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amor

Día 29, mes corbeut, año 5770.

Seré franco, Ya-Long, puesto que no hay nada más valioso que la franqueza. Sigue, no te quedes donde ya hay toros y víboras, deja que esas bestias sigan cuidando de su madre. Vete al poniente, que nuestra propia sangre empieza a fortalecerse bajo el agua.

Cole dormía en el suelo.

No debía sentir nada más que gratitud, una deuda que sentía que empezaba a excederme si consideraba que había cuidado de Darau. Bueno, cuidado en lo que podía, por lo que me había enterado por parte de mi hijo. Obviando esa parte, empezaba a sentirme como cuando conocí a Aila, el mismo calor en el pecho, aunque no era del todo igual. Mi mayor deseo con ella había sido poder contar con su apoyo y sus palabras cuando peleaba con Chiena.

Saqué los pies de la cama, notando cómo Cole se removía, probablemente en sueños. Mordí mi labio inferior antes de agacharme a su lado. Lo escuché tomar una larga respiración antes de preguntarme, con voz ronca, qué pasaba.

—Me da pena verte dormir so... en el suelo —contesté, aclarando mi garganta y agradecida por la falta de luz. Él se quedó en silencio por un buen rato, tanto que creí que se había vuelto a dormir.

—No quería incomodarte. Si no te molesta...

—No creo que seas peor que mi ex —dije, volviendo a trepar a la cama después que él lo hiciera con la almohada que había estado usando. Cole se acomodó, quedando boca arriba. Me resultaba más que tentador quedarme viéndolo dormir, como me había pasado con Kadga en su momento, con Chiena había sido... un dormir a medias. Quizás en un primer momento, cuando las cosas estaban empezando a crecer, lo había hecho. Mairo directamente no había llegado a compartir una noche entera conmigo, nada más que un poco de acción y se marchaba subiendo la cremallera de sus pantalones.

No debió pasar mucho tiempo antes de que Cole se girara en mi dirección, quedando en una posición similar a la mía.

—¿Qué te inquieta?

—Nada —respondí, sintiendo ganas de acurrucarme contra él. Por primera vez, me pregunté cómo se sentiría ser la que buscaba refugio en el calor ajeno, que me abrazaran por la cintura o todo aquello que yo había hecho hasta entonces. Tenía la esperanza de ser correspondida, especialmente después de la molestia que se había tomado mientras estaba inconsciente, pero la esperanza siempre se acompaña de dudas—. Ustedes... ¿tienen alguna regla sobre compartir cama?

—¿Qué es este pudor repentino? —había una nota de risa en su pregunta, acercándose un poco más. Una de sus manos empezó a recorrer mi costado, subiendo de a poco hasta mi rostro, donde se quedó, pasando su pulgar cerca de mi pómulo—. Ninguna, que yo sepa.

Mordí mi labio inferior, sin saber cómo seguir con la conversación. Intenté formular una pregunta sobre... sobre lo que sea que estuviera pensando en ese momento. Creo que había encontrado algo, pero el rostro de Cole estaba repentinamente a menos de un dedo de distancia, su frente tocando la mía. Se me aceleró el corazón y realmente me encontré considerando la posibilidad de decir "al cuerno todo". El calor de su cuerpo empezaba a resultarme casi tan tentador como su olor, especialmente ahora que se había bañado antes de dormir.

—¿Sabes cómo nos declaramos en Sembei? —pregunté, apoyando la mano que no tenía debajo de mi cabeza. Notaba los latidos de su corazón incluso sin tener que apoyar mi mano sobre su cuerpo, incluso sentí algo de satisfacción al sentir que contenía la respiración—. Somos una raza un tanto..., peleadora, como habrás notado. Así que lo tenemos casi como nuestro modo de interactuar, negociar y todo lo demás, matrimonios incluidos.

—Aguarda, ¿matrimonio?

Mis mejillas se calentaron a más no poder. No tenía idea si cuando perdí el control él era quien me había parado o si había sido yo misma, pero... no importaba del todo. Asentí con la cabeza, apartando la mano por un instante. Me había girado lo suficiente como para quedar boca arriba, cuando el cuerpo de Cole se cernió sobre el mío.

—¿Y desde cuándo que estamos casados, si es que se puede saber?

Respiré hondo, tratando de mantener el temple, en vano. Mi memoria volvía a ese momento en el que me había estado tan convencida de mi victoria que no había hecho la suficiente presión para mantenerlo quieto. Y los papeles se habían invertido.

—Técnicamente... desde mediados de oastog —murmuré, sintiendo que estaba a punto de saltar ante el más mínimo toque de él. «Por suerte, Darau tiene su propia habitación», pensé al saber que estaba al borde de perder cualquier rastro de contención. Un roce y estaba segura de que mi cuerpo actuaría por puro instinto.

—Hmm... ¿O sea que llevo dos meses casado y no lo sabía?

—Depende, ¿me ganaste después de que peleara contra el hijo de puta que tenía a Darau?

—Era eso o convertirme en un aperitivo —contestó, apoyando un antebrazo, su aliento caía sobre mi rostro—. No me alegra mucho recordar que tuve que asfixiarte.

—Oh, créeme, era capaz de perdonarte incluso si me decapitabas, pero cuidabas de Darau —dije, sonriendo un poco, aunque parece que la broma no fue en lo más mínimo de su agrado.

—Preferiría que no digas esas cosas —murmuró, pasando una mano por mi rostro, casi con el cuidado que necesitaría para no romper una reliquia. Tuve que contar en silencio hasta bastantes números pasados del cien antes de volver a hablar.

—He crecido pensando que en cualquier momento yo sería la que va a morir, que en la próxima pelea encontraría a alguien más fuerte que yo y me haría perder el control que me quedaba —le dije, tomando la mano que acunaba mi rostro—. Morir, para mí, es un resultado que siempre está a la vuelta de la esquina.

Cole no dijo nada. Su pulgar recorría mi pómulo hasta que dejó de moverse. Aguardé, sintiendo que estaba con todo el cuerpo esperando una señal para que todo se desatara. Él bajó despacio, tan lento que estuve a punto de levantar mi cabeza para darle un beso.

Empezó como un roce, una caricia que empezó a derretirme por dentro. Despacio, tanteando el terreno, empecé a rodear su cuerpo con mis brazos. Sus labios se movían con cuidado, tiernos, como si estuviera todavía decidiendo si quería seguir o no. Hice un poco de presión, sintiendo que la paciencia de mi cuerpo se agotaba. Sentí que sonreía en un momento que se separó para respirar un momento, apenas un poco antes de volver a besarme, esta vez con más ganas.

Eventualmente me dejé llevar por mi cuerpo, empujando a Cole hasta que logré que él se quedara boca arriba, conmigo completamente encima de él, mis dedos enredándose en su cabello mientras seguía besándolo. Sus manos empezaron a recorrer mis piernas, subiendo desde mis rodillas flexionadas, acariciando los muslos desnudos, luego mis caderas. Iba perdiendo la cabeza, cada vez más convencida de que necesitaba quitarme la remera que llevaba puesta, así como quitar la de él.

Cualquier pensamiento racional me había olvidado para el momento que quité la remera de Cole y él me hizo hacer lo mismo. El contacto cálido de sus manos recorriendo mi cuerpo me empujaba más a dejarme llevar.

Sé que en algún momento ambos estuvimos completamente desnudos, completamente idos en lo que estábamos haciendo. Suspiré, sintiendo que era quería, necesitaba, más. Cole usaba tanto los dientes como los labios, recorriendo mi torso, mi cuello y mis labios, de la misma forma que yo lo hacía con él. No hacía falta que alguno de los dos dijera nada, completamente idos en nuestros actos como para siquiera poder formular una palabra.

Recién cuando ambos estuvimos jadeando, con los cuerpos demasiado agotados como para sostenernos, pareció terminar de asentarse lo que habíamos hecho. No sabía si podía acomodarme contra Cole, por más que tuviera la impresión de que estábamos en la misma página. Antes de que pudiera alejarme, un brazo de él rodeó mi cintura, pegándome a su cuerpo.

—¿Te duele algo?

—No, no, simplemente... —suspiré, intentando organizar mis ideas mientras él dejaba besos por mi hombro y cuello—. No sé qué significó esto para ti.

Fue su turno de suspirar. Casi me sentí como una idiota mayúscula por estar preguntando, digamos, las acciones estaban diciendo bastante más de lo que él quisiera decir.

—Si hace falta, te pido matrimonio como lo hacemos en Tagta —murmuró, apretando un poco más el agarre de sus brazos. Apoyé una mano sobre las suyas, diciéndole que no era necesario tomarse tal molestia. Me pareció sentir que su cuerpo entero se relajaba antes de soltarme para taparnos con las sábanas que habían acabado a nuestros pies.

Terminé conciliando el sueño entre sus brazos, sintiendo un ligero cosquilleo por el vello del pecho. Dormí profundamente, completamente rendida a un cansancio que no correspondía con mi tiempo de dormir y la actividad reciente. Lo siguiente que supe era que estaba encima de Cole, con un rayo de luz dándome directo en el ojo. Solté un bufido molesto, sentándome antes de estirar la espalda. Estaba por salir de la cama cuando el brazo de él tiró de mí, dejándome de nuevo apoyada contra su pecho.

—¿No sería hora de levantarse, tagtiano?

—En un momento —murmuró, dejándome un beso en la cabeza, despertándome del todo. Aguardé, dejando que sus manos empezaran a recorrer mi silueta, subiendo y marcando cada una de mis curvas hasta subir a mi rostro, el cual giró en su dirección. Besaba despacio, no con ternura, sino presionando nuestros labios hasta fundirlos. Estaba a punto de perder el raciocinio con sus caricias cuando sentí los pasos de Darau viniendo en nuestra dirección.

Fue como si me hubiera despejado por completo la cabeza, totalmente consciente de cómo estábamos. De un manotazo, aparté la mano de Cole que había bajado por mi cadera. Salté de la cama, tomando una remea del suelo, colocándome como si mi vida dependiera de ello. Cole me miraba confundido y apenas tuvo tiempo para tapar... bueno, el efecto del juego que habíamos empezado.

Mi hijo entró con los ojos entrecerrados, dándome un momento para terminar de ponerme la ropa interior que encontré. «Parece que la diversión no va a ser posible».

—Mamá, ¿por qué tienes moretones en el cuello?

Miré a Cole, quien tenía una mezcla de emociones en el rostro.

—Eh... Me resbalé y me choqué contra el picaporte —logré inventar. Una pésima mentira, pero confiaba que la inocencia de Darau no haría que pregunte más.

—¿Te resbalaste? —Se le había ido el sueño de un plumazo. «Ah, cuernos», pensé, caminando hacia él—. ¿No estarás todavía débil?

—No, no, no, estoy bien, hijo —dije, escuchando a Cole ahogar una risa con una tos. Consideré la opción de tirarle algo por la cabeza—. Vamos a desayunar, Cole se nos suma más tarde, ¿verdad?

Él asintió, todavía sonriendo con una picardía que me dejó reviviendo la noche e inmediatamente me llevé a Darau antes de que terminara de perder el control. Bajamos a la cocina y empecé a preparar algo del pan que quedaba, tostándolo mientras Darau buscaba lo que deseaba ponerle encima. Cole apareció al rato, vestido con el uniforme y me abrazó por la cintura antes de dejarme un beso en la mejilla. A mí no me engañaba, había dejado sus labios más tiempo de lo normal en aquel sitio.

—Tengo que ir al Edificio, Darau sabe dónde están las cosas que necesitan —dijo antes de apartarse. Mi cuerpo entero se había congelado y en ese momento estaba chillando por un poco más del calor de él. «Y pensar que era mucho más insufrible cuando llegué...»

Cerró la puerta y quedamos solos. Miraba al pan, intentando controlar que no se me quemara, pero mi cabeza estaba empeñada en revivir la sensación de tener las manos de Cole sobre mí, con o sin tela de por medio. Respiré hondo, obligándome a calmarme.

—Mamá, ¿qué pasa entre Cole y vos? ¿Durmieron los dos en la cama?

—Sí, Cole estaba un poco incómodo y le dije que no tenía problema en compartir la cama. —Mi cara echaba humo de los nervios que sentía. Realmente sentía que estaba jugando con fuego al seguir recordando. Aparté los pensamientos y saqué el pan del fuego.

—¿Nos vamos a ir a otra casa?

—Eso... no lo sé —dije. Sí, podríamos estar casados si nos quedábamos con mis costumbres, pero apenas nos conocíamos desde hacía dos meses. «Y vas y te acuestas con él como si hubieran salido por años», bufé por dentro—. Hablaré con Cole cuando vuelva.

—Genial —sonrió, dándole un buen mordisco a la tostada con algún dulce que había encontrado en la alacena—. ¿Por qué Cole estaba sin remera hoy a la mañana?

—Le hacía calor —casi podía escuchar cómo mi voz sonaba como un graznido ante la respuesta. Darau me miró raro durante un momento, pero decidió que su desayuno era más interesante que mis palabras.

El resto del día me lo pasé..., bueno, intentando hacer algo para no tener que pensar en la conversación que tenía pendiente con Cole. Consideré ir a limpiar los pisos, pero más allá de barrer y tender las camas, no sabía qué hacer. Estuve a punto de salir para poder conseguir comida, pero Darau me dijo que más me valía quedarme en la casa si no quería que le diera un infarto a Cole de no encontrarme allí.

Le hice caso. De malhumor, pero me quedé sentada y tratando de decidir qué hacer para pasar el rato.

Él volvió a la tarde, pasado el horario del almuerzo y le pidió a Darau que se fuera a buscar algo en la parte trasera de la casa. Me mordí el interior de la mejilla al escucharlo, respirando hondo para poder recordar lo que tenía que preguntarle.

—Escucha, agradezco que me hayas cuidado y que hayas tenido la gentileza de vigilar a Darau mientras no podía, pero no quiero abusar de tu generosidad...

—¿Piensas irte? —La pregunta casi me resultó como una cachetada. Lo miré a los ojos, los cuales había estado evitando desde el momento en el que quedamos solos.

—No quisiera incomodarte, es tu casa —señalé y algo pareció relajarse dentro de Cole, aflojó los hombros al mismo tiempo que soltó una exhalación. Una sonrisa de medio lado empezó a asomarse en sus labios al tiempo que caminaba hasta quedar tan cerca que me obligaba a inclinar ligeramente la cabeza para poder verlo—. Puedo volver a buscar una casa abandonada y acondicionarla, pero de Jagne no creo que me vaya de momento. No con Darau necesitando un lugar donde crecer.

—Pueden quedarse aquí, te arreglo la cama que está en la habitación donde duerme Darau, si quieres.

—¿Seguro? Has vivido todo este tiempo solo y ahora con un niño...

—Nero, en serio, no me molesta. —Pasó una mano por mi mejilla, acariciándola. Sus ojos estaban más cálidos de lo que nunca los había visto, así como su expresión que solía ser casi tan rígida como la de Kadga—. Si fuera por mí, lo de anoche sería normal.

Rodé los ojos, conteniendo una risa nerviosa.

—¿Intentando aprovecharte de lo que te dije anoche?

—¿Qué te parece? Tardé dos meses en enterarme de que te debía la noche de bodas —dijo antes de darme un beso en los labios. Rodeé su cuello y sentí que me cosquilleaba todo el cuerpo—. ¿Y bien?

—No solo la noche de boda me debes, cuidar de Darau también.

Él sonrió y apoyó su frente contra la mía, murmurando que no tendría ningún problema. Me dio otro beso justo cuando la puerta se abrió, dejando a mi hijo completamente congelado en el umbral. Sus ojos pasaban de Cole a mí y viceversa. Casi a regañadientes, me solté del abrazo y caminé hacia él.

—Mamá...

Miré a Cole, como si así pudiéramos encontrar una forma de explicarle lo que había pasado. Respiré hondo antes de anunciarle que nos quedaríamos en esta casa. No tenía idea qué esperaba como reacción, pero él sonrió a más no poder y me abrazó, riendo. Le devolví el abrazo, aliviada ante la alegría que parecía tener. Y, como si no pudiera evitar contenerse, Cole también se sumó al "festejo".

Supongo que pronto tendría que explicarle también sobre lo de Cole y yo, pero en otro momento. 


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