Capitulo 31
—Luther por favor - lloré desesperada.
—No es el momento - me dijo serio - Te prometo que haré lo posible para que entres a la enfermería.
—Pero - Diego me detuvo.
—No hagas las cosas difíciles - su voz se rompió y me empujó para atrás.
Regresamos a la academia y mamá y Vanya nos esperaban con una sonrisa.
—Confío que la misión salió bien - le oí decir a mamá a Vanya pero en eso todos entramos a la sala Luther y Diego tenían sus manos y su traje con sangre.
Mi rostro estaba cubierto con sangre embarrado y mezclado con mis lágrimas , Vanya nos miró preocupada
—Bienvenidos a casa - dijo mamá sonriendo pero al vernos cambio su expresión preocupada-¿Niños?
Diego estaba temblando y mamá al verlo se asustó, el se fue a su habitación pasando por un costado.
—¿Diego, querido? - se puso una mano en el pecho y intento agarrarlo del hombro y Vanya lo miraba de reojo.
—No mamá, ahora no - trato de aguantar las lágrimas y subió a su habitación.
—¿Mamá? - preguntó Vanya asustada a nuestra madre.
—Estoy segura de que no es nada - miró a la dirección de Diego sonriendo incómoda.
—¿Allison, mi amor? - dijo mamá y ella entró con las manos en la cara con la respiración demasiado acelerada, tratando de calmarse y sus ojos con lágrimas.
Detrás de ella ingresaba Klaus qué con lágrimas avanzó hacia la morena y la abrazo por detrás, ambos empezaron a llorar.
—¿Klaus, cariño? - preguntó pero ninguno de sus hijos decía nada simplemente callaba.
—¡¿Mamá?! - preguntó alterada Vanya.
—Vanya, ángel todo estará bien - voltea a verla y soba su cabello.
—¿Verdad Ben y Cinco? - preguntó mamá y volteo a verme qué estaba en una esquina con la mirada perdida, mira cara manchada con sangre.
—¿___, mi cielo que pasó? - dijo acercándose a mi junto con Vanya, madre se puso a mi altura.
—¿Dónde están? - me dijo mamá preocupada.
—No están - dije simplemente y escondí mi cara en mis rodillas-
—¿Se quedaron? - preguntó esta vez Vanya.
—No, ellos - se me quiebra la Voz al recordar-Ellos murieron - empecé a llorar- Ya no están, me dejaron sola - me pare y caminaba de un lado para otro mientras con mi manos me golpeaba la cabeza.
—Cariño no - me dijo intentando detenerme junto con Vanya
—Ellos me...abandonaron, me lo prometieron - seguía así hasta que fui a la sala y rompí todo lo que estaba en la barra haciendo que me corte y seguí golpeando mi cabeza
—Amor no - decía mi madre forcejeaba conmigo para detenerme
Vanya había desaparecido hace un rato y cuando regreso estaba Luther y Pogo mirando, el se me acercó tomando por detrás y empecé a forcejar
—¿La desmayo? -preguntó y Pogo negó.
Poco a poco se acercó a mi y me aplicó un sedante, intente no cerrar mis ojos y al final lo hice.
La joven cayó al suelo siendo agarrada por su hermano y su hermana que ayudaba para que ella no se golpee.
Cuando la joven despertó se vio en el espejo y vio que no fue un sueño, desesperada bajo corriendo las escaleras yendo a dirección de la enfermería y cuando quise ingresar me detuvo Klaus.
—Están lavando los cuerpos para el funeral - me dijo y cuando vi sus ojos no estaba consciente,estaba drogado lo empuje y en eso intente entrar y Luther me agarro del brazo
—¡Déjame entrar! —grité, forcejeando con Luther. Mi corazón palpitaba descontrolado, como si cada latido fuera una súplica por confirmar que todo era una mentira. Que no eran sus cuerpos los que estaban lavando.
—No puedes, no ahora —dijo Luther con voz grave, tratando de mantener la calma mientras me sujetaba con fuerza. Su mirada reflejaba una mezcla de tristeza y firmeza.
—¡Suéltame! —intenté zafarme, pero su agarre era firme como el acero. Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras miraba por encima de su hombro, esperando un milagro, esperando verlos caminar hacia mí, vivos.
—Basta, ____ —gruñó Luther, su mandíbula apretada—. Te dije que te haría pasar. ¿Por qué no puedes esperar mi orden?
—Porque estás encubriendo a papá, él los ma... —intenté replicar, pero Luther me apretó más fuerte el brazo, callándome. Mi voz quedó atrapada en mi garganta mientras mi mirada se cruzaba con Vanya, que estaba al lado de un Klaus evidentemente drogado, sus ojos perdidos en un vacío de dolor.
—Me vale una mierda lo que pienses —murmuró Luther, inclinándose hacia mi oído. Su tono era bajo, casi un susurro cargado de rabia contenida—. Yo no encubro a nadie. Ellos también eran mis hermanos.
Levanté la vista y vi sus ojos cristalizados, la máscara de dureza rota por el dolor.
—Y sea lo que sea que hayas tenido con Número Cinco, es mejor que lo olvides. No puedo protegerte por mucho tiempo —sentenció, liberándome de su agarre con un movimiento brusco.
—Luther, yo... —intenté hablar, pero él levantó una mano, indicándome que guardara silencio.
—No importa. Para ti, siempre seré el malo. —Su voz se quebró por un momento, y luego bajó la mirada al suelo—. Y eso es lo que piensas de mí, ¿verdad? No me lo niegues.
Una lágrima rodó por su mejilla antes de que pudiera responder. En ese momento, Pogo apareció y le hizo una señal a Luther, quien desvió la mirada hacia mí.
—Entrarás conmigo, pero solo tienes siete minutos —dijo con voz áspera. Pogo se retiró sin decir nada más, dejando que pasáramos—. Papá está por volver. No hay mucho tiempo —añadió Luther, esforzándose por mantener la compostura.
Avanzamos en silencio. Oí cómo Luther cerraba la puerta de la enfermería detrás de nosotros. Caminé adelante, sintiendo su presencia a mis espaldas, manteniendo una distancia prudente, como si el aire entre nosotros estuviera cargado de algo que ninguno quería abordar.
Cuando llegamos al cuerpo de Ben, mis manos temblaron al alzar la manta que cubría su rostro. Respiré hondo antes de destaparlo por completo, como si con cada segundo retrasara lo inevitable.
Ahí estaba él, tan quieto y tan pálido que parecía que en cualquier momento abriría los ojos para hacer un comentario sarcástico, como siempre lo hacía. Pero no ocurrió. Una punzada de dolor atravesó mi pecho mientras mis ojos recorrían cada detalle de su rostro.
—No puede ser... —murmuré, sintiendo cómo las lágrimas caían sin control por mis mejillas. Mi voz era apenas un susurro roto—. Vamos, Ben, despierta.
Moví su cuerpo ligeramente, esperando, suplicando que de alguna manera abriera los ojos, que todo esto fuera una broma cruel o un mal sueño.
—No me puedes dejar sola, me lo prometiste... —mi voz se quebró mientras recordaba nuestras promesas—. Dijiste que iríamos a Corea juntos, que conoceríamos todo una vez que fuéramos mayores de edad.
Me desplomé sobre su pecho, abrazándolo como si eso pudiera devolverle el aliento, como si mi desesperación pudiera despertarlo.
—Vamos, despierta... —sollozaba, con las palabras ahogadas en lágrimas—. Soy débil, tú siempre me protegiste... No me puedes dejar así.
Mis hombros temblaban mientras mis manos se aferraban a su camisa, tratando de encontrar un rastro de vida en su cuerpo inerte.
—No me dejes... como lo hizo Five. No tú... no tú, Ben... —susurré con la voz rota, sintiendo que el vacío se expandía en mi pecho—. Te amo... despierta, hermanito, por favor...
Lo vi y grabe cada detalle de su rostro, le di un beso en su mejilla, vi su mano y ahí estaba nuestra pulsera le di un beso a esta.
—Nunca me la voy a quitar —susurré para cubrir su cuerpo de nuevo con la sábana.
Luther solo miraba sin decir una palabra, su silencio era lo único que tenía.
Caminé lentamente hacia donde estaba Cinco, cada paso se sentía como un peso insoportable en mi pecho. Me mordí el labio con fuerza, intentando contener las lágrimas que seguían cayendo, pero era inútil. Mi corazón se rompía más con cada segundo.
Con manos temblorosas, agarré la sábana que cubría su cuerpo y, con un nudo en la garganta, la destapé.
Mi mirada recorrió su rostro, tan familiar, tan lleno de vida en mi mente, pero ahora inmóvil, frío. Me arrodillé a su lado, sosteniendo su cara entre mis manos. Lo acuné como tantas veces él lo había hecho conmigo, cuando me calmaba, cuando me besaba, cuando me protegía.
—Amor... —susurré, mi voz apenas audible entre los sollozos que no podía detener—. Perdón...
Las lágrimas caían sobre su piel, como si con cada gota pudiera traerlo de vuelta.
—Por mi culpa... nunca pudiste disculparte con Five —murmuré, mi voz quebrándose al decir su nombre.
Mi pecho ardía de dolor, cada palabra era un recordatorio de todo lo que se había perdido, de todo lo que quedaba pendiente.
—Yo... yo debería estar aquí, no tú. —Mis dedos trazaron la línea de su mandíbula, recordando su calidez, su fuerza, su amor.
Me incliné, apoyando mi frente contra la suya, buscando un consuelo imposible.
—Te amo, Cinco... siempre lo hice, siempre lo haré. Perdóname por no protegerte, perdóname por no estar a tu altura. —Un sollozo escapó de mis labios mientras mi mundo se desmoronaba frente a mí—. Regresa... por favor, regresa no me dejes sola.
El silencio me envolvía, pero dentro de mí, un grito sordo resonaba. Quería gritarle al mundo, pedirle que me devolviera a los dos, que no me dejara con este vacío imposible de llenar.
—Es hora de irnos —murmuró Luther, su voz ronca y cargada de una tristeza que intentaba ocultar.
Lo vi acercarse, y mis brazos se aferraron al cuerpo de Cinco como si al soltarlo fuera a perderlo para siempre.
—No... no todavía —susurré, mis palabras ahogadas entre sollozos—. Sólo un minuto más... por favor.
Luther no respondió de inmediato. Sus ojos, aunque llenos de lágrimas que se negaban a caer, me miraron con una mezcla de compasión y firmeza. Lentamente, extendió la mano para cubrir nuevamente el rostro de Cinco con la sábana, pero se detuvo por un segundo.
Suspiró, su pecho se alzó y bajó pesadamente, y parpadeó varias veces como si intentara ahogar el llanto que estaba al borde de brotar.
—Lo siento... pero ya no hay más tiempo —dijo, su voz apenas audible, como si también estuviera despidiéndose.
Con cuidado, terminó de cubrir a Cinco. Yo me quedé inmóvil, con las manos temblorosas y el alma hecha pedazos. Luther me tomó del brazo, no con brusquedad, sino con una firmeza que parecía querer sostenerme a mí también.
—Tenemos que irnos... ahora. —Esta vez, su tono era definitivo, como si alargar este momento sólo nos hundiera más.
Quería gritar, pelear, quedarme ahí para siempre, pero el peso de su mirada me hizo ceder. Mis piernas apenas respondían mientras me alejaba, pero mi corazón se quedó atrás, con ellos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro