prologo
Glayo trepó por la pendiente que dirigía hacia la Laguna Lunar, sus
patas patinaban sobre las piedras húmedas. Una brisa helada le
revolvió el pelaje y se estremeció cuando su madre, Hojarasca
Acuática, se arrastró subiendo por las rocas hasta pararse a su lado.
—La hoja verde está por acabar —dijo—. Necesitaremos reabastecer
las hierbas mientras podamos. Especialmente nébeda.
—¡Nébeda! —Glayo movió la punta de su cola con impaciencia—.
Siempre estás maullando acerca de la nébeda. Si te salieras con la
tuya, llenaríamos nuestra guarida de ella y no dejaríamos espacio para
nada más.
Hojarasca Acuática le dio un empujón amistoso.
—Podríamos estar peor. Sabes lo rápido que la tos blanca puede
convertirse en tos verde si no se trata adecuadamente. Los veteranos–
—Tormenta de Arena, Látigo Gris, Mili y Puma están en perfecta
salud —interrumpió Glayo—, honestamente, Hojarasca Acuática, los
mimas demasiado. Además, tenemos mucha nébeda creciendo en la
guarida abandonada de Dos Patas. ¡Suficiente incluso para ti! Así que
no esperes que vaya a recolectar más.
Cuando terminó de hablar, escuchó un roce de patas más abajo por la
pendiente. El poderoso aroma acuoso del Clan del Río se apoderó de
él cuando Ala de Mariposa y Blima, las curanderas del Clan del Río,
treparon para unirse a ellos.
—Tenemos mucha nébeda —anunció Ala de Mariposa levemente—,
sólo hágannos saber si el Clan del Trueno está en apuros.
—Gracias, Ala de Mariposa —maulló Hojarasca Acuática, mientras
Glayo reprimió una aguda réplica.
¡Cómo si el Clan del Trueno necesitara depender del Clan del Río por
hierbas!
—Sigamos avanzando —instó a los otros curanderos—. Cirro y Vuelo
de Azor están por delante de nosotros. Puedo oler su rastro.
Tomando la delantera, Glayo brincó por el resto de la pendiente, con
las patas seguras a pesar de su ceguera, y se abrió camino a través de
los espesos arbustos que rodeaban la hondonada de la Laguna Lunar.
Cuando emergió, sacudiendo su manto, pudo escuchar el chapoteo del
agua mientras se derramaba por las rocas, y se imaginó el brillo de las
estrellas en la superficie del agua.
—¡Bienvenidos! —Cirro, el curandero del Clan de la Sombra, llamó
desde el borde del agua, más abajo—. Vuelo de Azor y yo pensábamos
que nunca vendrían.
—Bueno, ya estamos aquí —contestó Glayo.
Comenzó a descender el camino en forma de espiral que dirigía a la
laguna, sus patas deslizándose con facilidad hacia las huellas dejadas
por los gatos que vivieron junto al lago incontables estaciones atrás.
—Hace tanto tiempo… —susurró para sí mismo, luchando con los
recuerdos agridulces de la vez que había recorrido el mismo camino
que aquellos gatos antiguos. La vez que había dirigido sus patas al
viaje que los conducía a las montañas. La vez que compartí lenguas
con Media Luna…
Obligándose a volver al presente, se unió a Cirro y Vuelo de Azor
junto a la laguna y esperó a que Hojarasca Acuática, Ala de Mariposa y Blima recorrieran el camino una tras otra. Luego se instaló a la orilla
del agua. Podía escuchar a los otros curanderos haciendo lo mismo,
espaciados a lo largo de la orilla.
Incluso Ala de Mariposa, pensó, preguntándose una vez más cómo
podía ser una curandera sin creer en el Clan Estelar. ¡Todo lo que
obtendrá de esto es una linda y pacífica siesta!
Poco a poco, el sonido de los gatos moviéndose se desvaneció,
dejando solo la cascada interminable del agua que caía. Debajo del
torrente, el agudo oído de Glayo captó el sonido de la respiración de
Cirro. Había un tono áspero en ella, y de vez en cuando un tirón que le
recordaba incómodamente a Glayo, lo viejo que se estaba volviendo el
curandero del Clan de la Sombra.
No ha tomado un aprendiz desde la muerte de Cola Roso, Glayo se
recordó a sí mismo frunciendo el ceño. El Clan de la Sombra está
lleno de gatos jóvenes. ¿Seguramente alguno debe de ser apropiado?
Decididamente, Glayo desterró sus preocupaciones. Pasara lo que
pasara en el futuro, la vida era buena en los Clanes ahora. Había
habido muchas presas a lo largo de la estación de la hoja verde y todos
los gatos estaban sanos. La satisfacción se apoderó de él como el
sabor de una presa suculenta cuando cerró los ojos, estiró el cuello y
tocó con la nariz el agua de la Laguna Lunar.
Glayo se dio cuenta de la luz del sol cayendo sobre su pelaje. Su nariz
se movió ante los aromas de cosas verdes que crecían, que le llegaban
con una brisa cálida. Estirándose lujosamente, abrió los ojos.
En el nombre del Clan Estelar ¿qué…?
Poniéndose de pie, Glayo miró a su alrededor. Estaba parado en medio
de una extensión de hierba exuberante, bordeada por árboles cargados
de hojas. En algún lugar a lo lejos podía oír el suave burbujeo de una
corriente. Y a su alrededor, parpadeando unos a otros en confusión,
estaban sus compañeros curanderos.
Esto no puede ser bueno, se dijo Glayo a sí mismo, con cada pelo de
su manto erizándose de angustia. Una vez había sido capaz de caminar en los sueños de los demás, pero había perdido ese poder tras la
batalla contra los gatos del Bosque Oscuro, casi dieciocho lunas atrás.
Y ahora estamos caminando el mismo sueño. Los curanderos de los
cuatro Clanes se mantuvieron juntos en la hierba soleada de los
terrenos de caza del Clan Estelar. ¿Significa esto que el Clan Estelar
tiene un mensaje para todos nosotros?
—¿Qué está pasando? —preguntó Vuelo de Azor, asustado y con los
ojos bien abiertos.
Cirro negó desconcertado con la cabeza:
—Es muy raro —maulló.
Hojarasca Acuática y Blima tenían las cabezas juntas y hablaban en
murmullos rápidos y ansiosos. Glayo caminó hacia ellas, solo para
detenerse cuando vio a un grupo de gatos acercándose desde más allá
de los árboles. Se movían en una neblina de brillo estelar, con un
destello helado en sus patas y alrededor de sus orejas. Un gato noble
con un manto del color del fuego caminaba a la cabeza. Un escalofrío
recorrió el manto de Glayo cuando reconoció al exlíder del Clan del
Trueno.
Hojarasca Acuática dejó escapar un grito de alegría:
—¡Estrella de Fuego!
Una ola de afecto surgió en Glayo cuando la vio correr a través de la
hierba para entrechocar narices con su padre.
Vuelo de Azor brincó tras ella para encontrarse con Cascarón, quien
había sido su mentor en el Clan del Viento; los dos gatos cayeron
inmediatamente en una profunda conversación. Blima avanzó hacia
Estrella Leopardina e hizo una reverencia respetuosamente al saludar
a la previa líder del Clan del Río. Cirro y Cola Roso se instalaron
juntos en la hierba, compartiendo lenguas y ronroneando encantados,
mientras el anterior líder del Clan de la Sombra, Estrella Negra, les
lanzaba una mirada de aprobación.
Glayo fue más lento en saludar a los gatos del Clan Estelar. Aunque
estaba feliz de verlos, sus patas aún le picaban por la inquietud.
Quiero saber de qué trata todo esto.
Notó más gatos parados a la sombra de los árboles, apenas visibles
excepto como destellos de luz estelar. Glayo los examinó más de cerca
y se dio cuenta de que no reconocía a ninguno de ellos. Separando sus
mandíbulas, inhaló profundamente para llevar su olor a su boca, y
saboreó aromas con los que nunca antes se había encontrado.
Entrecerrando los ojos, Glayo se acercó a Estrella de Fuego.
—¿Qué está ocurriendo? —demandó—. ¿Quiénes son estos extraños?
—Saludos para ti también, Glayo —respondió Estrella de Fuego.
—¿Y bien? —la punta de la cola de Glayo se retorció
impacientemente.
Estrella de Fuego se aclaró la garganta y miró a los otros gatos del
Clan Estelar, quienes interrumpieron sus conversaciones para reunirse
a su alrededor.
—Supongo que puedes seguir y hablar por todos nosotros esta vez —
comentó secamente Estrella Leopardina al macho color del fuego—.
Obviamente planeas hacerlo de todas formas.
Los demás curanderos se habían acercado a Glayo, quien vio a Vuelo
de Azor mover las patas inquieto, como si quisiera decir algo pero se
sentía incómodo por esta visión compartida. Glayo le dio un pinchazo.
—Escúpelo —gruñó.
—Quizás cada uno de los curanderos debería hablar en privado con
nuestros propios compañeros de Clan —sugirió Vuelo de Azor
tímidamente—. Podría haber cosas que discutir privadas para nuestros
Clanes.
—No —maulló gentilmente Cascarón, tocando con su nariz el hombro
de Vuelo de Azor—. Tenemos una profecía para todos ustedes, una
que involucra a todos los Clanes.
Glayo sintió su corazón acelerarse. ¡No otra profecía! gruñó para sus
adentros. ¿Esto significa que nuestras estaciones de paz están
llegando a su fin?
—Una profecía, y una promesa también —maulló Estrella de Fuego.
Estaba mirando directamente a los ojos de Glayo, como si supiera las palabras que el curandero no había pronunciado en voz alta—. Un
tiempo de grandes cambios se avecina para todos los Clanes. Abraza
lo que encuentres en las sombras, porque sólo ello puede despejar el
cielo.
Paró de hablar, mientras que los antepasados del Clan Estelar miraban
de manera impresionante a los curanderos. Cuando el silencio se
prolongó durante varios momentos, Glayo azotó con su cola frustrado.
—¿Eso qué significa? —demandó, mirando a Estrella de Fuego. El
sarcasmo llenó su voz como una garra estirada cuando añadió—, si se
esfuerzan un poco más, ¿creen que podrían ser un poco más confusos?
Estrella de Fuego miró a Glayo con una mezcla de afecto e irritación.
Pero la visión ya estaba comenzando a desvanecerse. Las figuras de
los gatos del Clan Estelar brillaron en un destello de luz estelar,
deslumbrando a los curanderos. El cielo se oscureció como si las
nubes se apresuraran por cubrir al sol.
Pero antes de que su visión lo abandonara, Glayo vio por el rabillo del
ojo otro gato que no reconoció instantáneamente: un macho muy
joven parado a uno o dos pasos del círculo de curanderos. Cuando
Glayo se volvió para mirarlo, se alejó dando brincos, de modo que
todo lo que el gato gris vio claramente fue el movimiento de una cola
de punta blanca.
Glayo tomó una bocanada de aire para captar su aroma. ¡Ese es un
gato vivo! se dio cuenta. Y huele fuertemente al Clan del Trueno.
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