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Capítulo 3

Zarpa Pálida 

El cielo empezaba a oscurecerse, pasando de tonos anaranjados cálidos a un hermoso color oscuro iluminado por las estrellas la luna, que hacían ver a los gatos del Clan del Trueno aún más majestuosos.

Zarpa Pálida estaba sentada junto a Zarpa Dorada, ambas compartiendo una urraca de buen tamaño y con un agradable sabor. Era casi mejor que el ratón y indudablemente superior a la insípida comida que solía comer la gata sin pelo en su casa vieja con su dueña.

– Esos dos patas no saben lo asquerosa que es esa comida seca, ¡Preferiría morirme de hambre! – Comentó la gata dorada a su lado, haciendo una mueca de asco.

Justo cuando la aprendiz dió un nuevo mordisco para terminar la urraca, se sobresaltó al darse cuenta de la llegada de Cola Nocturna, una gata negra con hermosos ojos verdes, y la mentora de Zarpa Azul, uno de los nuevos amigos de Zarpa Pálida.

– Zarpa Pálida, tu mentor te está esperando en la orilla del lago.– Ronroneó la guerrera.– Hoy podrás empezar tu entrenamiento.–

La gata sin pelo sintió un escalofrío en su lomo al oír esas palabras, pero se levantó rápidamente para ir de nuevo al territorio boscoso del clan y empezar a demostrar que podía soportar el entrenamiento y convertirse en una guerrera como todos los demás. Zarpa Dorada también se levantó de su lecho de musgo, con la esperanza de poder guiarla hasta allá. Sin embargo, fue detenida por la cola de la guerrera negra.

– Tú tienes que cambiarle el musgo a los veteranos.– Maulló con fuerza la gata.– Y Zarpa Pálida tiene que ser capaz de reconocer el territorio del clan, al igual que todos nosotros.–

La aprendiz de pelaje dorado asintió cabizbaja antes de irse a la guarida de los gatos viejos como Calabaza, que ya no podían ni cazar por ellos mismos y que los clanes llamaban veteranos.

Zarpa Pálida se despidió rápidamente de Zarpa Dorada antes de salir de la guarida de los aprendices, ahora con la energía renovada y sin hambre. La gata sin pelo se apresuró y salió por el túnel de gruesas zarzas sin mirar a nadie. Tenía claro que su llegada no había sido agradable para los guerreros, así que le era mejor no interactuar con ellos si era posible, al menos hasta que se acostumbraran.

– ¿A donde tengo que ir? –Preguntó en su cabeza, intentando olisquear el aire para ver si sentía el aroma de Pelaje Soleado.

Sin otra opción, Zarpa Pálida empezó a caminar por el bosque, buscando con su olfato a su nuevo mentor. Daba pisadas firmes y rápidas, aunque estaba más perdida que nunca con todos esos árboles y arbustos. No sabía cuánto llevaba caminando cuando sintió un leve aroma al atigrado dorado, pero aunque miraba a todas direcciones siguiendo el aroma, no lograba encontrarlo por ningún lado.

Luego de otro rato casi igual de largo al primero, sintió que el aroma se fortalecía y los inmensos árboles daban paso a una alta cornisa de pasto. Justo abajo se encontraba Pelaje Soleado, sentado bajo la luz de la luna con una mirada de preocupación.

– Pensé que vendrías corriendo a tu peimer entrenamiento....– Murmuró el guerrero, mirándola de reojo mientras acicalaba su grueso pelaje dorado hasta que quedó un poco más ordenado.– Si quieres quedarte en el clan, deberías alcanzar a tus nuevos amigos en el entrenamiento.–

– Pero si son de mi edad.– Maulló la gata sin pelo, sintiendo un escalofrío cuando una fría brisa recorrió su cuerpo.

– Ellos tienen una luna más de experiencia que tú, aunque tengan la misma edad.– Comentó su mentor, levantándose flojamente del suelo arenoso y acercándose a su aprendiz.

– ¿Y porqué tengo que entrenar de noche? Zarpa Dorada me comentó que entrena al amanecer.– Dijo Zarpa Pálida.

–Los gatos tenemos que saber realizar nuestras tareas de día y de noche.– Maulló Pelaje Soleado, preparando sus patas como si fuera a correr una maratón. – Ahora sígueme, sin perderme.–

De un segundo a otro, el guerrero salió a una buena velocidad corriendo, esquivando todo lo que había al frente suyo. Sin dudarlo un segundo, Zarpa Pálida empezó a correr detrás de él, más concentrada en no chocar con nada que en asegurarse de que estuviera en la dirección correcta. Confiando en su olfato, la gata sin pelo dejó de enfocarse en su mentor y empezó a mirar a su alrededor. No quería chocar con nada en su segundo día en el Clan del Trueno.

Ya se estaba empezando a cansar de tanto correr cuando Pelaje Soleado le pidió que se detuviera. Zarpa Pálida obedeció, disminuyendo la velocidad gradualmente hasta detenerse por completo. Su mentor le ronroneó con alegría y señaló con su gran cola una línea de árboles como cualquier otra, pero más allá había un camino de cemento que la aprendiz reconoció.

– Este viejo Sendero Atronador separa a nuestro clan con el Clan del Cielo.– Dijo Pelaje Soleado con cierta lástima en su voz al pronunciar el nombre del otro clan.

Zarpa Pálida asintió, olisqueando el aire con la esperanza de reconocer el olor del otro clan, pero no logró captar el aroma.

– Tienes que aprender mucho si quieres quedarte.– Murmuró el atigrado dorado. – Trata de usar más la nariz.–

Obedeciendo a su mentor, la gata volvió a olfatear el aire, pero esta vez mucho más concentrada y respirando profundamente hasta sentir un leve olor. Era un aroma diferente al Clan del Trueno y no era tan agradable como este, pero tampoco era horrible.

– ¿Y? ¿Hueles algo? – Interrogó Pelaje Soleado.

– Parece que pasaron gatos hace un buen rato.– Comentó Zarpa Pálida, orgullosa de su buen trabajo.

– Si... el Clan del Cielo no ha pasado por allí todavía.– Comentó el felino, mientras guiaba a su aprendiz por el bosque.

– ¿Cuando aprenderé a defenderme y a cazar por mi misma? – Preguntó Zarpa Pálida.

– Faltan varias lunas para que puedas hacer todo eso.... sé paciente.– Maulló Pelaje Soleado, agitando la cola mientras se movia ágilmente entre los árboles.– Te mostraré las fronteras y el lugar donde entrenarás, y solo eso por hoy.–

La gata sin pelo asintió, manteniendo el ritmo al mismo tiempo que Pelaje Soleado hablaba del Clan del Viento, con cierta lástima en su voz. A medida que llegaban a la frontera, Zarpa Pálida notó como su mentor tensaba los músculos y avanzaba más atento que nunca.

– ¿No nos atacarian, cierto? –

Pelaje Soleado negó con la cabeza, aunque se veía menos confiado.– No... no lo harían.– Maulló.

La aprendiz tensó sus músculos al oler a otro felino, que no pertenecía al Clan del Trueno. Miró a todos lados, buscando de donde provenía, pero no logró distinguir nada.

– Pasó un guerrero del Clan del Viento hace poco.... pero ya se ha ido.– Maulló Pelaje Soleado en voz baja y con la cola quieta. – Vamos por acá.–

Una vez su mentor le enseñó un claro amplio y musgoso en donde Zarpa Pálida tendría que entrenar, ambos gatos avanzaron con pasos lentos por el bosque, en dirección al campamento. Pelaje Soleado iba hablando del código guerrero con gran pasión mientras avanzaba.

– La lealtad a nuestro clan es lo más importante, nunca olvides eso.– Maulló el atigrado dorado, entrando por el túnel hacia el interior del campamento.

Una vez ambos estuvieron adentro, Pelaje Soleado se despidió con un sonoro ronroneo, para luego ir a la guarida de los guerreros, probablemente para dormir. Aunque varios gatos estaban despiertos, el entrenamiento había dejado a la gata sin pelo agotada, así que decidió irse a su guarida también.

– Buenas noches...– Saludó Zarpa de Hielo, que se encontraba junto a un aprendiz que Zarpa Pálida no había visto antes: Tenía un pelaje gris oscuro y relucientes ojos ámbar, pero el gato se veía cansado.

– Este es Zarpa de Musgo, tiene dos lunas más que nosotros.– Dijo Zarpa de Hielo al darse cuenta de que no se conocían.

– Hola Zarpa de Musgo.– Saludó la gata sin pelo, entrecerrando sus ojos azules al mismo tiempo que se acostaba en su lecho de musgo.

– Hola...– Murmuró el felino gris, apenas mirándola.– Ala de Pinzón me comentó que ahora había una minina doméstica entre nosotros.– Añadió.

– A Estrella Gris no le agradará comentarlo en la asamblea.– Apoyó Zarpa de Hielo, acicalándose.

– ¿Asamblea? – Preguntó Zarpa Pálida.

– Es una reunión con todos los clanes, hay una cada luna llena.– Explicó el aprendiz azulado, con un leve gruñido al final.

– ¿Todos los gatos van? –

– Es un honor ser elegido para ir...– Musitó Zarpa de Musgo.

La idea de asistir a una asamblea le pareció de pronto muy emocionante: podría salir del Clan del Trueno y conocer a los otros clanes, de quienes solo conocía sus nombres. Y cuando pensó que no podría ser mejor, recordó a la curandera del Clan de las Montañas Altas, Hoja Escarchada, y como le había salvado la vida.

– Quisiera encontrármela para agradecerle por su ayuda.– Pensó, cerrando los ojos para dormir, pues mañana sería otro día atareado.

Ahora era una verdadera aprendiz del Clan del Trueno.

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