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Epílogo

   Había pasado una luna tras la batalla contra el Clan del Odio, la mayoría de los pícaros volviendo a sus calles en los nidos de dos patas, y Cheetahclaw y Treepaw habían abandonado el bosque cuando el Clan de la Libertad defendieron a los cuatro clanes del bosque.

   Cuando ocurrió la asamblea, todos los líderes comentaron lo bien que se iban recuperando sus miembros del clan. Brownfeather se había reunido con Stripedmoor y Lightstream como si llevaran sin verse por una eternidad. Tras terminar de hablar, Brownfeather dejó solos a sus amigos, yendo a sentarse al lado de Gingerpelt, sus colas pegadas la una contra la otra. Los otros dos guerreros se miraban de forma cálida, hasta que Stonefeet, un guerrero del Clan del Trueno, regañó a Lightstream por actuar de forma tan amistosa con un guerrero de otro clan.

   Brownfeather regresó al campamento con el resto de gatos de su clan que acudieron a la asamblea. Con mucho cansancio, llegó a su nido de musgo y algunas cañas, y se quedó profundamente dormida, con Gingerpelt acurrucado al lado suya.

-Eres una traicionera -una voz le dijo en el oído a Brownfeather, haciendo que despertara en un lugar completamente oscuro. 

-Sé que esto no es real. Él no lo querría así -la guerrera recordó el sueño que había sido repetido incontables veces desde que el Clan del Odio abandonó el bosque, y sobre todo, la muerte de sus amigos y madre. La situación se repetía cada vez con uno de sus seres queridos fallecidos.

-Yo soy el verdadero Darkswift, ¿entendido? 

-¡No! -gritó bien alto, su pelo erizándose al pensar que realmente ese podría ser el espíritu de Darkswift en el Clan Estelar.

   De repente, aparecieron en frente suya tres gatos; el olor de Cheetahclaw rozó su nariz. Vio como ella saltaba contra el proscrito por un costado, mientras que la sombra de un gato saltaba en frente del antiguamente guerrero. Cuando pudo notar como si las sensaciones de esa gata fueran suyas propias, pensó en clavar sus garras en la piel del proscrito. Cheetahclaw se deslizó hacia atrás, dejando que la sombra del gato fuera asesinada por la gata marrón, que no pudo parar su rumbo.

   Malos recuerdos recorrieron la mente de la guerrera marrón. El cuerpo de Darkswift se hallaba tendido en el suelo, debajo suya había un enorme charco de sangre roja. Ella se quedó mirando, paralizada, sus ojos verdes abiertos como platos por el horror de ver tal escena siendo repetida una y otra vez sin cesar.

-No lo siento, para nada. Mereces morir. Eres tan cerebro de ratón por pensar de que eso iba a hacer alguna diferencia. Yo solo lo quiero a él por mi propio bien -aquella gata dijo con tanta frialdad en su mirada. Era una copia exacta de Brownfeather.

-No... -ella lloriqueó-. ¡Lo siento, lo siento, lo siento! -gritó con cada vez más fuerza.

   El charco de sangre de Darkswift creció con rapidez, haciendo que en un abrir y cerrar de ojos la sangre estuviera a la altura del cuello de Brownfeather. Cerró los ojos, esperando el final mientras se lamentaba.

-¡Lo siento! -el agónico grito de Brownfeather fue cortado cuando la sangre llegó a entrar a su garganta, ahogándola en aquel rojizo y sangriento mar.

   Brownfeather despertó en su nido de musgo, todo su cuerpo temblando, su pelaje erizado del temor de que todo eso fuera la realidad. Aquella vez no lo había dudado tras recordar las palabras de Darkswift, pero cada vez más, sus sueños la atormentaban.

   Gingerpelt no necesitaba explicación alguna, entendía lo que le estaba pasando ya que se lo había comentado en repetidas ocasiones. Sus reconfortantes ronroneos y su distintivo cálido olor la calmaron.

-Creo que iré a despejarme un rato; sola -se apresuró a añadir al ver que Gingerpelt le iba a seguir, pero su pareja entendió, dejando que disfrutara de un rato de soledad.

   Se subió a un árbol lejos de su campamento, escuchando el canto de los pájaros. Allí todo parecía muy relajante, el río fluyendo con lentitud. La suave y cálida brisa de la hoja verde no duraría por mucho más; en una luna aproximadamente empezaría la estación de la caída de la hoja. 

   Brownfeather alzó sus orejas y las agudizó al escuchar el sonido de una rama crujir debajo del árbol en el que se encontraba. Un pequeño gato atigrado anaranjado andaba a un costado del río. Caminaba bastante seguro de él mismo, aunque se tratara de solo un cachorro, aún así, era bastante grande en comparación con los demás de su clan. ¡Orangekit!

   Él era un cachorro ciego, anteriormente del Clan del Trueno, hasta que Icestar decidió abandonarlo y echarle la culpa al Clan del Río, volviendo furioso a sus gatos. Menos mal que estaba muerto. El cachorro ya debería de ser un aprendiz, tenía seis lunas, pero ni el curandero ni el líder sabían que podrían hacer para que fuera de uso al clan con su discapacidad, así que seguía en la maternidad.

-¡Les puedo demostrar que soy capaz de hacer algo! -chilló alegremente.

   Brownfeather fue a buscarlo, bajando cuidadosamente de la alta rama en la que había descansado. Un olor característico y el sonido de pasos hicieron que la guerrera saliera en defensa del pequeño en unos instantes. ¡Zorro!

-¡Aléjate de ese cachorro! -un gato de pelaje oscuro y la barriga naranja saltó sobre el zorro joven.

   El zorro sufrió varias heridas y cayó contra el río. Tras salir del agua, salió corriendo en dirección contraria, su cola entre sus patas por el miedo. 

   Brownfeather alcanzó al cachorro al extender su pata, alejándolo del desconocido gato. Pensó que podría ser un proscrito o un solitario que estaba de paso, pero sabía que tenía que echarlo de su territorio. Pero notó que aunque su olor fuera similar al de estos, parecía que lo compartía con otro grupo de gatos. Se preparó para si varios gatos salían de entre algunos arbustos de bayas cercanos, sus uñas desenvainadas.

-¡Fuera de nuestro territorio! -Brownfeather gruñó.

   El otro gato olisqueó el aire por unos segundos, sin preocuparse de la guerrera que le amenazaba. Luego miró en las entrañas de sus ojos verdes, recordando algo.

-Me recuerdas a alguien -se acercó más a ella, despacio, olisqueando su pelaje.

-Eso no importa, ¡fuera! -la guerrera marrón se quedó pensando por unos segundos. Aquel gato le cuadraba con una descripción que le habían dado-. ¡¿Orangepaw?! He oído de ti -no estaba segura de que eso fuera correcto, pero pensó en como su madre le nombraba a su hermano perdido.

-¿Qué? -el gato miró sin comprender a la guerrera-. Ese es mi nombre. ¿Cómo lo sabes? ¿Conoces a una tal Sunstream? 

-¡Ella es mi madre! -se quedó totalmente boquiabierta; ¡él era su hermano!

-¿Hermana? ¡Eres tú? Te pareces a nuestra madre, era obvio. 

   Ambos gatos se quedaron compartiendo lenguas por unos momentos.

-¿Y ese quién es?

-Un nuevo cachorro de nuestro clan, Orangekit.

-Quiero que me acompañes -se atrevió a decir.

-Pero tengo que ir con mi clan, no puedo -se rehusó.

-Quiero que me acompañes exactamente ahí, hermana. ¿Qué nombre te puso Sunstream?

-¡Brownie, aunque ahora soy Brownfeather, una guerrera de pleno derecho del Clan del Río! -la marrón se sentía orgullosa de pronunciar aquellas palabras.

-Sé lo que ha estado sucediendo en el clan, y lamento la pérdida de todos vuestros miembros -miró hacia abajo brevemente, posiblemente pensando en su fallecida madre-. Pero después del peligro que conllevaba que estuviera en el clan con Darkfur, ahora no hay nada por lo que no estar aquí. Quiero estar contigo, hermana mía. Quiero ver a todos mis antiguos compañeros de clan, e incluso volver a unirme a ellos.

-¡Estoy alegre de que estés de vuelta en casa, y de por fin conocerte! ¡Marchemos! -tras tomar a Orangekit delicadamente, los dos empezaron a correr de vuelta al campamento, a sus verdaderos hogares.



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