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Ser académico era todo para mí, así que en realidad no sabía nada sobre estar en exploraciones. Mi valentía carecía de estabilidad y mis nervios siempre estaban a flor de piel. Honestamente, de todas las personas que pudieron haber desarrollado esa misión, yo era la peor calificada.
Sin embargo, el destino trabaja de formas que muchas veces desconocemos. Produce gracia cómo es que se entretejen las cosas para ir sucediendo, y es que es verdad. Nadie podría detener a la vida de llevar a cabo sus planes. Una gran inspiración para nunca soltar lo que queremos.
La noche se acercaba y mi nuca empezaba a preocuparse. Tenía esa sensación de frío profundo que da cuando uno sabe que lo que se acerca, probablemente va a rebasarnos en profundidad. No quise cenar porque el hecho de sentarme a comer una rebanadada de pan con queso me parecía demasiado insípido a comparación de lo que estaba a punto de vivir.
Me fui a mi camarote temprano, aunque yo sabía muy bien para qué. No tenía intenciones de dejar botado todo lo que tenía entre manos, pero tampoco quería enfrentarlo de un momento a otro. Mi corazón aún se aceleraba cuando pensaba en todo lo que tenía que hacer. Aún temblaba cuando recordaba la escena.
Esperé con calma a que las cosas se pusieran en su lugar dentro de mí. Sabía que podía confiar en mi alma, porque en realidad siempre me había llevado a excelentes lugares. El hecho de hacer lo correcto y mantenerme escuchando mi corazón nunca fallaba.
Mantuve una actitud tranquila hasta que cayó la noche. Poco a poco los pasos dejaron de escucharse, se podía percibir el descanso andando por los pasillos del barco con soltura, sin embargo, mi corazón latía más fuerte que nunca. Después de un rato, sentí que era momento de levantarse así que me asomé por la ventana de mi camarote y noté que, en efecto, las personas que había visto inmiscuirse en la tranquilidad del barco ya estaban por ahí rondando
Me coloqué un abrigo ligero que tenía colgado para evitar resfriarme y subí con toda la cautela que pude. Esta vez no escaparía, así que tenía que estar atento a los detalles, porque mi principal objetivo era colocarme en una posición de conocimiento.
Esa era mi labor después de todo, así que al fin me calmé, simulando en mi mente, que aquello era una labor académica.
Me puse detrás de unos barriles, ahí pude ver el proceso de todos los hombres. En esta ocasión sí pude apreciar sus rostros. Reconocí a varios de las labores diarias. También me habían encomendado ayudar en algunos quehaceres administrativos, mientras se hacía el reclutamiento de la tripulación, así que aún tenía en la memoria vagamente, la identidad de muchos de ellos.
Aunque fuera una situación terrible, estar ahí como observador, me hizo notar que no había peligro. En los ojos de cada uno de esos marineros había una chispa de ambición tan fuerte que los dejaba ciegos ante cualquier otra cosa. Sin lugar a dudas, yo no sería ninguna distracción.
La noche siguió avanzando. Es curioso, cuando estaba muy nervioso, sentí que se tardaron breves segundos. Ahora que los observaba a cuidado, estaba seguro de que se tomaron su tiempo. Quise ver qué era lo que llevaban en las bolsas, pero no reconocía ninguno de los objetos. En realidad, cada cosa parecía de otro mundo, como ya les había dicho antes.
Esperé hasta que el último de esos marinos se fuera. La ambición no solo nubla la vista, sino también la cautela. Así que ninguno de ellos en realidad había procurado dejar a un vigía que se asegurara de que nadie los hubiera espiado. Yo empecé a deambular por la cubierta con el barco completamente para mí.
Antes de ponerme manos a la obra, cuidé por última vez los alrededores. Qué tranquilidad da el mar a la mitad del mismo, en un momento de caos. A veces olvidaba que no solamente eran trazos en un mapa, sino que realmente era un mundo frente a mí.
Quería, en ese preciso instante, empezar a emprender mi propio viaje. Aunque, uno diferente, siempre había estado algo incómodo con la manera en la que se viajaba en el reino. Me parecía con un enfoque mucho más mercenario, hubiera querido formar parte de una expedición, una en pro del conocimiento.
Despegué mi mente de ese tema y me puse manos a la obra. Mi intención al visitar cubierta era entender qué habían hecho los marinos ahí. Además, por supuesto, quería ver qué era aquello que había visto a la distancia.
Empecé a acercarme a las redes grandes de pesca, mientras paseaba mis ojos curiosos por los objetos que estaban tirados por todo el piso. Todos eran herramientas que se usaban en el día a día sobre el barco. No había nada sospechoso o fuera de lugar. Al menos en ello sí había cabido su prudencia, aunque supongo que, de alguna forma, también fue su ambición.
La cautelosa observación me fue llevando hasta las redes. Me detuve de pie ante la borda y sentí de nuevo que mi corazón vibraba. Esta vez no por miedo, sino porque tenía el presentimiento de que estaba ante algo grande, algo probablemente más interesante y profundo de lo que alguna vez pude haber imaginado.
Afortunadamente, los seres humanos no solo estamos dotados de talentos e inteligencia, sino de algo que muchos académicos niegan, pero que yo defiendo hasta la muerte: la intuición.
Mi nariz se asomó y fue la primera en observar a la creatura oculta. Por supuesto, la red estaba baja, de manera en que la prisionera no era visible para quien estuviera observando, sino que tan solo se notaba su silueta. Una silueta blanca con la dama más hermosa que hubiera visto en toda mi vida, resplandeciendo como la misma luna; aunque triste, como el mar ahora se tintaba.
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