Capítulo 29
Una sonrisa burlona adornó su rostro cuando escuchó la desesperación del hombre del otro lado de la línea. Llevaba varios meses amenazándolo desde que conoció sus secretos y crecieron en su interior los deseos por hundirlo. Consideraba insólito que un hombre como él hubiese llegado tan lejos, pero cuando conoció su historial supo por qué, entonces fue cuando descubrió la razón por la que su padre había quedado en la ruina, pese a que su idea de formar la empresa había sido original de él.
—Por favor, ya déjame en paz ¿qué más quieres? —preguntó desesperado la voz del otro lado.
—No me has dado nada para compensar todo lo que robaste.
Su padre había tenido la idea de fundar la empresa y acordó con Edison todos los planes, serían socios, había grandes ideas puestas en juego. Al año tenían una pequeña empresa que no hacía más que crecer y, luego de cinco años, Edison encontró la forma de despedir a su socio, dejando a Lorenzo en la ruina y fuera del negocio que él mismo había ideado y ayudado a fundar. Con el paso de los años Felipe, hijo del hombre con tan mala suerte, conoció la verdad y otros secretos del señor Borges que no pudo resistir la tentación de tomar venganza. No solo los había llevado a la ruina, había guiado a su padre al suicidio por la desesperación de no encontrar una forma de sacar adelante a la familia.
—No te he hecho nada a ti, por favor déjame en paz a mí y a mi familia.
—¿Quieres que cuente todo lo que sé? —amenazó y hablaba enserio, estaba dispuesta a sacar la verdad a la luz.
—No por favor.
—Así me gusta —rio burlón.
Lorenzo sabía cómo mantenerlo a la raya, lo tenía comiendo de su mano en base a advertencias que no temía que se convirtieran en actos. Lamentaría ver el rostro de la mujer enterándose que su marido la había engañado y tenido un hijo con otra, pero al menos sabría la basura que tenía de marido. Merecía lo que vivía, no solo su familia vivió en la pobreza por su culpa, tenía entendido que el hijo de su amante tampoco había tenido un mejor pasar, nunca recibió ayuda de su padre biológico. <<Al menos ya está en mejor vida>> se dijo a sí mismo.
—Esto es lo que haremos y más vale que te muevas rápido, que ya tenemos vista a la chica de tu hijo y no creo que te guste verlo sufrir. Es el único que te queda.
Miró las fotos esparcidas por su escritorio tomadas por los hombres que le ayudaban. Se llamaba Belén, era una chica bonita, sintió que sería una lástima que muriera por culpa de Edison.
***
En el momento que la pregunta salió de mis labios me arrepentí de haberla formulado, ya que esa no era la forma de contarle a Leo que yo veía al fantasma de la persona que "dio su vida por él". Definitivamente esa no era la manera correcta, pero ¿qué le iba a hacer? Ya estaba hecho, no había marcha atrás, no podía borrarle la memoria, aunque me hubiese gustado tener aquel poder.
Su rostro palideció un poco y miró a su espalda esperando encontrarse con aquel chico, pero solo vio el parque, los árboles, la fuente y los demás bancos. Sacudió su cabeza haciendo así mover sus cabellos desordenados, pero aun así seguía luciendo tan guapo como lo hacía estando peinado. Me pregunté qué se sentiría estar en su lugar, pero por más que traté no logré meterme en sus zapatos del todo debido a que yo no he vivido una situación como la que a él le tocó. Realmente debía estar afectado por aquel suceso que marcó su vida para siempre.
—Y... ¿Cómo está él?... ¿Luce feliz... bien? —Quiso saber algo nervioso e incómodo, jugando con sus manos.
—Pues... está bien, aunque algo frustrado —respondí ignorando la cara de molestia que Javier puso. Entendía que estuviera enojado por haber muerto injustamente, pero ese sentimiento debía tenerlo con sus asesinos, no con Leo. Cualquiera en esa situación habría estado lo suficientemente asustado como para perder el habla, sobre todo si se trataba de salvar la vida.
—¿Por qué?
—Por su madre.
Bajó la mirada al suelo con una tristeza bastante notoria. Él debía saber qué ocurría con la señora Castro, al fin y al cabo él iba a su casa periódicamente para llevarle algo de dinero y mercadería como recompensa por lo sucedido. El problema era que ni con toda la comida y el oro del mundo sus heridas sanarían, la pérdida era irreparable y posiblemente esas visitas no hacían más que abrirle un poco el tajo aun sangrante. Era obvio que ella sentía tan pocas ganas por vivir como yo por ir a la psicóloga.
—Él... me pidió ayuda para ella, por eso ha estado conmigo y... bueno, con el tiempo nos hemos hecho amigos —inconscientemente sonreí recordando varios momentos junto a él—. Lo conocí por casualidad en una plaza. Al principio no sabía que él era un espíritu, no me di cuenta y, cuando lo supe, lo busqué porque quería ayudarlo y se ha quedado conmigo este tiempo.
Sentí que debía explicarle la historia de cómo Javier llegó a mi vida, quizá eso lo dejaba un tanto más tranquilo, pero noté que aún estaba inquieto mirando al suelo. El silencio nadie lo rompía, los chicos ya no jugaban a hacerle caras y señas molestas a Leo, se limitaban a observarnos callados y tranquilos, tal y como debían estar cuando yo trato de escuchar las clases en el colegio.
—Gracias por ayudarlo... yo si pudiera lo haría pero... bueno... desde que él murió he sentido cosas extrañas en mi casa más seguido. No dejo de pensar que es él, así que no creo que quiera mi ayuda, pero si pudiera hacer algo... —Se lamentó— ¿Él me oye? —Asentí con un poco de tristeza, Leo parecía estar al borde del llanto— Javier... perdóname... amigo, yo... fui un cobarde al dejar que murieras tú en mi lugar... además de un mal hijo al no decir que aquel hombre era mi padre... no sabes cuánto lo siento.
Una lágrima resbaló por su mejilla y me vi tentada a limpiarla con un dedo, pero reprimí el deseo cuando él lo hizo primero. Hablaba al aire, no sabía exactamente dónde estaba su viejo amigo, pero yo sabía que Josh lo oía. Aunque se quedara en silencio después de lo expuesto.
—¿Te dice algo? —Preguntó Leo esperanzado, pero Javier mantenía su rostro inexpresivo mientras veía cómo su antiguo compañero de trabajo se desmoronaba ante nuestros ojos, sin más consuelo que mis intentos por calmarlo con palabras suaves y fuertes abrazos. Cualquiera que nos haya visto ese día habría pensado que éramos pareja.
***
Cuando entró a su hogar lo primero que hizo fue tirar las llaves del auto sobre la pequeña mesita a la entrada. Se dejó caer sobre un sofá en la gran sala de estar al sentir la pereza suficiente como para no querer subir las escaleras hasta su dormitorio donde solía encerrarse y desahogarse. Mirando al techo notó cómo su visión volvía a nublarse a causa de las lágrimas, quería llorar, gritar y destrozar todo lo que le rodeaba, la culpa no le permitía vivir de una mejor forma y parecía ser peor al no recibir más que silencio cuando preguntó si Javier decía algo o no.
Como hizo en el parque, lloró sentado con su rostro oculto en sus manos hasta que un par de brazos conocidos lo rodearon. No necesitaba levantar la vista para saber de quién se trataba, la única persona posible era su madre, era la única que lo trataba de esa forma en esa gran casa que debían llenar la familia de tres y los sirvientes durante el día. Evocó el rostro de su amigo, tan lleno de vida y de planes para ayudar a su madre, tan ajeno al asunto que lo llevó a la muerte.
—Mamá... enserio, ya no sé qué hacer, ya no puedo con esto. Si Javier no hubiese muerto... debí ser yo, mamá, él está bajo tierra por mi culpa —se lamentó sin mirarla todavía.
—Pero, Leo... ¿Por qué estás tan decaído ahora?... creí que habías visto a Belén, siempre estás feliz después de haberla visto.
Levantó su rostro con expresión confundida ante lo dicho por su madre. ¿Era cierto que había mejorado su ánimo las pocas veces que había logrado hablar con Belén? Analizó todo paso por paso, se sentía cómodo en su presencia y era la única persona con la que se atrevía a ser él mismo, confesando sus sensaciones sin miedo a recibir un comentario negativo. Le había tomado cariño a la chica y era importante para él, pero no creía que fuera feliz solo por ello.
—Mamá... ella es como yo, ella ve a gente muerta.
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