16. EL DESPERTAR
Cielo nubloso. Aroma a tostadas y a chocolate. Las ligeras pisadas descalzas de un chico moreno. La calidez del ambiente, la frialdad de mis sábanas rozando mis pequeños pies. El ruido vecino, el aroma a libros, la caricia del silbido de la cafetera.
Todo aquello apuntaba siempre a despertarme en la casa de mi vecino. Pero esta vez, más pisadas que nunca, y la respiración profunda de dos chicos mayores que yo de la misma sangre.
Abrí los ojos buscando con la mirada el olor a comida que entraba por mi nariz pidiendo ser devorado. Encontré a Logan con un pantalón de rayas rojas, verdes y marrones que le rozaban a ras del suelo con una camiseta de manga corta blanca junto a la cafetera, llevando a sus labios una pequeña taza de café. ¿De dónde sacas la energía, Logan? ¿De ese café tan pequeño?
Miré a mi alrededor. Los hermanos Hart dormían, y se veía la luz del baño dada, así que más gente ya estaba despierta.
- La alarma sonará en dos minutos- me advirtió la voz de mi mejor amigo. Y entonces, y solo entonces, recordé el por qué de estar allí todos juntos. Por un momento, la paz había inundado mi mente, y solo veía un espléndido desayuno, el dormir de dos chicos, y libros clásicos de lomo rojo sobre mi cabeza. No pensé en que deberíamos ir al instituto a enfrentarnos a el mayor fraude de nuestras vidas hasta ahora: fingir que no nos conocemos.
Evité poner cara mala una vez recordé lo que la mañana nos esperaba, y un ápice de esperanza salió de mi sonrisa cuando expresé a Logan el buen olor que desprendía todo aquello.
Detrás de una columna, mi hermano Rodrigo tomaba un tazón chocolate caliente. La puerta del baño se abrió. Miranda salió con sus zapatillas de suela plana, parecidas a las que tiene mi madre, con cara de sueño, y cansancio. Me deseó los buenos días, y acercándose a mí, me dio un abrazo. En ese aspecto me recordó mucho a mí. Lo que más me gustaba en el mundo, después de la música, era decir "buenos días" a cualquier persona, desde las seis, hasta las diez de la mañana.
Diego y Newt estaban sentados al borde de la escalera de incendios. Eso me enfadó un poco, ya que evitábamos que alguien los viese, pero a esas horas ningún vecino estaba despierto, así que evité pensar en ello también. Logan le había dejado el móvil a Newt para llamar a su hermano. Para saber del campamento y de los demás chicos y chicas. Diego lo observaba mientras metía en su boca una tostada de mermelada.
Contemplar aquello en silencio, todavía arropada y sentada en el colchón donde había pasado una dulce noche vacía de sueños ni pesadillas me hacía sentir bien. Me sonreí. Decidí apagar la estridente alarma que sonaría en breve, y en su lugar, desperté a los chicos. Costó que Louis abriera los ojos, pero a Harry, a Harry le costó mucho más. Puse mi mano en el pecho de Harry
- Venga Harry, hay chocolate caliente, amigo. Tu hermano ya se ha levantado, como todos.
- Dars, déjame. Igual, no tengo hambre- dijo dándose la vuelta de costado
Pero sí tenía hambre, ya que fue oler el aroma que provenía del otro lado de la barra y oír el pequeño canto de algún pájaro que se apoyaba sobre la barra de incendios, buscando piedad en Diego para que el diese una miga, y se incorporó disimulando sus ganas de comerse la nevera.
El salón de Logan conectaba mediante un pasillo con la cocina, que estaba abierta a la sala de estar mediante una pequeña barra.
Me levanté, y descalza, fui hacia el amor de mi vida de todas las mañanas: chocolate con leche. Mis dos amigos entraron de las escaleras exteriores. Me senté encima de la barra. Los pantalones del pijama me quedaban anchos, al igual que los de Louis. Diego me dio una palmadita en la espalda como signo de "buenos días", al igual que Newt, con la diferencia de que este añadió entre risas: "No te prometo que no te quite alguna galleta, Dars. Tengo bastante hambre aunque ya he desayunado"
Harry fue el único que se vistió. Los demás, todavía vestidos con la ropa con la que habíamos dormido, desayunábamos disfrutando de nuestra propia compañía. Louis se sentó bajo la barra, y mirando hacia arriba me dijo:
- ¿Qué tal has dormido?
- Bien, Lou. ¿Qué tal tú?
- Muy bien. Llevaba sin dormir así tanto... Pásame la mermelada, anda
En perfecta armonía todos terminamos de desayunar. Miré el reloj. Íbamos muy bien de tiempo. Fui a recoger el desayuno con Logan, que ya había terminado, y ahora se disponía a mirar sus redes sociales, cuando él mismo me interrumpió:
- Dejadlo chicos, ya lo recojo yo. Vestíos. Mi turno no empieza hasta dentro de un rato- dijo extendiendo su sonrisa- ¡Por cierto Darcy, ven conmigo!
Lo seguí hasta la estantería del pasillo al lado de la puerta de la salida del apartamento. Los dos, uno con calcetines y otro descalzo. El de calcetines eleva la mano hacia una balda específica, mientras que la de pies descalzos se pone de puntillas. Logré ver el libro que sacaba de entre varios:
- The Perks of Being a Wallflower, de Steven Chbosky. Te gustará. Te gustará. Sé que no es Stephen King, pero te vendrá bien leer un poco novelas juveniles que no te quiten el sueño.
Le sonreí dando las gracias. Lo dejé sobre la mesa del salón y fui a cambiarme a mi casa mientras. Escogí un pantalón marrón, parecido al del campamento, y una sudadera blanca que mi tío me había regalado hace ya un tiempo.
Arreglé un poco mi melena. ¿Un poco de hidrarrizos, tal vez? No vendrá mal, menudos pelos tengo.
Salí disparada al piso de Logan de nuevo, cogí el libro, que metí bajo mi brazo, y que empiece el espectáculo.
The Show Must Go On
Así va la cosa. Mathew y yo salimos del piso, dos minutos después sale Diego, para que pueda llegar a la estación de autobús y un poco más tarde, salen por la escalera de incendios los tres chicos. Mi hermano acompañaría a Miranda Estaba claro que no podíamos llegar juntos. Ni siquiera mirarnos. Ni entablar una conversación fluida. Se suponía que no nos conocíamos, ¿no?
Matt y yo nos dirigimos a la estación de buses hablando sobre el día siguiente: mi cumpleaños. Intentamos aparentar normalidad, y eso incluía demostrar cierta rivalidad con Diego como siempre. Sinceramente, no me apetecía hacer y deshacer la paz que habíamos alcanzado Diego y yo. Sería todo actuado al fin y al cabo, pero me sentía mal cuando lo torturaba con la mirada, y sé que en parte él también.
Decidimos ponernos los cascos para escuchar un poco de música. Entonces Mathew sintió un fuerte deja vu, que hizo volverse pálido. Estábamos sentados igual, y también nos pusimos el mismo auricular aquel día. En el que empezó todo. Incluso la misma canción sonó, y eso que mi móvil la puso de forma aleatoria. Lo noté en su cara, porque Mathew, a mi también me pasó.
Decidimos hablar por mensajes para no tener que alzar la voz.
MATHEW: me pica el cuello. El jersey de tu hermano me pica mucho
DARCY: q le dijiste a tu madre sobre de que no volvías a casa a dormir???
MATHEW: pues qué la iba a decir, que me quedaba un día más en eso que les contó Rodrigo
DARCY: mi madre debe haber llegado ya. Confío en Logan. No creo que diga nada
MATHEW: Dars, obv no va a decir nada. Es Logan. Tal vez incluso se le olvide
DARCY: jajjajajaaj
MATHEW: cambia la canción anda, que ésta ya la hemos escuchado mucho. Pon algo más de los noventa porfiis
DARCY: vale, pero después pondré algo más de mi estilo.
MATHEW: Nos estamos haciendo mayores, he estado pensando en ello recientemente
DARCY: si nos hiciésemos menores me preocuparía
MATHEW: y mañana cómo lo vamos a hacer? Lo de tu cumpleaños digo
DARCY: si te soy sincera no lo sé. Viene mi tío a verme sobre la hora de comer. Le diré a mi madre que vendrán amigos del instituto a casa y os invitaré a todos por la tarde. No creo que tengamos "tareas extraescolares" por la tarde.
MATHEW: a saber. tengo la impresión de que nos manejan como quieren. No saben nada de lo que nos pasa.
Iba a escribir pero preferí cortar mis ganas. No era necesario escribir ese tipo de cosas privadas por un chat. A saber si alguien puede leer eso mediante hackeos, o los propios creadores de la aplicación. De todas formas llegamos justo al instituto.
Solo había estado allí una vez, pero cada vez que la imagen de las puertas de mi instituto venía a mi cabeza un cosquilleo corría por mi mano derecha. Y en esa ocasión no fue menos. Nos reunimos con Diego en la parte del gimnasio, mientras veíamos a lo lejos una multitud de chicos y de chicas, entre ellos nuestros pequeños espías, seguidos de la directora. Por la mañana habíamos tomado esas vitaminas después del desayuno para evitar las ondas cerebrales de la de química. El único problema, es que mi hermano no podría comunicarse conmigo mediante la mente, pero no sería problema. No lo necesitaríamos.
Tras las puertas un profesor nos esperaba. La silueta de sus pies se veía bajo la puerta, y el olor a material como pelotas, cuerdas, y conos, llegaba ya a mi nariz
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