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Capítulo 28 - Blue en problemas.

Un terrible miedo inundaba el cuerpo de Josué, quien se encontraba en la puerta principal de su instituto. Junto a él, se encontraba Less, mirándolo de reojo, sin saber cómo apoyar a su mellizo en esos momentos tan terribles que estaba pasando, pues las amenazas por parte de Angie, su ex novia, se hicieron realidad y ahora tenía que asumir las consecuencias que eso le llevaría; respirando hondo, volteó a ver a su hermana, ella tan sólo asentía con la cabeza y le indicaba que avanzara, lo cual Josué rápido hizo, acelerando la marcha hacia el interior de la escuela, mirando todo a su alrededor, donde era señalado y toda la comunidad estudiantil se burlaba de él.

—En uno o dos días ya nadie se acordara de esto —susurró Less, sonriendo.

—Qué gracioso, eres la única que no hace burla por esto —dijo Josué, mirando a su hermana.

—No me gusta que nadie pase por esto —Less comenzó a caminar y Josué lo hizo detrás de ella.

Ambos llegaron hasta su salón de clases, donde ahora el mellizo debía afrontar a la culpable de que toda la escuela se esté burlando de él. Less estaba decidida en ponerle un alto a base de golpes, pero Josué se lo impidió, no debían resolver eso con violencia, se lo había enseñado su psicóloga y no estaba dispuesto a traicionarla; sin más, entraron al salón de clases, observando todo a su alrededor.

Less caminó a tomar asiento junto a Yubel, mientras Josué se mantenía parado al margen de la puerta, observando como Angie, Joaquín y Aarón se reían de él, mientras mostraban en sus celulares, las fotos de Josué desnudo que él le había compartido a su ex novia con confianza y que ella aprovechando la ruptura, decidió compartir como venganza al saber que no recuperaría el amor del mellizo.

—¿¡Por qué haces esto!? —gritó Josué enojado.

—¿Por qué lo hago? —respondió Angie con otra pregunta, mientras se ponía de pie y avanzaba en pasos lentos hasta el chico.

—¿Por qué? —algunas lágrimas resbalaban por las mejillas del mellizo, a quien ahora si comenzaban a dolerle las burlas de todos sus compañeros.

—Yo te amaba y tú me dejaste, eso es una razón suficiente para hacerlo —habló Angie enojada.

La chica se encontraba muy enojada, que se acercó a Josué, lo tomó de la playera y casi como por arte de magia, lo despojó de su vestimenta, dejándolo completamente desnudo, él intentaba cubrirse con sus manos, mientras veía como todos a su alrededor lo señalaban y se burlaban, incluso podía ver a su hermana Less y a su amiga Yubel riendo sin parar por la escena que Angie les había regalado. Él gritaba, gritaba del coraje al sentir que no podía hacer nada para evitar ese momento tan vergonzoso que estaba pasando, lágrimas comenzaban a resbalar por sus mejillas viendo como Angie se burlaba una y otra y otra vez de él.

—¡Ahhhh! —un fuerte gritó proveniente de Josué se escuchó en la mansión de los Gómez Quiroga, mientras abría los ojos, dándose cuenta que todo lo que le había pasado era un sueño y se encontraba aún en su cama.

El chico parecía haber quedado en shock, se mantenía recostado en la cama y tenía su mirada fija en el techo, pensando en si debía ser buena idea regresar con Angie para que las amenazas paren de una vez por todas, él no estaba dispuesto a sufrir lo mismo que en su pesadilla.

—Lo haré, volveré con ella —susurró, poniéndose de pie.

De inmediato se dirigió a su armario, para sacar el atuendo que usaría en el día, de lo nervioso, asustado y apurado que estaba, ni siquiera pensó en bañarse. Lanzó la ropa a la cama, luego comenzó a despojarse de la pijama que llevaba encima, justo en ese momento, la puerta de la habitación se abrió y Maru apareció por ella.

—¡Por Dios, Josué!, ¿Qué haces desnudo? —preguntó Maru, dándose la vuelta.

—Me voy a cambiar.

—¿Tan temprano?

—Si, ya quiero ir a la escuela, debo hacer algo importante.

—No, no irás, no regresarás con Angie —comentó Maru acercándose a su hijo, quien ya se había puesto un pantalón.

—Tengo que hacerlo mamá, hoy tuve un sueño de lo que pasaría si Angie filtra las fotos, mi vida estaría arruinada, no quiero eso, no lo quiero, mamá —algunas lágrimas resbalaron por las mejillas del mellizo.

Maru lo miró con tristeza y le dio un fuerte abrazo lleno de cariño como su hijo lo necesitaba en ese momento, luego lo llevó hasta la cama, donde tomaron asiento en la orilla de la misma. Ambos permanecieron en silencio algunos segundos, hasta que Josué se puso nuevamente de pie.

—¿Qué debo hacer, mamá? —cuestionó Josué angustiado.

—Nada hijo, ella entenderá que lo que está haciendo está mal.

—¿Y si no lo hace?

—Tu padre ya habló con su madre ayer, el problema debe estar casi solucionado —susurró Maru intentando parecer feliz.

Una pequeña luz se encendió en la mirada de Josué, por un momento logró tranquilizarse un poco y tirarse en su cama a descansar. Maru se puso de pie y al verlo tan relajado, salió de la habitación caminando por el pasillo hasta llegar con Juan, que la esperaba mirando por el barandal de las escaleras.

—¿Qué te dijo? —preguntó Juan de inmediato.

—Ya está mejor, se ha tranquilizado y ha vuelto a dormir.

—Vayamos a dormir nosotros también —sonrió Juan, tomando la mano de Maru.

Los dos juntos caminaron hasta la habitación, se recostaron en la cama y después de unas calidas charlas, caricias en la panza en crecimiento de Maru, pudieron quedarse dormidos nuevamente, pues el reloj marcaba las tres de la madrugada y pronto sería hora de levantarse.

***
El reloj marcaba las siete de la mañana, la familia Gómez Quiroga se encontraba completa alrededor de la mesa, desayunaban y hablaban del único tema que ha inundado a la familia desde hace días. Blue en problemas no es algo de que alarmarse en la casa, pero ahora, si que lo era y todos estaban muy preocupados sobre lo que le deparaba el futuro al único hijo varón de la familia que el único error que había cometido fue confiar en la persona que amaba.

—Eres un idiota —dijo Jazz mirando a su hermano.

—Ya me lo dijiste un montón de veces, ya me quedo claro —susurró Josué agachando la mirada, se podía notar que no había tocado su desayuno.

—¡Ya fue suficiente! —gritó Maru poniéndose de pie—. Su hermano sabe que hizo mal, no tienen que insultarlo de esa manera.

—Perdonen por meterse en estos asuntos, pero Maru tiene razón, ahora su hermano aprenderá de este error y ya no volverá a cometerlo en un futuro —comentó Vanya apenada.

Todos asintieron con la cabeza, dándole la razón a la niñera que lo único que quería era apoyar a Josué. De pronto, el mellizo se puso de pie, tomó el brazo de la niñera y le indicó que lo siguiera, Vanya lo hizo, se puso de pie y mirando a la familia se dispuso a seguir al chico que se detuvo en las escaleras y se sentó en el primer escalón.

—No tienes que fingir lástima por mi, se que has de estar feliz por lo que me pasa, sientes que es el karma por lo que te hice.

—¿Cómo puedes decir eso? Lo menos que quiero es que alguien sufra lo que sufrí en mi juventud, porque créeme, yo estuve donde estás ahora.

Josué se quedó sorprendido, no se había puesto a pensar en que las personas a su alrededor también habían sufrido y ahora sabía que era en maneras parecidas a las de él. Sin pensarlo dos veces, le dio un fuerte abrazo a la niñera, quien con alegría lo recibió.

—No tenía ni idea, perdón por todo —susurró el chico y se puso de pie—. Siempre pienso en mí y dejó de lado a los demás, sé que está mal y quiero cambiarlo.

El mellizo subió las escaleras de prisa. Vanya se quedó pensativa algunos segundos y se dispuso a regresar al comedor, donde ya todos los presentes se encontraban hablando de la extraña y tierna relación de amistad que surgía entre Josué y la niñera Vanya.

—También a mi me sorprende bastante, pero me gusta, es bueno tener su confianza —anunció Vanya, tomando asiento junto a su hijo.

El desayuno continuó como de costumbre, hasta que cada uno de los miembros se alejaban a sus rutinas del día. Less tomó su mochila y corrió a subir al camión, que ya llevaba varios segundos tocando el claxon, ella respiró hondo, saludó a Abel y caminó hasta tomar asiento junto a Yubel. Ella no podía dejar de mirar con odio a Angie, quien se encontraba un par de asientos delante, riendo en compañía de Joaquín y Aarón.

—¿No han solucionado nada? —preguntó Yubel angustiada.

—No, esa perra no accede a nada —rugió Less enojada.

—Hay que ayudarlo, debe haber una manera de hacerla cambiar de opinión —Yubel miró a Less—. Podemos robar su celular.

Less se quedó pensando todo el plan, robarían el teléfono de Angie, borrarían las fotos de su hermano y regresarían el celular sin que la ex se dé cuenta. En su mente, todo parecía sencillo, el único problema que parecía encontrar era que la chica se alejara del celular para darles paso libre a robarlo.

—Me gusta la idea, lo haremos en gimnasia —susurró Less emocionada.

Las dos continuaron hablando del plan, mientras que en unos asientos delante de ellas, Angie se encontraba mirando por la ventana del autobús, pensando en que Josué no había subido, por lo que era evidente que no iría a clases en el día. Un sentimiento de culpa llegó a ella, el cual se desvaneció al recordar con la crueldad que la dejó.

—Tienes que pagar haberme dejado, Josué —dijo Angie mirando por la ventana.

—¿Segura que quieres hacer esto? —cuestionó Joaquín a su lado.

—Claro, todos tienen que conocer el cuerpo del mellizo —sonrió la chica y recordó las fotos que se encontraban en su celular.

—Yo si quiero verlas —Joaquín se mordió el labio, luego recibió un golpe por parte de Aarón.

—Eres un puerco —añadió el chico riendo.

***
El auto de Yadiel se estacionó en las afueras de la mansión de los Gómez Quiroga, él bajó del mismo y caminando se aproximó a la entrada principal donde tocó dos veces. Jazz al escuchar el timbre tomó su mochila del sofá y se despidió de todos los presentes en la casa, luego corrió a la puerta y la abrió.

—Buenos días, amor —sonrió Yadiel, dándole un beso y un abrazo a Jazz.

—Buenos días.

—¡Chicos! —gritó Maru desde el sofá.

Yadiel y Jazz se detuvieron y voltearon a ver a Maru, quien señalaba a Karime, Cristina y Dani, las cuales bajaban las escaleras de prisa con sus mochilas sobre sus manos, esperando a que su madre las llevara al instituto.

—¿Pueden llevar a las chicas al colegio? Les queda de paso —habló Maru sonriendo.

—¿Podemos hacerlo? —preguntó Jazz a Yadiel.

—Claro, vamos —comentó Yadiel, esperando a las chicas.

Dani, Cristina y Karime salieron de la casa y con rapidez subieron al auto de Yadiel. Al final subió la joven pareja y comenzaron a alejarse de la mansión. Las chicas miraban sus alrededores un poco incómodas, ya que su madre siempre las había llevado a la escuela y para ellas era raro que alguien más lo hiciera.

—Gracias por llevarnos —susurró Cristina con un poco de pena.

—No tienes que agradecer, pequeña Cristina —sonrió Yadiel, mirando por el espejo retrovisor.

El resto del camino continuó en silencio, donde tan sólo se escuchaban los susurros entre Karime y Dani, quienes iban hablando de sus conquistas, Dylan y Viki respectivamente. Ambas contaban los progresos que habían tenido en la semana, en la cual iba ganando la menor. Cristina tan sólo se mantenía con la mirada agachada escuchando lo que sus hermanas decían, esperanzada de algún día poder reunirse las tres y hablar de lo que les pasaba en el día, la pequeña de la familia comenzaba a sentirse excluida por sus hermanas mayores.

—¿Qué pasó con lo de tu hermano? —preguntó Yadiel, después de tanto silencio.

—Lo mismo, no hemos, más bien no ha solucionado nada, el pobre realmente está asustado —río Jazz sin ninguna preocupación—. Quién pensaría que Josué era un cochinon.

La risa por parte de Yadiel y las hermanas que se encontraban en la parte trasera del auto no se hizo esperar, todos apoyaban a su hermano, pero no podían evitar bromear  con lo que estaba pasando, las hacía poder sobrellevar de mejor manera lo que pasaba.

—Pueden dejarnos aquí, nosotros caminaremos —habló Karime, colocándose su mochila.

—Si, aquí que no parece haber estacionamiento libre y se nos hace tarde —río Dani, abriendo la puerta del auto.

La puerta se abrió y las tres chicas salieron corriendo, sin despedirse como ya era costumbre que hicieran. Jazz y Yadiel se miraron por algunos segundos, este último prendió el auto y comenzaron a alejarse hacia la universidad, en unos cuantos minutos tenían su primera clase.

***
Un suspiro escapó de la boca de Josué, mientras miraba fijamente el techo de su habitación, se sentía atrapado, entre la espada y la pared ante la amenaza de su ex novia Angie, no sabía que hacer y deprimirse en su habitación parecía ser el mejor método para sobrellevar lo que él estaba seguro que pasaría.

Se puso de pie, miró todo su entorno y lo único que pudo hacer fue prender la televisión, donde estaban dando su serie favorita, pero en esos momentos no tenía ganas de nada, así que apagó el aparato, se recostó nuevamente en la cama y algunas lágrimas resbalaron por sus mejillas, las cuales tampoco no tenía ningún interés en limpiar.

—¡Maldición!, ¿Por qué me pasa esto a mi? —se cuestionó a si mismo—. ¿Qué me diría mi psicóloga en estos momentos? De seguro me diría que sea fuerte, que todo este problema pasara y tan sólo será un horrible recuerdo.

El mellizo salió de sus pensamientos al ver que la puerta de su habitación se abría lentamente, algo que lo alarmó, se puso de pie de inmediato y miraba a la persona que entraba a su habitación, que era nada más y menos que el pequeño Diego, sosteniendo una taza de lo que parecía ser un té caliente.

—Hola Josué —saludó el chico con miedo.

—Hola Diego —saludó desganado el mellizo.

—Mi madre te preparo esto —dijo el chico y colocó un vaso de té en el escritorio—. Es un té, dice que ayuda a calmar los nervios.

—Muchas gracias —susurró el mellizo y caminó hasta el escritorio, tomó el vaso de té y le dio un gran sorbo, disfrutando el contenido.

Diego sonrió al ver la expresión tan relajada de Josué, dio media vuelta y caminó a la puerta por la cual salió. El mellizo rápido se acercó a la puerta para cerrarla con seguro y regresar a hundirse en su miseria recostado en la cama como lo había estado haciendo desde que las primeras amenazas de su ex novia llegaron a su celular. Al hacerlo, su celular timbró, pues un nuevo mensaje había llegado, él se puso de pie y lo tomó del escritorio, asustado de ver la pantalla y ver que su problema se había hecho realidad. Respirando hondo, volteó lentamente el celular y fijó su mirada en la pantalla, incluso en ese momento su vista parecía fallar, no lograba enfocar para leer el contenido del mensaje, pero al final lo logró, quedando sorprendido por lo que veía.

—¡No puede ser! —gritó Josué fuertemente.

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