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1.6 ¿Algo tan frágil como una flor? La amistad.

Me revolvía en mi cama esa noche, no podía dormir, me dolía un poco el pecho, como si sintiera que lo apretaran con fuerza; no había bebido café o algo dulce, estaba mentalmente cansado pero nada más no me llegaba el sueño.

No mandé mensaje a Albedo a sabiendas de que seguramente no respondería, y lo que quería hablar con él es una cuestión que se debe resolver cara a cara, así me suelte un puñetazo que me mallugue un ojo, lo aceptaré de forma indiscutible, pero que al menos me deje dar mi versión de lo acontecido.

Me sentía mal por él, y el asunto de la carta que me había dado Amber me era, sorprendentemente incluso para mi propio corazón, molesto e innecesario. Me recordaba a que sufrí una desgracia por culpa de algo tan simple como una carta.

No desprecio el gesto de mi estimada Sacarosa, pero la verdad es que no lo esperaba así, y menos acompañado de un beso, además de que huyó como ardilla asustada, lo que puedo entender, ¿qué decir en una situación tan vergonzosa? No hay nada que decir; lo mejor era huir.

Esa carta me relumbró la claridad de lo diáfano que ni siquiera estaba allende (lejos), de mis ojos: Sacarosa está enamorada de mí.

Mi pregunta es...¿por qué? ¿Por qué se enamoro de un servidor si es que Albedo es mucho mejor partido que yo? Y no solo mejor partido, ellos dos son más cercanos. Ahora entiendo por qué Sacarosa estaba tan enfocada en saber si había una chica especial en mi vida, eso representaría, inequívocamente, que seguramente esa chica especial no era ella.

Ahora me siento mal, agradezco que sienta por mí tan noble sentimiento como lo es el amor...pero siento en mi hondo pecho que los dos no estamos hechos el uno para el otro, es como querer hacer un rascacielos en arenas movedizas: lo que no cae, se hunde.

En cambio, con Amber, yo deseo hasta lo indeseable: tormento, miseria y dolor; ya estoy convencido de que se podrá superar.

Dicen que aquel que de verdad ama algo, lo debe dejar ir. Esas son boberías (o bueno, un poco a medias), ya que si se ama algo, o bien se le puede dejar ir, o bien, si es que ese algo también te ama, lo más indicado es hacer posible lo imposible con tal de que las dos partes de una llave rota estén unidas.

¿Qué es lo que abre esta llave? Simple: el paraíso.

En fin, que doy vueltas y me desvarío de la realidad...que por ahora no me parece muy lucida, en lo absoluto. Mejor me puse los audífonos y escuché un poco de música a bajo volumen, que no me quedaba otra cosa por hacer.

Pensaba en qué le diría a Albedo cuando lo viera y en lo que seguramente me diría, ya me daba unas ideas, y todas ellas no eran para nada agradables. Quizá Sacarosa le hizo saber algo, no puedo saber qué, así que no confiaré que esas palabras lo tendrán calmado así sin más.

La noche ya no era joven, más no vieja, el calor entraba por mi ventana de forma exquisita, ahora pensaba en un nuevo poema para Amber, y en la replica de su carta, la que, de hecho, olvidé cuál era su contenido, hay cosas por mi cabeza que parecen toros corriendo salvajemente por las calles españolas durante el festival, y temo que uno de ellos me aseste una cornada que me deje tumbado mientras más y más toros me pasan por encima, aplastándome hasta el más pequeño hueso del cuerpo.

La música me servía un carajo, así que mejor me puse a leer poesía en el celular, de algo me servirá. Y, en efecto, me sirvió, leía de los poemas más aburridos que conocía y fui tragado por las fauces de Morfeo de manera casi inmediata.

Daba la maldita casualidad de que la mañana siguiente era chispeante, comenzaba ya un mal presagio que auguraba males, muchos males. Llevé el paraguas rosa de Lumine, el mío quedaba roto y solo quedaba uno en casa, y por las tardes es autenticamente raro que llueva, por lo que no le vio problema en que yo lo tuviera.

Lo que sí diré es que se daré en la tarde ya que en la noche sí llueve, y no quiero que ella llegue chorreando de su ropa. Albedo llegaba con Klee bajo un mismo paraguas sujetado por el mayor, eso no era raro, de cualquier manera, y al llegar al edificio de primaria, él le dejó a la pequeña llevárselo hasta su salón, dándole un beso en la frente para dejarla ir.

Se seguía viendo muy triste, lo que me partía el alma, no quería verlo sufrir, y menos si era a causa de un malentendido que quizá ni lo era tanto. Ya veremos qué nos depara este juego traicionero.

Me escondía de él, lo encararía apenas lo tuviera en frente, aunque ya me daba por golpeado o algo parecido. Como lo pensé ayer, quisiera, por lo menos aclarar los pormenores.

Hu Tao me tomó por la espalda y me dio un pequeño susto, como estaba tan absortó, ni siquiera sentí nada, ella tronó sus dedos en mi rostro.

-Oye, ¿a quién acosas? ¿Es la chica que te gusta? ¿Es Lisa?

-Ni que fuera tú que acosas al profesor Zhongli.

-Je, je, je. Quisiera poder contradecirte pero esa es la verdad. Ayer vi que hubo problemas en el club, ¿Qué sucedió?

-Prefiero no decirte.

-Igual ya sé que tiene que ver con Sacarosa, ella me pidió que no estuviera en el club durante unos 10 minutos, aunque parece ser que ocurrieron muchas cosas.

-A veces pienso que serías buena trabajando para la CIA o algo así; nada se te escapa. -Torcí los ojos.

Le conté de forma rápida y breve lo ocurrido esa ocasión, ella no pudo ocultar sus sorpresa al también saber que Albedo está enamorado de Sacarosa, y no se esperaba que ella lo estuviera de mí. Resulté muy mal parado en este campo de batalla...maldición.

Hu Tao me pidió que no entrara en pánico, era seguro que Albedo estaría molesto o se sintiera traicionado al verlo como un malentendido, pero que al aclararse todo, seguramente el enojo se le pasaría y todo quedaría como si nada.

Ahora que lo menciona, puede que sea así, el detalle es que debo decirle que Sacarosa está enamorada de mí, y eso no sé que tan bien le venga. Fui directamente al club de química, seguramente ahí lo encontraría, y mis pensamientos no me engañaron.

Albedo miraba por la ventana a la vez que dibujaba una mariposa, que era el insecto favorito de Sacarosa, por evidentes razones, lo dibujaba del mismo color de su cabello, escuché que soltó un suspiro que denotaba una enorme tristeza.

Sentí que me faltaba el aire para hablar y llamar su atención, cerré la puerta ya que, seguramente, lo que vamos a tratar será muy personal y no es bueno que nadie lo escuche.

-¿Qué sucede, Aether? -Preguntó, seguramente me vio en el reflejo de la ventana.

-Yo...ehm...respecto a lo de ayer...

-Sacarosa ya me lo dijo. ¿Sabes? Por un segundo de verdad pensé que eran novios a mis espaldas, me sentí bastante dolido de que mi mejor amigo me haya quitado a la chica que me gustaba. Te odié un poquito, no lo niego, pero ya es agua pasada.

Albedo dejó la libreta en una banca, se notaba con una tímida sonrisa, puso en su bolsillo el lápiz de color con el que pintaba la mariposa, se acercó a mí, en silencio.

-Tienes manchados los zapatos.

-¿Enserio? -Alcé una ceja, mirando para abajo para ver mis zapatos, sin embargo, Albedo me dio un muy buen golpe en la nariz que, si bien no me dolió demasiado, sí lo resentí en la parte trasera de mi cabeza, que comenzó a dolerme. -Au...

-No te odio, Aether...¿pero por qué hacerle esto? Sacarosa me lo dijo, ella está enamorada de ti...me llamó en la noche, la pobre lloró como Magdalena. -Él se cubrió los ojos con una mano. -Está casi segura que no la amas, pero intentará enamorarte, lo peor es que tú ya tienes una chica especial, y esa chica no es Sacarosa.

-Amigo, en eso tienes razón, ella no me gusta, no hice nada para enamorarla, ¿a qué se debe el golpe?

-A mí no me importas tú, ni me importo yo; Sacarosa es quien me importa. Tú ya sabes que ella es muy propensa a llorar y deprimirse, ¡así que le dirás ahora mismo que no te interesa y le acortarás el sufrimiento y la esperanza de que seas su novio! -Masculló, señalando la puerta.

Entendía su punto, y la verdad es que tiene toda la razón, no dice algo como no sea la verdad. Se me parte el corazón siempre que escucho o veo llorar a Sacarosa, su rostro enrojece un poco, sus ojos se hinchan, y mi camisa se mancha con su maquillaje al habérsele arruinado por las lágrimas.

No tenía el valor de ser yo quien la hiciera llorar, no quería romperle el corazón, no a mi mejor amiga, no siendo ella como es...pero si no lo hago, cuando sepa la verdad, el dolor será peor todavía, eso casi lo vaticino.

¿Qué hacer? No lo sé, por primera vez en 16 años de mi vida, no sé qué hacer.

-N-no puedo... -Reí de mi desgracia. -No tengo la más remota idea de qué hacer.

-Dile. -Sentenció Albedo, un poco enojado. -Dile la verdad, que no puedes darle tu corazón ya que se lo quieres dar a otra mujer. Yo no lo haré, no me ensuciaré las manos por ti, amigo.

-Es que no puedo romperle el corazón, Albedo. -Ahora lo dije de forma triste al saberme más arrinconado todavía.

-Bueno...no esperaba más de ti. Tienes la mala costumbre de ser cobarde cuando más valiente tienes que ser, Aether. -Albedo me tomó del hombro, dándome dos palmadas suaves en el mismo. -No vuelvas a cruzar palabra conmigo, ¿bien? Mis razones tendré para decirlo.

-Albedo...espera, no...

-No digas nada...pensé que eras buena persona, pero no lo eres. -Él se fue cerrando la puerta con suavidad; yo quedé ahí, inerte, impresionado por las palabras del que, hasta ese entonces, era mi mejor amigo.

Entendía su dolor, si me sucediera lo mismo, me dolería hasta lo último de alma que pudiera tener, incluso la que no. Albedo tiene razón, soy un cobarde cuando debo ser valiente, yo no le puedo dar a Sacarosa mi corazón ya que lo guardo para Amber.

¿Me hace eso ser mala persona? Pues no, no puedo engañarme, no puedo obligarme a amar a Sacarosa. No puedo obligarme tampoco a amar a Amber...pues yo ya la amo con locura.

Lo único que no entiendo, y en lo que no le doy razón a Albedo es el que deje de hablarme si yo no he hecho nada malo. O, en su defecto, ¿he hecho o hago algo mal? Yo no me atrevo a decirle la verdad a Sacarosa, no me atrevo a romperle el corazón y, si por mi fuera, quisiera no tener que hacerlo, pero estoy obligado contra mi voluntad a hacerlo.

¿Será acaso para presionarme? ¿Será que de verdad le rompí el corazón de forma tan vil que, a pesar de no odiarme, no quiere saber nada de mí? Cual sea la razón...me duelen las palabras que me dijo, y me duelen con toda razón al ser verdad.

La amistad resultó ser tan frágil como un diente de león...un soplido, y se vino abajo, cayó hasta lo más hondo.

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