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Capítulo 14

– ¡Estuvo tan cerca de caer! ¡Pero luego viene esa otra gata y toma agua primero! – Bufó Manto de Luz con frustración afuera del campamento de los gatos de las montañas y todavía sujetando la baya mortal que le quedaba, aunque tuvo que dejarla en un rincón antes de irse.

Le tentaba regresar y obligar a la gata a comerse la baya que la mataría, pero había estado tan cerca de ser visto que no era buena idea volver y arriesgarse más. Ya tendría otra oportunidad para vengarse de ella.

Ya estaba haciéndose de tarde en las silenciosas montañas y el cielo empezaba a llenarse de nubes que le trajeron malos recuerdos a Manto de Luz. Evidentemente, las nubes taparian la luna de nuevo como en aquella Asamblea.

Recordar esa noche le hizo pensar en su hermana. No sabía nada de ella ni del Clan del Cielo desde entonces, y se preguntó si habían cambiado las cosas sin su presencia.

– Si cambió algo, seguro fue para mejor..– Musitó el gato blanco, caminando por las montañas sin saber a donde ir o que hacer ahora que había fallado en su plan de matar a la curandera.

Ya estaba oscuro para cuando Manto de Luz dejó de caminar y miró a su alrededor con atención. Le dolían las patas y estaba sediento, pero el paisaje en el que se encontraba ahora no era rocoso,elevado y sin vida como las montañas , sino que estaba lleno de árboles y arbustos que tenían un olor conocido para el felino de ojos amarillos. Tuvo que olfatear al menos dos veces más para poder reconocer que estaba dentro del territorio del Clan del Cielo.

– ¡¿Cómo es posible?! – Siseó el gato blanco con frustración.– ¡Sólo caminé por un rato! –

Ya era muy tarde y tenía muchísima sed, así que caminar de regreso a su escondite en las montañas no era la mejor opción que tenía, pero tampoco lo era visitar su viejo campamento para hablar con Pluma de Paloma.

El sonido de las pisadas de al menos dos gatos le detuvo el corazón por un segundo: Estrella Hueca probablemente permitiría que sus gatos lo mataran por ser un supuesto traidor, y luchar con varios gatos a la vez no podía terminar bien para él. Cuando el sonido se hizo más fuerte, Manto de Luz no tuvo más opción que seguir adentrándose en su viejo clan. Lo único positivo era que podría hablar con su hermana un rato, y hasta quizás pedirle algo de agua para quitarse la sed.

El olor a gatos se empezó a hacer más fuerte por cada paso que daba, y Manto de Luz supuso que estaba ya a pocas colas de distancia del campamento. Ya tenía decidido como iba a llegar hasta la guarida de la curandera desde el día en que lo exiliaron: Esperaría escondido en un arbusto muy cercano hasta que nadie estuviese mirando, y luego entraría a la guarida a toda velocidad y lo más agachado posible para que cualquiera que lo viese pensara que es Zarpa de Nube.

El gato blanco vió su oportunidad cuando Salto Marrón llamó a unos cuantos guerreros al otro extremo del campamento, y ahora no había nadie mirando a excepción de Garra de Abeja, pero sería fácil distraerla solo a ella para así poder entrar directamente desde afuera del campamento a la guarida de Pluma de Paloma.

Con su cola, Manto de Luz movió una hoja rojiza lo suficientemente fuerte para que esta cayera justo a un lado de su antigua mentora.

Garra de Abeja debió suponer que él había tirado la hoja para entrar al campamento, porque salió a toda velocidad, acercándose a donde estaba. Sin embargo, el gato blanco entró al campamento y en una fracción de segundo ingresó a la guarida de la curandera, casi seguro de que nadie lo había visto.

– ¡Manto de Luz! – El grito de Zarpa de Serbal lo tomó por sorpresa. El gatito atigrado café claro estaba en un rincón con varias hojas frente a él. Ya no se veía tan pequeño.

– Baja el volumen, Zarpa de Serbal.– Pidió Manto de Luz, intentando sonar tranquilo y sin intenciones de matar a alguien.– ¿Donde está Pluma de Paloma? –

– Salió por más miel, debería volver pronto...¡¿Pero tú que haces aquí?! – Siseó el aprendiz de curandero, erizándose hasta la cola y mirando al ex guerrero desafiantemente, aunque su olor delataba que se encontraba asustado.

– Vine a hablar con ella.– Murmuró Manto de Luz. Lamiéndose los bigotes al notar que a Zarpa de Serbal le había sobrado un poco de urraca.

– Puedes comerte eso... iré a avisarle a Zarpa de Nube que estás aquí.– El felino estiró sus patas delanteras antes de salir.

– No le digas que estoy aquí, sólo pídele que venga.– Ordenó el gato blanco, devorándose las sobras de la comida del aprendiz.

No pasaron ni dos segundos cuando Pluma de Paloma entró tranquilamente a su guarida y dejó el puñado de hierbas que traía en un costado. Tuvieron que pasar un par de segundos antes de que la gata gris y blanca notase la presencia de Manto de Luz, pero no parecía asombrada en absoluto, más bien se veía preocupada.

– ¿Para qué volviste? ¡Estrella Hueca te olerá y te matará! – Exclamó la curandera, sacudiendo su delgada cola con las orejas bajas.

– Soy más rápido que ese cerebro de ratón, y vine a hablar contigo.– Afirmó el gato blanco con una leve sonrisa.

– No me pareció divertido que mataras a un gato de otro clan y luego huyeras así como así, ¡Y ni siquiera me dijiste a donde irías! – Siseó Pluma de Paloma

– Bueno, me estaba quedando cerca de los gatos de las montañ-.–

– Clan de las Montañas Altas.– Corrigió su hermana, interrumpiendo.

– Pero creo que debería intentar llegar a algún granero o algo asi .... debe ser más fácil conseguir comida.– Manto de Luz vió pasar a Garra de Abeja cerca, y no pudo evitar ponerse nervioso al pensar que en cualquier momento podría ser descubierto.

– No deberías irte ahora, mañana va a llover fuerte y te vas a resfriar.– Avisó Pluma de Paloma, señalando hacia afuera.

– ¿Acaso el Clan Estelar te dijo que seria una lluvia fuerte? – Bufó el felino blanco.

La curandero negó con la cabeza y parecía confundida por el repentino odio de su hermano al Clan Estelar. La gata abrió la boca para decir algo, pero justo en ese momento los dos hermanos fueron interrumpidos por la llegada de Zarpa de Serbal, seguido del ahora enorme Zarpa de Nube, que no pudo evitar gritar al ver a Manto de Luz.

– ¡Creí que ya te habían matado! – Chilló el gato blanco de ojos azules.

– Todavía no....– Murmuró el ex guerrero, saludando con la cola al aprendiz.

Zarpa de Nube se veia mucho más grande de lo que recordaba, aunque en realidad todos se veían diferentes y Manto de Luz no pudo evitar pensar en lo felices que se veían todos ahora que él no estaba.

Acicaló el grueso pelaje largo de Zarpa de Nube por un rato hasta que se dió cuenta de que ya no podría irse del campamento por lo tarde que era, ya que su pelaje blanco sería fácil de ver para cualquier felino en la noche, sumado al hecho de que ya la mayoría de sus antiguos compañeros de clan estaban en el campamento.

– ¿Puedo quedarme? – Preguntó esperanzado a la joven curandera, que pareció dudar un segundo.

– Si te encuentran, no te ayudaré.– Aseguró, señalandole al gato blanco una pequeña cama de musgo en un rincón.

● ● ●

Zarpa de Serbal fue el primero en despertar y apenas lo hizo, golpeó con su cola delgada a los dos hermanos para despertarlos, aunque el golpe fue más fuerte para Manto de Luz.

La curandera saludó a su aprendiz con un calmado ronroneo y una caricia en la cabeza. La gata gris y blanca le señaló un poco de musgo manchado con bilis de ratón: una sustancia asquerosa para sacar las garrapatas, una tarea que Manto de Luz odiaba más que a cualquier gato del Clan del Cielo.

– Ve a quitarle las garrapatas a Garra de Abedul, luego vamos a ir a recolectar hierbas antes de que llueva más fuerte.– Ordenó la gata, levantándose sin mucha prisa y mordiendo suavemente el lomo de Manto de Luz para apresurarlo a levantarse.

Pluma de Paloma tenía razón: afuera ya estaba lloviendo bastante fuerte y de hecho, la mayoría de los guerreros no parecían contentos con tener que salir de sus guaridas.

El gato blanco se acercó a la charca de agua de la curandera y tomó un sorbo, todavía pensando en cómo lograría salir del campamento sin ser visto por sus antiguos compañeros de clan.

– Saldré a hablar con Estrella Hueca para mantenerlo ocupado y tu saldrás corriendo más rápido que una liebre.– Maulló Pluma de Paloma, como si estuviese leyendo sus pensamientos.

Manto de Luz asintió levemente con la cabeza y se despidió de su hermana con una lamida cerca de la oreja. Le habría gustado despedirse de Zarpa de Nube también, pero eso significaría que iba a ser descubierto por el clan y probablemente asesinado por alguno de los guerreros. Sin embargo, apenas pudo dar un paso fuera de la guarida de la curandera cuando se oyó el fuerte grito de Zarpa de Serbal, que salió corriendo de la guarida de los veteranos como si su vida corriese peligro.

– ¡Manto de Luz! ¡Está en el campamento! – Exclamó, haciendo que al gato blanco se le detuviese el corazón un segundo.

Sintió que de un momento a otro todos los gatos presentes le dirigieron miradas de furia y de temor, mientras que el aprendiz que lo había delatado parecía un poco arrepentido, pero Manto de Luz olió tranquilidad en el gatito atigrado claro.

Pluma de Paloma y Estrella Hueca voltearon inmediatamente, y ambos felinos parecían igual de sorprendidos por la revelación del aprendiz de curandero, aunque la mentora de este parecía más nerviosa que sorprendida.

Apenas pasaron unos segundos de silencio que se sintieron eternos cuando el líder alzó la voz y llamó la atención de todos:

– El Clan Estelar me ha advertido que volveríamos a verte.– El gato blanco y negro erizó la cola y sacó sus grandes garras.– Pero pensé que no sería tan pronto.–

Y apenas terminó de hablar, el felino se abalanzó con toda su fuerza hacia Manto de Luz, que se salvó por un pelo de ser arañado, todavía procesando la traición de Zarpa de Serbal. El líder gruñó furioso por haber fallado, pero dos segundos después Salto Marrón, Fauces Blancas y Corazón de Tigre salieron al ataque desde su guarida, ignorando el hecho de que estaba lloviendo tan fuerte como Pluma de Paloma había dicho.

– ¡¡Excremento de zorro!! – Manto de Luz sacó las garras y saltó hacia Zarpa de Serbal, dispuesto a por lo menos atacarlo gravemente.– ¡Confié en ti! –

El aprendiz intentó huir, pero la buena cantidad de lluvia no le permitió huir tan rápido como quería, facilitándole a Manto de Luz clavar sus garras en el omóplato del gatito y tomarlo del pescuezo para luego lanzarlo y golpearlo contra la guarida de Pluma de Paloma.

El gato blanco empezó a sentir frío y su pelaje estaba muy mojado, pero lo peor eran dos buenos rasguños en el lomo que ardían intensamente, como si estuviesen quemándose.

– ¡Es solo un aprendiz! – Exclamó su hermana, horrorizada.

– No importa.– Pensó el ex guerrero.– Y todos pagarán por lo que han hecho....–

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