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Capítulo 34 - Posibles nuevos padres.

Colmar, Francia. 21 noviembre 2019.

La familia Gómez Quiroga se encontraba reunida en la sala de la mansión, con ellos también se encontraba Vanya, Diego y Fede. Todos hablaban sobre lo que pasaría con la pequeña Lu y como eso estaba ocasionando algunos problemas en la familia, ya sea estar soportando las malas actitudes de la chica que se había quedado a su cuidado o tener que estarla vigilando constantemente para que no escapara de casa y metiera en más problemas a la familia. Aunque a pesar de todo, la comprendían, estaba pasando por una situación difícil y necesitaba apoyo para sobrellevarlo.

—Tienen que conseguir que alguien la adopté —dijo Fede, poniéndose de pie.

Juan y Maru escuchaban con atención lo que Fede decía, él tenía experiencia en este tipo de casos, había sido por eso que Maru buscó la ayuda de su hermano para apoyarlos. Mientras el abogado continuaba hablando, Lu apareció por las escaleras, mirando fijamente a todos, quienes al verla decidieron guardar silencio, mirando como se acercaba a todos los presentes y los miraba con lágrimas en los ojos, se notaba a simple vista que había estado llorando demasíado.

—Lu, vamos a jugar —habló Cristina, poniéndose de pie del sofá en el que se encontraba.

—No tengo ganas.

—¡Vamos, tengo algo que mostrarte! —exclamó la pequeña de la familia, sosteniendola de los hombros.

En ese momento, la chica entendió que debía dejar que los presentes hablarán, por lo que dejándose llevar por Cristina, se alejaron de la sala y se dispusieron a subir las escaleras. La menor de la familia Gómez Quiroga si tenía algo que enseñarle y es que, mientras Lu se la pasaba llorando en la habitación, la pequeña buscó a Buffy en casa de su vecino y la trajo consigo.

—Perdón por la interrupción, continúa —añadió Juan, desviando su mirada hasta Fede.

Fede revolvió algunos papeles que tenía sobre la mesita frente a él y les entregó una hoja a Maru, Juan y Vanya para que leyeran las instrucciones que debían seguir para que la adopción de Lu se llevara a cabo. Él se puso de pie y sin más, se despidió de todos los presentes y caminó a la puerta principal de la mansión.

—En cuanto sepan quién la adoptará, me llaman para realizar el papeleo correspondiente —sonrió Fede y abrió la puerta—. Nos vemos luego, familia.

Un profundo silencio inundó la sala principal de la mansión. Juan, Maru y Vanya leían con detenimiento la hoja que les habían entregado, Jazmín mensajeaba con Yadiel, para mantenerlo al tanto de la situación, Karime y Dani se susurraban cosas respecto a Dylan y Viki; Josué y Less discutían en voz baja sobre la mochila que había dejado Angie días antes y Diego, tan sólo se mantenía en silencio mirando sus alrededores.

Minutos después, los adultos parecían haber terminado de leer las hojas, por lo que se pusieron de pie y casi sincronizados caminaron en dirección a la oficina de Juan, debían hablar en privado sin que los menores escucharán.

—¿Puedo irme ya? —gritó Jazz pensativa.

—No Jazz —respondió Maru, cerrando la puerta de la oficina.

La vista de Vanya y Maru se posó en Juan, quien tecleaba velozmente en su computador, ambas se miraron entre si y decidieron verificar que era lo que estaba haciendo, caminaron hasta el escritorio y vieron. Juan revisaba correos, agenda telefónica, en busca de una persona que pudiera adoptar a Lu, unos posibles nuevos padres.

Claramente por su mente había pasado adoptarla ellos, pero al ya tener seis hijos y uno más en camino, se les complicaba demasiado poder añadir una hija más a la familia, por lo que después de mucho pensarlo y buscar en su computador alguna persona de su confianza para que realizara tal cosa, sus ojos se desviaron a Vanya Núñez, la niñera que había demostrado ser de total confianza, así como buena madre y una excelente persona.

—¿Qué pasa? —preguntó Vanya, al sentir la mirada de su jefe.

—Tú eres perfecta, ¿Verdad Maru?

—Cierto, no sé me había pasado por la mente, pero ahora que lo dices, es verdad, es perfecta.

Vanya no entendía que era lo que estaba por suceder, por lo que tan sólo manteniendo una sonrisa en su rostro, retrocedió un paso del escritorio y miró con temor a sus jefes, quienes no le quitaban la vista de encima por nada del mundo.

—¡Basta! —gritó Vanya sin pensarlo.

—Tranquila, tan sólo te diríamos que serías perfecta para ser madre de Lu —sonrió Maru acercándose a la niñera.

Por un breve momento una escena de Vanya siendo la madre de Lu llegó a la mente de Maru, era tan linda, se veía tan linda paseando por las calles de Colmar sosteniendo de la mano a sus dos hijos, Diego y Luciana Núñez, saludando a la gente que pasaba por el lugar y siendo una familia feliz.

—¿Qué? No, yo ya tengo un hijo, dos son demasiada responsabilidad —anunció Vanya seria—. Además, recuerden lo que la hoja dice.

Juan y Maru desviaron sus miradas a las hojas y de inmediato leyeron la primera instrucción para que la adopción se pudiera concretar, la cual decía que debía ser una pareja casada o unida para que todo marchara según la ley, no una persona, como en este caso se encontraba Vanya.

—Cierto, por poco se me olvidaba —río Maru.

—Seguiré buscando entonces —susurró Juan y siguió moviéndole a su computador.

—Yo, prepararé la comida —dijo Vanya y salió de la oficina.

Maru caminó a tomar asiento en las sillas frente al escritorio de Juan. Ambos se miraron mutuamente, se podía notar cansancio en ambos, la situación los comenzaba a estresar y necesitaban resolverla cuanto antes para que todo siguiera normal. Maru tocó su barriga, leves movimientos de Matías hacían presencia y eso lograba alegrarle el día de inmediato.

—No te preocupes tanto por esto, puede hacerle daño al bebé —murmuró Juan, sin despegar la mirada—. ¿Recuerdas cuándo Pao siempre nos decía eso?

—Si, al parecer en su carrera de psicóloga le mostraron muchas cosas respecto a esto.

—Si, y la pobre jamás... un momento... ¡Pao sería una buena madre! —exclamó Juan poniéndose de pie.

—Si, que Paola la adopte, será lo mejor.

Ambos se quedaron pensativos por algunos segundos, luego en sus mentes aparecieron escenas de Paola siendo una buena madre para Luciana, haciendo cosas como llevándola a la escuela, al parque, a los centros comerciales y cumpliéndole algunos lujos a su pequeña nueva hija, como siempre había querido hacerlo.

San Juan, Puerto Rico. 21 noviembre 2019.

En pasos rápidos, Paola se dirigía a la puerta principal del apartamento de su hermano Pablo, pues había recibido una invitación a comer, a la cual ya iba un poco tarde. Al llegar a la puerta, tocó dos veces y de inmediato se abrió, dejando ver a su hermano, sosteniendo un trozo de pizza en sus manos, ella lo saludó levemente y ambos entraron al apartamento.

—Perdón por la tardanza, la cita que tenía terminó más tarde de lo previsto —se disculpó Pao, dejando su bolso en el sofá.

—No importa, ven, vamos a la cocina —dijo Pablo y se alejó del lugar.

Risas provenientes de la cocina hacían presencia. Pao formó una sonrisa en su rostro y se dispuso a caminar hasta allá, al llegar, vio a Pablo, Candy y Miguel alrededor de la mesa y una gran pizza haciendo presencia en el centro, en pasos rápidos tomó asiento junto al pequeño Miguel y saludó a los presentes de inmediato.

—Vaya, creí que por fin cocinarías, hermano —río Paola, tomando un trozo de pizza.

—No, no, no. La pizza es la comida favorita de todo el mundo —sonrió Pablo, saboreando su segunda rebanada.

—Sabes muy bien que la mía no, yo prefiero los mariscos, comida italiana, soy más sencilla —Pao le dio un mordisco al trozo de pizza—. Pero debo admitir que también la pizza es riquísima.

Los presentes rieron un poco y continuaron con la comida, en ese justo momento, el celular de Pao sonó, indicándole que tenía un nuevo mensaje que al verlo, se quedó perpleja, sin saber que hacer o decir en ese momento. Rápido Pablo, Miguel y Candy se dieron cuenta que el mensaje había cambiado drásticamente el estado de ánimo de la visita.

—¿Estás bien, Pao? Puedo traerte un vaso de agua, si quieres —Candy se puso de pie y se alejó hasta el mueble de los trastes.

—Les dije que no debíamos comprar pizza, mira como han dejado a mi tía —se preocupó Miguel.

—No, todo está bien, es sólo que no me esperaba lo que leí —habló Paola después de haber permanecido en silencio algunos minutos.

—¿Qué leíste? —cuestionó Pablo de inmediato.

Paola desvió su mirada nuevamente al celular, donde el mensaje de Juan hacía presencia en la pantalla, pero de seguro Candy y Miguel seguían molestos con los Gómez Quiroga que decidió mejor no hablar del tema y darlo por terminado cuanto antes.

—Una oferta de adopción, a Colette la pondrá muy feliz esta noticia —susurró Pao y limpió algunas lágrimas que habían caído por sus mejillas.

—Vaya, eso suena genial —añadió Pablo sorprendido—. Seré tío de nuevo.

Miguel se mantenía en silencio escuchando la conversación de sus tíos, pensando en que posiblemente pueda tener alguien con quien jugar, ya que desde que se mudó de Colmar, logró tener amigos sólo en la escuela y no, cerca de casa para jugar por las tardes.

—Me alegra escuchar eso, tía.

—Gracias Miguel, no puedo con tanta emoción que tengo en estos momentos —exclamó Pao emocionada.

Estaba tan emocionada, que incluso comenzó a sentir que le faltaba aire, por suerte Candy regresaba con el vaso de agua y unas pastillas que encontró para que Pao se sintiera mejor, se las entregó y la miraron todos los presentes como no podía evitar demostrar la felicidad.

—¿De qué me perdí? —preguntó Candy confundida.

—A la tía le llegó una oferta de adopción, mamá. Tendré un primo aquí —dijo Miguel con emoción.

Pao tan sólo asentía con la cabeza y miraba cada que podía su celular, inmensas ganas de escribirle a Juan de inmediato y aceptar, pero debía consultarlo primeramente con su pareja Colette. Ambas decidirán si aceptan la oferta que su hermano Juan Gómez les está proponiendo.

—Ve, cuéntale a Colette y le mandas saludos míos —sonrió Pablo orgulloso de su hermana.

—Gracias Pablo, les prometo que les compensaré la cena, se los prometo —Pao guardó su celular y corrió fuera de la cocina.

Corrió a tomar su bolso que se encontraba en el sofá de la sala principal del apartamento y salió del lugar, con una enorme felicidad que no podía ocultar. Pablo, detrás de Candy salieron de la cocina, alejándose un poco de Miguel para que no escuchara la conversación que estaban por tener, ambos tomaron asiento en el sofá y se miraron mutuamente.

—Qué genial por Paola, por fin lo ha logrado —sonrió Candy emocionada.

—No celebremos aún, sabes como yo que esas ofertas no pueden garantizarte obtener un niño.

—Lo sé, pero una oferta ya es un gran avance.

—Si, aunque lo que me llamó la atención, fue que el mensaje que Paola recibió fue de Juan —comentó Pablo pensativo.

—¿Esposo de Maru?

—Ese mismo, es demasiado extraño, la última vez que estuvimos allá, era dueño de la Editorial Universe, no encargado de adopción de alguna institución.

—No hablemos de ellos, no quiero que Miguel escuche —Candy se puso de pie y se dispuso a volver a la cocina.

—¡Candy!

—¿Qué pasa?

—Pronto será el lanzamiento del libro donde LyLy es co autora... y quería que ustedes fueran conmigo —habló Pablo nervioso, esperando respuesta de Candy.

—¿Regresar a Colmar? No sé si sea buena idea, menos con lo que pasó con Maru —Candy dio por terminada la conversación, entrando a la cocina y tomando asiento junto a su pequeño hijo, quien continuaba comiendo pizza.

***
Fuertes gritos escapaban de la boca de Paola, desde el momento en que abrió la puerta de su casa, dejó su bolsa sobre el suelo y corrió por toda la casa, hasta llegar a la biblioteca donde Colette se encontraba leyendo un libro, rápido al ver a su amada, se puso de pie preocupada por escucharla gritar.

—¡Pao! —dijo Colette y se saludaron con un dulce beso en los labios.

—Tengo noticias... una gran noticia —Pao se lanzó a los brazos de su chica, a quien le dio un fuerte abrazo—. Conseguí una oferta de adopción en Colmar.

Colette se separó de Paola, la miró por algunos segundos y se lanzó nuevamente a sus brazos gritando de la emoción. Besos, abrazados y gritos inundaron la biblioteca por al menos veinte minutos desde que le contó la noticia; cuando por fin dejaron de celebrar, Pao sacó su celular y se dispuso a responderle a su hermano Juan. "Hola Juan, lo he hablado ya con Colette y aceptamos, estaremos allá cuánto antes para hablar mejor en persona, ya quiero conocer a Lu, estoy muy feliz, gracias por esto, gracias por ayudarnos mucho en todo, gracias" Paola _ 4:34 PM.

—Esto amerita ser celebrado con un brindis —añadió Colette, tomando de la mano a Pao.

Ella se dejó llevar hasta la cocina de su gran casa, donde Colette de inmediato sacó dos copas, vino y se dispuso a llenarlas, la emoción inundaba el lugar y la pareja de chicas no podía sentirse más feliz en ese momento.

—Toma —Colette le entregó una copa a Pao.

—Por nuestra posible primer hija y por regresar a tu natal Francia—sonrió Pao, limpiando algunas lágrimas de su rostro.

El brindis fue sólo el comienzo de la celebración que la pareja estaba por tener. Dejando las copas de lado, unieron sus labios con pasión y acariciándose se dirigieron a su habitación que no quedaba muy lejos de la cocina. Pao y Colette se recargaron en la pared y se miraron entre si por algunos segundos, ambas asentían con la cabeza muy emocionadas y de pronto sin darse cuenta yacían en la cama, quitándose la ropa con esa sensualidad que sólo ellas podían tener, el calor que emanaban sus cuerpos era cada vez más excitante para la situación. En algún punto la mayor empezó a lamer y morder con suavidad el cuerpo de Paola, empezando por su cuello y bajando hasta llegar a sus pechos ya descubiertos y empezó a masajearlos con suavidad, mirando las reacciones de su contraría, la cual sólo suspiraba y respiraba con pesadez.

—Ah... Collete...—dijo en un suspiro mientras cerraba los ojos, disfrutando la sensación de las manos calientes de la peli–castaña en sus senos.

—Oui, mon amour? —respondió en francés, sin dejar de amasar sus pechos con suavidad. Estaba siendo cuidadosa con la menor, después de todo las primeras veces siempre eran o muy difíciles o muy excitantes.

Ninguna de las dos eran muy habladoras durante el sexo, sólo se limitaban a disfrutar las sensaciones de ambas. Colette ya estaba completamente desnuda mientras que Paola aún tenía sus prendas interiores, aunque no las iba a llevar por mucho tiempo. La francesa ya estaba besando sus clavículas mientras acariciaba su torso. Quitó sus pantalones y los dejó de lado en la cama, metió los dedos dentro de sus panties y empezó a estimularla de forma suave. Paola comenzó a gemir con delicadeza mientras la mayor metía y sacaba los dedos de forma tranquila, no la quería apresurar.

Luego de unos minutos, Colette sacó los dedos para luego posicionarse encima de Paola y empezar a besarle. Ambas se besaban con una tranquilidad y una paciencia la cual era digna de admirar. Más que teniendo sexo, estaban haciendo el amor. Por más cliché que sonara, eso era lo que hacían. Sus intimidades rozaron un poco, haciendo que ambas gimieran en el acto. Paola acariciaba a la chica encima suya, para nada cohibida sobre las acciones que hacían.

Paola se alejó un poco y se sentó en la cama, captando rápidamente la señal para poscicionarse en medio de sus piernas. Cuando sintieron como sus clitoris chocaron empezaron a moverse lento, sintiéndose una a la otra, no gemian de forma exagerada como mostraba la pornografía. Más bien lo hacían de una forma lenta, donde predominaban los suspiros y las pequeñas maldiciones ocasionales que llegaban a lanzar. Ambas llegaron al orgasmo de forma repentina, soltando un último gemido más alto que los demás. En cuanto terminaron, se miraron a los ojos unos escasos segundos para luego sonreírle a la otra con ternura.

—Vaya forma de celebrar la noticia —susurró Colette aún agitada por el acto.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Pao, mientras se acercaba a su pareja, recostándose en su brazo.

Colmar, Francia. 21 noviembre 2019.

La noche hacía presencia en la ciudad, la mayoría de las personas ya se encontraban dentro de sus casas como era costumbre en el lugar. La familia Gómez Quiroga se encontraba reunida en el comedor, pues la cena había sido preparada por Vanya y Maru, celebrando la noticia que tenían que darle a Lu.

—Disfruten por favor —anunció Maru, probando el primer bocado de la lasagna que habían preparado.

Su mirada pasaba de un lado a otro, alegrandose de que su nueva receta había sido amada por todos. Estaba agradecida con Vanya por ayudarla a preparar todo lo necesario para la cena. Todos parecían estar disfrutando del platillo, incluso Luciana que aún triste, enojada y preocupada por lo que le deparaba el futuro estaba a gusto, saboreando la comida.

—Esto es riquísimo —sonrió Lu.

Todos se sorprendieron de verla sonreír por primera vez en la semana, así que rápido aprovecharon para darle cumplidos y así, hacer que se sintiera más feliz de lo que ya parecía estar. Diego elogió su cabello, Jazz sus tiernos zapatos de unicornios, Dani su vestido, Cristina su piel morena clara y Less su sonrisa perfecta que se lograba ver cada que sonreía.

—No tienes porque estar asustada, la vida apesta, la vida nunca es justa, pero no por eso tienes que darte por vencida —dijo Josué sonriendo levemente—. Puedo recomendarte a mi psicóloga si quieres hablar con alguien.

—No hay necesidad, sé que ustedes son buenas personas, sólo que sigo triste por lo que le sucedió a mi padre.

Karime, que se encontraba junto a la chica, de inmediato dio medía vuelta y le dio un fuerte abrazo, lleno de cariño, el cual Lu disfrutó grandemente, pues el último abrazo que había recibido fue de su padre, antes de irse para siempre.

—Lu —susurró Juan poniéndose de pie.

—Dígame, señor Gómez.

—Sé que es lo que menos quisieras escuchar ahora... pero tengo que decírtelo —Juan respiró hondo y sus ojos se fijaron en Lu—. Tendrás nuevos padres, en unos días vendrán a verte.

Los ojos de la chica se abrieron grandemente, ya lo veía venir, pero por su mente había pasado quedarse a vivir con los Gómez Quiroga y no ser adoptada por personas que ella nunca ha visto en la vida. Lágrimas resbalaban por sus mejillas y su vista se posaba en cualquier cosa, menos en las personas que se encontraban alrededor de la mesa, no podía permitir que la vieran débil.

—Es una excelente noticia, ya quiero conocerlos —susurró Lu, desviando la mirada a su plato de comida.

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