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1.10 Finalmente la cita.

Como no sería raro, ese día no me bañé, me pulí para quedar lo más limpio posible, así como me perfumé de una manera suave, no queriendo que el olor de mi colonia fuera invasivo en el ambiente.

Me puse ropa no muy formal, pero tampoco parecía miembro del club de marxismo: sin bañar, con el pelo largo y sucio, usando una playera del Che Guevara, pantalones rotos y zapatos sin lustrar. (Hay tres tipos de marxistas: el que acabo de describir, los que visten bien y los que somos una mezcla de ambos :v).

El punto es que iba bien vestido, limpié mis tenis que quedaban un poco mugrosos por no haberlos lavado quizá durante unos meses, en cuanto Lumine me vio, se soltó a reír, yo torcí los ojos

-¿A qué hora te quedaste de ver con Amber?

-A las 12...en Parque Grande.

-Es un lindo lugar, nada mal para una primera cita.

Desvié un poco la mirada, me di cuenta que en uno de los jarrones había un ramo de rosas azules, lo que me sorprendió, alcé una ceja, Lumine me ignoró ya que ella veía su celular.

-¿Y esas rosas?

-Me las dieron.

-¿Quién fue?

-Ash, un idiota. Las rosas son lindas, pero ese sujeto me desagrada bastante. (Quién será? 👀👀)

-Si te molesta, le daré una paliza.

-No serías el único que le tiene ganas. -Vi que ella quedó pensativa, seguramente pasó algo delicado entre ese tipo que menciona y alguna de sus amigas o quizá otro pretendiente suyo.

Tampoco quisiera meterme en su vida privada, por lo que dejé el tema, además de que estaba un poco apresurado. Lo último que hice fue enjuagarme la boca con el enjuague bucal de Lumine, algo que ella me tiene bien prohibido...pero la ocasión lo ameritaba.

Salí casi corriendo de la casa, mirando mi reloj, todavía era buena hora. La verdad es que tenía duda de si comprarle algún obsequio, algo que pudiera hacerla recordar este buen día. Por lo que sé, o por lo que parece, a ella le gustan las pulceras, no por nada sé que usa una rojiblanca.

Teniendo eso en cuenta, ¿sería ideal un collar? ¿Otra pulcera estaría bien? ¿Unos aretes? Tenía que pensar, una boutique quedaba cerca de la plaza donde nos veríamos, así que no me preocupaba mucho por eso.

Quedé tan absortó en mis pensamientos que, de forma muy estúpida, casi me atropellan, siendo la que parecía ser una mujer.

-¡Oiga vieja conche su mare! (ok, no)

-¡L-lo siento, no estaba prestando atención a...!

La chica se quitó los que parecían ser los lentes que usaron el Che Guevara y su amigo Alberto Granados durante su viaje en moto por latinoamerica, casi idénticos a los de un aviador. Con tan solo ver más a detalle su cabello y esos ojos que yo conocía tan perfectamente, una pupila negra del tamaño de una moneda pequeña rodeada de un iris de un hermoso color castaño; era Amber.

Cuando ella se quitó un pañuelo que tenía cubriéndole el rostro, ella sonrió, sí, era ella la que casi me había arrollado.

-Ambos estamos perdidos en nuestros pensamientos, Aether. -Fue todo lo que dijo.

Ella estacionó su motocicleta en el parque, yo la seguí corriendo, íbamos casi a la misma velocidad, pero Amber era más rápida. (teniendo en cuenta que Amber usa alas, pero en este universo no hay alas, tenía que inventarle un vehículo, fue lo que se me ocurrió, no sé que tan buena idea sea xd)

Se quitó el casco, dejándolo en la misma moto para darme un enorme abrazo que yo respondí de la misma manera. Nos meneamos un poco, moviendo nuestros pies de derecha a izquierda, casi como si bailáramos al ritmo del compás.

Amber vestía una pequeña chamarra roja que le llegaba a no más de media espalda, largas medias blancas y un short color ocre que la hacía mirar muy hermosa, también llevaba guantes rojos de motocicleta, a juego con su chamarra, aparte de su característico moño y una playera blanca.

Era realidad lo que pensé hace unos días: extrañaba verla con su chaleco, su falda y sus zapatos de gamusa tan característicos del uniforme escolar, y a la vez me daba un aire de duda, quería conocerla mejor, y con tan solo saber qué ropa usa, ya puedo definir un poco su personalidad.

-¿Y qué sueles hacer en tus paseos dominicales? -Me preguntó, animada, yo salí de mis pensamientos.

-Bueno, suelo ir a tomar un café, escuchar música, camino un poco por la plaza. Las vistas del cuarto piso del edificio son maravillosas.

-Vayamos entonces. -Amber me tomó de la mano, yo me sorprendí pero no lo desprecié, respondí suavemente al agarré, ella se notaba apresurada, feliz e impaciente, con un pequeño rubor bajo sus mejillas que era simplemente hermoso.

Otra vez que la encuentro y otra vez que doy la impresión de que soy un muchacho muy distraído...supongo que estar enamorado y pensar solamente en una persona es lo que me trae de esta manera. Me gusta, he de admitir.

El lugar estaba vacío, suerte nuestra, las mesas con sus manteles blancos nos dieron la bienvenida junto con los centros de mesa tan lindos y el olor a café que inundaba la zona.

El lugar que nos asignaron era "mesa para novios" un poco atrevido por parte del mesero, que ya me conocía, pero de cualquier manera es la pretención.

Nos sentamos uno frente al otro, sonriendo animadamente.

-Finalmente podemos platicar sin prisas y sin presiones. -Dije, abriendo un poco la conversación, los ojos de Amber me indicaban lo mismo que el viernes: que me ama. Los míos le indicarán lo mismo.

-Sip, y por fin podré ajusticiarte como Dios manda. -Me dio un suave pellizco en la mano, riendo ante mi gesto de dolor. -Serás osado, ¿darle un beso a una chica cuando la haces pasar por una verguenza? Hum, eso merece un castigo.

-¿Cómo cuál? -Reté. -De cualquier manera, lo haría de nuevo.

-Pues yo también. Por ahora, solo me queda una cosa por hacer. -Ella se quitó su listón, moviendo un poco su cabello que ahora estaba un poco alborotado.

Apuesto que puse cara de idiota en ese momento, pero ella me cubrió los ojos con su listón, ¿me besaría en los labios? Quizá sería en la mejilla o algo parecido, pasaban los segundos y escuché que ella se levantó de su asiento, me daba un poco de ansiedad pensar qué haría.

Escuché el sonido que haría un celular al tomar una foto, traté de levantar lo que me cubría los ojos, pero ella chitó, tomando mi mano de una forma en que, literalmente, la acarició.

-Espera, Aether. La venganza debe ser bien planeada.

Yo sonreí de oreja a oreja, otro sonido de un celular tomando foto se escuchó, ahora me entraba duda de qué estaba haciendo esta mujer. Sin embargo, ella misma me quitó el listón de los ojos, veía frente a mí una carta acompañada de un bombón cubierto de chocolate.

Sería mentira decir que no me sonrojé a la vez que abrí los ojos de lo sorprendido que quedé, tras la sorpresa, sonreí como nunca en mi vida.

Amber tomó esa fotografía, donde yo sonreía con las mejillas rosadas, mirando directo a su celular, ella sonrió para sí misma, guardando su celular.

-Sorpresa. Quería, no lo sé, darte algo, no hay una razón en especial si es que me lo preguntas. Fue algo que me salió dártelo y eso hice. -Su explicación fue con palabras muy tímidas, y no era para menos ya que el sobre de la carta se veía muy bien adornado.

El mesero llegó en mal momento, en el que sentía unas enormes ganas de besar a Amber, pero era un poco evidente que no podía, para muy mi desgracia eso sería algo más bien precipitado.

Yo pedí lo que siempre pedía al venir: un americano bien cargado y un vaso de agua. Amber fue más ligera: malteada de fresa.

-No leas la carta hasta que estés en casa, ¿de acuerdo? -Me guiñó el ojo, ese simple gesto me impidió desobedecer, aunque tenía ganas de saber qué me había escrito.

-El chocolate se ve delicioso. Supongo que ya sabes lo que te diré pero solo es para que confirmes lo casi confirmado.

-¿Es sobre los poemas que escribes para la Gaceta?

-Sí...siempre los escribo pensando en ti. -Los dos sonreímos al mismo tiempo, mirándonos directamente a los ojos, yo me junté un poco a ella, teníamos los codos recargados en la mesa y la distancia que nos separaba era lo suficiente para que no fuera incomoda.

-Lo sospeché desde un principio. No te negaré si te digo que esos poemas me...me enloquecían, eran muy bellos, sin duda. ¿Atalanta de fuego? Por que soy del club de arquería y me gusta el color rojo, ¿verdad?

-Y por algo más, pero eso me lo reservo.

-Oye. -Me enchinó los ojos. -Dime, Aether.

-Hum...nop. -Me senté recargando mi espalda en el respaldo de la silla, ella se estiró para picarme una costilla, de lo que yo me resentí.

-Dime. -Volvió a pedir, un poco autoritaria.

-Te diré...si a cambio me das un beso. -Reí de forma muy baja, Amber se llevó una mano a los ojos.

Llegaron nuestras bebidas, yo probé la mía, sintiendo el sabor fuerte del café que me gusta tanto, ella hizo lo propio, aunque no parecía que me fuera a dar una respuesta.

Seguimos platicando un poco sobre qué era lo que hacíamos en nuestros clubes y ratos libres, le dije que mañana llevaría un poema a dirección para que lo publicaran en la Gaceta. Ella ya sabía, aunque no me lo dijo, que era dedicado para ella.

No tengo ni la más remota idea de cómo es que pasaron cinco horas sin que me diera cuenta, sin que me pesara, no tenía nada de hambre, había bebido tres cafés y ni siquiera supe cuando.

Estando al lado de Amber el tiempo se me pasa muy rápido, es todo tan relativo, menos su belleza, que siempre me parecerá lo más incomparable en el mundo y lo que jamás tendrá relatividad: Amber siempre será hermosa para mí, la más hermosa de las mujeres.

Cuando ella se dio cuenta que pasaron 5 horas sin habernos dado cuenta, nos tuvimos que retirar, ya que incluso iba tarde de la hora en que le habían dado permiso en su casa. El corazón se me rompió...pero solamente un poquito.

Justamente cuando salimos comenzó a llover, teníamos que quedarnos refugiados bajo un árbol para poder llegar a su motocicleta, que quedaba al otro lado de la calle.

Nos parecía casi hasta chistoso cómo es que su motocicleta quedaba mojándose a mitad de la lluvia, que ligera no era. Nosotros nos miramos y reímos de nuestra desgracia, mejor dicho, de la desgracia de la moto.

-Viendo el lado positivo...aún tengo el chocolate que me diste. -Abrí la caja y lo partí a la mitad, ofreciéndole una de ellas a mi Atalanta de fuego.

-No puedo aceptarlo, es para ti.

-La verdad es que también pensaba regalarte algo pero como casi me atropellaste, no pude ir a comprarlo.

-Rayos, Aether, sino hubiera estado más atenta todo se habría ido al caño. Menos mal frené a tiempo.

-También estabas distraída, pero no más que yo, por fortuna.

-Eres un chico muy distraído, podrían robarte y tú ni darte cuenta. -Me miró con un poco de molestia, yo me puse a pensar un poco.

-Quizá tengas razón, quizá no.

De cualquier modo, siempre que estoy distraído es porque pienso en ella...y la verdad es que yo pienso en Amber durante casi todo momento del día. Siempre me pregunto cómo estará, qué hará, si se divierte junto a Lumine estando en clase, si estará pensando en mí.

Eso es lo que más intriga me causa, ¿Amber pensará en mí tanto yo pienso en ella? Es un sueño pensar que así es esto.

-Oye... -Digo ella, pero yo estaba pendejeando en mi imaginación que no me di cuenta que me hablaba, miraba al vacío de la calle, lo que me sacó de mis pensamientos fue sentir un beso en mi mejilla que vino directamente de sus labios. -¿Lo ves, Aether? Podrían robarte y tú no darte cuenta. -Amber se burló de mí, yo me llevé una mano a la mejilla, sin tocarme del todo la zona donde me había besado.

-N-no pensé que esa clase de robo.

-Pensé en dártelo en los labios, pero sería rebajarme a tu nivel.

-De hecho ya lo hiciste. Eso sí, yo puedo caer más bajo todavía.

-¿Seguro?

-Claro que sí. -Tomé el mentón de Amber, acercándome a ella, quería besarla, eso es todo lo que sé, necesitaba hacerlo o, de lo contrario, explotaría. Sin embargo, mi vergüenza me detuvo, le di un beso en la mejilla, ni siquiera estando cerca de la comisura de los labios.

Me sentí como un estúpido por esa falta de valor, pero tampoco quería ser demasiado atrevido, era apenas mi primera cita con Amber.

-Gallina. -Me sonrió. -Pensé que dijiste que podías caer más bajo.

-Al final creo que no pude. -Me llevé una mano a la cabeza, apenado, eso sí.

-Tal vez tú no, pero yo... -Ella, sin miramientos, me tomó de ambas mejillas, yo me sorprendí bastante, tanto así que me pareció muy extraordinaria la sensación del frío de sus manos en mi rostro.

Eso no fue lo importante, se levantó un poco sobre sus puntillas, jalando mi cabeza hacía ella, robándome un beso en los labios. Mi beso, al ser el primero y dado por sorpresa, la verdad es que fue torpe y muy fuera de ritmo.

Me daba la impresión de que Amber me quería comer vivo, aunque yo quería dejarme comer, sin duda, pues con cada tacto de sus labios sobre los míos, mi respiración se iba perdiendo, mi ritmo cardíaco se iba relajando y las mejillas, que estaban frías por el aire de la lluvia, se calentaron de inmediato.

Ella me abrazó fuerte, muy fuerte, y yo no fui ajeno a esa acción, replicándola. ¿Soñaba? Me parecía dudable. Bien lo dijo Descartes, ese momento era porque lo estaba pensando, pensaba en Amber besándome de forma sorpresiva y arritmica, no era algo producto de mi imaginación.

Sentir el cuerpo de Amber en mis manos era maravilloso, me excitaba, no lo niego, pero me daba un placer de índole no sexual, mi corazón se sentía desbordado de satisfacción: por fin pude besar a mi Atalanta de fuego, a esa mujer a la que amo con toda la locura de mi corazón.

Ella se separo riendo un poco, dándome un beso rápido en los labios para irse corriendo de mis brazos, subiendo a su moto, la que arrancó de forma pronta.

-Ahora debes confesarme el por qué me dedicas tus poemas. -Me dijo, poniéndose el casco. Yo reaccioné y fui tras ella.

-E-es porque te amo, Amber. Quiero que sepas que estoy loco por ti.

-Lumine me lo había dicho ya. Sin embargo...quería escucharte decirlo. Por cierto...yo también te amo, Aether. -Ante esas palabras, ella se fue a toda velocidad en su moto, yo reía de alegría, nos habíamos confesado nuestro amor, y de qué manera; de la mejor.

Me llevé la mano al corazón, exclamando un "wow" que no era para menos, le mandé un beso a una distante Amber, a la que podía ver en la lejanía.

Las cosas no habían acabado ahí, recordé de pronto que tenía en mi bolsillo la carta que me había escrito, me puse a leerla a mitad de la lluvia, mojándome la cabeza, la cara y los hombros, también la carta comenzaba a mojarse.

Aether:

Te pedí que no abrieras esta carta hasta que llegaras a casa por algo muy en especial: ésta no es una carta cualquiera. No llevamos mucho de conocernos, pero debo decirte que, si la recibiste, es porque al final de la cita te robé un beso y te confesé mi amor, si es que no lo hiciste tú antes. Me enamoré de ti a vista primera, pero a diferencia tuya, yo lo pude ocultar. Lumine me dijo que estabas enamorado de mí, lo que me hizo feliz como no tienes idea. Por cierto, mis expectativas de nuestra primera cita no son bajas, sé que pasará algo que solo confirme el que nos deseamos el uno al otro y que nos amamos con la desesperación que caracteriza a los jóvenes de nuestra edad. Sé que la cita saldrá de maravilla, que la disfrutaremos, que nos amaremos más al terminarla, pues nada habrá en el mundo que me haga renunciar a mi amor por ti. Es pronto todavía, no vayas a creer que por ya por haberte besado somos novios, no. Conozcámonos un poco más, todavía falta pasar la hermosa etapa del pre-noviazgo, así que a pesar de que deseo tenerte en mis brazos para besarte sin fin, debemos ser pacientes todavía. Quizá esta carta no puede decir todo lo que quisiera, pero creo que las palabras no pueden expresar lo que siento.

Te ama con todo el fervor de su corazón:

-Amber.

¿Cómo explicar lo que sentí en ese momento? Creo que simplemente no se puede, ¿por qué? Jamás había sentido algo tan vasto en mi alma, que por más que quisiera decirlo no me alcanzarían las palabras. Justamente como le sucedió a Amber: no hay palabras que puedan expresar mi felicidad y mi gozo.

Me fui caminando a mi casa ya sin noción del tiempo, del clima, de nada que no fuera el amor que tengo por Amber y que jamás se acabará, pues yo siempre la amaré sin importar qué.

Esa noche me fui a dormir, pensando en mi cama, me llevé una almohada a la cara por lo extasiado que seguía, daba vueltas en el colchón sin poder pegar sueño ya que mi corazón latía fuertemente.

Me atrevo a decir que soy la persona más feliz de todo el mundo, sin duda alguna.

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