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Capítulo 10

Todavía con el pelaje erizado por el susto, Hoja Escarchada se escabulló por los arbustos para estar más cerca de los gatos que peleaban, y si era posible, evitar que el gato que había iniciado la pelea hiciera más daño. Sabía que era un gato blanco del Clan del Cielo, pero entre tantos gatos de todos los clanes era imposible reconocerlo por su aroma.

El recuerdo de los últimos momentos de tregua de la Asamblea parecía tan lejano ahora, aunque solo habían pasado unos segundos. La gata cálico había estado totalmente segura de que no podía pasar nada malo en una Asamblea, pero el ambiente ya era bastante tenso antes de que Estrella Hueca hablara del traidor del Clan del Cielo.

– No parecía ser capaz de atacar a alguien...– Pensó la curandera mientras observaba el enorme claro con terror.

La curandera notó a un par de guerreros de su clan luchando contra un grupo de gatos del Clan del Viento y el Clan de la Sombra. Como eran muchos más gatos los de ambos clanes, Hoja Escarchada se acercó lentamente hacia sus compañeros con la intención de ayudarlos. Incluso si no sabía luchar como ellos, todavía podía distraer a sus rivales o ayudar a cualquiera que saliera herido.

Distinguió a Zarpa Roja entre aquella tormenta de sangre y pelos. El gatito rojizo no había aprendido mucho de combate, por lo que estaba lanzando torpes zarpazos al aire con una herida en el lomo. La imagen de su hermana, Zarpa de Rocío, cruzó fugazmente por la mente de la curandera, que se abalanzó sobre un guerrero rival para distraerlo, y así darle a Zarpa Roja el tiempo suficiente para huir.

Con un gruñido de furia, el guerrero perteneciente al Clan del Viento se libró de Hoja Escarchada, golpeándola contra el suelo frío para luego darle una mordida no muy fuerte en el omóplato. De alguna manera, el resto de los guerreros que podrian haber ayudado a la gata ahora estaban mucho más lejos, por lo que ahora era ella contra unos tres gatos del Clan del Viento.

Hoja Escarchada sacó las garras, consciente de que solo luchando iba a lograr librarse de los gatos. Sin embargo, no tuvo tiempo para reaccionar cuando uno de ellos le lanzó un zarpazo en la pata, mientras su compañero intentaba morderle la cola. La curandera estaba segura de que no ganaría cuando oyó los bufidos de un grupo de gatos acercándose.

En cuestión de segundos, varios aprendices del Clan del Trueno habían comenzado a atacar a los guerreros. No eran tan fuertes, pero al mantenerlos ocupados Hoja Escarchada pudo levantarse y salir de allí.

Una vez escondida en la rama de un árbol, la gata calico reconoció a Lila, la gata sin pelo que había ayudado hace no mucho tiempo, y que ahora había salvado a la curandera junto a los otros aprendices del Clan del Trueno. Le habría gustado volver y ayudar a la gata sin pelo, pero el sonido de un felino en los árboles le hizo voltear con el pelaje erizado.

Creyó reconocer el aroma del Clan del Cielo, aunque obviamente los gatos de ese clan solían ser buenos para trepar árboles. La curandera del Clan de las Montañas Altas empezó a seguir el rastro oloroso lentamente y con el corazón a mil por hora. Lo que más le preocupaba era el hecho de que no había visto al causante de la pelea todavía, lo que hacía más probable que el olor que seguía fuera de él.

– ¡Es él! – Exclamó para sus adentros, reconociendo el pelaje blanco del felino, que tenía manchas de sangre en sus patas y se veía muy alerta. Por lo visto, el plan del gato era huir de la isla, sabiendo que no todos los gatos del bosque lo iban a reconocer como el detonante de la batalla.

Sin pensar, Hoja Escarchada se colocó lo más cerca posible del gato blanco para saltar sobre él y detenerlo. Tendría que hacer un salto rápido y muy largo para alcanzarlo, pero todavía era posible. Entonces, con toda la fuerza de sus patas traseras se impulsó hacia adelante y arriba, estirando sus patas delanteras con las garras desenvainadas. El felino sintió su presencia y trató de alejarse, pero en ese momento la curandera ya estaba a un ratón de distancia de él, lista para atraparlo.

– ¡Suéltame estiércol de zorro! – Siseó el gato, intentando soltarse con fuerza de las garras de Hoja Escarchada, que hacia un gran esfuerzo por no liberar al felino, recién recordando que había matado a alguien, y que podría fácilmente matarla a ella de no ser por el hecho de que la curandera había caído sobre su lomo con la suficiente fuerza para hacerle difícil moverse.

Los gritos del gato blanco no tardaron en hacer efecto: Desde el otro lado de la isla venían corriendo Estrella Hueca, su lugarteniente y la lugarteniente del Clan del Viento, Brisa Leonada. Ninguno de los tres se veía contento, pero Brisa Leonada parecía mucho más furiosa que los otros dos gatos.

– Gracias.– Musitó Estrella Hueca a la curandera, pidiéndole que suelte al gato blanco para que él lo agarrase.

– Estrella Blanca está de acuerdo en que tú mereces ser exiliado, ¡Y de todo el lago! – Gruñó Estrella Hueca.

– Si te volvemos a ver, nadie dudará en matarte.– Agregó su lugarteniente, azotando su cola contra el suelo con rabia.

– ¡Opino que lo matemos! – Brisa Leonada alzó la voz, lo que de hecho detuvo una pelea entre dos gatos que se hallaban cerca.

– ¡Tu guerrero se merecía morir! – El gato blanco intentó soltarse, nuevamente sin éxito, para luego mirar hacia el cielo nublado – ¡¡Y ustedes mismos rompieron la tregua!! –

– Cállate Manto de Luz, ya tomamos nuestra decisión.– Vociferó Estrella Hueca, soltando a Manto de Luz con una mirada de odio hacia el felino blanco.– Ya no eres bienvenido al Clan del Cielo, ni a ninguno de los otros clanes, y si te volvemos a ver te mataremos.–

Sin emitir ningún sonido, el felino se alejó corriendo de la isla, desapareciendo en las sombras poco después. A Hoja Escarchada aún le daban escalofríos al pensar en lo que Manto de Luz había hecho, y lo que pudo haber pasado si Estrella Hueca no hubiese aparecido tan rápido.

– Le daré la orden a mis guerreros de retirarse.– Comentó Estrella Hueca para romper el silencio.– Manto de Luz ya derramó demasiada sangre inocente...–

– Si alguno de tus gatos vuelve a hacernos daño, el Clan del Viento va a volverse su rival.– Siseó Brisa Leonada al líder del Clan del Cielo, para luego regresar con sus compañeros y darles la orden de dejar de luchar.

Ya agotada, Hoja Escarchada regresó al claro de la isla, donde la mayoría de los gatos ahora estaban atendiendo sus heridas. Al parecer nadie más había muerto, pero los buenos charcos de sangre que veía la curandera le dieron la impresión de que habían varios gatos gravemente heridos.

– Hoja Escarchada, ayúdame con esto.– El fuerte maullido de Manto Manchado alertó a la curandera.

Estrella de Lodo estaba tumbado en el pasto, debajo de un charco de sangre que parecía ser suyo. No tenía heridas visibles desde ese ángulo, pero apenas la curandera lo ayudó a darse vuelta, vió que el líder tenía una fea herida en el cuello.

Recordando que el atigrado marrón ya había perdido otra vida hace poco, Hoja Escarchada empezó a limpiarle la herida, pidiéndole a su madre que le consiga telaraña lo antes posible. Sintió las miradas de sus compañeros de clan detrás suyo, todos obviamente muy preocupados por el líder. La joven gata estaba segura de que su destino no sería muy diferente al de Manto de Luz si dejaba a Estrella de Lodo morir allí.

– Nariz de Ortiga, tráeme unas semillas de amapola, por favor.– Pidió la curandera agitando su cola. – Ayudará con el dolor.–

Una vez tuvo las telarañas en sus patas, Hoja Escarchada empezó a colocarlas en la herida de Estrella de Lodo, presionándolas para detener el sangrado. No parecía ser una herida muy profunda, pero sí iba a debilitar al líder, y por lo tanto hacerles el regreso al campamento más difícil.

– ¿Necesitan ayuda, Clan de las Montañas Altas? – Preguntó un gato anaranjado, que la curandera reconoció como el lugarteniente del Clan del Trueno.

– Si a ustedes les sobra un curandero, nos serviría bastante.– Maulló Manto Manchado, haciendo una mueca al final de la oración.

– Corazón de Trébol atenderá a cualquiera que lo necesite, ¿Hay alguien muy grave? – El gato naranja preguntó con seriedad.

– Zarpa Roja tiene unos cuantos rasguños y Mancha Oscura está un poco nerviosa todavía, pero fuera de eso nos encontramos bien.– Aseguró la lugarteniente, aunque Hoja Escarchada sabía que lo decía para no mostrarle debilidad a un clan tan fuerte como lo era el Clan del Trueno.

– ¿Pueden venir entonces? Creo que tenemos tiempo para atenderlos antes de que Estrella Gris quiera volver al campamento.–

Hoja Escarchada todavia apretaba las telarañas sobre la herida de Estrella de Lodo, aunque ya no sangraba y el gato atigrado se veía mejor después de comerse la semilla de amapola que Nariz de Ortiga había conseguido.

La mayoría de los gatos seguían en la isla, descansando con sus respectivos clanes como si nada hubiese pasado. Solo los gatos del Clan del Viento se habían ido, ya que eran los únicos que realmente habían perdido esa noche, y todo por la culpa de un solo gato. Y aunque Manto de Luz había sido exiliado, la reacción de Brisa Leonada mostraba que la próxima Asamblea no iba a ser mucho más pacífica que esta, y mucho menos para el Clan del Cielo.

Luego de asegurarse de que Estrella de Lodo estaba bien, Hoja Escarchada se alejó de sus compañeros de clan y aprovechó de conversar con Corazón de Trébol mientras le ayudaba a limpiar las heridas de Zarpa Roja, que no se veía cómodo con la curandera del Clan del Trueno, o con la de su clan.

– Todo ha sido ridículo, ¡Ninguno de nosotros estaba involucrado! – Reclamó la atigrada gris, limpiando a Zarpa Roja con tanta fuerza que tuvo que disculparse con el gatito rojizo más de una vez.

– Pudo ser peor.– Admitió Hoja Escarchada, al mismo tiempo que usaba lo último de telaraña en la herida del aprendiz.– Tuvimos suerte de que nadie más muriese.–

– Gracias al Clan Estelar no pasó.– La gata del Clan del Trueno enjuagó sus patas en el agua del lago, que estaba a menos de dos cola de distancia de ella.

Apenas distinguió a los aprendices del Clan del Trueno, la curandera se excusó de inmediato y se acercó al grupo de jóvenes, que hablaban con bastante ánimo y no se veían tan preocupados como el resto de su clan. Lila fue la primera del grupo en notar la presencia de Hoja Escarchada y corrió a saludarla como una vieja amiga.

– ¡Hola Hoja Escarchada! – Ronroneó la gata sin pelo.– ¿No resultaste herida ni nada? –

– Nada de eso, tú y tus amigos llegaron justo a tiempo.– Admitió la curandera, saludando respetuosamente a los otros tres aprendices, que repitieron el gesto.

– Ellos son Zarpa Azul, Zarpa Dorada y Zarpa de Liebre.– La gata sin pelo señaló a un gato azulado, una gata dorada y otra atigrada marrón pálido. – Y ahora me llamo Zarpa Pálida.–

– ¿Entonces vas a convertirte en una guerrera? – Interrogó la gata cálico, sentándose cerca del grupo de aprendices.

– ¡Claro! Siempre y cuando Estrella Gris me deje quedarme...– Dijo Zarpa Pálida.

Hoja Escarchada oyó el llamado de Estrella de Lodo a lo lejos y lamentó no tener más tiempo para hablar con los aprendices, pero les agradeció una vez más por su ayuda y partió a reunirse con el resto de su clan.

Por la mirada que le dirigió Nariz de Ortiga cuando emprendieron el camino de regreso al campamento, todavía estaba molesta con ella por no poder salvar a Estrella de Lodo o a Zarpa de Rocío, que todavía eran temas de conversación entre los guerreros.

Ahora más que nunca, Hoja Escarchada estaba segura de que recibía en mejor trato en los otros clanes, y que algo había pasado en el Clan de las Montañas Altas para que ella fuese tratada de tal manera.

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