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15. Opciones de acercamiento

Para finales de febrero, Elijah recibió dos mensajes de Delia donde únicamente lo saluda y le preguntaba cómo estaba. Pasó por alto su saludo, restándole importancia; la conocía, muchas veces la vio en la preparatoria, al igual que Leslie. Ahora dos de las amigas íntimas de Susana intentaban socializar con él.

También estaba al tanto de las otras dos, Olivia y Estefanía, quien aceptó mucho antes que al resto; todas le enviaron una solicitud de amistad a excepción de una, Susana. Por ello es que fue él quien quiso acercársele por curiosidad, enviándole una solicitud vía Messenger. Desde entonces, no ha hablado con ella.

Lo que se traían entre manos no le preocupó demasiado, en su opinión, no eran más que unas inofensivas chicas, que o bien, intentaban saber sobre él y contárselo a Susana o simplemente buscaban una amistad virtual.

Sin duda, es su primera teoría y a decir verdad era muy cooperativo con la información que les brindaba sin siquiera poner reparos.

Un veintiuno de marzo pasados de las tres y media de la tarde volvió a recibir un saludo de la insistente Delia que parecía no conformarse con ser ignorada y no obtener información que pueda compartir con Susana.

Tardó seis días para responderle y escribirle simplemente:

Mar. 27 17:19 P.M.

Hola, súper ¿y tú?

En ese horario Delia y Susana se encontraban realizando sus prácticas profesionales en la Escuela PriSusana continua a la Secundaria, trabajando con papeleos que el Director de la Escuela necesitaba, realizando las ultimas preinscripciones vía internet antes de que la plataforma cerrara. Ambas estaban sentadas cómodamente, compartiendo un pequeño escritorio de madera, con las laptops sobre ella y tecleando rápidamente.

Entre varias pestañas abiertas en el navegador, Susana y Delia escuchaban al mismo tiempo a Ed Sheeran pero con diferentes canciones. Discretamente, Delia consultaba su Facebook en otra pestaña mientras simulaba estar trabajando cuando, leyó el mensaje de Elijah después de casi una hora.

—Panda —susurró, zarandeando su brazo para que se quitara los audífonos.

— ¿Qué traes ahora? —protestó, poniéndole atención.

—Tú pandito me acaba de saludar, ¡al fin! —Eso sí que eran buenas noticias, una más infiltrada sin saber que Elijah sabía sus intenciones.

—Ya era hora. No te quedes ahí, respóndele. —Puso sus delgados y pequeños dedos en el teclado de la laptop y le dijo que escribir—: cuéntale que estas con, aquí tu servilleta, trabajando.

Escribió rápidamente:

Mar. 27 18:24 P.M.

Oh que genial.

Yo aquí trabajando :) con una amiga.

Para cuando Elijah leyó el mensaje ya eran más de las diez de la noche. Se encontraba sentado en el taburete, moviéndose incomodo por la dureza de su asiento, provocando que su hermano mayor se riera.

— ¿Qué te da risa? —Cuestionó, frunciendo el ceño.

—El verte tratar de empollar en esa silla —le bromeó, soltando una contagiosa carcajada, que no tardó en seguirle Elijah.

¡Eso! Eso es lo que precisamente deseaba obtener de su hermano. El verle más relajado y sonriente, le decían que se encontraba mejor que nunca.

—Parece que estas mejor —opinó Alejandro, sonriéndole.

—Lo estoy —sinceramente consideraba estar en su mejor momento, se sentía liberado e incluso trabajaba más animadamente en la tienda sin poner objeciones de por qué no lo hacía Alejandro—. Me siento mejor que nunca. —Reafirmó convencido.

—Eso es bueno, son excelentes noticias. Solo te pido que después de lo ocurrido no te cierres a conocer a alguien más —al querer esquivarle, Alejandro le detuvo autoritario—: No me vengas con que estás mejor solo y la chorreada idea que si una... tipa como ella es así, las otras también.

—No pensaba decir eso. —gruñó.

No es el ejemplo de persona que osa señalar con el mismo dedo al resto de las personas solo porque una es así. No tenía por qué cargar el resto las maldades que su exnovia hizo, nadie lo merecía.

—Mira Elijah... —Iba a amonestarle cuando su hermano le detuvo.

—Me conoces poco, Ale. Esas cosas déjalas para las novelas de la televisión... —se quedó en silencio, decidiendo si era prudente aclararle que "no se ha cerrado a las opciones" y de la posible joven que le podría ayudar a futuro a tener una nueva relación. Al final, decidió platicarle, iniciando con una incómoda pregunta para él—. ¿Cuál es tu opinión después de enterarte que eres vigilado por una chica y que tiene espías a tu alrededor?

Su pregunta le tomó sorprendido, lo miró extrañado, frunciendo sus gruesas cejas oscuras.

—Uff —resopló, rascando su cuero cabelludo debajo de la gorra roja—. Miedo, que sé yo.

— ¿Y si estas fueran inofensivas? —Volvió a interrogar.

Su hermano mayor se mostró interesado por saber a qué se debían ese tipo de preguntas, la mirada divertida que le mostró Alejandro le incomodó a Elijah.

—Espera... no me digas que...

—Es la primera vez que me pasa algo así —expresó, confundido de que alguien más lo considerase atractivo como para averse fijado en él—. La autora del acoso es la misma que me ha dejado hace más de medio año en la casa. ¿Te acuerdas que estaba borracho ese día? Tú te despertaste cuando llegué.

Su hermano afirmó con la cabeza, recordándolo todo—: Carajo. No sé qué jodidos pase por esa cabezota que te cargas, carnal. Pero en tu lugar yo ya estaría detrás de ella. ¿Has visto alguna vez a una chava ir hasta la quinta mierda a recoger a un burro borracho y traerlo a su casa? ¡No verdad!

Y fue cuando revivió en su mente esa noche, ese pequeño instante en el que se permitió que el impulso y deseo actuasen antes de la sensatez, ¿Cómo podría olvidarlo? Ella aparecía continuamente frente a él y comenzaba a creer que aquello ya no se trataba de simples coincidencias. Solo que, pasaron dos meses desde la última vez que se cruzó en su camino. ¿Quién es Susana Torres y por qué no conseguía sacarla de la cabeza?

Aún tenía una deuda con ella, quisiera o no, debía saldarla; es un hombre de palabra y cuando menos lo imagine estará frente a ella saldándola. Pero, cómo podría acercársele si una parte de él se sentía apenado por como la ha tratado; ignorándola como si no supiera quién es.

—Heroínas como ellas ya escasean —y para la mala suerte de él también, por algo es que ha estado más de dos años solo, dedicándose únicamente a un simple empleo con el que solventa sus gastos y caprichos.

—No puedo acercarme a ella, me da pena.

— ¿Qué estupideces dices? ¿Tú penoso? —Rio, sin poder creer lo que escucha—. Pero si la besaste estando solo en pantalones y contra su voluntad. —puntualizó, según se lo había contado hace meses.

—Ya te dije que estaba borracho, además ella correspondió al beso; no hice nada que ella no quisiera. —se excusó, alejando su mirada seria de Alejandro.

Al hacerlo su rostro se encontró con la de la señora Marcela, clienta frecuente de la tienda, de no más de cuarenta años de edad. Vestía un decente y pintoresco vestido azul con estampado de flores de todo tipo de colores primarios, unas sandalias negras y un simple amarre de cabello a una alta coleta.

Ahora mismo observaba a los jóvenes, pasmada, les había visto crecer desde niños, siendo adorables y educados. Ahora parecía no reconocerles, mucho más a Elijah, ¿Escuchó bien? Besó a una jovencilla contra su voluntad, y peor aún estando en poca ropa.

Las mejillas de Elijah se tiñeron de rojo, mostrándose apenado, no tenía idea de cuánto es lo que la señora Marcela ha escuchado y tampoco tenía intenciones de averiguarlo.

—Oh, doña Marcela —Alejandro se aclaró la garganta, siendo el primero en reaccionar—. Buenas tardes —codeó a Elijah para que la atendiese—. ¿Qué va a querer?

—Dos... Dos de azúcar, mi niño. —solicitó en voz baja.

Parándose con torpeza del taburete fue hacia el costal de azúcar. Alejandro amablemente le tendió dos bolsas de plástico y en ellas tanteó la cantidad de azúcar.

—Pésalas —ordenó a su hermano al pasarle la primera bolsa.

Soltando un resoplido, pesó la primera bolsa, quitó algunos gramos, los puso a la otra, pesó la segunda bolsa y lo restante terminó por devolverla al costal.

Sin decir más que un simple "gracias", la señora pagó el dinero exacto, retirándose de la tienda ante las miradas indescifrables de los hermanos Olivares.

—Si sabes que nos escuchó, ¿verdad? —fue Elijah quien habló al perderla de vista.

— ¡Y qué importa! No pasa que piense que eres un degenerado —bromeó con sorna.

—Lo cual no soy, Ale. Ya te dije que estuve borracho —suspiró con pesadez.

Guardaron silencio, cada uno pensando que decisiones tomar por raras que fueran. Su hermano mayor dio por terminada su conversación cuando comenzaba a adentrarse a la casa a paso lento, arrastrando su tenis exageradamente como de costumbre. Levantó el puño al haber recordado la pregunta que deseaba hacerle.

— ¿Qué hay del certificado, alguna noticia? —Su pregunta fue seria, el tema de ese documento se hablaba en casa casi a diario.

Su padre no dejaba de recordarle a Elijah su gran error al no preocuparse por tener todo en regla y gracias a ello no haber obtenido su certificado.

Ha averiguado como encontrar la forma para obtenerlo. Nuevamente debía entregar ciertos documentos que legalizan que cumplió sus prácticas profesionales y los personales. Su problema es que no deseaba entrometerse en un tema tedioso, uno que le desesperara.

—Este agosto me lo darán, solo debo terminar el trámite de las prácticas profesionales y entregarle un documento al coordinador de carreras. —sonó sencillo, pero Elijah no quería hacerlo.

— ¿Y entonces? —cuestionó al no verle animado por ello.

—No quiero meter mano en eso —mencionó con irritación—. Estoy al tanto que hasta finales de mayo se tiene la oportunidad de entregar un montón de papeles en SEMS, pero no pienso ir yo. Buscaré a alguien... —se detuvo, uniendo pequeñas indagaciones que ha hecho en sus tiempos libres. Una deslumbrante sonrisa apareció en su rostro—. ¡Eres genial, Ale! Tengo a alguien que podría ayudarme para que lo haga todo.

— ¿Y es? —curioseó.

—Una de las amigas de... Susana, la chica del beso —titubeó, al ver que su hermano reía—. Hace horas dijo que trabaja, debe estar hablando de las prácticas profesionales —fue quien rio ahora—, ¿De qué más jodidos iba a ser?

—Muy astuto, de ahí te acercas a... ¿Susana, cierto? ¡Ni yo lo habría planeado mejor! —vociferó alegre—. Después de todo no eres penoso. Manos a la obra, a seducir a tu acosadora. —rio con sorna.

—Alejandro, calla tu maldito parloteo o harás que me arrepienta —le amenazó.

—Esta boca se calla cuando me devuelvas el celular, es injusto que agarres el mío y uses mi Messenger para hablar con niñas. —se quejó, fingiendo molestia.

—Uso la aplicación, no tu cuenta —puntualizó, ganándose un golpe al haberle arrojado Alejandro una bolsa de sopa—. Da por perdido este aparato, lo usaré por un tiempo. —aseguró, riendo por el golpe.

¿No era que los hermanos mayores debían consentir a los pequeños y de vez en cuando permitirles ciertos caprichos? Ahora era cuando su hermano mayor lo haría. Dijo poder quedarse el dispositivo, mientras le informara de los avances con su acercamiento a Susana.

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