Capitulo 28
Jugamos varias partidas más, y aunque al principio parecía un juego sencillo, poco a poco se fue transformando en una competencia intensa. Cada victoria o derrota era motivo de celebración o quejas, dependiendo de quién ganara.
Yo gané dos partidas, lo que no estaba mal para ser principiante, y Vanya, sorprendentemente, igualó mi marcador. Verla competir con una sonrisa genuina en el rostro hizo que todo valiera la pena.
—¡Lo ves, Klaus! No soy tan mala como pensabas —dijo ella con un tono divertido después de ganarle una partida.
—Sí, sí, lo que digas —respondió él, fingiendo indiferencia mientras se preparaba para su siguiente turno.
Ben, por otro lado, estaba en su elemento. Ganó cinco partidas con una calma y precisión que empezaban a desesperar a Klaus.
—Es trampa —dijo Klaus, señalándolo con el dedo después de otra victoria de Ben—. ¡Debiste practicar en secreto antes de traernos esto!
—¿Practicar en secreto? —repitió Ben, alzando una ceja con una pequeña sonrisa—. No es mi culpa que mi cerebro sea superior.
—¡Ah, sí! Pues mi cerebro "inferior" te va a ganar ahora mismo —replicó Klaus, recogiendo los cuadrados con una intensidad que solo él podía fingir tan bien.
Y para nuestra sorpresa, lo logró. Klaus ganó su cuarta partida de la noche, y Ben le lanzó una mirada que parecía decir "esto no ha terminado".
Entre ellos dos se formó una especie de rivalidad amistosa, que hizo que Vanya y yo termináramos observando más que jugando.
—¿Quieres apostar quién gana la siguiente? —me susurró Vanya mientras Klaus y Ben discutían sobre las reglas.
—Voy por Ben—respondí, riendo, mientras ella optaba por Klaus .
La competencia se volvió tan reñida que olvidamos que la cena ya había terminado hacía rato. Las risas, los gritos de frustración y las celebraciones llenaron la habitación. Por unas horas, no éramos "números", ni hijos de un hombre obsesionado con la perfección. Solo éramos nosotros, disfrutando de algo tan simple como un juego.
Ben nos explicó los demás y jugamos el reloj marcaba las once y media, mientras que Vanya salió a su habitación dormir luego en eso que ya nos íbamos a ir Klaus saco una botella de licor
—Tomemos para olvidar nuestras duras penas —nos dijo y saco el vaso de agua de Ben.
—¿Esperaste que Vanya se fuera? —le pregunté y simplemente se río a lo cual asintió.
Ben suspiró, claramente frustrado.
—Sabes que no podemos hacer esto, Klaus. Si papá se entera…
—Papá no está aquí —interrumpió Klaus con una sonrisa descarada, sirviendo un poco de licor en el vaso que había tomado de Ben—. Vamos, Ben. Solo un trago. No va a matarte.
Yo observaba la escena desde mi lugar, indecisa. Por un lado, sabía que Klaus siempre encontraba formas de hacer las cosas más… interesantes. Pero también sabía que Ben tenía razón: si alguien nos descubría, las consecuencias serían serias.
—¿Y tú qué dices? —me preguntó Klaus, girándose hacia mí mientras me ofrecía otro vaso.
—Yo… —miré a Ben, buscando su apoyo, pero él solo se cruzó de brazos, negando con la cabeza.
—Esto es una pésima idea —dijo Ben, firme, pero su mirada vaciló cuando Klaus alzó el vaso y dio un sorbo teatral, cerrando los ojos como si estuviera disfrutando de la mejor bebida del mundo.
—¡Oh, por favor! Es solo un poco para relajarnos. Tú necesitas esto más que nadie, Benny Boy —dijo Klaus, burlón. Luego me miró y añadió—. Y tú también. Vamos, no dejes que este aguafiestas te influya.
Suspiré, aún dudando, pero tomé el vaso que Klaus me ofrecía.
—Uno y ya —dije, mirando a Ben de reojo—. Prometemos no pasarnos.
Ben frunció el ceño, claramente molesto, pero al final cedió.
—Solo porque sé que no van a parar hasta que lo haga —gruñó, tomando el vaso que Klaus había servido para él—. Pero después de esto, se acabó.
Klaus sonrió triunfante y alzó su vaso en el aire.
—¡Eso es todo lo que quería oír! Por nosotros, los rechazados de papá.
Chocamos los vasos con un tintineo y bebimos. El líquido quemó un poco al bajar, pero pronto sentí una calidez reconfortante que me hizo olvidar, aunque fuera por un momento, todo lo que había estado mal en mi vida.
—¿Ves? No fue tan terrible —dijo Klaus, sirviéndose otro trago mientras se recostaba en la cama—. Ahora sí que esta noche es nuestra.
Ben negó con la cabeza, pero no pudo evitar sonreír levemente.
—Eres un caso perdido, Klaus.
Pasó una hora y, para ese punto, todos estábamos bastante fuera de lugar. Klaus, como era de esperarse, era el más ruidoso, contando historias sin sentido y riéndose a carcajadas de sus propias bromas.
—¿Sabían que una vez intenté escapar de casa vestido de…? ¿Qué era? ¡Ah, sí! De un arbusto —dijo Klaus, tambaleándose mientras intentaba demostrarlo con movimientos torpes.
—Klaus… eso ni siquiera tiene sentido —dijo Ben, pero su tono serio estaba empañado por el leve rubor en su rostro y una sonrisa que intentaba ocultar.
Yo estaba tirada en el suelo, riéndome sin parar de cualquier cosa que decían.
—¿Un arbusto? —logré decir entre risas—. ¡Eso explicaría por qué Pogo siempre te encuentra tan rápido!
Klaus se dejó caer junto a mí, sosteniéndose el estómago mientras reía.
—¡Exacto! Pero eso no es lo mejor. Lo mejor es que papá pensó que era una estrategia de camuflaje. ¡Y me creyó!
Ben se llevó una mano a la cara, riendo también, aunque intentaba mantener algo de dignidad.
—Ustedes dos son imposibles…
—Y tú eres aburrido, Benny —respondió Klaus, señalándolo con un dedo tambaleante antes de girar hacia mí—. Oye, tú deberías contarle… ya sabes… eso.
—¿Qué "eso"? —preguntó Ben, mirándonos con sospecha.
—Nada… —intenté responder, pero estaba demasiado ocupada riendo.
—¡Sí! Lo de… cuando intentaste saltar desde el segundo piso porque juraste que podías volar.
Ben abrió los ojos como platos.
—¡¿Qué?!
—¡Klaus! —grité, lanzándole una almohada que encontró su camino hacia el piso sin ningún efecto.
—Espera, espera… quiero escuchar esto —dijo Ben, ahora con un brillo de interés en los ojos.
—No pasó nada —dije, tratando de sonar seria, pero el licor y las risas me traicionaban—. ¡Y fue tu culpa, Klaus! Tú me dijiste que podía hacerlo.
—¡Y podrías haberlo logrado! —respondió Klaus con total seguridad—. Pero Ben te atrapó antes de que pudieras demostrarlo.
Ben solo negó con la cabeza, una mezcla de incredulidad y diversión.
—Definitivamente nunca los voy a dejar beber de nuevo —murmuró, pero su sonrisa delató que, en el fondo, también lo estaba disfrutando, luego me dio un beso de frente para tomar otro trago.
La noche seguía avanzando y, para nuestra sorpresa, Ben, siempre tan serio y reservado, comenzó a relajarse más de lo normal. Klaus, con su energía contagiosa, no tardó en arrastrarlo al caos.
—¡Vamos, Benny! —dijo Klaus, ofreciéndole otro vaso—. Haz algo divertido por una vez en tu vida.
Ben levantó una ceja, pero esta vez no rechazó el vaso. Se lo tomó de un solo trago y dejó el vaso en la mesa con más fuerza de la necesaria, haciendo que todos lo miráramos sorprendidos.
—¿Qué? —preguntó Ben, sonriendo de lado—. ¿Pensaron que no podía hacerlo?
—¡Esa es la actitud, Benny-boy! —gritó Klaus, alzando las manos como si estuviera celebrando una victoria—. Ahora, cuéntanos algo divertido… o hazlo.
Ben rodó los ojos, pero esta vez había un destello de diversión en ellos. Se inclinó hacia Klaus y, con la voz más seria que pudo fingir, dijo:
—¿Sabes cuál es la mejor parte de que papá no te lleve a misiones?
—¿Qué? —preguntó Klaus, intrigado.
—Que no tiene que escuchar tus terribles chistes durante horas.
Klaus abrió la boca, claramente ofendido, pero antes de que pudiera responder, Ben agregó:
—Oh, y otra cosa… ¡Tú tampoco tienes que escuchar a papá! Así que supongo que ganas tú.
Eso nos hizo estallar de risa. Incluso Klaus, después de un momento, terminó riéndose mientras golpeaba el suelo.
—Bien jugado, Benny… bien jugado.
Yo me limpié las lágrimas de la cara, tratando de recuperar el aliento.
—¿Quién diría que Ben puede ser gracioso? —dije, todavía riendo.
Ben se cruzó de brazos, fingiendo indignación.
—¿Qué se creen? Soy el más divertido de todos, solo que no me entienden porque… —hizo una pausa dramática—. Soy demasiado inteligente para ustedes.
Eso solo hizo que todos riéramos más fuerte. Klaus, sin perder el ritmo, señaló a Ben con un dedo tambaleante.
—¡Eres una mala influencia! ¿Desde cuándo el perfecto Ben hace bromas?
—Desde que ustedes dos son imposibles de soportar sobrios —respondió Ben, y esta vez fue él quien comenzó a reírse— Es una broma, los quiero
Fue en ese momento que supe que esta noche sería inolvidable. Aunque probablemente ninguno de nosotros lo admitiría al día siguiente, eran estos momentos, tan caóticos y llenos de vida, los que nos mantenían unidos en medio de toda la locura de la Academia.
El cuarto estaba impregnado de un ligero aroma a licor mezclado con el perfume de Ben, la loción de Klaus y mi propio shampoo. Nos acomodamos como pudimos, con Klaus ocupando más espacio del necesario y Ben tratando de mantener cierta dignidad, a pesar de que el alcohol claramente lo había relajado más de lo normal.
—Buenas noches, princesa del clima —murmuró Klaus, con esa sonrisa pícara que siempre tenía.
—Buenas noches, hermanita—añadió Ben, con un toque de cariño en su voz y me dio un beso en la frente.
Reí suavemente y cerré los ojos, sintiendo el peso de todo el día desvanecerse. No importaba lo que hubiera sucedido antes, ni las dudas o los miedos que a menudo me perseguían. En este momento, estábamos juntos, riendo y compartiendo algo que no necesitaba ser perfecto para ser especial.
Klaus se giró, haciendo que el colchón crujiera bajo su peso, y dejó escapar un suspiro dramático.
—Chicos… si mañana no recuerdo nada, solo quiero que sepan que los quiero.
Ben bufó, pero su tono era suave.
—¿Es tu declaración borracha de amor, Klaus?
—Es lo más cerca que estarás de escucharla, amigo —respondió él, riendo entre dientes.
No pude evitar sonreír. Era un momento raro, donde nuestras diferencias no importaban, donde las cicatrices que llevábamos todos parecían menos profundas.
—Yo también los quiero, incluso cuando me vuelven loca —dije en voz baja, sintiendo cómo el sueño empezaba a arrastrarme.
—Qué dramáticos… pero sí, yo también —murmuró Ben.
Y así, entre risas y susurros, la noche se fue apagando. Podía escuchar el ritmo pausado de sus respiraciones mientras caían dormidos uno a uno. Y antes de que el sueño me venciera, una certeza llenó mi corazón: a pesar de todo, no estaba sola. Tenía una familia, rota y peculiar, pero mía al fin y al cabo.
Esa noche, la cama pequeña parecía contener un universo entero. Un universo lleno de caos, cariño y promesas no dichas, pero siempre presentes.
El sol entraba tímidamente por la ventana, golpeando mi rostro y obligándome a abrir los ojos. Me senté despacio, sintiendo como mi cabeza palpitaba con un dolor punzante.
—Dios... ¿qué hicimos anoche? —murmuré para mí misma, masajeándome las sienes mientras intentaba recordar.
A mi costado, Ben y Klaus dormían profundamente, sus posiciones desordenadas en la cama casi me hicieron reír. Klaus estaba boca abajo, abrazando una almohada como si fuera un trofeo, mientras Ben tenía un brazo colgando fuera del colchón, con su rostro oculto entre las sábanas.
El cuarto olía ligeramente a licor y risas que aún parecían resonar en el aire. Tragué saliva, sintiendo mi boca seca como el desierto. Necesitaba agua y, definitivamente, algo para el dolor de cabeza.
—Primera vez y ya me arrepiento —murmuré mientras me ponía de pie lentamente, tambaleándome un poco.
De pronto, Klaus murmuró algo ininteligible en sueños y se giró, haciendo que las sábanas se deslizaran un poco. Me llevé la mano a la boca para no soltar una carcajada al ver su expresión de completa paz, como si nada hubiera pasado.
Ben, en cambio, parecía más angelical que nunca, con su cabello desordenado y su respiración tranquila. Me incliné un poco para verle mejor y susurré:
—Primera vez para ambos y sobreviviste. Felicidades, Benny.
Mientras me dirigía a la puerta, intentando no hacer ruido, un crujido del suelo me delató. Klaus abrió un ojo lentamente y me miró con una sonrisa ladeada.
—¿Adónde crees que vas? Apenas empieza la resaca.
—Por agua. Mi cabeza está a punto de explotar —respondí en un susurro, girándome para verlo.
—Trae para todos, ángel del clima —murmuró antes de cerrar los ojos nuevamente, hundiéndose de nuevo en la almohada.
Sacudí la cabeza con una sonrisa, preguntándome cómo era posible que Klaus pudiera seguir siendo tan él, incluso después de una noche así.
Mientras me alejaba, solo una cosa rondaba en mi mente: nunca más volvería a tomar… o al menos no con Klaus liderando la fiesta.
Vaya, vaya que esta pasando descontrol.
Jakakkas Klaus hizo de las suyas.
Bye
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