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Capítulo 20

—Quieres un terrón o dos —preguntó Castiel mientras al ofrecerle los terrones de azúcar a la rubia. Ambos estaban tomando café y comiendo unas magdalenas con un aliado.

—Tres y... ¿no crees que ya es tiempo de ayudar a los demás? —respondió Ayleen con una sonrisa amable.

—De hecho es un suicidio a pesar de tener un plan —murmuró el rubio pensativo—. ¿Estás segura de que quieres acompañarnos? Nuestro amigo piloto está decidido —agregó mirando a la persona sentada a su lado. No sabían quién era porque no quiso quitarse su casco y sólo se hizo presente con un helicóptero de combate hevenziano en medio de la arena de batalla.

—Iré, también es mi responsabilidad detener a Seis —habló con seguridad.

—Bien, está decidido. ¿Cómo te llamo? ¿Maite o Ayleen?

—Oh, Ayleen está bien.

—Está bien, no todos tienen un alter ego —dijo él, haciendo que la muchacha sonriera.

Con las horas que llevaba conociendo a Castiel se interesó mucho por su vida secreta como delincuente, siendo capaz de llevar dos vidas completamente diferentes y sin descuidar sus obligaciones como el heredero de la familia Burjas. Ella se preguntaba si podría llegar a hacer lo mismo, no podía ser indiferente a todo lo nuevo que aprendió en los otros universos, los conocimientos y tecnología que mejoraban la calidad de vida. Estaba consciente que al regresar a casa, su pensamiento chocaría con las personas de su mundo dentro del espejo 2.

Castiel terminó de beber su taza de café para luego levantarse. Él se mantenía sereno a pesar de todo lo que estaba pasando, ni en sus sueños más locos había imaginado detenerse a sí mismo, ser tan poderoso o ver a otras versiones de sí mismo.

Esto es un suicidio, se repetía en su mente una y otra vez. Eso también lo extrañó, nunca fue tan pesimista, ni siquiera enfrentando a una liga completa de héroes que podrían atraparlo en cualquier momento. También estaba el hecho de que Seis era muy poderoso, Castiel vio alguna de sus batallas gracias a que Cyberex las había grabado, él lo veía todo en ese mundo. Casi era un ser omnipresente.

—Debe ser la influencia de este universo —susurró para sí mismo—. No dejaré que me cambie.

Luego de reunir valor, el rubio soltó un suspiro y peinó su cabello hacia atrás para acomodarlo. No podían seguir perdiendo el tiempo porque tal vez los otros Matías la estuvieran pasando mal.

—Ninguno de ellos espera vernos allí —dijo, dirigiéndose a sus acompañantes quienes también se estaban preparando para abordar la nave de combate—. El factor sorpresa está asegurado y debemos aprovecharlo —agregó con una sonrisa de lado.

—Ya aseguré nuestra arma y tuve mucho cuidado de no tocarla —contestó Ayleen levantando sus pulgares.

—Bien, ya estamos listos.

~~~~~

Por otro lado, en el universo dentro del espejo 3...

Cinco tomó uno de los fierros anteriormente arrojados a su contraparte, con su burbuja lo partió a la mitad e imitando a Siete, usó un pedazo de tela para atarlo a su pie quebrado. No le solucionaría el daño pero le ayudaría a controlar mejor al perro de caza que estaba montando como si de un equino se tratara. Ambos se miraron y asintieron. Las agujas atravesaron la piel al mismo tiempo que la inyección de adrenalina se introducía en sus sistemas. El efecto fue inmediato, sintiendo como sus corazones se aceleraron y sus heridas dejaron de doler. Gracias a ese efecto se pusieron en marcha.

Unos de los sabuesos atrapó el brazo de Seis con sus filosos dientes, sin embargo estos chocaron contra la carne como si fuese un pedazo de metal. El rubio lo tomó bruscamente de la cabeza y lo atravesó con su mano. Otro logró alcanzar su tobillo, pero el resultado fue el mismo, con un solo movimiento lo arrojó con fuerza hacia el resto de la manada haciendo que choquen. Los anteriores ataques hicieron que su cuerpo se fortaleciera a sí mismo.

—¿Qué sucede, cachorritos? ¡¿No les gusta mi sabor?! —dijo Seis sonriendo confiado.

—Aún les falta su alfa —dijo Cinco lanzándole más pedazos de metal. Seis simplemente se cubrió con sus brazos evitando todo daño, sin embargo Siete apareció súbitamente por detrás.

Apoyándose en sus burbujas, los dos Castel se movían a gran velocidad. Siete extendió su mano logrando encerrar la cabeza de su adversario con una de sus burbujas, sin embargo a penas logró hacerle un ligero corte antes de que éste la destruyera con un apretón de sus manos.Seis volteó con una mirada amenazadora y lanzó un fuerte puñetazo. Siete vio pasar todo en cámara lenta. Un escudo se generó frente a él. Pero no era suyo. El puño del teniente Castel se hundió en la burbuja elástica como si fuese goma.

Cinco... logró deducir el joven de cabello rizado. Sin embargo la fuerza de Seis era demasiada. Su puño no atravesó la burbuja, pero la forzó a estirarse hasta que finalmente llegó a su objetivo. Siete apenas logró bloquear el golpe, pero aún así el impacto fue lo suficientemente fuerte como para lanzarlo a unos metros. Para su suerte, la adrenalina cumplía su función pues sus reacciones eran más rápidas. Velozmente generó otra burbuja para apoyarse y se alejó para evitar otro puñetazo de Seis.

—Gracias por eso —le dijo a Cinco que se mantenía sobre el perro de caza hevenziano.

—Lamento no tener precisión sin mis anteojos —respondió, ya que esa era la razón por la cual no se arriesgaba a usar sus poderes. Aunque lo compensaba de otra manera. Cinco silbó una orden a los perros restantes, quienes rodearon a Seis—. Podrás devolverme el favor, aún nos queda mucho que aguantar.

El perro, del tamaño de un oso, se lanzó hacia el Teniente Castel dispuesto a devorarse su cabeza, sin embargo este logró atraparlo con facilidad y casi sin esfuerzo quebró su mandíbula. Soltando al animal como si nada, observó a su alrededor el sembrado de cadáveres que había dejado. Los únicos que quedaban eran sus dos versiones y el sabueso que estaba montando Cinco. Siete no paraba de quemar neuronas pensando en algún plan para retrasar a Seis lo más posible. Había perdido la noción del tiempo, no sabía cuánto quedaba para que Tres despertara, pero eso no importaba. Tenía que seguir entreteniéndolo.

Poco a poco la inyección de adrenalina iba perdiendo efecto, en unos pocos instantes estarían como al principio. Sus heridas volverían a atormentarlos, más intensamente.

Seis se quedó observando unos instantes. Sabía la astucia que tenía su contraparte, no iba a dejar que planeara algo. Con gran velocidad se lanzó hacia ellos, Siete logró moverse a tiempo, sin embargo, el perro que montaba Cinco no fue tan rápido. Antes de que lograra escapar del ataque por completo, Seis lo tomó de una de sus patas haciendo que el alfa de la manada cayera al suelo.

Cinco intentó en vano ponerse de pie mientras veía como Seis aporreo continuamente al último animal que le quedaba como apoyo, dejándolo como un pedazo de carne sin forma.

—Ahora solo quedamos nosotros —les dijo el rubio con una sonrisa desquiciada en su rostro. Antes que Cinco pudiese reaccionar sintió la poderosa mano de su enemigo apretando con fuerza su garganta—. No sabes lo mucho que deseo poder arrancarte el corazón ahora mismo —habló, casi susurrando pero lleno de odio a la vez que el oxígeno se escapaba de los pulmones de Cinco.

—Suéltalo—vociferó Siete logrando clavar uno de los hierros en su pecho.

—Esto ya empieza a ser repetitivo—dijo mientras arrojaba a su otra versión con desdén haciendo que choque con unos escombros, casi inconsciente. Luego de esto se quitó el pedazo de metal de su cuerpo con suma facilidad y se volteó dando un revés con su mano. Siete logró cubrirse con su burbuja, aunque ésta fue destruida enviándolo al suelo. Sin perder tiempo se dispuso a levantarse, pero el pie de Seis se lo impidió. Este apretaba con fuerza la herida de su contrincante.

—¡Aahhgg! —El desgarrador grito de Siete sonaba como dulce música para Seis.

—Esto no es nada comparado al dolor que te haré sentir cuando por fin pueda acabar con tu vida —exclamó mientras restregaba su bota aún más en el abdomen del rubio—. Pero eso tendrá que esperar, a dormir —dicho esto pateó su rostro dejándolo totalmente inconsciente.Ya solo quedaban 2 ratas revoltosas.

—Así que Tres y Cuatro, ¿eh? —dijo volteando—. Es su turno.

Las cosas no iban para nada bien, registrando los bolsillos de Siete, Seis encontró el rastreador de sangre con el cual encontró fácilmente la ubicación de sus otros yo. Como lo había sospechado desde un principio, estaban ocultos bajo tierra, sin embargo no se molestó en entrar al hoyo que había hecho anteriormente. Sino que llamó a Nix, pidiendo que enviara a drones para sacar a esas alimañas de su escondite.

Cuatro rápidamente notó que algo andaba mal cuando todo se sacudió, parecía un terremoto, sin embargo vio a los drones del otro lado de la burbuja. Todo ese movimiento despertaría a Tres, pero faltaba una hora para eso. No quería interrumpir su sueño, así que se vio obligado a atacar. Destrozó a los drones utilizando sus burbujas, los cortes eran certeros, sin embargo habían muchos de ellos que continuaban disparando.

En la superficie Seis esperaba impaciente, un cúmulo de polvo y tierra comenzó a salir del hueco en el asfalto. Él consiguió distinguir una figura intentando escabullirse en el manto de humo, pero no lo dejaría escapar. De un rápido salto se acercó a su objetivo, apartando el polvo, vio que se trataba de Cuatro. Sin embargo no pudo golpearlo porque éste se alejó rápidamente.

—Ah... Es el idiota —dijo al apartar el polvo de su traje oscuro—. ¿Te escondías mientras los otros me enfrentaban? Además de imbécil eres cobarde.

—No es cobarde querer seguir viviendo y es verdad que preferiría no pelear contra mi versión más sádica —respondió con calma, al mismo tiempo que sentía como su corazón se aceleraba por el miedo.

En ese momento ambos escucharon un pequeño grito que provenía del pecho de Cuatro. Seis notó algo de movimiento bajo su saco por lo que se acercó rápidamente. Nuevamente el rizado se alejó, sin embargo el otro consiguió desgarrar su ropa, descubriendo a Máximo. Cuatro lo traía bien sujetado con una mochila portadora.

—¡No me jodas! —exclamó Seis soltando una risa—. ¿Tres es un bebé?

Cuatro se mantuvo en silencio, pues no quería decir nada al respecto de la identidad de Tres. Seis no dudaría en matarlo a golpes mientras está dormido, pensó el rizado mientras calmaba a Máximo. Esas sacudidas no eran buenas para el niño.

—Si buscas a Cinco y Siete, deberías llevar una pala para levantarlos —comentó, teniendo una sonrisa de lado en su rostro. Cuatro dudaba en creer eso, pero las manchas de sangre en los nudillos y rostro de Seis eran un indicio de lo que había pasado.

No... Es imposible, ellos...

Cuatro se perdió un momento en sus pensamientos, conocía a Siete y Cinco sabía trabajar en equipo. Ellos eran la mejor opción para enfrentar a Seis y tener una posibilidad de detenerlo. Comparado con sus otras versiones él no era nada.Máximo lo hizo regresar a la realidad justo en el momento que Seis estaba a sólo un paso de él. Reaccionó moviendo un pie hacia atrás y esquivó el puño. Ese movimiento evasivo lo había aprendido de Himeya mientras entrenaban.

—¡Ya basta! —se dijo a sí mismo—. Yo también tengo mis habilidades.

Otro golpe iba dirigido a su rostro y no podía esquivarlo. Pero creó una burbuja, sabía que los puños de Seis la atravesaría si impactara directamente, por lo que esta vez hizo girar la burbuja. Redireccionando el golpe de Seis hacia abajo.

Los trozos de asfalto saltaron por los aires al momento del impacto. Cuatro aprovechó eso para alejarse, viendo que ese movimiento había funcionado pues su burbuja apenas se rasgó con el golpe.

—¿Cómo hiciste eso? —su otra versión se mostraba irritado. Su enojo era notable en sus palabras.

—No volverás a romper mis defensas —respondió mientras veía a Seis retirar su brazo del suelo.

El teniente, con su orgullo herido, se acercó nuevamente en un ataque frenético. Saltó con intenciones de aplastarlo, sin embargo Cuatro desvío su golpe, esta vez lo hizo volar con una rotación ascendente de la burbuja.

Seis intentó incorporarse para contraatacar pero Cuatro ya estaba frente a él, pateando su cuello con fuerza. Ya lo había visto pelear antes y descartó la idea de ataques innecesarios, algunas partes del cuerpo de Seis parecía estar blindados. Al golpear su garganta cortaría el suministro de oxígeno y con suerte lo desmayaría.

Ambos cayeron nuevamente al suelo, el rubio no había planeado el aterrizaje. Aunque la caída de Cuatro fue detenida por una burbuja elástica.

Al mirar a su alrededor vio cientos de ellas flotando sobre él.

~~~~~

Mientras tanto, Cinco y Siete terminaban de crear las últimas burbujas que les permitían sus cuerpos desechos.

—Espero que s-sean de... ayuda —murmuró Siete al bajar su brazo, sus ojos comenzaron a cerrarse un momento después.

—No, Siete... Despierta —Cinco estaba a unos metros de él, ambas piernas estaban rotas y un hombro dislocado—. ¡Háblame!

—E-Estoy muy cansado —murmuró, casi ahogándose con su propia sangre.

—Nada de eso... C-Continúa despierto.

—Espero que las... burbujas s-sean de ayu-da. T-Tres ya debió... despertar —decir cada palabra era doloroso para Siete. Tenía casi todas sus costillas rotas y un gran reguero de sangre bajaba de su frente.

—Él se encargará de Seis, n-nosotros seremos... seremos sanados.

—N-No creo que Cuatro... se atreva a pelear c-con un bebé en brazos —se formó un largo silencio luego del comentario de Siete, a lo lejos comenzaron a escuchar estruendos parecidos a explosiones—. ¡Carajo!

—Tu reloj aún no sonó —indicó Cinco al maltrecho reloj de pulsera que el otro tenía en su muñeca. Siete había programado la alarma al mismo tiempo que Tres, para saber exactamente a qué hora despertaría.

—Q-Quiero ir y... golpear a Cuatro... —Siete tosió repentinamente—. P-Pero ni siquiera... Puedo mo-verme.

—V-Vamos a estar bien —respondió Cinco, un momento después vio a Siete cerrar los ojos—. No de n-nuevo, Siete... ¡Siete!

—C-Cállate, ya no me importa... Morir de e-esta forma n-no está mal —murmuró, aún manteniendo los ojos cerrados.

—No digas eso.

—Es la verdad... E-Es lo más importante q-que he hecho... en mi vida... Lo único...

—¿Qué me pasó? Yo no soy así d-de pesimista —dijo Cinco al intentar levantarse, al menos trataría de arrastrarse hacia Siete pero el dolor lo hizo soltar un quejido—. ¿Tienes depresión? Por eso no t-te importa tu vida.

—No l-lo sé...

—Puede que no valores tu vida p-pero los demás si... El abuelo, nuestros padres-

—Cinco, no... no vivimos las mi-mismas experiencias —Siete lo interrumpió, lo que quería en ese momento sólo era paz. Quería dejar de sentir y dormir.

—No, pero yo lo hubiera hecho diferente. ¿Por qué no ingresaste a la Unidad Captora? —cuestionó, ya que sus universos eran muy similares.

—No lo sé... yo-

Un sonido pausado interrumpió a Siete. Él lentamente levantó el brazo para asegurarse de que no fuera un delirio por la pérdida de sangre. Pero efectivamente era la alarma de su reloj. Se habían cumplido las 8 horas.

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