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-6-

En la noche repetí lo mismo que había hecho antes. Subí a Winnifred y le mostré todas las figurillas. Le conté lo último que sucedió, pero ella me dijo que no me preocupara, que seguramente había sido algo sin importancia.

Mientras acomodaba todo para echar las figuras al océano, le pregunté algunas cosas. Le planteé que quizá perdíamos el tiempo al estar regresando reliquias, mientras los marinos robaban más. Ella me dijo que por eso necesitaba que yo fuera más valiente y les quitara aún más cosas... sin embargo, para ella, recuperar aunque fuera un poco, estaba bien.

También le pedí que me contara las historias detrás de las estatuillas. Esa última petición la sorprendió muchísimo.

—¿Las historias? —cuestionó ella llevando una mano hacia su hermoso rostro.

—Sí, el contexto. El cómo se crearon. Pienso que tu mundo es vasto... —dije sosteniendo una de las estatuillas que mostraba una escena de sirenas y delfines.

—... En riquezas.

—No, en conocimiento. En cultura. Creo que es vasto en eso. Y yo quiero saber más.

Ciertamente, parecía no estar acostumbrada a que las cosas tomaran ese tipo de rumbo. Los humanos, y en eso tiene mucha razón, muchas veces nos fijamos solo en lo que podemos extraer en riquezas de alguien o de algo nuevo. Así que sentí su mirada recorriéndome con aprobación mientras lanzaba aquella estatuilla al mar.

—El mundo del mar es tan grande que ustedes nunca podrían imaginarlo. Lo que han teorizado, no es ni una pequeña partícula del mismo.

En su tono percibía que no quería contarme la historia. Quizá porque le parecía demasiado sentimental. Pero, por otra parte, era como si no pudiera dejar de desconfiar de mí, por esa simple naturaleza de humano.

Escuché con mucho respeto la explicación sencilla sobre la magia del mar. Las poderosas tribus, los monstruos marinos. También escuché con mucho pesar todo lo que habían hecho los humanos para destruir todo aquello a lo que se les dio acceso. Las creaturas del mar se habían vuelto tremendamente desconfiadas y con resentimiento hacia la especie principal que habitaba la tierra firme.

Y se dice "principal" entre comillas, porque ella también me habló sobre su interacción con otros animales. Otros animales, que también reinan el mundo en el que vivimos, sí tienen armonía con el mar. Esto no es coincidencia, sino producto de nuestras acciones.

Asentí a cada palabra que decía, para que supiera que yo la estaba escuchando con mucha atención. Al final, tan solo resolví aventar la última estatuilla con todo el respeto que pude. Tuve la sensación de que era poco digno de estar llevando todo eso a cabo, pero a final de cuentas ese era el camino que había elegido. 

Winnifred me agradeció y después la bajé a su escondite. Antes de ello, sentí en su voz una señal de que quizá estuviera reflexionando sobre mí. Tal vez, entre más noches la visitara, podría hacerse un concepto diferente de nosotros.

Caminaba con tranquilidad de regreso hasta mi camarote, cuando sentí claramente que alguien me perseguía. Volteé, pero no había nadie. Mi corazón, una vez más, reclamaba tranquilidad; pero esa sensación no me abandonaba.

Cuando llegué a mi camarote, cerré con llave y me senté en mi cama con el oído muy atento por si mis sospechas eran verdaderas. Me quité el gorro de lana y después desabroché mi abrigo para permitir que la calma volviera.

Hubiera querido que todo se disipara en ese instante, pero justo ahí, un pequeño reflejo dio en mi ventana. Era una estatuilla, que había salido a superficie un segundo y ahora volvía a hundirse. Reconocí que era aquella que yo había admirado con tanta calma mientras le hacía preguntas a Winnifred. En ese preciso instante, comprendí que era una señal. Ella me estaba mandando fuerzas.

Decidí dejar a un lado la cobardía y simplemente prepararme para dormir.

*ೃ༄

Tuve un sueño muy particular, en él, Winnifred me llevaba con ella al fondo del océano. Me mostraba un reino infinito, divino. Con castillos hechos de coral y perla, con sirenas y monstruos marinos, con peces que nunca había visto antes. Era de esos sueños que podrían pasar por absolutamente reales, sino es porque uno estaba convencido de que... No, ahora que lo pensaba no había manera de que yo me convenciera de que aquello no había sucedido, y por ello me desperté con una enorme sonrisa sobre mi rostro.

Subí a desayunar como acostumbraba, aunque sentí el ambiente mucho más silencioso de lo común. Quería convencerme de que aquello era una simple ilusión mía, pero cuando busqué a los cocineros, tampoco los encontré. Tan solo estaban los tripulantes de la aristocracia, que se hallaban tomando té y café recién molido.

Pregunté y ellos me respondieron que no sabían de su paradero. No parecían darle importancia y solo me dijeron que podía buscarlos en sus propios camarotes.

Caminé con las piernas un poco débiles, para ese entonces el ambiente ya me parecía muy raro.

Bajé todas las escaleras de los camarotes y esperé unos segundos antes de voltear, porque ya sabía lo que me esperaba.

—¡Es él! ¡Él robó las estatuillas! —gritó aquel marino que me había visto fijamente la última vez.

Los más fornidos del grupo me sujetaron de los brazos mientras otros llegaron con unas gruesas cuerdas para atarme las manos y los pies. Terminaron colocando un pedazo de tela en mi boca y me propinaron una serie de golpes que me dejaron sangrando.

—Sospeché de él la otra vez, cuando entró en los camarotes. Además, lo vi interactuando con la bruja del mar ayer. ¡Él robó las estatuillas!

—Pedazo de sabandija —comenzó a decir uno quitándome el pedazo de tela de un solo movimiento—. ¿Dónde tienes nuestro tesoro?

—No lo tengo —respondí con sinceridad—. Los regresé al mar.

—¡¿Qué hiciste qué?!

Las voces de todos, sus expresiones y la tensión, todo estaba aumentando. Yo daba mi vida por perdida.

—¡Vamos a ocuparnos de ti! ¿Quién se va a dar cuenta de que no estás?

Entre todos volvieron a asegurar las cuerdas y a ponerme la tela en la boca. Me arrastraron hasta donde estaban las estatuillas, para cubrirme con telas apestosas y rasposas.

Dejé correr las lágrimas y me preparé para mi fin.

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