Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Destellos mágicos

Dibujo: Golosín por Juan Pablo Wansidler

                  

¡Lazus helius globiñus fecundus! —exclamó Globeley mientras caía del tren volador, y apuntó su cayado hacia arriba. Surgió un tropel de globos y algunos se ajustaron a su cintura, entrelazando sus cordeles—. ¡Cáchelus! —gritó la Existente, apuntando al borrón oscuro. Los globos que quedaban obedecieron y volaron hacia el Existente en apuros.

Globeley y el rescatado, inconsciente, aterrizaron airosamente en el patio de armas del castillo, donde Cumapleños salía de su escondite. Segundos después, la locomotora voladora se posó gentilmente detrás de ellos. Poropou salió y se acercó al Existente que habían rescatado. Estaba recostado sobre la hierba. Ya no era un guardia sirviente, había recuperado su forma original: tenía el pelo violeta y la piel blanca como el yeso, menos en su nariz que era roja. Vestía una remera a rayas blancas y moradas, pantalones de color rojo oscuro y zapatillas azules. Poropou empezó a sacudirlo.

—¡Golosín! ¡Despierta!

No reaccionaba. Poropou le echó un balde de agua en la cara y Golosín se despertó, tosiendo. El Existente de pelo celeste lo abrazó, seguido por los demás.

—Necesito... aire —dijo Golosín, tosiendo, y se apartó.

Logró pararse y se llevó las manos a la cara, refregándose los ojos violetas. Luego de unos instantes, Poropou se acercó y apoyó una mano en su hombro.

—¿Cómo es convertirse en un guardia sirviente? —inquirió Globeley, apretujando el cayado rosa.

—Frío, negro y estúpido —contestó. Miró a Poropou con el ceño fruncido—. Así que eras real...

Poropou sonrió y su amigo le devolvió la sonrisa. Después giró hacia la gran puerta negra.

—¿Creen que los guardias sirvientes nos estén esperando?

—Cuando los globos amortiguaron mi caída, vi que la explosión de sus láseres los había dejado inconscientes —dijo Cumapleños—. No sé cuándo volverán en sí.

—Tenemos que apresurarnos.

Poropou escribió "¡Ka-boom!" en su libreta, y arrojó el bollo de papel a la puerta de metal. El papel explotó masivamente y los Existentes se cubrieron, pero cuando la humareda se dispersó la puerta de metal seguía intacta.

—¡Maldición! —Poropou cerró las manos.

Cumapleños, en cambio, se acomodó la galera y apuntó el reloj de arena hacia la cerradura. Ésta se iluminó con un fulgor violeta y las puertas se abrieron de par en par. Poropou, Golosín y las Existentes lo siguieron, intrigados.

—Nadie puede evitar su cumpleaños y hoy, afortunadamente, es el día en que tu hermano y tú llegaron a este mundo. —Poropou se quedó sin palabras. Cumapleños le sonrió—. Parece que no somos los únicos con problemas de memoria —dijo, echando una mirada a los otros Existentes, que sonrieron.

Caminaron por los pasillos. En las paredes naranjas había cuadros de piezas de rompecabezas y de ajedrez. No tardaron en llegar al salón central, donde Poropou y Barabau se habían enfrentado en la final de juguetez. A diferencia de aquel día, ahora estaba vacío y silencioso, iluminado por una lámpara antigua y gigantesca. Los peluches de Osiña los siguieron.

—Bien —escucharon y alzaron las miradas hacia el balcón principal. Barabau, que ahora llevaba una corona naranja, se apoyaba con los codos en la baranda, sonándose los dedos—. Parece que mi plan no fue del todo eficiente.

—Te haremos pagar —dijo Golosín, con el puño en alto.

Poropou lo detuvo haciendo un gesto con la mano.

—¿Por qué, Barabau? —Miró a su hermano, entre angustiado y furioso—. ¿Por qué me engañaste, encerrándome en ese mundo, con esa mente tan estructurada y aburrida?

Barabau se encogió de hombros.

—Quería limitar tus posibilidades de recordar y volver a este mundo.

Sonrió con malicia y alzó un cetro naranja. Los Existentes se estremecieron. Antes de que pudieran reaccionar, el Existente coronado agitó su vara de poder. Las arcadas que comunicaban el salón con el resto del castillo fueron tapadas por ladrillos y el piso comenzó a estallar, escupiendo lava.

Globeley y Cumapleños gritaron. Osiña chilló cuando los géiseres de lava arrojaron un trozo de suelo donde estaban sus peluches por los aires. Las explosiones cesaron al quedar el suelo reducido a puro magma, con algunos restos formando islas. Había dos escaleras intactas que llevaban a la terraza, una a la derecha y otra a la izquierda. Golosín y Poropou se miraron y asintieron. Saltaron de la isla principal, donde estaban con el resto de los Existentes y fueron de islote en islote, cada uno hacia una escalera distinta.

Barabau agitó su cetro, atento. Antes de que lograran saltar hacia los escalones, las escaleras se transformaron en dos tentáculos naranjas y gigantes que intentaron hacerlos caer. Poropou y Golosín retrocedieron saltando de islote en islote hasta juntarse en uno central. Cumapleños y Globeley disparaban globos y guirnaldas hacia Barabau que eran destruidos por el calor intenso y el fuego.

Golosín invocó un cetro con forma de barra de caramelo, que apareció ante sus manos. Apuntó a Barabau, pero su lluvia de caramelos mágicos se derritió antes de tocarlo a él o a los tentáculos. El villano rio a carcajadas. Se agachó y desapareció unos instantes, hundiéndose tras la baranda naranja. Luego colocó un cofre dorado sobre esta y lo abrió. Los Existentes fueron cegados por un resplandor.

—Mientras sufrías en el mundo humano, tuve bastante tiempo de recorrer este castillo y descubrir sus secretos. Ya te imaginarás que este cofre no tiene nada bueno en su interior. —Barabau volvió a reírse exageradamente, mirando con ojos enloquecidos a su hermano—. Decidí que voy a probar cada una de estas nuevas y misteriosas armas con ustedes.

Poropou contrajo los puños. No había otra opción: metió la mano en su bolso mágico y sacó su lápiz y su libreta. En seguida surgió un rayo blanco del cetro naranja y el cuaderno y el lápiz volaron por el aire. Cayeron en la lava que los carbonizó sin piedad. Globeley y Osiña gritaron, Cumapleños y Golosín retuvieron el aliento. Poropou cayó de rodillas, con la vista fija en el punto donde se habían esfumado sus instrumentos.

—¡Sí! —festejó Barabau, riendo a más no poder—. Estás perdido sin tus poderes. Ahora, ahora... ¡no eres nada! —gritó eufórico, haciendo un pequeño baile—. ¡Eres tan patético como Andrés! —cantó.

Poropou se miró las manos, sintiéndose completamente débil e impotente. La peor de sus pesadillas se había cumplido. Estaba a merced de Barabau.

—En cuanto a ustedes... —El Existente oscuro hizo un gesto con la mano—. Pueden irse. Sólo déjenme a Poropou.

—¡Jamás! —gritó Globeley.

—¡Ni lo sueñes! —amenazó Golosín.

—¡Oh! —Barabau juntó las manos y tamborileó los dedos—. No se preocupen, ya preví esto.

Levantó una esfera gris que resplandeció y unas cadenas apresaron a todos los Existentes, excepto a Poropou. El Existente de pelo celeste se sintió abatido, ya que no era siquiera una amenaza para su hermano.

—¡Los torturaré hasta extirparles cada recuerdo de este inútil! —gritó Barabau, señalando a Poropou. Guardó la esfera en el cofre y se puso a saltar y gritar con los brazos contraídos, riendo a carcajadas.

Todo estaba perdido. Poropou juntó las manos, llevó la mirada al cielo y tuvo que evitar sonreír. Colgados de una lámpara, los peluches de Osiña (algo chamuscados) se columpiaban hacia el balcón. Antes de que Barabau terminara de agitar su cetro, la jirafa, el perro, el oso y el conejo de felpa se abalanzaron sobre él. Mientras sus compañeros se encargaban del Existente oscuro, el oso y el conejo treparon a la baranda. El oso tenía el cetro de Barabau bajo uno de sus brazos. Ayudado por el conejo, empujó el cofre, que cayó hacia la lava.

—¡No! —gritó Barabau, que acababa de liberarse del perro y la jirafa, y tomó el cetro naranja, pero ya era demasiado tarde.

La lava había devorado al cofre, que ahora era una esfera de luces y rayos moribundos. Las cadenas que apresaban a los Existentes habían desaparecido. Golosín había logrado retroceder unos islotes, pero no Poropou, que estaba a menos de un metro del fenómeno. Sonreía, cubriéndose de los destellos mágicos que lo bañaban. En seguida, la tristeza invadió al Existente, porque sabía que no importaba que hubieran destruido las armas de su hermano. Sin sus poderes, le sería muy difícil vencerlo. Era un enemigo astuto: había ideado el salón de lava para que el fuego y el calor anularan sus habilidades.

Antes de que el resplandor mágico acabase y rogando por una solución, Poropou cerró los ojos e intentó pensar en positivo: todo iba a estar bien. De alguna forma recuperaría sus poderes. El resplandor se esfumó y Poropou abrió los ojos, recordando lo que sentía cada vez que dibujaba en su libreta. Ese pequeño cosquilleo en la palma de ambas manos que se repetía, durante un segundo, cuando la esfera de papel estallaba materializando lo que había ideado.

Poropou levantó la mirada y vio a su hermano acomodarse la corona, y disparar con su cetro a los desgraciados peluches que saltaban por doquier. Si sólo tuviera unas zapatillas con resortes automáticos, aprovecharía el momento para lanzarse sobre su enemigo y noquearlo. Las vio en su mente: tenían doble suela; una que servía como plataforma, conectada a la otra por resortes mecánicos. Con sólo pensarlo, éstos se activarían para arrojarlo por los aires.

Volvió a sentirlo. Un cosquilleo, mucho más intenso que antes. Bajó la mirada y tuvo que contener un grito: tenía un cubo transparente en cada mano. Giraban sobre sí mismos, envolviéndolas. Puso sus manos frente a él. En sus palmas había un bosquejo de lo que había imaginado, hecho con trazos plateados. Los cubos y el boceto tenían un extraño resplandor que le recordaba al que había salido del cofre quemado por la lava. En ese instante supo el nombre del fenómeno: cubo de la manifestación.

Sin pensarlo se llevó las manos a los pies. Sintió una vibración en las zapatillas marrones y luego de una pequeña explosión de vapor blanco, Poropou estaba listo para impulsarse con sus zapatillas de resortes automáticos.

—¡No! —Barabau reaccionó demasiado tarde a la explosión.

Los resortes ya se habían activado, empujando a Poropou más allá de la baranda naranja. El puño del Existente de cabello celeste se estrelló contra la mejilla del Existente oscuro, lanzándolo hacia atrás. Poropou cayó sobre su hermano y el cetro naranja golpeó el suelo, rodando hacia abajo por uno de los tentáculos del balcón. La corona naranja también cayó, rodando hacia una esquina.

Barabau gritó y Poropou aprovechó para sostenerlo por las muñecas. Los dedos de las manos con piezas de rompecabezas intentaban pellizcarlo infructuosamente. Mientras tanto, abajo, el tentáculo había tomado posesión del cetro disparando sin control hacia todas partes. El piso de lava se transformó en helado, hielo, barro y mar.

—¡Poropou, ¿estás bien?! —gritaron desde abajo.

—¡Estamos en camino!

Poropou sonrió al escuchar cómo intentaban subirse a la lámpara colgante. Eso enfureció a su hermano que pareció ganar fuerzas y logró soltarse. En seguida proyectó sus dedos cuánticos, que Poropou supo esquivar rodando hacia un lado. El Existente de pelo celeste se incorporó y amenazó a su hermano mostrando sus manos envueltas en los cubos de la manifestación. A sus espaldas, los peluches de Osiña festejaban.

Barabau miró las manos de su hermano con miedo y confusión. Poropou aprovechó, tomándolo de las muñecas para evitar que lo pellizcara, y lo embistió de nuevo. Atravesaron una puerta de madera entrando a una habitación alfombrada con un gran espejo ornamentado en la pared opuesta. Chocaron contra él, pero el vidrio no se rompió; se convirtió en un líquido que traspasaron.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro