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1. Derecho de pernada

Una gota se escurrió entre las ramas de los árboles y cayó sobre Wendolyn. Y después otra, y otra. Y cada gota de agua era como ácido sobre su cuerpo herido y maltrecho. La lluvia arreció y parecía que el cielo lloraba por ella las lágrimas que se habían secado sobre su rostro.

El agua se mezcló con la sangre y tiñó su vestido blanco de un rojo deslavado. Rosa, como las flores que aún adornaban su cabello cobrizo. Su madre las había entrelazado con sus rizos antes de su boda. Pero ya no podía recordar sus manos suaves y cálidas sobre su pelo, solo los dedos rudos enredados en él, la respiración repugnante y los gritos en su oído cuando se negó a ser suya.

Había luchado con todas sus fuerzas, pero estas no fueron nada contra un hombre adulto y fornido como él. Nadie había acudido en su ayuda a pesar de que los guardias escucharon sus chillidos desesperados. Eran fieles a su señor, sin importar el crimen que cometiera.

Pero el derecho de pernada ni siquiera era considerado un crimen. Aunque se trataba de una práctica en vías de extinguirse, todavía existían rincones remotos del reino donde se practicaba. De acuerdo a ello, el señor tenía derecho a desvirgar a las jóvenes que se casaban con sus súbditos.

Nadie avisó a Wendy de esa práctica, tampoco había escuchado de otra mujer en su aldea que la hubiera padecido. Mucho menos esperaba que fuera su marido quien la entregara.

Philip ni siquiera parpadeó cuando la abandonó con su señor sin siquiera una advertencia. Para cuando comprendió la situación, estaba atrapada.

En su forcejeo contra el barón Lovelace, Wendolyn recibió golpes cuando trató de someterla. El peor de todos fue al mismo tiempo su salvación y su condena.

El señor del castillo la empujó y su cabeza fue a dar contra uno de los postes de la cama. La madera crujió contra su cráneo y ella se desplomó en el suelo. Su melena se desparramó sobre la piedra, tiñéndola de rojo junto con la sangre borboteante que escapó de su herida.

El ataque cesó, el barón convocó a sus soldados. A sabiendas de que nada podía hacerse para salvar su vida, les ordenó librarse de ella.

La sacaron a hurtadillas del castillo, con la oscuridad como aliada, y la cargaron sobre un caballo. En el gran salón, los invitados aún disfrutaban del banquete de su boda sin echar de menos a su anfitriona. Moribunda, no pudo gritar para llamar a su familia.

Nadie acudió a salvarla y fue abandonada en lo más profundo del bosque para que los lobos la devoraran.

Pero la sangre fresca no solo atrae a animales salvajes, también invoca a los monstruos.

Cuando uno de los seres que poblaban las pesadillas de todo el reino se cernió sobre ella, a Wendy ya no le restaban fuerzas para aterrarse. En cambio, sus labios se curvaron en una amarga sonrisa porque al fin su sufrimiento iba a terminar.

Pero cuando él se quitó la capucha, no se encontró con el semblante de un monstruo. No tenía grandes colmillos, tez cadavérica ni oscuridad rezumando por sus ojos. Todo lo que podía ver eran unos labios carnosos en un rostro de facciones angulosas y pómulos pronunciados. Era pálido, mas no como un muerto, sino como alguien que no había visto la luz del sol en años; y sus ojos ambarinos brillaban avivados como una fogata en la oscuridad.

Se inclinó sobre ella y el cabello largo y oscuro se deslizó por sus hombros. La observó sin emoción en su rostro y extendió el brazo hacia ella.

Wendy se estremeció y una respiración estertorosa sacudió su pecho.

¡No me hagas más daño!

El joven palpó su cuerpo, mas no de forma lasciva o brusca, sino delicada. Sus ojos la recorrían sin el brillo lujurioso que vio en el barón; lo hacían de forma analítica, evaluando sus lesiones.

Los labios del desconocido chistaron, contrariados. Acababa de descubrir la herida en su cabeza y sabía tanto como ella que era mortal. ¿La ayudaría a descansar?

—Mírame —dijo con voz grave y aterciopelada.

Wendolyn lo intentó. Dirigió sus ojos grises hacia él, pero por momentos su rostro se desenfocaba y no era capaz de mover el cuello, no tenía fuerzas.

—Mírame —repitió el joven y, esta vez, guio su barbilla con los dedos—. ¿Qué deseas?

¿Acaso no era obvio? Deseaba que el dolor terminara. No podía soportar ni un minuto más esa agonía. Sufrir una muerte lenta era la última crueldad a la que la sometía aquel oscuro mundo. Sin embargo, cuando reunió la fuerza para contestar, no rogó por su muerte:

—Venganza —se sorprendió diciendo.

En ese instante se percató de que había algo más quemándola, algo incandescente alojado en su corazón: odio.

—¿Y qué estarías dispuesta a entregar a cambio?

—Todo.

Sí, todo lo que le quedaba a cambio de la posibilidad de llevarse consigo a su verdugo.

Los labios del joven sonrieron, pero no parecía feliz, solo satisfecho con su respuesta.

Como si fuera de cristal, pasó sus brazos con delicadeza bajo su maltrecho cuerpo y la alzó en vilo con la misma suavidad. La pegó a su pecho y la cubrió de la lluvia con su capa negra.

Wendy cerró los ojos y se dejó llevar.

Cuando volvió a abrirlos, la oscuridad se había tornado impenetrable pero ya no llovía. Parecían estar en una cueva y ella continuaba entre sus brazos. Alzó la vista y se encontró con sus ojos titilando como el fuego, observándola.

—Tu alma es el precio a pagar para llevar a cabo la venganza que ansías, ¿aceptas?

Wendy creyó que ya no le quedaban fuerzas para contestar, apenas logró asentir antes de desfallecer. Pero el monstruo ya tenía su respuesta.

Se inclinó sobre ella que notó su aliento cálido sobre su mejilla. Bajó un poco más y Wendy gimió de dolor cuando sintió dos punzadas en su cuello.

Era cruel que todavía pudiera sufrir, pero se distrajo cuando notó algo cálido humedeciendo su piel y no adivinó que se trataba de la boca del desconocido hasta que lo oyó succionar su sangre.

La joven abrió la boca para gritar, pero ningún sonido escapó de sus labios, tan solo una respiración estertorosa. Intentó luchar, pero no podía moverse. Al cabo de un instante, el dolor disminuyó. En su lugar se adueñó de ella un agradable sopor y sintió su cuerpo flotar en una nube de placer.

Envuelta en aquella deliciosa sensación, no se percató de que el hombre había separado la boca de su cuello. Y, cuando gimió de gozo, él aprovechó para agarrar su mandíbula y mantener la boca abierta. Un líquido denso y caliente atravesó sus labios y se introdujo en su garganta. Paladeó su sabor y jadeó horrorizada: era sangre.

Quiso resistirse, quiso escupirla, pero las manos firmes del monstruo se lo impidieron mientras continuaba vertiendo el fluido de sus venas en su boca.

El placer que la había envuelto hacía unos minutos, desapareció y una horrible sensación se extendió desde sus labios. Era como serpientes colándose por su garganta. Mordían su carne desde dentro y esparcían el veneno a su paso. Avanzaron hasta invadir sus venas y sintió un frío tan helado que quemaba. En su delirio imaginó que era su cuerpo pereciendo tras su paso ondulante.

Era tan horrible que incluso moribunda, se retorció en un intento por apartarse. Un grito escapó de su garganta a pesar de que sentía a las culebras reptando por ella.

¿Por qué no cesaba su agonía? ¿Acaso no había sufrido suficiente?

Suplicó ayuda, pero el hermoso monstruo se limitó a depositarla sobre el frío suelo de la cueva. Con el rostro impasible, la contempló mientras ella se retorcía de dolor.

Aquel diminuto infierno la devoró en tan solo unos minutos que para Wendolyn fueron una eternidad. Su corazón bombeó con fuerza, acelerándose como las alas de un ruiseñor. Sus sentidos se nublaban, pero aún logró escucharlo:

—Cuando hayas culminado tu venganza, te buscaré.

Después, se marchó y Wendolyn quedó sola, abandonada en medio de la oscuridad por segunda vez en esa noche infernal.

Un dolor agudo y repentino atravesó su corazón, deteniéndolo.

Estaba muerta.

Espero que os haya gustado este primer capítulo. Para los que leyeron la primera versión, hay varios cambios (sobre todo uno muy grande que dije en Facebook que iba a hacer). Otra cosa que quería era contar un poco más del contexto en que se dio el ataque que sufre Wendy, así que habló un poco del derecho de pernada. Es una supuesta práctica medieval que es como la cuento aquí, pero que los historiadores no están seguros de que se llegara a realizar por lo que investigué. ¿La conocíais?

Quiero agradeceros a todos el enorme apoyo que me habéis dado. De verdad no esperaba que después de tantos meses hubiera tanta gente interesada en la nueva versión.

El miércoles subo el segundo capítulo. Mientras, os animo a seguirme por Instagram y Tiktok porque estaré subiendo cosas extra por ahí.

¡Un abrazo!

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