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Prólogo

Todas los gatos lo fulminaban con la mirada, Estrella Pastosa, líder del Clan del Viento, incluso le gruñó cuando se acercó al borde de la rama del enorme pino que se usaba para las asambleas. La luna llena hacia brillar los pelajes de las decenas de gatos presentes, pero ni siquiera el tranquilo paisaje y los agradables sonidos eran suficientes para tranquilizar a Estrella de Cernícalo.

– ¿Entonces no recuerdan al Clan de las Montañas Altas? – Preguntó el gato marrón claro manchado.

– No son un clan, ¡Ni siquiera tienen el mismo código guerrero! – Exclamó el líder del Clan del Viento.

– Eres muy joven para entender que nuestro código es casi igual que el suyo, incluso mejor.– Maulló Estrella de Cernícalo.

– Y también un cerebro de ratón...– Añadió para sus adentros.

Una suave pero fría brisa le dió un escalofrío que tuvo que ignorar, pues en cualquier momento podría hacer un movimiento muy brusco y generar una pelea. El líder del Clan de las Montañas Altas se bajó del árbol con un limpio salto que estaba acostumbrado a realizar muy a menudo, en el campamento del clan.

El gato manchado no pudo evitar erizar el corto pelaje de su cuello al notar como todos lo miraban, aunque a nadie le parecía importar realmente lo que les pasara a esos gatos que se hacían llamar un clan. Pronto se dió cuenta de que no solo lo miraban a él así, si no que también a todos sus compañeros de clan.

– ¡El Clan de las Montañas Altas les cedió este territorio! – Siseó sin contenerse, aunque no se atrevió a moverse de donde estaba.

– No lo hizo.– Negó Estrella de Roble, la líder del Clan del Cielo.– ¡Luchamos los cinco clanes para ganarlo justamente! –

Aturdido por el relato de Estrella de Roble, buscó apoyo en la mirada de Estrella de Cuervo, que había sido su amigo desde que él había elegido quedarse en el Clan de las Montañas Altas. El líder del Clan del Trueno se preparó para hablar, incluso llamó la atención de todos una vez más, pero cuando empezó a hablar pareció no encontrar las palabras adecuadas.

– Perdón por no decírtelo, pero eso acordamos hace algunas asambleas.– Maulló el gato negro, débilmente, puesto que estaba en su última vida.

– ¡Cómo se atreven! ¡Sin nosotros ustedes habrían muerto de hambre! – Bufó Patas Oscuras con las garras afuera.

¡Los cachorros de Piedra de Arce! – Recordó súbitamente, mirando rápidamente al rincón del enorme claro donde se encontraba la reina con sus dos cachorros, Pequeño Árbol y Pequeño Lodo, aunque en realidad no eran de ella, sino que de Corazón de gorrión, quien había muerto hace muy poco.

Los dos pequeños empezaron a lloriquear ante el fuerte ruido, indicándole que estaban recién despertando. Algunos gatos voltearon a ver, pero nadie le dió importancia a aquella escena, como nunca les importaba ningún asunto del Clan de las Montañas Altas.

– Siempre hemos estado dispuestos a ayudarles, pero cuando nosotros los necesitamos nunca hacen nada.– Maulló Estrella de Cernícalo, intentando mantenerse tranquilo.

– ¡Corazón de Gorrión murió por su culpa! – Siseó Patas Oscuras de repente, colocándose en posición para atacar.

– No es necesario luchar para ganarnos el respeto de los otros clanes, Patas Oscuras.– Se apresuró a comentar para calmar a la gata blanca de manchas negras. – ¿O alguien cree lo contrario? –

Estrella Pastosa parecía a punto de decir que sí, pero fue interrumpido por Estrella de Cuervo, que negó rápidamente con la cabeza para calmar el ambiente, aunque sin éxito.

– Si de verdad quieren nuestro respeto, deberían ganárselo.– Afirmó Estrella de Roble.

Aquello debió ser demasiado para Patas Oscuras: La gata dió un enorme salto probablemente hacia alguno de los gatos del Clan del Viento o del Cielo. Sin embargo, a mitad de caída la gata pareció arrepentirse, pues se hizo un lado y maulló como disculpa.

Pero su disculpa no fue oída. Un enorme gato color crema atacó por detrás y tomó a la guerrera veterana por el cuello, mientras varios otros iban hacia los otros miembros del Clan de las Montañas Altas. Estrella de Cernícalo se lanzó rápido sobre el macho color crema y lo apartó de Patas Oscuras, que ahora tenía un corte en el cuello poco profundo. El felino color crema sin embargo no se rindió, fue directamente hacia los cachorros con una impresionante velocidad y, con sus fuertes patas traseras, dió un saltó que empujó a Piedra de Arce al agua helada.

Sin dudarlo, Estrella de Cernícalo se lanzó al lago también, aunque a medio salto recordó que no sabía nadar tampoco. Una vez en el agua, sintió como se le helaban hasta los huesos, intentando ayudar a Piedra de Arce con débiles patadas en el agua que no hacían más que empeorar la situación.

La gata anaranjada oscura apenas se movía, dejando que el agua la llevase hacia abajo sin poder oponerse. Estrella de Cernícalo logró tomarla del pescuezo justo cuando su hocico empezaba a tocar el agua helada, que en ese momento no parecía tan majestuosa como antes de la asamblea. Sin embargo, el gato manchado dió dos fuertes patadas al agua antes de que sus músculos no dieran más y se vieran obligados a detenerse, mientras el líder trataba de mantener la cabeza en alto y sin toser por el agua que había tragado por accidente, porque sí lo hacía estaría poniendo en riesgo la vida de Piedra de Arce.

– ¡Estrella de Cernícalo! – Gritó una voz a la distancia, pero el gato tenía la vista nublada y apenas podía ver más allá de su nariz, que tampoco le servía en ese momento.

Las olas del lago lo movían de un lado a otro, mientras su cuerpo parecía dejar de funcionar, al igual que el de Piedra de Arce. Trató de moverse una vez más, pero apenas lo hizo no pudo volver a moverse por el horrendo frío que sentía, ni tampoco ver nada. Lo último que oyó fue un maullido de horror, antes de sentir como caía al vacío...


●                ●                ●


– Estrella de Cernícalo.– Ronroneó una voz de una gata, que el líder creyó reconocer. – ¡Despierta, ya estás bien! –

Estrella de Cernícalo se levantó de golpe, jadeando con fuerza mientras sentía el agua goteando en su corto pelaje, que ahora estaba helado como el hielo. No pudo ver con claridad hasta que sintió una cálida lamida en su frente que le hizo sentir mejor. Era su curandera, Manto Cenizo.

– ¡Gracias al Clan Estelar! – Exclamó la gata al ver que Estrella de Cernícalo se movía y abría los ojos, aún jadeando por aire.

– ¿Y Piedra de Arce? – Interrogó cuando pudo recuperar el habla.

Manto Cenizo señaló a la reina con su cola, mientras le seguía lamiendo el pelaje hasta que quedó menos húmedo. La gata estaba temblando de frío y jadeando, pero no se veía tan grave como pensaba.

Estrella de Cernícalo se tomó un momento para examinar todo a su alrededor: El cielo estaba nublado y ya no podía sentir el olor de otros gatos que no fueran los de su clan. Algunos se veían bastante heridos, pero no tenían expresiones tristes ni de derrota, sólo de preocupación.

– ¿Han luchado contra los clanes? – Preguntó luego de un rato de silencio.

– Si.– Murmuró Manto Cenizo, oscureciendo su mirada.– Pero no han matado a ningún guerrero.–

– ¿Y los cachorros? –

–N-no pude salvarlos.– Tartamudeó la curandera, con lágrimas en los ojos.– Cuando acabó la batalla estaban muertos.–

Estrella de Cernícalo sintió un nudo en la garganta cuando la gata pronunció aquellas palabras. Si los clanes los hubieran dejado en paz, no estarían muertos, pues habría llegado a tiempo para llevárselos antes de que los mataran.

– Piedra de Arce va a estar destrozada.– Comentó en un susurro.– Los quería tanto que no quiso dejarlos en el campamento.–

– Se lo diré ahora.– Contestó Manto Cenizo.– Será mejor que lo sepa lo antes posible.–

Apenas la curandera se alejó a pasos acelerados, Estrella de Cernícalo intentó levantarse para emprender el viaje de regreso al campamento viejo que antes tenían, pero el viejo gato no pudo moverse. Gruñó por lo bajo antes de que fuera interrumpido por Cola Rocosa. El lugarteniente lo saludó con un tranquilo maullido y lo ayudó a levantarse.

– Estaba tan preocupado con la Asamblea que apenas le presté atención.– Pensó el líder.

El atigrado gris y él avanzaron un par de colas de distancia hasta quedar lejos del resto del clan. El lugarteniente se veía ansioso por hablar con él ahora que la asamblea y la batalla habían terminado, principalmente por las nubes que cubrieron la luna llena.

– ¿Qué haremos ahora? – Preguntó el lugarteniente.

– Podemos intentar ganarnos su respeto.– Respondió Estrella de Cernícalo.– O seguir sin ellos....–

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