Capítulo 17
Veía videos en internet para distraerme y pasar el rato. Era sábado, tenía tiempo para entretenerme, pues no tenía tarea, pero no encontraba algo como para pasar el rato. El capítulo de una serie que había estado esperando ya había salido, no había ningún libro que me agradara para leer y del dibujo ya me había cansado. Suspiré, no solo eso era lo que me molestaba, me preocupaba Javier, quien llevaba unos días apareciendo y desapareciendo. ¿Se encontraba con su madre? Pensé en la posibilidad de ayudarlo con ella, aunque hacerlo habría sido difícil, no había un modo sencillo de explicar la razón por la que conocía a su hijo. Nuestras diferencias de edades lo haría más raro aún.
Por otro lado el chico de cabello negro seguía asustándome de vez en cuando. Parece irónico que quienes más le temían ahora aseguren que no existe y yo, la que menos creía en esa historia, caminaba por los pasillos exaltándome cada vez que alguien me rozaba, preguntándome si era alguien vivo o muerto. En una ocasión, en el casino al alzar mi vista lo vi al él, pero en un parpadeo se convirtió en Diego. Ilusión óptica o no, me asustó de todos modos.
—Perdonen la tardanza —escuché aquella voz conocida mientras atravesaba la puerta, sacándome de mis recuerdos—, estaba algo ocupado. ¿Me he perdido de algo?
—Me tenías preocupada —admití, arrepintiéndome en el mismo instante y buscando una forma de arreglarlo—, quiero decir... que nos preocupaste... a los dos.
—Ella tiene razón, pensamos que te pudo pasar algo —me siguió el juego Nico.
—Nadie me va a hacer nada, estoy muerto, no hay nada más que la muerte —le restó importancia Javier sentándose en mi cama—. Es tierno saber que se preocupan por mí, son unos lindos amiguitos —agregó risueño.
—Era enserio, no molestes por eso —pedí sintiendo mis mejillas enrojecerse.
—Te preocupaste por mí, me quieres, ya lo sé... soy muy fácil de querer—habló con un tono algo burlesco y creído a modo de broma.
—Ya no me molestes —fruncí el ceño.
—Admite que me quieres —se acercó a mí cuando me puse de pie para escapar de la situación, cerrándome el paso hacia la puerta.
—Córrete si no quieres que te traspase —lo amenacé con lo que sabía que le molestaba, aunque le sucedía poco a comparación de Nico.
—Bueno —al instante se movió.
—Sumiso —susurré.
Me alejé de ellos para ir a buscar algo de comer, mientras en mi mente pensaba en lo que Javier había dicho, dejando de lado los recuerdos desagradables. En poco tiempo le había tomado cariño, ya era mi amigo y no lo quería dejar ir. Por eso me entristecía un poco el saber que en algún momento él tendrá que marcharse al lugar que le corresponde, y no es en la tierra junto a mí. A él le seguirá Nicolás algún día, la despedida que más temía, entonces tendría que enfrentarme al mundo sola por primera vez, situación que realmente me aterraba.
Me serví a mí misma un vaso de jugo y un pan, echando de menos el ruido de la televisión por la ausencia de mis padres. Regresé a mi habitación y, sin decir palabra, apagué el computador, lo guardé y tomé un block de hojas blancas y me dispuse a dibujar lo primero que se me vino a la mente. Empecé unos pocos trazos que poco a poco tomaron forma hasta convertirse en el chico de cabello negro de pie en el centro de la bodega del colegio con cajas a su alrededor. Era una escena rara y a la vez tétrica, pero no lo podía evitar, aquella alma ocupaba mi mente más de lo que hubiese querido y no podía hacer nada por evitarlo si seguía cruzándose en mi camino.
No pude evitar preguntarme qué pensarían mis padres si encontraban ese dibujo, si empeorarían las cosas o se entusiasmarían de saber que estaba dedicando mi tiempo a algo mejor que amanecerme viendo anime.
—¿Qué crees que opinen mis padres de esto? —Pregunté sin darme cuenta a los chicos que me miraban atentos por sobre mis hombros.
—¿Opinar de qué? —me devolvió la pregunta desde el umbral de la puerta.
—¡Papá! —Exclamé con sorpresa ya que no lo esperaba aun, no lo había escuchado llegar— Pensé que estabas con mamá.
—Lo estaba, pero se encontró con una amiga, se pusieron a conversar y, como se veía para largo, le dejé las llaves y me vine. Ya me dolían los pies de tanto recorrer el mall como para esperar también a que terminara de conversar —reí un poco, aunque mamá no reiría mucho cuando regresara y papá tampoco—. Por cierto, ¿a qué te referías con eso de la opinión de tus papás?
—Ah... bueno...
Miré el boceto que tenía en la hoja y dudé en si se lo mostraba o no, pero antes de llegar a una respuesta definitiva él ya estaba dentro de mi dormitorio, justo frente a mí pero sin dirigirme la mirada. En vez de tener sus ojos puestos en mí los tenía en mi brazo izquierdo que cubría parte de la hoja. Sin previo aviso lo tomó con delicadeza, porque sabía que aún tenía algunos moretones, y miró lo que tenía debajo atentamente, como si intentase aprenderse todos los detalles.
—Volviste a dibujar —comentó si expresión—, pero... no me esperaba este tipo de dibujos de ti.
No sabía cómo interpretar su rostro. Pensé en desilusión, pero no parecía ser así, luego en enojo, pero su voz no era tan seria. Preocupación, aunque cuando estaba así actuaba de otro modo. Cientos de emociones pasaron por mi mente y no me conformé con ninguna para describirlo en ese momento. Siguió mirando el dibujo mientras yo tragaba saliva, hasta que finalmente suspiró desviando la mirada y cambiando de tema.
—¿Has vuelto a hablar con niñito ese?
—¿Qué niño? —Pregunté confundida y con cierto miedo ¿se referiría a Nico?
—Ese que te vino a ver cuando estabas en cama, ¿Diego?
—Ah, Diego —afirmé sintiendo alivio—, sí, hablamos a veces en el colegio y también me ayudó el otro día con el castigo... ¿por qué?
Me parecía raro que papá se interesara en mi relación con un chico, en las series que había visto siempre era todo lo contrario, actuaban sobreprotectores y negándose a que las chicas se reunieran con el chico, pensé que así sería el mío. Tal parecía que me había equivocado, aunque poco después cambié de opinión.
—Deberías hablar más con tu amigo y... tal vez invitarlo a casa —dijo mientras se dirigía a la puerta—. Ah, pero ojo... él no va a volver a entrar a tu pieza, la próxima vez lo atiendes en el living —advirtió.
—Sí, papá.
Ya se iba cuando se giró nuevamente a mí para decirme —Casi lo olvido, mañana es el cumpleaños de Valeria y estamos invitados. Tenemos que ir.
—¿Y si no quiero? —Cuestioné con poca esperanza.
—Lo siento.
Seguí trabajando en el dibujo ya sin muchos ánimos, no me causaba gracia tener que asistir a la fiesta de mi prima.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro