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averiguaciones

Día 5, mes corbeut, año 5770.

Intentaba, realmente lo intentaba, mantener mi rostro serio, sin ninguna emoción que tironera de mis labios. Era muy probable que estuviera fallando estrepitosamente en ello, pero me daba igual, seguía siendo un avance y no planeaba retroceder ningún paso. Kadga caminaba en silencio a mi lado, con los ojos fijos en el suelo, muda. Estiré una mano en busca de los dedos de ellas, dándole un apretón cuando no apartó la mano.

Caminamos hasta lo de Galyon, casi en la otra punta de la parte abandonaba de Jagne, cerca de la casa de mis padres. Rei se encontraba en la entrada, sus ojos estaban cerrados y la cabeza apoyada contra la pared. Una manta la cubría, pero no ocultaba el rastro de sangre que comenzaba en su boca, bajaba por su cuello y desaparecía bajo las telas.

Estábamos a una buena distancia considerable cuando escuchamos el sonido de un rugido. Volteé en su dirección, encontrándome con una gigantesca serpiente roja cuya melena negra cubría parte de su cabeza. Volaba sin alas, trazando pirueta que nunca había visto hacer a ninguna bestia. Retrocedí, sintiendo que la parte más primitiva de mi ser se había apoderado de mí.

—Es Galyon —me dijo Kadga, mirándome a los ojos y sentí que mis mejillas empezaban a arder. Regresé la vista a la niña, quien trazó un último giro en el aire antes de dejarse caer y adquirir una forma humana, completamente desnuda. Aparté la mirada.

—Oh, Kertmuth, Kadga, no esperaba encontrarlos por aquí —dijo, con una alegría contagiosa—. ¿Ya es oficial? —No tenía idea sobre qué preguntaba.

—Es... complicado —respondió Kadga, estirando un poco más de lo normal la ese, dándome un ligero apretón. Galyon asintió, todo antes de verbalizar que pasemos. Oí cómo sacudía a Rei, quien soltó un bufido y se puso de pie, tapando a Galyon de mi vista, por suerte. Entramos a la casa, la cual apenas tenía algo más que dos camas, unas bolsas de viaje y un par de sillas. «Nero parecía tener más cosas», pensé para mí.

Galyon nos contaba sobre que habían estado rastreando el área en busca de la bestia que Cole había visto. Alegó que Rei y ella eran las que tenían más posibilidades de controlar la situación por ser unos parientes lejanos. En realidad, había usado la palabra "primas" pero una explicación posterior me dijo que eran tan primos como yo con Cole: compartíamos algún antepasado en común, pero se remontaba a los comienzos de la Era. Cuando le pregunté cómo había sido la búsqueda, ella dijo que lo único que habían encontrado fue un anánimo que merodeaba demasiado cerca del pueblo.

—El olor de Nero es menos potente en este lado —añadió Rei, con sus ojos desenfocados y la cabeza algo gacha. Asentí, sin molestarme en darle muchas vueltas a lo dicho. Galyon le dio la razón mientras se colocaba un viejo vestido que le llegaba hasta las rodillas.

—No creo que hayan venido a vernos por esto, así que, adelante, ¿qué se traen entre manos?

—Shinu —dijo Kadga, casi escupiendo el nombre. La miré, sorprendido de la cantidad de odio que parecía haber en sus palabras. Galyon parpadeó antes de dirigirse hacia su cama, soltando una gran cantidad de palabras en un idioma que no me sonaba en lo más mínimo. De debajo del colchón sacó el cuaderno viejo, de tapas desgastadas que siempre la acompañaba.

Se sentó en el colchón y nos invitó a hacer lo mismo mientras pasaba las páginas, sus ojos yendo y viniendo de un lado a otro. Ambos debíamos estar esperando que saliera con una respuesta, algo alentador que nos fuera útil, pero Galyon apretó los labios, dejando una fina línea blanca que apagó cualquier ilusión.

—No veo nada escrito sobre ella —suspiró, levantando la mirada hacia nosotros, su mirada estaba inundada de disculpas ante la imposibilidad de darnos una mano. Kadga no digo en un momento, tenía el rostro serio, resultaba imposible de leer lo que pasaba por su cabeza, pero sospechaba que no era algo agradable. Siseó algo y salió dando un par de zancadas. Di un paso para seguirla cuando Galyon me llamó—. Lo único que dice algo relacionado con Shinu es que debemos aliarnos de quienes son capaces de descuartizar a sus enemigos cuando llegue el momento.

—Suena tétrico. ¿Eso sería que debemos aliarnos con las bestias?

Galyon rio por lo bajo, negando con la cabeza.

—Un ser inteligente temería más a alguien como Kadga o Nero que a esas bestias —dijo, mirando en dirección a la puerta. Le pregunté por qué y sus ojos siguieron mirando al exterior—. Porque ellas saben lo que es la locura que aqueja a todos los magmelianos. Y saben cómo seducirla.

Asentí, sin entender del todo a lo que se refería y seguí a Kadga afuera. La divisé a una distancia considerable, por lo que corrí para alcanzarla, dispuesto a caminar en silencio de regreso a nuestros respectivos hogares. Y eso mismo es lo que pasó, la acompañé sin saber qué decir, ella iba con sus ojos fijos en el frente, completamente sumida en sus pensamientos o lo que sea que rondaba por su mente. Intenté tomarle la mano, aunque fuera durante el trayecto donde los ojos indiscretos de los otros habitantes no llegaban, pero ni siquiera pude rozar su piel antes de que juntara las manos firmemente sobre su regazo.

Hice todo lo posible por intentar hablarle, decirle algo que quitara esa mirada de cazadora, de estar encerrada en su propia cabeza, pero era lo mismo que estar hablando con una pared. A mitad de camino nos cruzamos con Nero, quien parecía estar con prisa, pero en cuanto vio a Kadga, sus pies se clavaron en el suelo. Me miró, esperando una respuesta que probablemente di a medias al mencionarle sobre la familia de ella.

—¿Cuándo dijiste que llegaban? —preguntó, con cierto pánico en sus ojos. Cuando Kadga le dijo que probablemente aparecerían cerca del veintinueve, Nero dejó salir una larga exhalación y pasó una mano por su pelo—. Suena a que estarán sobre nosotros en cualquier tiempo. ¿Sabes cómo encontraron tu paradero?

—¿Una bruja?

Eso pareció dejar a Nero pensando un momento antes de soltar algo en un mugido largo. Las miré a ambas, pidiendo que me explicaran. Fue Nero quién me explicó sobre ellas. Resulta que eran una nación de Magmel donde usaban restos de otros magmelianos para hacer sus cosas, aclaró que conocía mayormente los rumores, pero dudaba que estos estuvieran infundados.

—La única bruja adulta que conocí, había decidido no realizar magia cuando se mudó a Tagta —dijo, mirando sobre su hombro—. Y casi todo lo que le pregunté en su momento me decía que era un poco menos macabro, pero no estaban muy lejos de la realidad.

—¿Cosas como qué? ¿Manipularlos? —Fruncí el ceño, empezando a sentir que mi cabeza empezaba a saturarse de información. Nero volvió sus ojos a mí, sonrió incrédula un momento antes de negarlo.

—Solo si estamos muertos. Pero sí pueden rastrear vivos —señaló, mirando a Kadga nuevamente, ya sin rastro de humor—. Y tendremos que pensar un escenario en el que aparecen con esa pieza. —Había un brillo peligroso que acompañaba a las palabras de la morena—. Luego hablamos mejor, ahora tengo que correr, Darau me pidió que fuera a... No importa. —Hizo un gesto para espantar a la idea y estaba a punto de preguntarle si no había sido Cole el que había hecho el pedido, lo habría hecho de no ser porque la muy avivada salió corriendo, sin mirar hacia atrás y no me quedó duda de que no iba a escuchar lo que dijera.

Kadga pareció reírse entre dientes, cuando le pregunté qué pasaba, dijo que le entretenía ver cómo su amiga estaba a punto de perder la cabeza simplemente por ser madre. Algo que nunca había pensado que ocurriría, no con el tiempo que llevaba conociéndola y escuchándola durante años. Mencionó que en algún momento había decidido ni siquiera intentar ser madre.

—No fue la única —añadió, ya sin ningún rastro de aquella alegría contenida que había impregnado sus palabras. La miré durante un buen rato, esperando que aclarara un poco más a lo que se refería, pero se dedicó a negar con la cabeza y se marchó, alegando necesitar un momento a solas para poder pensar.

El resto del día me la pasé dando vueltas, caminando de un lado a otro, recorriendo los lindes del pueblo, encontrándome con los cada vez más usuales restos de animales despedazados. A mitad del recorrido se sumó Jasmin, sin hacer ningún comentario mordaz, ni siquiera intentó hacer amague de decir algo sobre Kadga o nuestro pasado. No que ella hubiera sacado a colación lo que fuimos, pero el temor de que lo hiciera siempre estaba, tan presente como la que parecía ser una inminente visita de la familia de Kadga.

A la tarde, casi al atardecer, estuvo a punto de decirme algo, aunque pareció pensarlo mejor, negó con la cabeza y se marchó, deseándome buenas noches. No le dediqué más que unos segundos de confusión antes de dirigirme a la casa de Cole. Para mi fortuna, lo encontré a mitad de camino, sumido en sus pensamientos, con evidente frustración en su mirada y no tardó en dejarme pasar a su casa ni bien prometí simplemente querer beber algo.

Sentados uno frente al otro, con un vaso en nuestras manos y un poco de vino añejado, ambos decidimos quedarnos en silencio, contemplando la nada por un buen rato. De a poco, él me contó sobre lo que había estado pasando entre Nero y Darau, cómo el segundo parecía estar encariñándose y pegándose más a él, mientras la mujer parecía querer salir huyendo en cualquier instante. Pasó la lengua por sus labios antes de bajar lo que quedaba en su vaso. Contemplé mi propia bebida, considerando mis palabras antes de descartarlas y tomar también.

—Kadga cree que vamos a tener problemas en breve —dije, mirando de reojo la reacción de mi amigo, quien arqueó una ceja, como si esperara a que continuase. Dejé en claro, de manera vaga, lo que me había contado a la mañana, lo que había considerado a lo largo del día.

Cole no hizo ningún gesto hasta que terminé. Sirvió un poco más en los vasos y se puso de pie, buscando un trozo de pan que partió en dos, me dio una mitad mientras se comía la otra. Pellizqué un poco y empecé a comerlo con una tranquilidad que no coincidía con lo que pasaba por dentro de mí. Al cabo de un rato, Cole pareció sacar alguna conclusión.

—Deberíamos avisarle a Malina.

Respiré despacio, apretando los puños con cuidado antes de volver la vista hacia una pequeña ventana que daba al exterior. El sol ya no se podía ver en ningún lado, nada más que unos pocos rayos que dibujaban una estela anaranjada sobre las copas de los árboles.

—Creo que mi hermana no va a escucharme —murmuré para mí.

—¿Y crees que a mí sí? Desde que empecé a favorecer un poco más a Nero que parece estar más que decepcionada —comentó él, dando otro trago a su vaso, dejándolo parcialmente vacío. Apreté los labios, asintiendo en silencio ante sus palabras. Solté un suspiro, obligándome a poner el rol de Vicecapitán en mi cabeza antes de marcharme, no sin antes despedirme de Cole.

Caminé entre las calles de la ciudad con los oídos atentos a cualquier sonido, por mínimo que fuera, hasta llegar a la casa de mi hermana. Me tomé un momento para ver la fachada descolorida, el techo a dos aguas que tenía tantos colores que parecía una manta llena de remiendos. Cuadré los hombros, reuniendo coraje antes de llamar a la puerta, sintiendo que empezaba a temblar por dentro. Vestida todavía con el uniforme, estaba Malina. Ni bien me reconoció, hizo una mueca antes de dejarme pasar.

Jack me saludó desde la cocina, limpiando sus manos con un trapo. Tomé asiento en uno de los sillones individuales, intentando mantener una postura relajada mientras miraba a mi hermana a los ojos. Intenté, por todos los medios, decirle que podríamos estar corriendo peligro, pero en cuanto mencioné que la información me la había dado Kadga, fue como hablar con una pared. No importaba cómo lo dijera, cómo lo señalara, siempre recibía la misma respuesta.

—Ellas son magmelianas, ayudan, pero no son de aquí.

Sentí que mis mejillas empezaban a calentarse, que el pecho me ardía y las palabras empezaban a convertirse en un grito. Jack se metió en el medio apoyando una mano en el hombro de mi hermana y dándome una mirada de advertencia.

—Querida, por más que sean magmelianas, creo que estás pasándote —dijo, haciendo que Malina se alterara por completo.

—¿Y tú de qué lado estás? —chilló, apartando de un manotazo el toque y saliendo hecha una furia hacia la habitación. Jack la siguió con la mirada, repentinamente con una expresión cansada en sus rasgos.

—No hacía falta que te metieras —murmuré por lo bajo, con el tono más cercano a una disculpa que podía usar. Jack negó con la cabeza, soltando un suspiro. Mencionó que Malina estaba así desde la llegada de los bandidos, cuando Cole le contó sobre Nero y luego de eso no parecía poder ver algo malo en que fuera una magmeliana que en cualquier momento iba a perder el control, como había pasado al poco tiempo después. Mordí mi labio inferior, mirando una vez más hacia la habitación de mi hermana antes de soltar un largo suspiro cansado. Saludé a Jack y me marché, pidiéndole que me avisara cuando todo se calmara, a lo que él asintió.

Regresé a mi casa, una construcción pequeña que antes debió ser una especie de cuarto de servicio, con una pequeña habitación, una cocina-comedor en la entrada y un baño donde apenas entraba una persona. En cuanto cerré la puerta y me quité el abrigo, miré las decoraciones de la pared hechas con hierro fundido y me fui a dormir con apenas un poco de sándwich en el estómago. 


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