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Capitulo 27





Ya había pasado unos cuántos días no recordaba nada aún de esa tarde que extrañamente perdí de mis recuerdos pero no le tome importancia, tal vez toda la tarde haya dormido.

Salí de mi habitación y en la mesa solo estaban Klaus, Ben y Vanya.

—¿Los demás? —les pregunté y estos se miraron entre sí.

Iban a responder hasta que mamá entró con nuestro desayuno, entregó un plato a cada uno y empezamos a comer.

—Mamá, ¿Dónde están los demás? —le pregunté y como siempre sonrió para agarrarme del cachete.

—Se fueron a una misión de urgencia, su padre se llevó a los que mostraron mejor rendimiento en su entrenamiento o eso me dijo Pogo —sonrió y se elejo de nosotros.

Por eso Ben estaba enojado y molesto consigo mismo pero a la par suspiró así no usaría su poder qué a él no me gustaba utilizar, Klaus no le importaba la decisión de papá y sonrió no le obligaría usar el poder, Vanya pues ella no tenía poderes y siempre se quedaba en casa cuando salíamos a misiones y yo estaba decepcionada de mi misma.

Mamá se retiró y nos dejo solos hasta que Vanya nos miró y habló.

—No es para que se molesten —dijo tímida y nosotros la miramos— Papá llevó a los que pueden utilizar sus poderes sin ningún problema —bajo la mirada al sentir que los tres la mirábamos.

—Eso no lo hace más justo —murmuró Ben, dejando su tenedor a un lado. Su voz estaba cargada de frustración contenida, algo poco común en él—. Papá nunca ve más allá de lo que quiere.

—¿Y cuándo lo ha hecho? —respondió Klaus con una risa amarga, inclinándose hacia atrás en su silla—. No somos más que herramientas para él. Algunos simplemente tienen más brillo que otros, aparentemente.

Vanya bajó aún más la mirada, jugueteando con su tenedor sobre el plato sin tocar la comida. Sus palabras habían sido bien intencionadas, pero parecían haber abierto una herida aún más profunda.

—No puedo creer que no me eligiera —murmuré, más para mí misma que para los demás, mi voz temblando con una mezcla de enojo y decepción—. Entrené, me esforcé, hice todo lo que pidió, y aun así...

Ben giró la cabeza hacia mí, sus ojos llenos de compasión y algo de tristeza.

—Eso no significa que no seas capaz —dijo con firmeza, tratando de reconfortarme—. Todos sabemos que papá no mide el valor por el esfuerzo, sino por lo que le conviene en el momento.

—Exacto, cariño —intervino Klaus, sonriendo mientras tomaba un sorbo de su café—. Papá está demasiado cegado por su idea de perfección como para notar lo increíble que eres.

A pesar de sus palabras, el peso en mi pecho no desapareció. Papá siempre había sido frío y calculador, pero cada vez que ignoraba mis esfuerzos, se sentía como una nueva herida.

Vanya levantó la mirada, como si estuviera reuniendo valor para hablar.

—No deberías sentirte así —dijo suavemente, su voz apenas un susurro—. Papá no... no mide quién eres realmente. Lo que importa es lo que tú ves en ti misma.

La sala quedó en silencio por un momento, sus palabras flotando en el aire. Finalmente, Ben suspiró y se puso de pie.

—No necesitamos que papá decida nuestro valor —dijo, con un tono más decidido esta vez—. Si no podemos demostrarle lo que valemos, demostrámoslo a nosotros mismos.

—Exacto —dijo Klaus, levantando su taza de café como si brindara—. Y para demostrarlo, propongo una nueva misión: olvidarnos del viejo por un día.

No pude evitar reírme levemente ante su comentario, mientras Vanya sonreía tímidamente y Ben negaba con la cabeza.

—Esa sí es una misión que puedo aceptar —respondí, sintiendo un poco del peso aligerarse de mis hombros.

Por ahora, seríamos nosotros contra el mundo, terminamos de desayunar y Klaus nos llevo a la habitación de Ben que estaba todo perfectamente ordenado.

—Bien juguemos algo —Klaus nos miro a los tres y Vanya negó para quedarse parada en la puerta.

—No es necesario, será mejor que me vaya —dijo y estaba apuntó de salir hasta que Ben la detuvo, esta bien admito que las cosas no están bien entre las dos pero necesitaba eso para que ella se distraiga.

—No te vayas —la miró suplicante— Quédate con nosotros, nadie de los demás se va a enterar... si lo que quieres es no causar problemas

—No te juro no es necesario —dijo ella intentado irse de nuevo.

—Vanya solo —trague grueso cuando hablé y me detuve— Quédate jugaremos y ya.

Ella me miró y asintió sentadose en el suelo como Klaus y yo ya lo habíamos hecho, Ben se acercó al armario y sacó un monopolio qué lo puso en el centro de todos. Abrimos el juego y sacamos el tablero, mientras que Klaus acomodaba el dinero y las cartas, yo estaba con los dados y Vanya acomodaba las fichas y nos daba escoger.

—Bien yo soy el banco —dijo Klaus y Ben negó.

—No yo lo soy, tu no sabes entregar el dinero —Klaus hizo una pose ofendida y me reí.

—Los dos son el banco y también juegan —me reí y ambos se miraron amenazantes de broma y mientras que ellos andaban acomodando lo último, miré a Vanya y le pregunté.

—¿Sabes jugar? —ella asintió evitando mi mirada y abrió su boca para hablar pero se detuvo hasta que tomó aire.

—Si los miraba jugar con todos, aprendí ahí —la mire con una sonrisa y le entregué el dado.

—Entonces empieza tú, Vanya —le dije, animándola con un leve movimiento de cabeza.

Ella tomó los dados con algo de duda, mirándolos como si fueran más pesados de lo que realmente eran. Finalmente, los lanzó sobre el tablero. El sonido de los dados rebotando llenó la habitación mientras todos observábamos el resultado.

—Un seis —anunció Klaus con entusiasmo, tomando una de las fichas y moviéndola seis espacios—. Eso significa que caíste en... ¡Propiedad libre! Vanya, ¿quieres comprarla?

Ella miró el tablero con detenimiento y luego a Klaus, quien le sonreía como si fuera un vendedor ansioso por cerrar un trato.

—¿Cuánto cuesta? —preguntó en voz baja, sin mirar a nadie directamente.

—¡Cien dólares! —respondió Klaus de inmediato, y Ben se apresuró a corregirlo.

—No, Klaus, cuesta ciento cincuenta. Aprende a leer el tablero, por favor.

—Tacaño —bufó Klaus, mientras Vanya tomaba el dinero que Ben le ofrecía del "banco" y compraba su primera propiedad.

—Muy bien, Vanya, buena jugada —le dije, sonriendo genuinamente al ver que se relajaba un poco.

El juego continuó, con risas y pequeñas discusiones sobre las reglas que Klaus insistía en modificar a su favor. Vanya parecía más cómoda con cada turno, incluso riendo tímidamente cuando Klaus cayó en una de sus propiedades y tuvo que pagarle.

—¡Esto está arreglado! —protestó Klaus dramáticamente, sacando su billetera ficticia—. Estoy en bancarrota, y Vanya es la culpable.

—Solo estoy siguiendo las reglas —respondió ella, sonriendo por primera vez en mucho tiempo.

—No puedo creerlo —dije entre risas—. Creo que Vanya nos va a ganar a todos.

—Eso lo veremos —replicó Ben, moviendo su ficha con determinación.

La tarde pasó más rápido de lo que esperaba, llena de risas y bromas. Por un momento, olvidamos las expectativas de papá, las misiones y el peso de nuestras responsabilidades. Éramos solo cuatro hermanos compartiendo un momento de paz, algo que parecía tan simple pero tan raro en nuestra familia.

—Ya me aburrí —mencionó Klaus mirando a Ben— No tienes otros juegos  —le pregunto y Ben asintió.

—Si pero tu cerebro no lo entendería —mencionó simple y yo lo mire mal.

—¿Qué tienes eos juegos? —preguntó y Vanya miro también confundida.

—Son juegos coreanos —mencioné y ellos se miraron entre sí y luego Klaus empezó a reír.

—Oh son juegos chinitos —dijo y yo negué son una sonrisa a lo que Ben bufo.

—¿Dónde los consiguieron? —preguntó Vanya y Ben y yo nos miramos no sabíamos si confiar nuestro secreto pero antes de que él hablara.

—Se lo regaló Pogo en uno de sus cumpleaños, fue exactamente el año pasado —sonreí claramente estaba mintiendo, el y yo nos escapamos algunas veces de la academia con ayuda de Cinco para comprar cosas.

—Exacto —el sonrió conmigo.

—Chicos hora de cenar —tocó mamá la puerta y nosotros dijimos al unísono "ya vamos"

—Bueno cenamos y jugamos esos juegos —anunció bien y nos paramos del suelo.

—Pero antes dime como se llaman —pregunto Klaus mientras salíamos de la habitación.

—Ddakji —hablo él con un acento nativo, aparte de que claramente era de ese país lo había aprendido por el solo leyendo en la biblioteca aparte de todos los idiomas que todos dábamos hablar y me estaba enseñando a mi.

—Y el otro —mencionó Vanya.

—Biseokchigi —hizo una pausa— gong-gi, jegi —nosotros solo a sentimos— Luego les voy a explicar y antes que me pregunten aprendí a jugar gracias aún libro.

Todos caminamos hacia el comedor mientras Klaus murmuraba los nombres de los juegos en voz baja, intentando pronunciarlos correctamente y fallando miserablemente.

—Daka... ¿qué? —dijo, frunciendo el ceño.

—Ddakji —corrigió Ben sin siquiera mirarlo—. No es tan difícil, Klaus.

—Para ti no, genio —resopló Klaus, cruzando los brazos—. Pero no me importa, porque igual voy a ganar, sea como sea que se juegue.

Vanya soltó una risita, y yo sonreí también.

—Claro, Klaus —dije, burlándome suavemente—. Seguro vas a ser un prodigio del ddakji.

—No me subestimes, hermanita —respondió con una sonrisa confiada—. Podrías llevarte una sorpresa.

Llegamos al comedor, donde mamá ya nos esperaba con la mesa perfectamente servida. Como siempre, su sonrisa cálida y su manera de tratarnos como si fuéramos lo más importante del mundo hacía que todo pareciera un poco menos complicado.

—Siéntense, niños, la comida se enfría —dijo, colocando los últimos platos en la mesa.

Nos sentamos en nuestros lugares habituales, y por un momento, todo parecía normal, casi como si fuéramos una familia cualquiera. Pero entre los intercambios de miradas entre Ben y yo, sabía que ambos estábamos pensando lo mismo: los días tranquilos como este no duraban mucho en la Academia Hargreeves.

Cuando terminamos de comer, Klaus fue el primero en levantarse, emocionado por aprender los juegos que Ben había mencionado.

—¡Vamos, Ben! Trae los juegos "coreanitos" y enseñame cómo destrozarte en todos ellos.

—No te emociones tanto, Klaus —respondió Ben con calma mientras se levantaba también—. Es más probable que te destroces a ti mismo intentando entender las reglas.

Vanya y yo los seguimos, nuestras risas llenando el pasillo mientras nos dirigíamos nuevamente a la habitación de Ben.

Ben abrió su cofre con cuidado, como si estuviera a punto de revelar un tesoro invaluable. Klaus, por supuesto, no podía contener su curiosidad.

—¿Qué es eso? ¿Un cofre del tesoro coreano? —preguntó, inclinándose hacia adelante para mirar dentro.

Ben suspiró y le lanzó una mirada cansada antes de sacar un par de cuadrados de papel doblado, perfectamente confeccionados.

—Esto, queridos ignorantes, es ddakji —dijo, sosteniendo los papeles frente a nosotros como si fueran artefactos sagrados.

Klaus lo miró como si estuviera loco.

—¿Papeles? ¿De verdad? ¿Esto es lo que vamos a jugar? —preguntó, alzando una ceja.

—No son simples papeles, Klaus —respondió Ben, con un tono de paciencia forzada—. Es un juego de habilidad y estrategia.

Vanya y yo compartimos una mirada divertida mientras Ben seguía con su "clase magistral".

—El objetivo es simple —continuó, colocando uno de los cuadrados en el suelo y sosteniendo otro en su mano—. Golpeas el cuadrado del suelo con el que tienes en la mano. Si logras voltearlo, ganas.

—Eso suena fácil —dijo Klaus, recogiendo uno de los cuadrados—. Esto es pan comido.

—¿Sí? Entonces, inténtalo —dijo Ben, cruzando los brazos y retrocediendo un paso.

Klaus se agachó, colocando su propio cuadrado en el suelo, y luego intentó golpearlo con el otro. El resultado fue un miserable fracaso: el papel apenas se movió, y mucho menos se volteó.

—¡Esto está amañado! —exclamó Klaus, mientras Vanya y yo nos reíamos.

—Es cuestión de técnica, no de fuerza bruta —dijo Ben, tomando el cuadrado de Klaus—. Mira y aprende.

Ben se agachó y, con un movimiento preciso y seguro, golpeó el papel en el suelo, logrando que se volteara al primer intento.

—¡Así es como se hace! —anunció, con una leve sonrisa de triunfo.

—¡Tramposo! —gritó Klaus, pero su tono era más divertido que acusatorio.

—Déjame intentarlo —dije, tomando un cuadrado de papel y posicionándome. Mi primer intento no fue tan malo, pero tampoco logré voltear el papel.

—Casi lo tienes —dijo Ben, con un tono alentador que rara vez usaba.

—¿Puedo intentarlo? —preguntó Vanya tímidamente, recogiendo un cuadrado.

—Por supuesto —respondió Ben, sorprendiéndonos a todos con su amabilidad.

Vanya golpeó el cuadrado en el suelo con cuidado y, para nuestra sorpresa, lo volteó al primer intento.

—¡Lo hice! —exclamó, con una sonrisa brillante.

Klaus, por supuesto, se dejó caer dramáticamente al suelo.

—¡Traición! ¡Vanya se ha aliado con los coreanos para derrotarnos! —gritó, haciendo que todos estalláramos en risas.

Y así, entre risas y competencia, la noche continuó, siendo un raro momento de unión que todos necesitábamos.

Ben abrió su cofre con cuidado, como si estuviera a punto de revelar un tesoro invaluable. Klaus, por supuesto, no podía contener su curiosidad.

—¿Qué es eso? ¿Un cofre del tesoro coreano? —preguntó, inclinándose hacia adelante para mirar dentro.

Ben suspiró y le lanzó una mirada cansada antes de sacar un par de cuadrados de papel doblado, perfectamente confeccionados.

—Esto, queridos ignorantes, es ddakji —dijo, sosteniendo los papeles frente a nosotros como si fueran artefactos sagrados.

Klaus lo miró como si estuviera loco.

—¿Papeles? ¿De verdad? ¿Esto es lo que vamos a jugar? —preguntó, alzando una ceja.

—No son simples papeles, Klaus —respondió Ben, con un tono de paciencia forzada—. Es un juego de habilidad y estrategia.

Vanya y yo compartimos una mirada divertida mientras Ben seguía con su "clase magistral".

—El objetivo es simple —continuó, colocando uno de los cuadrados en el suelo y sosteniendo otro en su mano—. Golpeas el cuadrado del suelo con el que tienes en la mano. Si logras voltearlo, ganas.

—Eso suena fácil —dijo Klaus, recogiendo uno de los cuadrados—. Esto es pan comido.

—¿Sí? Entonces, inténtalo —dijo Ben, cruzando los brazos y retrocediendo un paso.

Klaus se agachó, colocando su propio cuadrado en el suelo, y luego intentó golpearlo con el otro. El resultado fue un miserable fracaso: el papel apenas se movió, y mucho menos se volteó.

—¡Esto está amañado! —exclamó Klaus, mientras Vanya y yo nos reíamos.

—Es cuestión de técnica, no de fuerza bruta —dijo Ben, tomando el cuadrado de Klaus—. Mira y aprende.

Ben se agachó y, con un movimiento preciso y seguro, golpeó el papel en el suelo, logrando que se volteara al primer intento.

—¡Así es como se hace! —anunció, con una leve sonrisa de triunfo.

—¡Tramposo! —gritó Klaus, pero su tono era más divertido que acusatorio.

—Déjame intentarlo —dije, tomando un cuadrado de papel y posicionándome. Mi primer intento no fue tan malo, pero tampoco logré voltear el papel.

—Casi lo tienes —dijo Ben, con un tono alentador que rara vez usaba.

—¿Puedo intentarlo? —preguntó Vanya tímidamente, recogiendo un cuadrado.

—Por supuesto —respondió Ben, sorprendiéndonos a todos con su amabilidad.

Vanya golpeó el cuadrado en el suelo con cuidado y, para nuestra sorpresa, lo volteó al primer intento.

—¡Lo hice! —exclamó, con una sonrisa brillante.

Klaus, por supuesto, se dejó caer dramáticamente al suelo.

—¡Traición! ¡Vanya se ha aliado con los coreanos para derrotarnos! —gritó, haciendo que todos estalláramos en risas.


En la. Vida soy Klaus jugando jakakaka.

Espero y les haya gustado, quise alivianar el ambiente de esa academia con ese juego.

Bye.

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