
Capítulo 1 - Conociendo a la familia.
Los primeros rayos del sol comenzaban a iluminar la ciudad de Colmar, en donde los habitantes comenzaban su rutina para realizar sus actividades diarias y en la casa de la familia más importante del lugar no era la excepción; Maru, que es como todos llamaban a María Quiroga, se encontraba en la cocina de la gran mansión preparando el desayuno para sus hijos y su esposo. Ella felizmente cocinaba huevos revueltos con tocino, el rico olor que rápido captó uno de sus seis hijos y el único varón, Josué, quien únicamente salía de su habitación cuando había comida y cuando era absolutamente necesario.
El joven se levantó de su cama, se colocó sus pantuflas y salió de inmediato de la habitación, apresurándose por llegar al comedor, al hacerlo, tomó asiento alrededor del comedor y miró con atención la puerta de la cocina, por donde Maru salía sosteniendo los utensilios que se usarían para el desayuno. Josué se levantó de su lugar y corrió a ayudarle a su madre, pese a tener una actitud rebelde hacia todos los integrantes de la familia, era amable con ellos cuando la situación lo ameritaba.
—Gracias hijo, por poco se me caen los platos —sonrió Maru, mirando con orgullo a su hijo.
Josué tan sólo formó una pequeña sonrisa con sus labios y regresó a su lugar, Maru se encontraba sirviéndole su porción de desayuno, de pronto, ambos desviaron su mirada a las escaleras de la mansión; Juan bajaba por ellas con prisa, se detuvo a la mitad, miró atentamente el comedor, rodó los ojos y dio vuelta para comenzar a subir nuevamente.
—¡Niñas, es hora de levantarse! —gritó Juan, abriendo cada una de las habitaciones de sus cinco hijas.
Para suerte de él, Jazmín, la mayor de las hijas ya se encontraba lista para la universidad, cuando Juan abrió la puerta de su habitación, la chica tomaba su mochila y se disponía a salir, saludando a su padre, caminó a las escaleras con prisa, para desayunar con su familia como acostumbrada antes de irse.
—Me llenas de orgullo, hija mía.
Juan limpió algunas lágrimas de su rostro, después de despertar a cada una de sus cuatro hijas, bajó las escaleras, dirigiéndose al comedor donde Maru, Jazmín y Josué ya se encontraban desayunando, mientras hablaban sobre lo que harían en el día que recién comenzaba.
—Decidimos comenzar a desayunar sin mis hermanas, siempre tardan mucho y no quiero perder el autobús de nuevo —añadió Josué molesto, ya que el día anterior, por culpa de sus hermanas perdió el autobús.
—Conmigo nunca tendrás ese problema y lo sabes —sonrió Jazmín dándole un sorbo a su vaso de jugo de naranja.
—Anda Juan, siéntate, ¿O no desayunarás de nuevo con nosotros? —preguntó Maru frunciendo el ceño.
Su esposo se limitó a responder, llenó una taza de café y tomó asiento junto a Maru, a veces, el empleo de Juan consumió mucho de su tiempo, por lo cual era raro verlo desayunando en casa y no de camino a su trabajo. La familia ya estaba acostumbrada a que Juan no estuviera tanto tiempo en casa y todos lo entendían a la perfección.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de los cuatro integrantes de la familia presentes al ver a Karime llegar medio dormida al comedor, confundida seguramente al no haber escuchado su alarma ni el llamado de su padre para que se levantara de la cama.
—¿Qué hora es? —preguntó llena de confusión.
—Hermana, son casi las siete, se te hace tarde —le dijo Jazmín sin evitar reír un poco.
—¡Maldición, todo por desvelarme estudiando para el estúpido examen de geografía! —gritó Karime abriendo grandemente los ojos.
Sin decir nada más, dio vuelta y se alejó del comedor corriendo, apurada para alistarse para la escuela, tenía un examen importante y no podía perdérselo por nada del mundo. Cristina y Dani llegaron al comedor confundidas al ver a su hermana subir las escaleras como loca, tomaron asiento en la mesa y fijaron sus miradas en sus respectivos platos con su desayuno.
—¿Qué sucede con Karime?, ¿Han pensado llevarla a algún psicólogo? —interrogó Dani a su familia.
—No digas eso de tu hermana, simplemente se desveló anoche —dijo Juan, poniéndose de pie.
Dani asintió con la cabeza y siguió con su desayuno, mientras veía como su padre se alejaba del comedor hacia su oficina. De donde pocos minutos después salió con un maletín en sus manos, caminó hasta Maru, le dio un beso en los labios y se despidió de ella.
—Adiós niños, nos vemos por la tarde, tengan un buen día —se despidió Juan, saliendo de la mansión.
Todos los presentes se despidieron de su padre con un grito y siguieron en lo que estaban, terminar su desayuno. Uno a uno, se iban levantando para irse a preparar para la escuela, mientras Maru levantaba los platos de la mesa para llevarlos al lavavajillas que se encontraba en la cocina. Jazmín le ayudaba con los platos.
—Ya me voy mamá, recuerda que llegaré tarde hoy —sonrió Jazmín dándole un abrazo a su madre, para luego alejarse del lavavajillas
—Cuídate hija —dijo Maru al ver a su hija salir de la cocina.
Jazmín se dirigió a su auto que se encontraba estacionado junto al de su madre, subió sus cosas en la parte trasera y luego subió ella para comenzar a alejarse de la casa, con una gran sonrisa en su rostro.
El claxon del camión escolar se escuchó y Josué rápido corrió a tomar su mochila y a salir corriendo de casa, no permitiría que el camión lo dejará como el día anterior, también Leslie bajaba apresuradamente las escaleras, pues ella debería tomar el mismo camión que su hermano Josué.
—¡Dile a Abel que me espere, voy enseguida! —gritó Leslie por la ventana.
Maru le entregó la mochila a Less y ella de inmediato salió de casa, corriendo al autobús escolar que ya estaba a punto de irse, pues Josué no había indicado que faltaba su melliza, cuando subió al camión, vio como su hermano reía sin parar en la parte trasera del camión, acompañado de su amigo Joaquín.
—¡Te voy a matar maldito! —gritó Less corriendo hasta él.
—Déjalo, no hace falta —la detuvo su mejor amiga Angie.
Less sonrió y tomó asiento junto a su amiga, a la cual saludó de inmediato. Maru cerró la puerta de la casa y visualizó la sala de su casa, asombrada por el silencio que inundaba el lugar, caminó por su bolso y sus llaves del auto y se detuvo en el inicio de las escaleras.
—¡¿Ya están listas?! —gritó fuertemente, esperando respuesta de sus hijas—. ¡Rápido, se les hará tarde!
Karime, Dani y Cristina bajaron las escaleras en fila, como si lo hubieran planeado, las tres niñas ya se encontraban listas para la escuela y no podían estar más felices. Debido a su corta edad, ellas aún no odiaban la escuela; Karime la amaba, era por esa razón que sus notas eran más que perfectas, Dani nunca faltaba, pese a tener bajas notas, a ella le encantaba ir a la escuela ya que en algún futuro le gustaría ser como su madre y la pequeña Cristina, la única razón por la que amaba la escuela era porque veía a sus amistades.
—Vamos, suban al auto —indicó Maru señalando la puerta principal de la mansión, ella era la encargada de llevar a las hijas menores al instituto.
Las chicas caminaron hasta el auto de Maru, subieron y se colocaron los respectivos cinturones de seguridad, Maru cerró la casa y se dispuso a subir al auto, encendiéndolo y tomando camino al instituto.
—Un día más que te desvelas, debes aprender a fijar bien tus horarios, que no se vuelva a repetir —añadió Maru, mirando por el espejo retrovisor a Karime.
—No se volverá a repetir, pero al menos voy bien en la escuela, no como Dani —Karime lanzó una mirada de odio hacia su hermana menor, quien apenada agachaba la cabeza.
—Lo siento mamá, le echo todas las ganas del mundo y aun así pierdo materias —dijo Dani angustiada—. Incluso creo que perderé el año.
Maru se sorprendió ante lo que escuchó y ahora su mirada se fijaba en Dani por el espejo retrovisor, la chica únicamente desviaba su mirada hacia otro lado impidiendo ver a su madre.
—¡Daniela Gómez Quiroga! Me pierdes el año y te mando a un internado en México, ¿Me entiendes? —anunció Maru con enojo.
—Te entiendo, mamá.
Cristina miraba como su madre había regañado a sus hermanas, orgullosa de no tener ningún regaño, ya que ella iba muy bien en la escuela.
Unos quince minutos después de completo silencio en el auto, este se detuvo en el estacionamiento del instituto, las tres hijas bajaron y corrieron a la entrada principal sin despedirse de su madre como lo acostumbraban. Maru miró con orgullo a sus hijas, aunque también decepcionada por la noticia que le dio Dani, la cual la tomó por sorpresa.
—Te lo llevo advirtiendo todo el año y parece que eso es lo que quieres, el internado Alarid te hará bien si pierdes el año.
Maru encendió el auto y se dispuso a regresar a casa, pensando en los planes que tenía para el día, ella tenía pensado comenzar con los diseños que le había encargado su jefe desde hace una semana, pero que por diversas cuestiones había decidido aplazar hasta ese día.
***
En su oficina Maru se encontraba realizando los diseños que tenía pendientes, parecía ser que la semana que decidió tomarse libre le había ayudado muchísimo para recuperar la imaginación que tanta falta le hacía, con tan sólo tomar su lápiz, hizo que la tinta volará plasmándose en las hojas en blanco que rodeaban su escritorio; con gran fascinación observaba lo que iba haciendo, mientras que, cada ciertos minutos le daba un sorbo a su copa de fernet y tomaba un dedo de queso que había preparado como aperitivo.
—¡Por fin he terminado! —se dijo a si misma con emoción, mientras colocaba las hojas en su portafolio.
Tomó su copa de fernet y se dispuso a salir de su oficina, se dirigió a la puerta trasera, donde tomó asiento en su silla reclinable que se encontraba en el jardín, se puso cómoda y sacó su celular de su bolsillo, marcó el número del celular de su hermana y esperó a que la atendieran.
—Hola hermana, ¿Cómo va tu día?
En la oficina de Juan, él se encontraba frente a su computador revisando el correo de la editorial, donde cada vez era mayor el número de manuscritos que llegaban de autores desconocidos esperando una oportunidad para llevar sus palabras a cada rincón del mundo.
—Este año tendremos demasiada variedad de dónde escoger —se dijo a sí mismo, comenzando a responder los correos.
Alguien tocó la puerta de su oficina y él inmediatamente permitió el paso de su secretaria Kenia, quien sostenía una pila de hojas de lo que parecían ser manuscritos, él se sorprendido ante la gran cantidad que era.
—Son los mejores manuscritos que eligió el editor, quiere su autorización para comenzar con la primera etapa de publicación —Kenia mantenía una sonrisa.
—Gracias, comenzare a revisarlos cuanto antes —dijo Juan y tomó la enorme pila de hojas.
Kenia salió de la oficina y Juan desvió inmediatamente su mirada de la pila de hojas, posándola en una carpeta que su hija Cristina le había entregado con una variedad de historias cortas que le encantaría que fueran publicadas por la editorial de su padre.
Juan tomó la carpeta y comenzó a leer la primera de más de cincuenta historias cortas, que se titulaba: "Juego de ángeles" y comenzaba: "Observaba la oscuridad inminente en el cielo, acariciando el piso, mientras mi vestido se movía lentamente a causa de las brisas que soplaba. Viendo con nostalgia y rabia el sitio que estaba frente a mi"
Juan dejó de leer y se quedó pensando un rato, orgulloso de saber el talento que su hija comenzaba a demostrar a temprana edad, sin duda alguna ella tendría un gran futuro como escritora profesional y él le ayudaría en lo necesario para que eso se hiciera realidad.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro