Capitulo 23
Salimos de su habitación mirando la pared.
—Él estará bien —dije segura— Papá lo quiere mandar a rehabilitación —el me miró confundido.
—¿Cómo se enteró? —me preguntó mientras arqueaba una ceja.
—Ah.. Allison se le escapó y Luther se enteró —vire los ojos— Reportó a papá y empezaron a buscar una clínica
—Espero que no pase nada cuando él se entere —empezamos a caminar por los pasillos y asentí— ¿Quién toca?
—Diego...él es el complicado por distintas razones desde que estoy contigo está distante
Cinco frunció el ceño al escuchar eso.
—¿Distante? —repitió, como si le costara creerlo.
—Sí. Antes hablábamos más, pero ahora apenas intercambiamos palabras. No sé si es porque está en desacuerdo con nuestra relación o porque tiene algo más en mente.
Él suspiró y se detuvo, tomándome de las manos.
—No le des tantas vueltas, amor. Diego siempre ha sido complicado, pero si hay algo que le molesta, eventualmente lo dirá. Ahora concéntrate en disfrutar tu día.
Sonreí levemente, agradecida por su apoyo, pero no podía evitar sentir cierta tensión al pensar en cómo Diego podría reaccionar. Seguimos caminando hasta su habitación, y cuando llegamos, toqué suavemente la puerta.
—¿Diego? —llamé, pero no hubo respuesta.
Cinco entrecerró los ojos y giró la perilla sin esperar más. Entramos, y ahí estaba Diego, afilando uno de sus cuchillos con una expresión seria en el rostro.
—¿Qué quieren? —preguntó sin levantar la vista, su tono cortante.
—Vine a traerte esto. —Le extendí el regalo con cautela.
Él se detuvo, levantó la mirada y luego sus ojos se posaron en el paquete. Lo tomó, pero su expresión no cambió.
—Gracias —dijo simplemente mientras lo abría.
Dentro había un soporte para cuchillos personalizado que había mandado a hacer especialmente para él, con el logo de su máscara tallado en la base.
Diego levantó una ceja, sorprendido, y por un momento, pensé que se negaría a aceptarlo. Pero luego, una pequeña sonrisa apareció en su rostro.
—Está genial. ¿Dónde lo conseguiste?
—Lo mandé a hacer. Sabía que te gustaría.
Diego dejó el soporte sobre la mesa y, para mi sorpresa, se levantó y me dio un abrazo rápido, algo poco común en él.
—Gracias —repitió, esta vez con más sinceridad.
Cinco, que había estado observando en silencio, sonrió con satisfacción.
—Parece que no está tan distante después de todo —susurró en mi oído, y yo le di un codazo suave para que se callara.
Salimos de la habitación, dejando a Diego admirando su nuevo regalo, sentí que tal vez todo volvería a estar en orden.
Nos seguimos alejando y me pare en la puerta de Vanya, estaba indecisa en entregarle o no.
—No me digas que te dejaste llevar por los prejuicios de que no tenga poderes —me juzgo con la mirada y me ofendí— Okey... Perdón
—No es eso, está rara conmigo desde que empezaste a pelear con Ryan —se me había salido su nombre y luego me corregí yo misma— Perdón Five y desde ahí se alejo, no me buscaba para tocar y bueno no es como que toque ya —tomé su regalo.
—Te iba a preguntar algo —se quedo callado un momento— ¿Por qué no tocas?.. Tu querías ser una pianista famosa, es tu sueño —aseguró lo último y ahí me di cuenta a donde quería llegar—Desde que empecé a salir contigo y Five... —lo detuve, osea era cierto pero lo iba a desmentir.
—Es un sueño tonto... Simplemente es un hobbie —dije y cambie de tema— Y respecto a Vanya, Klaus me dijo que podía estar celosa qué le gustabas alguno de ustedes ya sea Five o tú pero también me dijo que podía ser yo... Pero lo más probable es que sean algunos de ustedes —el me cayó, tocando la puerta de Vanya.
—Oye —le recrimine— No estoy lista aún —me queje como niña chiquita.
—Se pasa el día amor —me sonrió mostrando su sonrisa perfecta— Vas a estar todo el día así hablando y te dará la noche. —se burlo de mi y me dio un beso en la mejilla al cual yo me limpie y el me volvió a dar otro e iba a hacer lo mismo hasta que la puerta de abrió.
Vanya se quedó mirándonos, primero a Cinco y luego a mí, su mirada era una mezcla de sorpresa y algo que no pude identificar del todo, pero que parecía irritación.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó en tono cortante.
—Vine a darte esto —dije rápidamente, extendiéndole el regalo.
Ella miró la caja, pero no hizo ningún movimiento para tomarla. Sus ojos volvieron a posarse en mí, y luego en Cinco, que permanecía a mi lado con su típica postura relajada pero alerta.
—¿Por qué? —preguntó, cruzándose de brazos.
—Es tu cumpleaños también, ¿no? —respondí con una sonrisa nerviosa, tratando de aliviar la tensión.
Finalmente, Vanya tomó el regalo y lo examinó como si fuera una bomba que pudiera estallar en cualquier momento. Lo abrió con lentitud y sacó una partitura antigua, cuidadosamente enmarcada.
—Es la partitura original de una de las piezas que tocábamos juntas, aparte esta firmada por el autor y la mejor violinista del mundo actual—dije con una leve sonrisa—. Pensé que te gustaría tenerla.
Por un instante, vi algo de emoción cruzar su rostro, pero fue tan rápido que casi lo pierdo.
—Gracias... supongo —dijo, sin mucho entusiasmo, mientras dejaba la partitura sobre su escritorio.
—Bueno, ya te dejamos sola. No queríamos interrumpir —intervino Cinco, notando la incomodidad del momento.
—Espera —dijo Vanya, mirándome fijamente—.Feliz cumpleaños a ambos también —dijo eso para cerrarnos la puerta en la cara
Cinco intentó tocar de nuevo la puerta para decirle algo y yo negué agarrando su mano.
—Dejála —dije sin ganas de empezar una discusión.
—Pero.. —lo interrumpí y negué seria—Esta bien vamos con los últimos que nos queda para ir todos juntos a abrir los regalos de Pogo y comer el pastel de mamá
—Te olvidas de papá —le dije burlona.
—Sus regalos son horrendos, recuerdo que Five me contó que hacía llegar tu regalo, el regalo de Pogo, Allison qué solo entrega a dos personas y el de papá —no dije nada y simplemente escuchaba, mientras caminamos hacia la habitación de Luther y sin previo aviso simplemente Cinco entro.
—No hay nadie aquí —verificó en toda la habitación.
—Nos quedamos aquí —lo miré y él negó sonriendo.
—Sabemos donde está, vamos —me tomó de la mano y me jaló a la habitación de Allison, intente negarme y el me arrastraba como si nada.
Cinco me sonrió y abrió la puerta de la habitación y me quedé parada cuando vi como ambos de besaban y no se dieron cuenta hasta que Cinco tocó la puerta.
Allison y Luther se separaron rápidamente al escuchar el golpe de la puerta, sus caras reflejaban sorpresa y vergüenza. Allison fue la primera en reaccionar, arreglándose el cabello con una mano mientras miraba hacia nosotros.
—¡Oh, Dios! Esto no es lo que parece —balbuceó, claramente incómoda.
Cinco arqueó una ceja y soltó una risa sarcástica.
—¿No es lo que parece? Porque desde aquí parece exactamente lo que parece —respondió con tono burlón, cruzándose de brazos.
Yo lo miré, apretando su mano para que no siguiera hablando, pero él apenas se giró hacia mí y sonrió con picardía.
—¿Vinieron a algo o solo a... interrumpir? —preguntó Luther, tratando de sonar serio pero claramente incómodo.
—De hecho, sí vinimos a algo. —Extendí el regalo de cumpleaños hacia Luther y luego otro hacia Allison—. Esto es para ustedes.
Ambos miraron los regalos con sorpresa, y Allison dio un paso adelante para tomarlos.
—Gracias... no tenían que hacerlo —dijo con una sonrisa tímida, evitando mirarme directamente.
—Siempre hago esto todos los años —respondí, tratando de sonar tranquila y no pensar demasiado en lo que habíamos interrumpido—. Y bueno, ahora que ya entregamos esto, nos vamos.
Cinco no se movió de inmediato, aún con una sonrisa maliciosa en su rostro.
—Espero que no sea una tradición entregar regalos y descubrir secretos —dijo con tono burlón antes de girarse para salir de la habitación.
Lo seguí, y cuando cerré la puerta detrás de nosotros, lo miré con una mezcla de reproche y diversión.
—¿Era necesario eso?
—Absolutamente —respondió, sin dejar de sonreír—. Además, ahora tenemos algo con qué molestar a Luther por un buen rato.
Negué con la cabeza, aunque no pude evitar reírme un poco.
—Claro si hubiéramos sido nosotros, los hubieras botado de una con él carácter que tienes —reí y caminamos hacia su habitación de él y entramos.
—Hey, no te quejes —murmuró Cinco con una sonrisa mientras me sentaba en su cama, observándolo mientras él comenzaba a buscar algo en su armario.
—No me quejo, pero dime que no hubieras hecho exactamente eso si alguien nos descubriera... —le respondí cruzando los brazos, con una sonrisa divertida en los labios.
Cinco se giró hacia mí, con una ceja arqueada y esa expresión desafiante que siempre llevaba.
—Bueno, depende. Si fuera Klaus, probablemente lo arrastraría fuera de la habitación sin dudarlo. Si fuera Luther, lo ignoraría porque es demasiado torpe para procesar algo. Y si fuera papá… —se detuvo un momento, pensativo—, bueno, creo que ahí tendríamos problemas más serios.
Solté una carcajada al imaginar las escenas que él describía, pero luego suspiré, observándolo mientras se sentaba a mi lado con una pequeña caja en las manos.
—Hablando de cosas serias… —dije, mi tono ahora más tranquilo.
—¿Qué pasa? —preguntó, ladeando la cabeza, sus ojos buscando los míos.
—Nada malo, solo que... gracias por hacer que este cumpleaños sea especial. —Me acerqué un poco más a él—. Sé que no es fácil lidiar con todos nosotros, y menos conmigo.
Él sonrió suavemente y colocó la caja en mis manos.
—Otro regalo —sonreí y cambie de tema para responderle— Tú haces que todo valga la pena. Por eso este regalo es especial.
Abrí la caja con cuidado, revelando un reloj antiguo, pequeño pero elegantemente diseñado.
—Es un reloj de bolsillo —explicó Cinco, con un tono más serio—. Lo encontré en uno de las misiones y pensé que era perfecto para ti. Porque sin importar dónde esté o cuánto tiempo pase... siempre quiero que recuerdes que estaré contigo, aunque seas feliz con otra persona siempre estaré para ti.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero sonreí mientras me lanzaba hacia él para abrazarlo.
—Es el mejor regalo que me han dado —susurré, aferrándome a él.
—Bueno, aún falta el pastel. Tal vez eso me supere—respondió con una risa suave, haciendo que ambos termináramos riendo juntos— Mamá es muy buena cocinando.
Estábamos en su habitación, hasta que Ben tocó y entró para avisarnos qué era hora del pastel.
—Creo que es hora de que me aliste —le dije para irme a mi habitación.
—Si te veo abajo —salimos de su habitación y el me dejo en la mía— No demores mucho —asentí.
Entré con cuidado, cerrando la puerta detrás de mí. La habitación de Five estaba exactamente como la había dejado, pero el polvo acumulado en los muebles y el piso le daba un aire melancólico, como si el tiempo se hubiera detenido allí. Caminé hacia su escritorio, donde solía pasar horas escribiendo o dibujando mapas en silencio, leyendo libros sobre viajes ene tiempo junto con muchas operaciones matemáticas. Dejé su regalo encima, acomodándolo con cuidado, y me quedé mirando el espacio por un momento.
Suspiré, pasando la mano por la superficie polvorienta del escritorio.
—¿Por qué siempre tienes que dejar todo tan complicado, Five? —murmuré para mí misma, sintiendo un nudo en la garganta.
Mis ojos recorrieron la habitación. Había pequeños detalles que me recordaban a él: un libro medio abierto en el estante, un chaleco del uniforme tirado sobre la silla, y su característico reloj de bolsillo descansando sobre una repisa. Mi pecho se llenó de una mezcla de nostalgia y tristeza.
Decidí no quedarme mucho tiempo. No quería que nadie me encontrara ahí y empezara a hacer preguntas. Justo cuando me di la vuelta para salir, algo en el suelo llamó mi atención: una hoja de papel arrugada al lado de la cama.
La recogí y, al desdoblarla, noté que era un dibujo. Era un boceto de una chica al piano, con detalles precisos en el rostro y las manos, como si hubiera pasado mucho tiempo perfeccionándolo. Me quedé paralizada al reconocerme en el dibujo.
—Five… —susurré, mis dedos temblando mientras sostenía el papel.
Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos.
—¿Estás ahí? —era la voz de Ben.
Guardé el dibujo en el bolsillo de mi chaqueta rápidamente y abrí la puerta.
—Sí, ya salgo.
—El pastel está listo. No queremos que te lo pierdas —sonrió Ben, aunque había una sombra de preocupación en su mirada.
—Ya voy —le respondí, devolviéndole la sonrisa.
Limpie un poco del polvo del escritorio y puse la caja de mi regalo ahí por si algún día volvía, abrí la caja y vi el regalo que era una libreta negra de cuero con detalles dorados en su tapa con un árbol de la abundancia y a lado había una pluma de oro había costado mucho pero se que le hubiera encantado.
Y en eso que estaba por salir para irme con Ben qué me estaba esperando, miré a mi costado y había una cajita con mi nombre y a lado un sobre igual decía Feliz Cumpleaños 17
Miré la cajita con mi nombre durante unos segundos, sintiendo una mezcla de sorpresa y emoción. La caligrafía inconfundible de Five me trajo recuerdos de las veces que me dejaba notas crípticas o pequeños mensajes en la pizarra de la sala. A pesar de su ausencia, parecía que siempre había algo de él alrededor, como si nunca se hubiera ido del todo.
Abrí la caja lentamente, pero no me atreví a sacar el contenido. No era el momento, no con Ben esperándome afuera. Cerré la tapa con cuidado y me guardé tanto la cajita como el sobre en el bolsillo de mi chaqueta.
—Después... lo abriré después —me susurré a mí misma, tratando de ignorar la urgencia que sentía por descubrir qué había dentro.
Salí de la habitación y me encontré con Ben justo al final del pasillo.
—¿Todo bien? —me preguntó, alzando una ceja con curiosidad.
—Sí, solo me entretuve un poco ordenando. Ya sabes, el polvo en su habitación es increíble —dije, intentando sonreír y desviar la atención.
—Mamá debe estar arrepentida de haber dejado de limpiar ahí —bromeó él mientras comenzábamos a caminar juntos hacia el comedor.
Aunque intenté concentrarme en la conversación con Ben, mi mente estaba fija en el regalo y el sobre. ¿Qué podría haber dejado Five para mí? ¿Cuándo lo había hecho? Las preguntas no dejaban de dar vueltas en mi cabeza mientras llegábamos al lugar donde todos nos esperaban con el pastel.
Decidí que, después de la celebración, me encerraría en mi habitación para abrirlo. Fuera lo que fuera, sentía que cambiaría algo dentro de mí.
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