose a un lado para que su novio entrara.
—¿Segura puedes cerrar la puerta?, ¿No te dicen nada? —preguntó Dylan un poco nervioso al ver que Karime la cerraba y ponía seguro.
—No pasa nada, mis padres no están en casa, tú mismo lo escuchaste.
—Lo sé, ¿Qué quieres hacer? —Dylan se recostó en la cama y miró el techo fijamente.
—Tenía algo en mente, pero no sé si quieras —Karime se acercó a Dylan y le tocó la pierna.
—¿Segura qué quieres? —interrogó Dylan reincorporándose—. No quisiera que te sientas presionada.
—Para nada, incluso a veces pienso que tú eres el que no está listo —río Karime quitándose el suéter que tenía puesto.
Dylan se recostó de nueva cuenta en la cama, Karime hizo lo mismo a su lado, sus labios se unieron y las manos de ambos se dejaron llevar, colocándose en lugares que ambos disfrutarían. Los dos se voltearon y justo en ese momento la puerta de la habitación se abrió, dejándolos sorprendidos, pues según Karime había puesto seguro a la puerta.
—¡Dios! —gritó Dani, cerrando la puerta rápido.
—¡Espera, Dani! —gritó Karime levantándose de la cama.
Karime rápido abrió la puerta de su habitación y corrió detrás de Dani, quien se había detenido al borde de las escaleras. Ambas se miraron mutuamente y luego comenzaron a reír, primero despacio y después unas carcajadas aparecieron en ellas.
—No puedo creer que casi te veo teniendo sexo con Dylan —añadió Dani cuando dejó de reír.
—Guarda silencio —Karime rápido tapó la boca de su hermana, porque Less y Josué subían las escaleras de prisa.
—Perdón, perdón —dijo Dani, quitándose la mano de Karime del rostro.
Al ver que los mellizos entraron a la habitación, la risa nuevamente se apoderó de ambas chicas, no podían evitar reír y menos por lo que había sucedido. Algunos minutos después, Dylan salió de la habitación de Karime, mirando a ambos lados del pasillo, se acercó a su novia de inmediato.
—Creo que debería irme, perdón por lo que viste, Dani —susurró Dylan apenado, incluso no pudo ver a Dani a los ojos.
—Tranquilo, pueden seguir, yo vigilo la puerta —río Dani, mirando a su hermana.
El rostro de Dylan demostraba mucha vergüenza, por lo que sin mirar atrás, se alejó a paso veloz por las escaleras, luego a la puerta principal y al final, salió de la mansión de los Gómez Quiroga sin siquiera despedirse. Karime miró a Dani con un poco de molestia, luego se alejó también hacia su habitación.
—¡No lo decía en mala onda! —gritó Dani preocupada.
***
Todos los integrantes de la familia Gómez Quiroga, incluyendo a Vanya y Diego, se encontraban reunidos en la sala principal de la mansión, pues según mencionó Candy en un mensaje, Maru ya había sido dada de alta con su pequeño nuevo hijo y estaban a nada de llegar a la casa para que todos pudieran conocer a Matías.
—Les envié mensaje a todos, ya están enterados que Matías nació —añadió Cristina con alegría.
—¿Vendrá alguien? —cuestionó Less, mirando a su hermana menor.
—No, no pueden.
—Así estamos bien, después mamá se sentirá sofocada con tantas personas en la casa —Josué dio una mirada de disgusto hacía Yadiel, quien se encontraba abrazando a Jazz.
—¡Ya basta! —exclamó Vanya autoritaria—. Esperemos en silencio.
Todos estuvieron de acuerdo en esperar en silencio, por lo que la mayoría se encontraba usando el celular o hablando con alguien, como era el caso de Yadiel y Jazz, sentados en las escaleras, hablaban de la vida y de su relación a futuro.
—¿Puedes visualizarte con un hijo? —interrogó Yadiel.
—Claro, en un futuro si me gustaría tener al menos uno.
—A mi también, y que mejor que sea juntos —susurró Yadiel, dándole un beso en los labios.
—¡Llegaron! —gritó Miguel desde la ventana de la casa.
Vanya, Diego y Cristina se acercaron a la ventana y vieron con sus propios ojos como el auto se estacionaba y de el salían Juan, Candy y Maru sosteniendo al bebé en brazos. Los tres se dirigieron a la puerta principal de la mansión y la niñera abrió la puerta, dejando ver a todos al bebé cubierto con una pequeña cobija.
—Vengan a conocerlo —dijo Maru, destapando su pequeño rostro.
El bebé era tan lindo y tierno, abría los ojos lentamente, cada uno de los movimientos hacía suspirar a toda la familia por lo adorable que se veía, en especial a la pequeña Cristina, quien era la más emocionada por la llegada de un nuevo miembro a la familia. Desde hace ya tiempo ella había pedido un hermanito y ahora, 12 años después del nacimiento del último hijo, había llegado uno más y posiblemente el último, el nacimiento de Matías tenía felices a todos los presentes en la mansión.
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