3. El destino juega sucio.
—Alto ahí —Se apresuró a agregar—. ¿Cómo es que tú sabes eso? —su mirada inquisidora se puso en el teléfono— No te lo he contado, ¿Quién ha sido?
Leslie no había asistido a clase los últimos días, y esperaba contarle todo ella misma a lujo de detalle. El resto de sus amigas estaba al tanto de lo ocurrido, cualquiera podría ya haberle contado algo.
— ¡Yo y mi boca floja! —Gritó frustrada, al haberse delatado ella misma—. Fanny me ha contado un poco, lo siento.
— ¿Y todo este tiempo me dejaste hablar como perico, aun cuando ya estabas enterada? —Escuchando su pregunta eso sonaba mal.
—Vamos, panda. Debes admitir que es gracioso escucharte parlotear, además no estaba enterada de cómo te trae ese tipo —carcajeó por ello—, o que crees que has sufrido un embrujo.
—Bueno, me alegra saber que eso lo supiste de mí. —Respondió con sarcasmo.
— ¿Pero es que no se puede bromear un poco contigo? —Su silencio le hizo saber que no estaba para bromas hoy—. Muy bien amargada, ya lo capto. Solo una cosa: ¿Aceptarás lo que propuse?
Una MALA idea en todo lo ancho de la palabra. Estaba segura de volver a verlo, el destino se lo restregaba siempre y era injusto. Sin embargo, no pudo negar que sentía curiosidad de saber el nombre del enemigo.
Suspiró con resignación.
—Acepto. Esperaré que se cruce en mi camino y lo buscaré. —Del otro lado de la línea, Leslie estalló de alegría.
—Perfecto, ya verás panda, esto se pondrá bueno.
—Más bueno no por favor. Mis ojos no podrán con más. —Volvió a echarse a la cama, aterrorizada por volver a recordarlo.
Materializarlo ahora en su mente no convenía.
—Oh vaya, parece que alguien ha observado de más al supuesto enemigo. —Inquirió su amiga.
La conversación se tornó entretenida; cada vez que Leslie formulaba preguntas, ella respondía entre balbuceos, o simplemente decidía callar. Después de la insistencia de Susana, de que guardase silencio y le contara mejor porque la ha llamado hace horas, accedió a ya no atorméntala con preguntas. Necesitaba información de los trabajos más recientes realizados en clase y fuera de ello, para entregarlos sin problema en unos días, Susana le sugirió conseguir algún justificante para sus inasistencias y que no tardara demasiado en volver a clases. La conversación finalizó casi una hora después, justo a tiempo cuando su madre abrió la puerta de su cuarto, con una expresión de pánico en el rostro.
— ¡Cómo es que no me has despertado! —Sobresaltada, miró a su madre aún somnolienta—. La comida, no he hecho nada.
— ¡Ay!, mamá discúlpame. —Discretamente vio la hora en el reloj puesto en la mesita de noche a su lado. Seis de la tarde con catorce minutos, no podía ser, ¡Era tardísimo!—. Lo siento.
—Nada de disculpas, ¿Qué haré ahora? —Ella no supo que responder, si su madre no tenía idea, menos ella.
Esperó paciente que su madre idease alguna solución. El espacio en la habitación era amplio, y Elisa no dudó en recorrerla, ideando un plan para librarse de ese problema.
— ¡Ya está! —Su rostro se iluminó.
— ¿Qué?
—La comida, ya sé que hacer. —Antes de salir de la habitación a toda prisa con dirección a la cocina, se dirigió a su hija—. No hay papas, necesito que vayas por ellos lo antes posible. Con medio kilo nos será suficiente.
Cualquiera que fuera el plan de su madre, no se dignó a contárselo. Tomó el dinero que le dejó en la mesa, y sin decir una sola palabra, salió de casa asegurándose de cerrar el cancel.
La tienda sólo estaba a dos cuadras, el chico que conocía por nombre Julio, le dedicó una sonrisa amable cuando le extendió la bolsa de papas. Se rumoreaba que Julio conquistaba a las jóvenes con solo sonreírles y hablarles con un tono de voz dulcificado, pero Susana sólo ha tenido tiempo de ver su sonrisa siempre que va de compras, tomar el cambio y su compra, y marcharse, impidiéndole que le hablara. No necesariamente en ese orden, pues estando al tanto de qué tipo de persona es Julio, se ponía nerviosa y en ocasiones volvía a la tienda al recordar que, si no olvidó el cambio, olvidó lo que compró.
Esta vez, en lugar de marcharse, se quedó observando atónita la pantalla de su celular frente a la tienda. Julio observó cómo dejó caer la bolsa de papas de su mano y no molestarse en levantarlas.
— ¿Estás bien? —No hubo respuesta.
Maldecir al destino era lo conveniente en ese momento. No podía creer tener tan mala suerte o buena suerte, en este momento. ¿Es que acaso siempre se aparecería en su vida? Hasta en su vida tecnológica tenía el descaro de aparecer, pero aquí la culpa lo tenía el creador del bendito Facebook, sólo a Mark Zuckerberg se le ocurriría poner la sección de "amigos que quizás conozcas" por el simple hecho de tener un amigo en común con alguna persona, pero esta vez no era cualquier persona, era ÉL, precisamente él. Le parecía una broma de mal gusto, ¿Dónde estaban las cámaras escondidas y las personas ocultas, apareciendo ahora y gritando "caíste"? Pero esto no era una broma, nadie la desmintió.
No había duda, era él. Era su fotografía la que se encontraba de foto de perfil de un usuario llamado Elijah Olivares. Las mismas facciones, la sonrisa deslumbrante y ese mohín ya tan conocido para ella. El amigo en común que tiene con él lo conoce, es miembro del comité estilo 17 de la preparatoria.
— ¿Ey, te ocurre algo? —La mano de Julio se posó en su hombro derecho, sobresaltándola.
—Ah, no... no es nada —estando por marcharse, recordó la bolsa de papas que ya no estaba en sus manos. Julio le señaló el suelo conteniendo su risa—. Lo que faltaba. —Murmuró.
Tomó la bolsa del suelo y se apresuró a salir de la tienda.
Aún sin proponérselo, el nombre del enemigo llegó por si solo a sus manos. Se suponía debía esperar a verlo una vez más y aceptar que el destino —como Leslie dijo— le daba una señal y así, buscar por sus propios medios su condenado nombre. Por enésima vez el destino le jugaba sucio, muy sucio; se adelantó al plan.
—Tonto destino. —Musitó, caminando lentamente por la calle.
Ahora era el momento de contraatacar al destino tomando una decisión precipitada, sin impórtale las posibles consecuencias. No esperaría a que el destino actuase tomándola desprevenida y sin dejarla adaptarse al nuevo movimiento de su vida. Guardó el nombre de usuario en una captura de pantalla como recuerdo, cerró sesión en Facebook y tomó un profundo respiro.
—Aquí vamos. —Si sus amigas estuviesen presenciando este momento, la observarían sorprendidas y atentas a cada tecleo en la pantalla—. Realmente estoy loca.
Pulsó las letras "crear una cuenta nueva" resaltadas en color blanco, siguió las correspondientes instrucciones, llenó los datos personales con dedos temblorosos, toda la información que brindó fue falsa; se hizo llamar Alejandra Vázquez, una estudiante de secundaria. De foto de perfil colocó lo primero que encontró en su galería; una rosa con una frase de promesas de amor. Mandó solicitudes a todo chico o chica que quiso y por último, se aseguró de enviarle solicitud a su enemigo. Nadie podría relacionarla con ese perfil, y por supuesto no habría sospechas de parte de Elijah; si no la conocía, menos sabría quién es realmente Alejandra Vázquez.
—Toma esto, destino. —Sonrió.
Entró a casa en silencio, dejó la bolsa de papas y cambio sobre la mesa, y no dudó en dirigirse a su cuarto.
El jueves por la mañana estando todas sus amigas reunidas fuera de la preparatoria comiendo, les comentó lo que hizo y confesó no haber comprobado si Elijah ha aceptado la solicitud. Tenía pavor, es el estado en la que se encontraba. Olivia, una chica de cabello teñido en rojo, abría y cerraba la boca asombrada, Fanny se atragantó con su taco de bistec y una preocupada Delia golpeaba su espalda y le pedía que bebiese el agua de horchata. Leslie sólo sonreía, feliz de que Susana actuase finalmente por si sola.
— ¿Viste sus fotos? —Inquirió Olivia, al reponerse de su asombro—, ¿Qué más sabes de él, aparte de su nombre?
—Solo eso, no me tomé la molestia de husmear más en su cuenta. —Se encogió de hombros, y continuó comiendo sus tacos dorados.
—Debiste hacerlo. —Le amonestó Leslie.
— ¡¿Qué?, eso no! —Fanny interrumpió—, están convirtiendo a panda, en la mismísima agente secreta del FBI o algo por el estilo. ¿Qué sentirían ustedes si descubren que han sido vigiladas por un chico de este recinto, y encima chismeando sus fotos?
—Halagada, así me sentiría. —Delia aplaudió feliz—. Además te recuerdo, que si uno sube sus fotos es porque quiere que todos lo vean, no veo el problema con ello.
—Miedo. —Susurró Olivia.
—Lo mismo que Delia. —Le guiñó un ojo a su amiga, divertida ante la idea de ser acosada.
— ¿Es que sólo Olivia piensa aquí? —Les reprendió, las insensatas de sus amigas asintieron sonrientes—, oh Dios, ¡Dame paciencia!
—No sabrá que lo vigilo, además aún no lo he hecho. Y si lo hiciera, no habría forma de que se enterara —las cuatro miradas se posaron en ella—. Al enemigo siempre hay que tenerlo vigilado.
—Será: a Elijah siempre hay que tenerlo vigilado. —Le corrigió Leslie.
—Y hablando de él. —Discretamente lo señaló.
Cinco chicos caminaron entre risas hacia las puertas de la preparatoria, Elijah caminando a su lado sosteniendo entre sus manos—como todos los días durante el desayuno—una botella de fanta, el resto con las manos vacías. Observó con descaro como los pantalones azules y rasgados resaltaban su trasero, y volvió a regañarse por ello. Sus amigas rieron al notarlo.
—No puedo creer que te guste. —La acusó Olivia.
—No me gusta. —gruñó.
—Aja, claro.
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