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Capítulo 15 - Un adiós definitivo.

La noche comenzaba a hacer presencia en Colmar. Candy estaba sentada en las escaleras que daban a la puerta principal de la mansión, esperando el mejor momento para entrar y anunciar que tendría que irse de la ciudad, ella sabía perfectamente que Miguel no tomaría para nada bien la noticia  que su madre daría, lo cual la tenía muy nerviosa y con arrepentimiento de lo que había hecho para arruinar su vida. Juan ayudaba, buscando las mejores palabras que podía decir ante la familia para que la noticia fuera un poco más digerible, hasta que Maru apareció por la puerta, su rostro aún reflejaba furia, así que Candy daba por hecho que su hermana no se arrepentiría de la decisión difícil que tomó.

—¿No piensas entrar? —preguntó Maru enojada—. Deberías aprovechar que todos están en el comedor para decirles.

—Si, voy enseguida, entre más rápido, mejor —Candy se puso de pie, miró a Juan, miró a Maru y comenzó a caminar a la puerta.

Maru se hizo a un lado para que su hermana mayor pasara, la vio caminando hasta el comedor, donde rápido comenzaron a escucharse gritos, de seguro la emoción de todos al ver que la tía estaba con muy buen aspecto, pese a haber sufrido un accidente.

—Vamos, tendremos que apoyar a las niñas cuando escuchen —Maru tendió su mano a Juan, quien rápido la tomó.

Los dos entraron a la mansión, cerrando la puerta principal y caminando al comedor, donde todos los presentes se habían puesto de pie para recibir a la tía Candy con un abrazo. Al ver a sus padres, decidieron tomar asiento y ver por qué todos tenían rostros de preocupación.

—¿Pasa algo malo? —interrogó Jazmín confundida.

—Nada malo, hijos. La tía tiene algo que decirles —sonrió Maru, fijando su mirada en Candy.

Candy caminó a colocarse frente al comedor, dónde ya todos la miraban fijamente, lo cual la lograba poner muy nerviosa y sin encontrar las palabras correctas para usar, a pesar de haber ensayado fuera de la casa.

—Lamento que tenga que ser así, niños —Candy respiró profundo—. Pero Miguel y yo, nos iremos mañana a Puerto Rico.

Un profundo silencio inundó el comedor, en el cual todos se miraban fijamente intentando digerir la noticia que los había agarrado por sorpresa a todos los integrantes menores de la familia Gómez Quiroga. Miguel se puso de pie de inmediato y corrió hasta su madre, quien ya se limpiaba algunas lágrimas que habían caído por sus mejillas.

—¡Dime qué no es verdad, mamá! —gritó Miguel, dándole un fuerte abrazo.

—Lo siento, Miguel —susurró Candy, con la voz entrecortada—. Es verdad.

Cristina y Dani no podían creer lo que escuchaban, tal vez por la sorpresa, se mantenían inmóviles, mirando el emotivo momento de Candy y Miguel, quienes se mantenían abrazados por algunos segundos. Juan y Maru se mantenían firmes ante lo que sucedía, pues la decisión estaba tomada y ellos no permitirían que un momento de emoción los hiciera cambiar de parecer.

—¿Por qué tomaste la decisión de pronto, tía? —cuestionó Jazmín, poniéndose de pie.

—Necesito ver por el futuro de Miguel, se me dio la oportunidad de trabajar allá y la he tomado —añadió Candy, mirando a Jazz.

Karime se puso de pie de su asiento y caminó hasta estar frente a su tía, a la cual le dio un fuerte abrazo lleno de cariño, justo como Candy los necesitaba en ese momento. Todos los demás menores comenzaron a hacer lo mismo, incluso Josué y Leslie, quienes habían demostrado en repetidas ocasiones que la tía no era su favorita.

—Ay sobrinos, los voy a extrañar tanto —mencionó Candy angustiada—. Pero ya verán que pronto los visitaré.

—Nosotros también podemos ir a verte, tía —sonrió Dani.

Miguel salió del comedor, Dani y Cristina rápidamente caminaron detrás de él, tenían que apoyarlo y hacerlo ver que la decisión que su madre tomó fue por su bien y tiene que estar agradecido de que su madre haya encontrado un trabajo, aunque fuera lejos de Colmar.

—¿A qué hora te vas? —preguntó Karime, viendo cómo Candy tomaba asiento alrededor de la mesa.

—A las nueve de la mañana sale el vuelo —dijo Candy, un poco nerviosa.

Jazmín se puso de pie y caminó hasta la tía Candy, la tomó de los hombros por algunos segundos, tal vez pensando en que podía hacer para hacerla sentir mejor.

—Puedo ayudarte a hacer las maletas —habló Jazmín después de tanto silencio.

Candy asintió con la cabeza y se puso de pie, junto a Jazmín salieron del comedor, quedando tan sólo los mellizos, Karime, Juan y Maru alrededor de la mesa, quienes comenzaron a verse mutuamente.

—Hay algo que no nos han dicho, ¿Verdad? —cuestionó Josué pensativo.

—¿De qué hablas? Les hemos dicho todo —comentó Maru un poco nerviosa.

—Vimos como veías a la tía, ¿Fue por el alcohol? —Less respiró hondo.

Maru agachó la cabeza sin poder responder,  luego se recargó en el hombro de Juan. Los mellizos seguían analizando la situación que se había presentado momentos antes, la cual a todos había tomado por sorpresa.

—Tengo que ir a hacer tarea —dijo Karime y se puso de pie.

—No tienes que hacerla, puedes descansar —le dijo Juan—. Ha sido un día largo.

—Tengo que hacerla, sabes cómo me sobre exijo —Karime se dirigió a la puerta del comedor.

Los mellizos se pusieron de pie y en pasos lentos también se dirigían a la puerta, hasta que Maru les llamó la atención y estos se detuvieron antes de salir, regresando a tomar asiento, pues Maru quería preguntarles algo, que llevaba tiempo rondando por su cabeza.

—¿Ya no han hecho bromas? Espero que la respuesta sea un "no".

—Exacto mamá, no hemos hecho bromas, lo entendimos la última vez, alguien puede resultar herido, lo entendimos —Less rodó los ojos y salió.

—Digo lo mismo que Less —susurró Josué y salió de igual manera.

***
Un nuevo día había llegado a Colmar, el despertador en la habitación de Candy había sonado justo en el momento exacto, siete de la mañana, pues tenía algunas cosas más que preparar antes de irse al aeropuerto para tomar el vuelo que estaba planeado despegar a las nueve. Ella se levantó de la cama y se dirigió al baño, se miró por algunos segundos en el espejo, una leve inflamación aún cubría la parte izquierda de su cabeza.

—¡Maldición! —exclamó Candy al hacer presión.

Abrió el botiquín, buscó en el interior, hasta encontrar unas pastillas para el dolor, se colocó dos en la mano y sin pensarlo dos veces las metió en la boca, se enjuagó la cara y sonrió leves segundos, mirándose en el espejo.

—Siempre quise comenzar una nueva vida, y al parecer podré hacerlo realidad —añadió manteniendo la sonrisa en su rostro.

Alguien tocó la puerta de la habitación de Candy, ella rápido corrió a abrirla, viendo a Miguel mirándola con un poco de tristeza en el rostro, él entró y le dio un fuerte abrazo a su madre, tal vez, intentando hacerla cambiar de opinión acerca de irse.

—No tenemos que irnos, mamá —dijo Miguel angustiado—. Por favor.

—Tenemos que hacerlo, Miguel —susurró Candy, mientras veía como Maru caminaba por el pasillo.

Maru se dirigía a la habitación de Jazmín, al llegar a ella, tocó dos veces y esta de inmediato se abrió, dejando ver a su hija y una habitación tan impecable que siempre solía tener la mayor de los Gómez Quiroga. Las miradas de ambas se cruzaron por algunos segundos.

—¿Qué pasa, mamá? —preguntó Jazz confundida.

—Necesito que acompañes a papá al aeropuerto —añadió Maru seria—. Llevarán a Candy y a Miguel.

—Está bien, iré con él —susurró Jazmín, alejándose de la puerta.

Un ruido proveniente de la habitación de Cristina llamó la atención de Maru, quien caminó hasta allá, abrió la puerta de inmediato y vio a su hija jugando con el perro del vecino Tashi. Abrió los ojos del asombro, pues no había visto a su hija salir en toda la mañana, así que ella no había metido al perro a la casa.

—Mamá, ella vino sola —comentó Cristina poniéndose de pie—. Ella no quiere estar con Tashi.

—Lo sé, Cristina. Tampoco puede estar aquí.

—¿Por qué? —cuestionó Cristina enfadada.

—Porque el perro no es tuyo, es del vecino, recuerda lo último que nos dijo, nos pondrá una orden de restricción si volvías a tomar a su perro —dijo Maru sorprendida.

Dani apareció por la puerta, entró y cargó a la perra en sus brazos, quien le intentaba dar lenguetazos en el rostro. Cristina río y Maru también.

—Podemos decirle que se lo cuidamos, mientras él trabaja —comentó Dani feliz.

—Luego vemos eso —Maru dió la vuelta y salió de la habitación.

Ella caminó por el pasillo hasta llegar a las escaleras, desde donde ya lograba ver a Candy y Miguel listos con sus maletas en mano para partir. Maru, evitando el orgullo se acercó hasta su hermana mayor y le dio un fuerte abrazo, en el cual, las dos derramaron un par de lágrimas que rápido limpiaron para que no se les viera tristes.

—Buen viaje, hermana —susurró Maru angustiada.

—Siento todo lo que te hice, en verdad lo siento —dijo Candy agachando la mirada.

Ahora era el turno de los menores de la familia de despedirse de la tía Candy, cada uno de ellos se iba acercando para despedirse, deseándole un buen viaje y esperando que se vieran pronto. Minutos después, Juan ayudó a llevar las maletas al auto y él, junto a Jazmín, emprendieron el viaje de llevar a la tía Candy y a Miguel al aeropuerto internacional de Colmar.

—¿Listos? —preguntó Juan mirando por el espejo retrovisor.

Miguel negó con la cabeza y abrazó a su madre, él no quería irse, pero ya nada podían hacer para evitarlo. Juan pisó el acelerador, miró por algunos segundos a Jazmín en el asiento de copiloto y el viaje comenzó.

***
Juan, Jazmín, Candy y Miguel entraron en pasos rápidos al aeropuerto internacional de Colmar, pues después de unos cuantos contratiempos en el viaje en auto, se les había hecho un poco tarde y tan sólo faltaban veinte minutos para que su vuelo despegara.

—¿No se les olvidó nada? —preguntó Juan, mirando las maletas.

—No, tenemos todo, creo —río Candy un poco.

—Entonces, creo que este es un adiós definitivo —habló Jazmín dándole un abrazo a Candy.

Candy asintió con la cabeza y se dejó llevar por el abrazo, luego le dió un abrazo a Juan. Después, fue turno del pequeño Miguel, quien dio fuertes abrazos a su prima Jazmín y a su tío Juan.

—Buen viaje —dijo Juan manteniendo una sonrisa en su rostro.

Jazmín y Juan se quedaron de pie, mirando como Candy y Miguel se alejaban hacía la salida que los llevaría a su avión, algunas lágrimas resbalaron por las mejillas de la mayor de los Gómez Quiroga, quien extrañaría mucho a la tía Candy.

—Eso es todo —dijo Jazmín, dando vuelta.

—Volvamos a casa, que tengo que ir a la oficina —sonrió Juan y ambos caminaron a la salida principal del aeropuerto.

Mientras Miguel y Candy esperaban en la fila para subir al avión. Miguel miraba por leves segundos hacia atrás, esperanzado de que la tía Maru apareciera y les dijera que no se fueran, que se quedaran en la mansión un tiempo más, pero desgraciadamente eso no ocurriría.

Candy entregó los boletos, tomó la mano de Miguel y comenzaron a caminar, en unos cuantos minutos, ya se encontraban buscando sus asientos en el avión. Miguel eligió la ventana, pues quería ir viendo el paisaje mientras llegaban a Puerto Rico.

—¿Cómo estás? —le preguntó Candy a Miguel.

—Triste, pero sé que esto no es un adiós definitivo, sé que algún día vamos a volver y todo será como antes —susurró Miguel angustiado—. La tía Maru ya no estará enojada contigo.

—¿Qué? No está enojada, lo que pasa, es que tu tío Pablo me consiguió un trabajo, nos quedaremos en su casa, mientras conseguimos un departamento, podrás hacer nuevos amigos —Candy abrazó a su hijo.

Los dos se mantuvieron abrazados, mientras miraban por la ventana del avión, la cual estaba a punto de despegar para llevarlos a su nuevo destino, en el cual comenzarán una nueva vida, lejos de la familia Gómez Quiroga.

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