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Capítulo 8 "La Bola de Fuego"

       Andrea llega a la casa de Eduardo, mientras cada vez se acercaba a la puerta, escuchaba un alboroto y unos gritos del otro lado, Andrea frunce el entrecejo intrigada, levanta el brazo izquierdo y empuja la puerta abriéndola, echa un vistazo y no ve nada, a pesar de lo oscuro, entra y cruzó todo el pasillo a paso lento y observando a todos lados, notando la vela encendida en la mesa del comedor, llega hasta la puerta trasera, esta era de acero con una ventana grande en el superior de la puerta, a medida que se acercaba los gritos se hacían más fuertes, notaba que eran gritos de un hombre, ella lleva la mano a la perilla, esta es cuadrada también de acero, en el medio había un triángulo sobresaliente, con un agujero de forma torcida que es donde entra la llave, a la izquierda en la esquina de abajo sobresale una palanca pequeña que dobla hacia ella, coloca el pulgar en esa palanca y la hala, luego hala la puerta abriéndola, echa un vistazo hacia afuera y ve a Eduardo gritando y en el patio observa unas líneas delgadas que forma un círculo en todo el patio, esas líneas eran reflejos de velocidad, Andrea sale y camina hasta donde Eduardo a la vez que observa como la velocidad de Manuel expulsaba una fuerte brisa que agitaba la vegetación alrededor.
       —¡Vamos Manuel, tienes que correr más rápido! —exclama Eduardo.
       —HolabEduardo. —dice Andrea.
       Eduardo voltea estrepitosamente a la derecha y la ve.
       —¡Ah! Hola Andrea, no te escuche llegar. —voltea hacia delante volviendo a ver a Manuel. —¡Manuel, no reduzcas, aumenta la velocidad, tienes que correr más rápido! —exclamó.
       —¿Por qué Manuel llegó temprano? —pregunto Andrea.
       —Me dijo que quería que lo entrenara para correr más rápido, luego de que pelearon con la Anima Sola y se dio cuenta de que tenía que aumentar su velocidad. —dijo Eduardo.
       Andrea desvió la mirada y asentía con la cabeza en lo que veía a Manuel corriendo. Eduardo se lleva las manos alrededor de la boca.
       —¡Manuel detente, párate ya! ¡Párate! —exclama Eduardo.
       Manuel fue bajando la velocidad hasta detenerse, delante de ellos, se inclina hacia delante apoyando las manos de los muslos por encima de las rodillas, su respiración era agitada, rápido y por la boca, Eduardo se inclina hacia abajo, extiende el brazo izquierdo y toma una botella de plástico llena de agua, luego se endereza.
       —Manuel ven… toma. —dice Eduardo, extendiendo la botella.
       Manuel camina hacia él, a medida que se acerca a Manuel se le nota lo bañado en sudor que esta, gotas corrían de su frente y de las cienes, al llegar, toma la botella de agua, la abre desenroscando la tapa, se lleva el pico a la bocas e inclina la botella hacia arriba haciendo que el agua baje, Eduardo y Andrea observan como la garganta de Manuel se movía, haciendo que la manzana de adán subiera y bajara con rapidez, el agua de la botella ondeaba hacia arriba repetidas veces y el agua disminuía, luego de un largo momento, Manuel apartó la botella de él, soltando un fuerte exhalar por la boca.
       —¿Tenías sed? —pregunta Andrea con ironía.
Manuel la ve frunciendo el entrecejo. —No. —responde siguiendo el juego.
       Andrea suelta una corta risa y Manuel también sonríe, Eduardo los observa a los dos sin mostrar ningún tipo de expresión, luego voltea hacia la puerta y de la casa salen Henry y José, se acercan a donde están los demás.
       —Hola, ¿Cómo están? —dice Henry.
       —Hola, estamos bien. —dijo Andrea.
       —¡Hola! y ¿Eso que llegaron tan temprano? —pregunta José.
       —Manuel vino antes para entrenar en su velocidad. —dijo Eduardo.
       —Y ¿Qué tal cómo les va? —pregunta José.
       —Bueno… —dice Eduardo callando de repente.
       —¡Hola! —exclama una voz masculina del otro lado de la casa.
       Todos fruncieron el ceño, Eduardo levantó la cabeza desviando la mirada, Henry y José cruzaron miradas, Andrea desvió la mirada hacia la derecha y Manuel también desvió la mirada levantándo la cabeza y luego volteo a ver a Eduardo.
       —¿Qué fue eso? —pregunta Manuel.
       —Alguien está en la puerta. —dice Eduardo.
       Eduardo caminó hacia la puerta trasera, Andrea y Manuel le siguen, Henry y José se dan la vuelta y siguen más atrás, todos entran a la casa.
       —¡¿Hay alguien aquí?! —pregunta el hombre.
       Eduardo se dirige hacia la puerta y esta, está abierta y echa un vistazo, los muchachos llegaron más atrás y al observar en la puerta está un hombre, blanco, alto, con lentes y vestido todo de negro, Eduardo abre más los ojos, frunciendo el entrecejo.
       —¡Hola, tío! ¿Cómo haz estado? —dice el hombre con un notable acento español y mostrando una sonrisa.
       —¡Julián! —exclama Eduardo susurrando.
       —¿Le dijiste dónde vives? —pregunta Manuel.
       —No. —contesta Eduardo.
       Eduardo a pazos agigantados llega rápido hacia él, luego asoma la cabeza afuera observando hacia todos lados, luego toma a Julián bruscamente por la camisa, lo hala metiéndolo a la casa, moviéndolo hacia la derecha arremetiendolo contra la pared.
       —¡¿Qué pasa, hombre?! —exclama Julián.
       —¿Qué haces aquí Julián? —pregunta Eduardo.
       —¿Qué? —pregunta Julián frunciendo el entrecejo.
       —¿Te vieron venir? —pregunta Eduardo insistente y alterado.
       —Si lo preguntas para saber si me siguieron. —dice Julián levantando los brazos, apartando los de Eduardo. —Tranquilo, me aseguré muy bien de que nadie me siguiera. —agregó.
       —¿Cómo sabes dónde vivo? —pregunta Eduardo.
       —Porque les pedí a los brujos que conozco que me ayudaran a encontrarte. —dice Julián. —Hice la investigación que me pediste, averigüé con todos mis contactos lo que pude. —agregó.
       Julián voltea hacia la izquierda y ve a los muchachos, este muestra una sonrisa en su rostro y se dirige hacia ellos, Eduardo cierra los ojos y exhala fuertemente por la nariz, vuelve abrir los ojos y voltea hacia la derecha.
       —Los Elegidos… ¿Cómo han estado? —dice Julián sonriente.
       —Bien. —dice Henry.
       —Bien… estamos bien. —dice Manuel.
       —Tú ¿Cómo estás? —pregunta Andrea.
       —Estoy bien, muy bien. —contesta Julián muy risueño.
       —Julián, ¿Qué fue lo que investigaste? —pregunta Eduardo.
Julián se da media vuelta. —¡¿Ah?!—exclama él. —¡Ah, sí!... ahm, me contaron que alguien anda reclutando muchos brujos, criaturas y también lo que me dijisteis sobre los espíritus errantes, lo que sí me pareció interesante entre todo es que nadie sabe su nombre y tampoco le han visto la cara, pero sí me han dicho que… sea quien sea… no es humano, pero algo muy peligroso está planeando. —dice Julián.
       Eduardo cruza miradas con los muchachos.
       —Julián, ya sabemos que no es humano… y se lo que es, nos lo encontramos en La Sierra, ayer estuvimos allá por un Cereton, al parecer este trabajaba para él y le mandó a secuestrarme. —dice Eduardo.
       Julián voltea viendo a los muchachos, de reflejo volviendo a ver a Eduardo.
       —Y ¿Qué es? —pregunta Julián.
       —No sabemos, Eduardo no nos ha dicho nada. —dice Henry.
       —Eduardo, tenéis que decirlo, de todas formas en algún momento se van a enterar. —dice Julián.
       —Bien… el que está haciendo todo esto es un demonio. —dice Eduardo.
       —¡¿Un demonio?!—exclama José.
       —Sí, este demonio es Arioch. —dice Eduardo.
       —¡¿Quién?! —exclama Julián con un fuerte grito.
       —Tampoco me gustó saberlo. —dice Eduardo.
       —Y ¿Quién es él? —pregunta Andrea.
       —Arioch es uno de los demonios que fue desterrado por apoyar la revolución de Lucifer, es uno de los demonios más contratados para hacer tratos, solo acude cuando es invocado y posee los cuerpos de quienes lo invocan para cumplir su trato, pero no por periodos largos, además a este demonio se le denomina como el demonio de la venganza. —contesta Eduardo.
       —Pero ¡¿Qué hace ese hijo de la verga acá otra vez?!... ¡Lo mandamos al infierno! —exclama Julián con un fuerte grito iracundo.
       Los muchachos se sorprenden al ver esta aptitud de Julián.
       —¿Me perdí de algo? —pregunta Manuel con ironía.
       —¿Recuerdan cuando les conté lo que le paso a Yanneth? —pregunta Eduardo.
       —Sí. —contesta Henry.
       —Ese fue el demonio que la ataco y que nosotros exorcizamos. —dice Eduardo señalando a Julián y a sí mismo. —De alguna forma alguien lo invocó y regresó, obviamente quien lo hizo ahora es recipiente de él, pero es eso lo que tampoco sabemos. —agregó.
       —¿Acaso vieron a Yanneth? —preguntó Julián.
       —Sí, nos la encontramos en La Sierra y… —dice Eduardo.
       Este es interrumpido por un fuerte dolor en la cabeza que lo hace quejarse, cierra los ojos llevándose las manos a la cabeza y lo hace inclinarse hacia delante, Julián y los muchachos acuden a él para ayudarlo.
       —¡Eduardo! ¿Qué pasa? —pregunta Julián angustiado.
       —Siéntenlo en el mueble rápido. —dice Henry.
       Julián y José lo toman de los brazos y lo llevan hacia el sofá individual, lo sientan, Eduardo se lleva las manos a la cabeza otra vez y se queja con fuerza. Con los ojos cerrados comienza a ver visiones, imágenes cortas en movimiento, ve una calavera ardiendo en llamas, un rostro esquelético con un sombrero de paja y un lugar llano con gramas, monte, arboles, luego deja de verlos y el dolor de cabeza comienza a desaparecer; y Eduardo se empieza a calmar y su respiración empieza a hacerse agitada.
       —¡Eduardo! ¿Qué pasó? —pregunta Henry.
       —Tienen que irse, algo está pasando, tienen que ir a Calabozo, en Guárico… ¡Ahora! —dice Eduardo.
       —¿Viste algo? —pregunta Manuel.
       —¡Sí! ¡Y tienen que irse ya! —exclama Eduardo.
       Los muchachos se van rápido saliendo de la casa, Eduardo se levanta del sofá y va tras ellos y Julián también, una vez afuera, los muchachos alzan el vuelo yéndose de ahí, mientras que Eduardo y Julián los ven irse.
       —¡Wao! No creí ver esto algún día. —dice Julián.
       —Sí, yo menos… y ahora está pasando. —dice Eduardo, luego voltea a ver a Julián. —Julián, cuando Arioch me secuestro ayer, me habló de Johnny. —agregó.
       Julián dejó de ver a los muchachos irse, desviando la mirada hacia la derecha, volteo bajando la cabeza para ver a Eduardo.
       —¿Qué te dijo? —preguntó Julián.
       —Me mencionó su muerte y me hizo dudar si de verdad él, está muerto. —contestó Eduardo.
       —Eduardo, es un demonio, dirá lo que sea para confundirte, no podés creer en lo que te haya dicho, Johnny está muerto, no te dejes engañar. —dice Julián.
       —Sí, tienes razón, pero si no es mucho pedir… ¿Podrías averiguar algo? Para estar completamente seguro. —dice Eduardo.
       —Está bien amigo, veré que puedo hacer. —contesta Julián dándole una palmada en la espalda a Eduardo.

       Los muchachos van volando, luego de tres horas, José se le va acercando un poco a Henry.
       —¡Henry! —exclama José.
       Henry reacciona de sorpresa volteando a verlo y luego otra vez al frente.
       —¿Sabes dónde estamos? ¿Logras sentir si pasó algo? —pregunta José.
       —Sí, ya estamos cerca. —dice Henry.
       Luego de un rato ellos descienden en plena carretera, su alrededor a la derecha habían parcelas, como a un metro de la carretera hay cercas echas de palos gruesos de madera y alambres de púas enrolladas, a la izquierda hay un lago inmenso que se toma todo ese lado y lo largo de la carretera en distancia, luego de que ellos tocan el suelo, caminan unos pocos pasos, Henry se detiene y los demás también, después Henry se agacha, extiende la mano al piso y con los dedos lo rosa, luego quita la mano y se da vuelta viendo a los muchachos.
       —Es aquí. —dice él.
       —Y más o menos ¿Qué crees que pasó? —pregunta Andrea.
       —Pues… algo horrible, lo calificaría como algo peor de lo que pasó en la Sierra. —dice Henry.
       —¡¿Algo peor?! —exclama Manuel.
       —Mucho peor. —resalta Henry.
       —Y ¿Qué es? —pregunta José.
       —No puedo ver quienes hacen el mal, solo en donde pasó algo. —dice Henry.
       —Bueno, entonces ¿Tú qué crees que puede ser? —pregunta José.
       —Nada parecido a un Cereton, es algo más fuerte que eso. —dice Henry.
       —¿Arioch? —pregunta Andrea.
       Henry se levanta terminándose de girar hacia ellos. —No, Arioch es un demonio y su poder se puede hacer notar y desaparecer al instante, sin dejar rastro. Nosotros nos dimos cuenta de eso. —dice Henry señalando a Manuel y Andrea.
       —¿Entonces qué es? —pregunta José.
       —La verdad no sé, yo… —dice Henry.
       —¡Ehe! —exclama alguien detrás de los muchachos.
       José, Manuel y Andrea se dan media vuelta, Henry lleva su mirada detrás de ellos y ven a un hombre alto, de piel morena, llevaba puesto una camisa azul manga larga, jean marrón, botas negras y un sombrero de paja, la ropa se veía algo vieja, este se les fue acercando a los muchachos.
       —¿Qué hacei? —pregunta el hombre, se le notaba el acento llanero.
       —Disculpe señor, es que queremos saber si aquí pasó algo anoche. —dice Andrea.
       —Sí, paso algo, esta madrugada encontraron a un muerto, justo ahí, donde están parados. —dice él hombre.
       Los muchachos agacharon la cabeza viendo al piso, luego la levantaron viendo otra vez al hombre, este termina de llegar donde están ellos y se detiene justo delante.
       —¿Usted conocía al que se murió? —pregunta Henry.
       —No, no lo conocía, si lo había visto de lejos, pero no, y ¿Por qué lo quieren saber? ¿Ustedes quiénes son? —pregunta el hombre.
       —Eso no importa, ¿Sabes cuánto falta para llegar al pueblo? —pregunta José.
       —¡No, vale! Eso le queda son como quince kilómetros derecho. —dice el hombre.
       —Está bien, gracias. —dice Henry.
       Los muchachos se dan media vuelta y se van siguiendo el camino, el hombre los vio alejarse con mirada de sospecha, luego se dio media vuelta y sigue su camino solo al dar dos pasos, de pronto siente una fuerte brisa que golpea toda su espalda, haciendo mover su ropa con mucha ferocidad, al voltearse, se da cuenta que los muchachos ya no estaban a la vista, de pronto desaparecieron del camino, quedando estupefacto, abriendo más los ojos y frunciendo el entre cejo.

       Dentro de la casa de Eduardo, se encuentra Julián sentado en una silla de comedor, Eduardo llega a donde está él con dos tazas en la mano, extiende una de ellas hacia Julián.
       —Ten. —dice Eduardo.
       —Gracias. —dice Julián tomando la taza.
       Luego Eduardo toma la silla en frente y se sienta en ella.
       —Eduardo y... ¿Cómo está Yanneth? —pregunta Julián llevándose la taza a la boca.
       —Pues, dentro de lo que cabe, está bien, se dedica al espiritismo. —dice Eduardo.
       —¿En serio?... pero eso está mal, va en contra de las leyes espirituales. —dice Julián.
       —Crees que no lo sé… —dice Eduardo con ironía. —Hasta se lo dije, pero sabes cómo es ella. —agregó.
       —¿Cómo sigue después del… incidente? —pregunta Julián.
       Eduardo de pronto lleva la mirada hacia Julián, viéndolo fijamente, luego pestañea apartando la mirada.
       —Aún sigue afectada… su magia sigue débil, solo puede hacer hechizos pequeños y algunos ayudados por materiales. —dice Eduardo.
       —¿Ella también vio a…? Ya sabes. —pregunta Julián.
       —¿Arioch?... sí, ella fue la primera en encontrarme cuando me secuestraron y él, se le mostro. Julián, nunca vi tanto terror en sus ojos y odio a la vez, ella no soportó mostrarle todo el rencor que le tiene. —dijo Eduardo.
       —¿Él, le hablo de Johnny a ella? —preguntó Julián.
       —No, ni lo mencionó, si la hizo recordar de cuando la lastimó, pero más nada. —dice Eduardo llevándose su taza a la boca.
       —Y ¿Tú no le hablaste de lo que él te dijo? —preguntó Julián.
       —No, no le dije nada. —respondió Eduardo. —Aun sigo pensativo con eso. —dice.
       Julián exhala de exasperación.
       —¡Hombre, tío! Deja de echarle cabeza a todo eso. —dice Julián.
       —Julián, no puedo evitarlo, desde hace años he querido creer que él, de verdad no está muerto y ahora que puedo tener la razón… ¿Me la da un demonio? —dice Eduardo con ironía.
       —Eduardo, porfavor, créeme, Johnny está muerto, no te dejes convencer por un demonio, él, solo quiere engañarte, jugar con tu mente, no te dejes. —dice Julián.
       —No sé Julián, de verdad necesito que puedas investigar algo o si no… no voy a estar tranquilo. —dice Eduardo.
       —¡Está bien, hombre! Investigare algo, pero no te prometo nada y si tengo la razón, créeme que te hare hacerme un pabellón. —dice Julián soltando una sonrisa.
Eduardo también suelta una pequeña carcajada. —Solo tú, siendo español, amas un plato típico de aquí. —dice Eduardo siguiendo la broma.
       —Que te puedo decir, es rico. —dice Julián.
       Los dos se ríen a carcajadas, aligerando el ambiente de la conversación.

       Los muchachos llegan hasta dos kilómetros antes de llegar al pueblo, ahí se detienen.
       —Okey, muchachos recuerden no podemos llegar siendo muy vistosos, por eso ha esto está bien para terminar de llegar a pie. —dice Henry.
       Los demás asienten con la cabeza y comienzan a caminar, luego de un rato llegan un lugar dónde hay mucha gente y autos estacionados, luego ven un cartel que dice “Mirador De La Represa De Calabozo” luego siguieron caminando de largo, caminaron por un largo rato, se podría decir que sin rumbo.
       —¡Henry! —exclama José.
       Henry voltea la cabeza un poco hacia atrás, viéndolo y luego voltea hacia delante, todavía caminando.
       —¿Qué? —pregunta Henry.
       —¡Coño! Llevamos rato caminando sin saber a dónde ir, ni que hacer y ya estoy cansado y tengo hambre, vamos a parar un momentico a comer. —dice José reprochando.
       —Henry, no es por nada, pero… José tiene razón ya estamos cansados, vamos a descansar un poquito. —dice Andrea.
       Henry se detiene y los demás también, luego se da media vuelta, viéndolos.
       —Es más las veces que hemos ido a pelear, casi no comemos bien y no seria mal buscar donde, ¿Sí? al menos algo. —dice José.
       —Sí, tienen razón, bueno por aquí debe haber un lugar donde comprar algo, vamos. —dice Henry.
       Por la calle donde iban, caminaron unas cuatro cuadras hacia delante y se detuvieron en un establecimiento que queda en una esquina, arriba del techo hay un cartel largo con logos de la marca coca cola el nombre del establecimiento, 11 – 11, C. A. PANADERIA, las paredes por fuera tenían cerámicas y friso de cemento intercalados, arriba el techo se salía un poco la entrada quedaba una sombra en la misma esquina, ellos entran y dentro hay estantes repletas de productos para vender, una neveras, un mostrador grande con estantes repletas de chucherías a la venta y todo tipo de panes, detrás del estante una chica en la caja y empleados que despachan los productos, al fondo de la panadería hay unas mesas con cuatro sillas alrededor en cada una.
       —¿Qué quieren? —pregunta Henry.
       Manuel, Andrea y José, sacan sus billeteras y le dan billetes de denominaciones altas a Henry.
       —Compra un pan de queso y cuatro jugos pequeños. —dice Andrea.
       —Bien, espérenme allá en las mesas mientras compro. —dice Henry señalando hacia ellas.
       Los muchachos se fueron para allá y Henry se fue hacia la caja. Los muchachos se acercaron a una de las mesas y se sentaron. Andrea se sentó de espaldas a la entrada, José del lado izquierdo a ella y Manuel le siguió quedando de frente a Andrea.
       —¿Creen que podamos descubrir lo que está pasando? ¿Encontrar lo que sea que estemos buscando? —pregunta Manuel.
       —No lo sé, hasta ahora ha sido difícil saber a qué nos vamos a enfrentar. —dice Andrea.
       —¿No les parece un poco raro? —dice José intrigante.
       Manuel y Andrea se le quedan viendo, Manuel hace un gesto cuestionando la pregunta, frunciendo el entrecejo, encogiéndose levemente de hombros y moviendo la cabeza de un lado a otro.
       —Miren, Eduardo nunca nos ha mandado de día y temprano, siempre nos ha mandado de noche para que peleemos con estas cosas. ¿Por qué nos vino a mandar de día esta vez? —dice José.
       —Porque no es si nos mandan de día o de noche, es de poder tomar el tiempo de averiguar, indagar por nuestra cuenta a que nos enfrentamos esta vez. Ya sabemos que estamos en contra de un demonio, uno real, que casi mata a Eduardo y a Yanneth, sabemos que es él quien provoca estas cosas… —dice Andrea.
       —Entonces debemos buscarlo a él; y matarlo y ya, problema resuelto. —dice José interrumpiendo abruptamente a Andrea.
       —No José, no está el problema resuelto, aun nos faltan cosas por saber. —dice Andrea.
       —¡¿Qué más hay que saber?! —exclama José. —Nos enteramos de eso entre anoche y esta mañana, hay que buscarlo a él. —dice José.
       —No José, porque siento que aun falta algo por saber, hay algo que todavía no sabemos y tenemos que averiguar bien sobre eso, lo que sabemos es solo un fragmento algo más grande y nosotros tenemos que investigar bien sobre eso, ¿Okey? —dice Andrea.
       Manuel y José se quedan callados después de lo que dijo Andrea, luego Henry llegó a ellos con un pan de queso dentro de una bolsa en la mano izquierda, en la otra entre los dedos tiene dos botella de jugo y cuatro pitillos y apretando el brazo entre su cuerpo sostiene dos botellas mas de jugo, luego coloca el pan en la mesa, toma las botellas que tiene en el brazo y las coloca en la mesa también y luego las otras y los pitillos, Henry tomó la silla libre y se sentó, a la derecha de Andrea, a la izquierda de Manuel y de frente a José. Los muchachos tomaron cada quien su jugo y su pitillo, Andrea saca el pan de la bolsa y lo parte en cuatro parte iguales y lo reparte, cada quien toma su pedazo de pan y se lo empiezan a comer.
       Luego de un rato de haber comido, los muchachos siguen sentados dentro de la panadería. José estira los brazos hacia arriba, soltando un largo bostezo.
       —Y ¿Ahora qué? ¿Para dónde vamos? —pregunta José.
       —No sé, ni la menor idea. —contesta Henry.
       —¿Cómo que no sabes?... Y ¿Tus habilidades de saber dónde pasan las cosas y que lo hizo, no te dicen nada? —pregunta José, reprochable.
       —Esa habilidad me indica en donde pasaron y un indicio de que tan grave y ya vimos en donde pasó, en plena carretera, en una zanja, en un lugar solitario, mas de eso no tenemos, lo que nos toca es matarnos averiguando que más pasó. —contesta Henry también reprochable.
       —¡Ash! Y ¿Ahora qué haremos? —dice Andrea llevándose las manos a la cara mientras apoya los codos de la mesa.
        Los cuatro se quedan callados de pronto.
        —Pero es que eso es muy arrecho, es que agarraron al tipo así a la fuerza, nadie se lo esperaba. —comenta un hombre que se sentó en la mesa de al lado detrás de Henry, se le notaba el acento llanero.
       —Hablando de cosas que nadie se espera, ¿Supiste que encontraron a Julio esta mañana, muerto en plena carretera? —dice el otro hombre que estaba ahí.
       —¿Verdad?... ¡Naguara! No lo sabía, y ¿Qué pasó? —pregunta el otro.
       —No se sabe, pero lo hallaron muerto en la carretera esta en donde está el lago, ahí lo encontró el dueño de la parcela que está ahí. —dice el hombre.
       —¡Quién lo diría! —exclama el otro.
       —Sí, que lo van a velar allá, en la Funeraria Corazón de Jesús. —dice el hombre.
       Los muchachos escuchan la conversación, luego Henry se voltea y le da dos toques con los dedos al que esta de espaldas a él.
       —Disculpe. —dice Henry.
       El hombre se voltea atendiendo interrupción de la conversación.
       —Sí, dígame. —dice el hombre.
       —Es que, sin querer escuchamos la conversación y es que nosotros conocemos al difunto… —dice Henry.
       —¿Conocen a Julio? —pregunta el hombre interrumpiendo abruptamente.
       —Sí, lo conocemos. —contesta Henry.
       —Pero ustedes no son de aquí. —dice el hombre.
       —No, nosotros somos de Caracas, de allá lo conocemos una vez que fue y nos llamaron avisandonos, y nos tuvimos que venir rápido, pero no sabemos donde queda esa funeraria, de casualidad, ¿Usted sabe? Para que nos pueda decir por favor. —dice Henry.
       —Sí, claro, con gusto.—dice el hombre.—Mira, tú puedes agarrar aquí… —dice el hombre señalando con la mano hacia la puerta.—Bajas una cuadra y media derecho y te vas por toda la autopista, por toda la troncal, pasas como tres cuadras, ahí cruzan a la derecha, por ahí van a encontrar un supermercado, pasas el supermercado y doblan a la izquierda, se van por ahí y estén pendiente a ver de enfrente porque ahí es donde esta la funeraria… o, para que no se vayan por la autopista, más seguro, se van por esta calle, tres cuadras derecho, cruzan a la izquierda y se van derecho, seis cuadras y también se van a encontrar de frente con el supermercado, cruzan a la derecha y como les dije pasan el supermercado y llegan. —les dice el hombre.
       —Bien, gracias señor por decirnos. —dice Henry. Mientras se levanta de la silla y los demás también.
       —De nada, capaz nos vemos allá en un rato. —dice el hombre.
       —Está bien. —contesta Henry.
       —Y ¿Ahora qué? —pregunta Manuel.
       —Hay que ir a la funeraria, gracias a Dios ya tenemos una pista. —dice Henry.

       Los muchachos salieron de la panadería y se fueron por la derecha, tomando la segunda referencia que les dieron, les tomo una hora llegar a la funeraria, al llegar la fachada era blanca, la puerta en medio con dos ventanas a los lados y el nombre de la funeraria arriba de la puerta “Funeraria Corazón de Jesús”. Ellos entran, encontrándose con muchas personas, caminan hasta una habitación, en medio de ella hay una urna y alrededor hay personas sentadas, del lado izquierdo hay unas tres mujeres llorando y las demás personas están hablando, ellos se acercan a la urna y Henry comienza a sentir la presión que lo abruma y un dolor en la cabeza que lo hace fruncir el entrecejo. De repente Manuel frunce el ceño, llevándose la mano derecha a la cabeza, expulsando un quejido.
       —¡Hay! Me duele la cabeza. —dice Manuel quejándose en voz baja.
       —Y ¿Eso por qué? —pregunta Andrea susurrando.
       —No se, pero… también estoy sintiendo una presión muy fuerte aquí. —dice Manuel.
       —¿También sientes la presión? —pregunta Henry susurrando, dándose vuelta.
       —Sí, ¿Por qué? —pregunta Manuel.
       —También me duele la cabeza y siento la presión desde que nos acercamos aquí, si tu sientes lo mismo, entonces… tú también tienes la misma habilidad que yo y confirmas que este muerto es el que estamos buscando. —dice Henry.
       —¡¿Qué?!—exclama José susurrante. —¿Cómo que él también tiene tu misma habilidad? —pregunta.
       —No lo sé, pero si él los tiene ahora, eso quiere decir que ustedes también los pueden tener. —dice Henry.
       —Y ¿Cómo es que Andrea y yo aun no sentimos nada de eso? —pregunta José.
       —No sé, ya luego nos explicara Eduardo. —dice Henry.
       Henry acerca su mano izquierda la urna y la toca, luego el dolor en su cabeza se tornó más fuerte y rápidamente quitó la mano, dándose media vuelta, colocándose frente a los muchachos.
       —¿Qué pasó? —pregunta Andrea.
       —Lo que le pasó a este hombre fue peor que en la Sierra, pero aun no deduzco que fue. —dice Henry.
       —Le sacaron el alma. —dice de pronto una voz masculina, no tan grave, pero suave.
       Henry se voltea y los demás echan una mirada al otro lado de la urna y ahí está un hombre, joven en los veintes, que no habían visto desde que llegaron, un poco alto de la estatura promedio, cabello crespo y castaño, piel morena, ojos marrones, lleva una camisa manga larga negra, jean azul y zapatos deportivos, urbanos.
       —¿El alma? —pregunta Henry.
       —Sí, el alma. —dice este.
       —Y ¿Tú quién eres? —pregunta José.
       —Hola, soy Alexander, mucho gusto. —dice él mientras rodea la urna y llega hacia los muchachos, dando la mano.
       —Henry. —dice él.
       —José. —dice.
       —Andrea. —dice ella.
       —Manuel. —dice él.
       Todos le dan la mano a Alexander.
       —Es un honor conocer a los Elegidos de Dios. —dice Alexander.
       —¿Sabes quiénes somos? —pregunta Henry.
       —Todos saben quiénes son ustedes. —dice Alexander.
       —¿Quiénes son todos? —pregunta José.
       —Los brujos, soy un brujo de Luz. —dice Alexander. —Y necesito hablar con ustedes. —agregó.
       —¿De qué? —pregunta Henry.
       —Aquí no, salgamos. —dice Alexander.
       Los cinco se van y salen de la funeraria, tomando camino por la derecha.
       —Iré al grano, desde hace unos días se ha notado en distintas partes del país una especie de energía maligna muy grande, que ha provocado muchos problemas e incluso muerte, como vieron, han pasado en Caracas, Portuguesa, La Sierra y anoche aquí… —dice Alexander.
       —Eso lo sabemos, hemos estado luchando con esas cosas, pero queremos saber ¿Quién hizo eso anoche? —pregunta Henry.
       —Hasta a mí me sorprende que sea eso quien lo hizo. —dice Alexander.
       —Pero ¿Qué es eso? —pregunta Manuel.
       —La Bola de Fuego. —dice Alexander.
       —¿Qué es La Bola de Fuego? —pregunta Andrea.
       —Según la leyenda, Es una luz parecida a una fogata que se desplaza por la sabana dando vueltas como una rueda, cuando está cerca se le ven los ojos y boca su cuerpo es un esqueleto, para alejarla hay que decirles groserías o se te viene encima y te quema, también la puedes alejar acostándose boca abajo, nunca se debe rezar ante ella, la atraes.
Dicen que aparece con más frecuencia una semana antes de la Semana Santa y durante los meses de verano.
Hay muchas versiones del origen de esta leyenda, unos dicen que son espíritus errantes atormentados otros un obispo que peco y su alma está en pena, pero la historia más repetida en los llanos orientales es la de Candelaria, una hermosa mujer con larga cabellera negra y ojos azules como el cielo, se casó con un llanero llamado Esteban y tuvieron dos hijos, al primero lo llamaron Sigilfredo y al segundo le dieron el nombre de su padre Esteban.
El esposo de Candelaria era parrandero, coplero y mujeriego, un día Don Esteban quería asistir a una fiesta sabanera, pero no quería llevar a su mujer, esta situación creo tanto malestar en ella que decidió que él tampoco iría a esa fiesta, tomó el hacha que usaban para cortar leña y lo mató delante de sus dos hijos, luego obligó a los niños a que la ayudaran a enterrar a su padre. Al quedar viuda nunca le faltaron pretendientes, pero ella jamás les prestó atención a ninguno; pasaron los años y su hijo mayor llegó a la edad de catorce años y se convirtió en un joven hermoso de ojos azules igual que ella, se volvieron inseparables a tal punto de dormir en la misma cama, con el tiempo Candelaria convirtió a su propio hijo en su amante. Candelaria quería hacer lo mismo con su hijo menor Esteban y a pesar de su ignorancia él sabía que no podía ceder a los deseos bajos de su madre, la mujer pensó en asesinarlo tal como lo hizo con su esposo. Con el pasar de los años Candelaria murió y cuando fue a rendirle cuentas al señor, este la castigó por sus pecados convirtiéndola en una Bola de Fuego, que vaga por las sabanas. —les conto Alexander. —Aunque si les soy sincero, pienso que son todas juntas. —agregó.
       —¿Cómo todas juntas? —pregunto Henry.
       —Pienso que Candelaria se convirtió en la Bola de Fuego y que ha tomado todas las almas que quiera, incluyendo la del sacerdote. —contesto Alexander.
       —Dijiste que parece una semana antes de Semana Santa y en verano ¿No? —preguntó Henry.
       —Sí. —dice Alexander.
       —Apenas estamos a mayo, Semana Santa ya paso y el verano aun no llega. —dice Manuel.
       —Por eso me sorprende que haya sido esa cosa, no está en ninguna de sus dos temporadas de avistamiento y eso es muy raro. —dice Alexander.
       —¿Cómo es que todos los brujos saben quienes somos y de las cosas que están pasando? —pregunta Henry.
       —Pues, sentimos las cosas malas, tenemos hechizos de comunicación, así nos enteramos de todo. —dice Alexander.
       —¿En serio? —pregunta José de forma interesada.
       —Claro que no… bueno… si logramos percibir algunas cosas y si también tenemos un hechizo de comunicación, pero no la usamos porque existe algo llamado teléfono. —dice Alexander.
       —Y ¿A todas estas como haremos para encontrar a la Bola de Fuego? —pregunta Henry.
       —Esta noche iremos a donde atacó y así puede que la encontremos. —dice Alexander.
       —Está bien, si eso es lo que crees. —dice Henry.
       —Los llevare a mi casa, se ven cansados. —dice Alexander.
       —No, gracias, no creo que debamos molestarte a tu casa…—dice Andrea.
       —¡Seria buenísimo! ¡Gracias! —dice José interrumpiendo abruptamente a Andrea.

       Horas más tarde el sol cayo y la noche llego al pueblo de Calabozo, a las afueras del pueblo en la carretera de la entrada al norte, invadía la oscuridad, los muchachos junto con Alexander caminaban solos, a duras penas se notaban las estrellas, las nubes invadían el cielo y la luna estaba en creciente, así que la claridad era escaza en la zona.
       —Y ¿Cómo se nos aparece esta Bola de Fuego? —pregunta Manuel.
       —De forma inesperada, creo que la única forma de notar que está es por su claridad, a pesar de que sea una especie de espíritu errante, está echa de fuego, así que será claramente evidente. —dice Alexander.
       —Alexander, tengo una pregunta que quiero hacerte desde hace rato. —dice José.
Alexander voltea la cabeza hacia atrás por el lado izquierdo, llevando su mirada hacia José. —Dime. —contesta este volteándose luego hacia el frente.
       —¿Como es que todos los brujos saben de nosotros en tan corto tiempo y de todas las cosas que han pasado? —pregunta José.
       —Bueno, todos los brujos ya sean de Luz o de Oscuridad, han estado esperando que ustedes llegaran, algunos sabemos percibir energía, las de ustedes no son las de mortales comunes, ni siquiera equivale a la de unos brujos u otra criatura sobrenatural que exista, la energía que tienen ustedes, es superior, casi cercana a la de ángeles. —dice Alexander.
       —¡¿Ángeles?! —exclama Andrea.
       —Sí, ángeles, pero tienen su naturaleza humana. —agregó Alexander.
       —Entonces, tenemos mitad y mitad. —pregunta José.
       —Exactamente. —dice Alexander.
       —Entonces lo que nos dices es que, ¿Tenemos dos naturalezas? —pregunta Henry.
       —Sí, la tienen y por eso fue fácil saber que ya estaban aquí, su energía es muy fuerte, todos nos dimos cuenta, lo curioso fue que meses después comenzaron los extraños ataques de estas cosas y todos en la comunidad nos informamos lo que pasa. —dice Alexander.
       —¿Comunidad? ¿Qué comunidad? —pregunta Andrea.
       —Los brujos de Luz tenemos una comunidad, alrededor de todo el país y el mundo, nos llamamos, Combluz (Comunidad Mágica de Brujos de Luz), pero nos apegamos más a llamarla por la última palabra, La Luz y consiste que en cada pueblo, caserío o ciudad hay hechiceros de Luz encargados de sus lugares, así como los hay a nivel de estado y tenemos a dos representantes en cada país del mundo, nuestros lideres se encuentran en el medio oriente, tenemos leyes en esta comunidad y las acatamos. —dice Alexander.
       —No tenía idea de que tenían su propia comunidad, Eduardo no nos mencionó nada de eso. —dijo Henry.
       —¿Eduardo? ¿Ustedes conocen a Eduardo? —pregunta Alexander mostrando interés.
       —Sí, él es quien nos entrena. —contesta Henry.
       —Gracias a él existe esa comunidad, ayudó a nuestra especie a unirnos… creí que estaba muerto. —dice Alexander.
       —Pues, ya sabes que no. —dice la voz de un hombre.
       Todos se dan media vuelta y ven a un hombre, alto, vestido de negro, con un sobretodo del mismo color puesto y de cabello largo que le cubre la mitad de la cara.
       —¿Cómo están muchachos? —pregunta este.
       —¿Con que este es el tal Arioch? —pregunta José.
       —Sí. —dice Manuel.
       —Porque no me sorprende verte aquí. —dice Henry.
       —Te lo respondo, porque obviamente soy el causante de estos problemas. —contesta Arioch.
       —¿Fuiste tú quien trajo a la Bola de Fuego para que matara a ese hombre? —pregunta Alexander.
       —Sí, la traje de vuelta y sí, sí la traje para que matara a ese hombre, todo va tal cual mis palnes con la Bola de Fuego. —dice Arioch.
       —Eres un maldito por traer de vuelta a esa cosa. —contesta Alexander algo alterado.
       —Sí, esa cosa está detrás de ustedes por si todavía no se han dado cuenta. —dice Arioch.
       Los muchachos se dan media vuelta y ven una gran bola de fuego que está flotando por si sola.
       —Y ¿Esta es la Bola de Fuego? —pregunta José.
       —Sí, es esta. —contesta Alexander.
       Todos toman posición de combate, mientras que la Bola de Fuego revela un rostro de calavera delante de ellos.
       —Mátalos. —dice Arioch.
       La Bola de Fuego suelta un rugido chillón, provocando una onda expansiva del fuego que forma su circular apariencia, haciéndolos volar a todos, luego de que los muchachos caen al suelo y ruedan unos cuantos metros, ellos al levantar la mirada y llevarla hacia donde está la Bola de Fuego se sorprenden al ver una nueva apariencia de esta, en la que todo su cuerpo es esquelético, consumido por las llamas. Los muchachos se van levantando poco a poco, Henry al irse levantando, comienza a voltear a todos lado buscando a Arioch, pero no lo encontraba por ninguna parte, había desaparecido.
       —¡Perfecto! Ahora la bola ya no tiene cuerpo de bola… Y ¿Cómo podemos matar esta cosa? —pregunta José.
       —Bueno, ya no se puede espantar con groserías, así que nos tocara pelear. —contesta Alexander.
       —Ya me lo imaginaba. —dijo José.
       La Bola de Fuego levanta sus brazos esqueléticos, llevando el codo hacia atrás, de las manos fue formando bolas de fuego que fueron creciendo, luego extiende de golpe los dos brazos expulsando las llamaradas de fuego, extendiéndose hacia los muchachos, Henry y José dan un salto hacia la derecha, Andrea y Manuel saltan hacia la izquierda, Alexander rápidamente extiende las mano hacia delante, unida una junto a la otra de lado a lado con las palmas abiertas.
       —Clypeus. —dice Alexander separando las manos hacia los lados, creando desde el medio de estas un campo circular morado y transparente que fue creciendo, luego contrajo los brazos y uniendo los antebrazos hacia delante con las manos empuñadas, el campo circular comenzó a brillas por los bordes. La llamarada de fuego golpeo este campo de protección sin traspasarlo, sino que se esparció alrededor sin afectarle a ninguno.
       Los muchachos habían alzado el vuelo.
       —Andrea atácalo con algo de agua, tal vez eso sirva. —dice Henry.
       Andrea asiente viendo a Henry, luego voltea hacia la Bola de Fuego, levanta los antebrazos llevando los codos hacia atrás, luego la extiende hacia delante abriendo las manos, expulsando agua de ellas directo hacia la Bola de Fuego, esta voltea hacia arriba, viendo como se acercaba una ola inmensa de agua que la golpea fuertemente, llevándosela lejos, Andrea termina de expulsar el agua, esta termina de caer y la Bola de Fuego termina de rodar por la carretera quedando solo un cuerpo esquelético, el fuego que la rodeaba se disipó, todos se quedan viendo el esqueleto tirado en el suelo, Alexander desintegra el campo circular de protección bajando los brazos. Luego el esqueleto se comienza a mover, y todos quedan atónitos por lo que estaban viendo, el esqueleto comienza a levantarse, una vez que se puso de pie, abrió las manos con los dedos flexionados hacia delante y levantando la cabeza soltando un fuerte grito chillón, volvió a prenderse en fuego todo su cuerpo.
       —¡Volvió a prenderse! Lo que hizo Andrea no sirvió de nada, aplicare la fuerza bruta. —reprocho José.
        Este contrajo el cuerpo para tomar impulso, estirando el cuerpo hacia delante, yendo directo hacia la Bola de Fuego, esta solo se quedó viendo como José se le acercaba, una vez que José llego le propinó una patada con la pierna derecha, la Bola de Fuego la bloqueo levantando el antebrazo izquierdo, luego este siguió con otra patada con la izquierda y la Bola de Fuego volvió a bloqueársela con el otro antebrazo, luego se le propina dos golpes seguido de frente y que la Bola de Fuego también bloqueo llevando los dos antebrazos hacia delante, José lleva el brazo derecho hacia atrás, transformando su antebrazo y mano en una superficie rocosa y haciéndola crecer, lleva el brazo hacia delante con rapidez, propinándole un fuerte golpe en los antebrazos del esqueleto, haciéndola moverse hacía atrás, deslizándose de espaldas sobre el pavimento, haciendo un recorrido de dos metros de distancia lejos de José, este se mueve hacia delante, acercándose a la Bola de Fuego con rapidez, la Bola de Fuego extiende los brazos hacia delante con las manos abiertas, forma dos bolas de fuego de sus manos, una vez ya teniendo a José cerca expulsa una gran llamarada que le impacta a José de frente, empujándolo hacia atrás, tumbándolo en el suelo, luego Manuel se inclina hacia delante saliendo disparado hacia el esqueleto en llamas y más atrás le siguió Andrea, Manuel al llegar le propina una patada con la pierna derecha, la Bola de Fuego levanta el brazo izquierdo bloqueando la patada, luego con las dos manos le toma la pierna a Manuel, halándolo hacia la derecha y lanzándolo lejos, luego al ver en frente Andrea se aproximaba, la Bola de Fuego levanta los brazos hacia delante creando dos bolas de fuego, Andrea al estar mas cerca, se da cuenta de lo que esta hace, ella también levanta los brazo, la Bola de Fuego expulsa las dos bolas de fuego y Andrea al mismo tiempo expulsa agua de sus manos, desintegrando el fuego, el humo que se esparce deja confusa a Andrea, al detallar mejor, nota que el esqueleto crea otra bola de fuego justo delante de ella, de pronto Manuel le propina un golpe desprevenido desde la derecha, alejando al esqueleto de allí, luego voltea a ver a Andrea.
       —¿Estás bien? —pregunta Manuel.
       Andrea también lo vé y asiente con la cabeza, luego los dos voltean a ver a la Bola de Fuego y esta también voltea a verlos cruzando miradas, Manuel desciende al suelo y con su velocidad corre hacia el esqueleto, en un segundo llega a este, fue a propinarle un golpe con la derecha, pero la Bola de Fuego detiene el golpe tomando la mano empuñada, luego comienza a quemar la mano de Manuel, infringiéndole dolor y ardor en su mano, Andrea al  ver se mueve rápido hacia ellos, Manuel levanta su mano izquierda y con la mano abierta expulsa un golpe de aire que le dio en el estomago al esqueleto, luego Andrea le propinó un golpe en el rostro haciendo que soltara a Manuel, el esqueleto en llamas expulsa fuego hacia Andrea, esta lo esquiva moviéndose hacia la derecha, luego se inclina hacia delante y llevando su brazo derecho hacia atrás con la mano empuñada, con rapidez la lleva hacia delante propinándole un fuerte golpe en el rostro al esqueleto, seguido de otro golpe con la izquierda, Manuel lleva los codos hacia atrás con los brazos al nivel del abdomen y con las manos abiertas rápidamente las estira hacia delante y de las manos expulsa un fuerte ventarrón que vuela al esqueleto en llamas haciéndolo caer en el lago, introduciéndose en el agua haciendo que esta se alce por la caída, roseando el mismo lago después y esparciendo humo hacia afuera como si el agua hubiera apagado las llamas del esqueleto, Manuel y Andrea echan un vistazo hacia el lago, buscando si el esqueleto aparece y al cabo de unos segundos buscando no hubo presencia de nada, ellos se retiraron de allí caminando hacia donde están Henry y Alexander, Henry desciende al suelo cayendo al lado de Alexander.
       —¿Pudieron con ella? —dice Henry.
       —Demasiado fácil. —dice Alexander. —No, lo puedo creer. —agregó.
       —Algo no está bien. —dijo Henry.
       De pronto mientras que Manuel y Andrea se acercaban del lago salió una llamarada que se movió hacia la carretera y cayó en esta, de esa llamarada se formo la Bola de Fuego.
       —¡Cuidado! —grito Henry.
       La Bola de Fuego extendió los brazos hacia delante expulsando de sus manos una llamarada que golpeo a Manuel a Andrea en lo que estos se volteaban, haciéndolos volar y cayendo a los pies de Henry y de Alexander, la Bola de Fuego suelta un fuerte grito chillón, Henry se eleva y se inclina hacia delante volando rápidamente hacia la Bola de Fuego, esta con un chillido expulsa otra llamarada que hace que Henry se detenga y haciendo que este levante los brazos hacia delante con las manos abiertas y expulse una llamarada de fuego de ellas, haciendo que las dos choquen, manteniéndose en un forcejeo de poder entre estas, Alexander empieza a correr hacia ellos.
       —¡No te acerques! —grita Henry.
       Alexander se detiene a medio camino, luego Henry aumenta más la llamarada que expulsa y empuja la otra hacia el esqueleto que poco a poco se fue acercando hasta llegar ha este y le golpea empujándolo hacia atrás, deslizando los pies en el pavimento y cubriéndose la cara con los brazos formando una equis, al apartar los brazos y levantando la cara, ve a Henry llegando con velocidad, propinándole un fuerte golpe en la cara con la derecha al esqueleto, seguido de otro con la izquierda y luego dos más seguidos con la derecha, luego Henry estira los brazos hacia abajo haciendo que las manos, los antebrazos hasta el codo se prendan en fuego, luego le propina dos golpes al esqueleto en los costados y cuando va a propinarle otro en el rostro, este se lo detiene tomando la mano empuñada, luego le propina un golpe a Henry en la cara con la derecha, este reacciona al golpe volteando la cara y al volver a ver al esqueleto le devuelve el golpe con la izquierda, el esqueleto le expulsa una bola de fuego en toda la cara a Henry, golpeándolo y empujándolo hacia atrás, el esqueleto se le va encima con el brazo izquierdo hacia atrás dispuesta a propinarle un golpe, esta se lo da en la mejilla derecha, en lo que le va a propinar otro con la derecha, Henry le bloquea el golpe con el brazo izquierdo, propinándole un golpe en la cara al esqueleto, luego da un paso hacia delante, dando un salto, flexionando las piernas hacia arriba y luego estirándola hacia delante, inclinado el cuerpo hacia atrás y dándole una patada al esqueleto en el pecho, tumbando al esqueleto al suelo, Henry cae de espaldas, Alexander empieza a correr de nuevo, luego levanta el brazo derecho llevando la mano hacia atrás por encima del hombro izquierdo, con rapidez lo estira hacia abajo y de su mano sale una especie de cuerda de un color violeta brillando intensamente, la sostiene y después levanta el brazo y comienza a moverlo en círculos y la cuerda le seguía y a la vez se alargaba más y más, luego extendiendo el brazo hacia delante la cuerda siguió, el esqueleto se levanta del suelo y esta cuerda llega hacia él, enredándose en su cuerpo sosteniendo también los brazos, Alexander se detiene y hala la cuerda pasándola por debajo del codo, luego redando su mano izquierda también en la cuerda delante de la mano derecha para sostener mejor la cuerda y la estiraba, haciendo que esta se apretara más en el cuerpo del esqueleto, Henry se levanta volteando hacia atrás, viendo ha a Alexander, luego voltea viendo al esqueleto atado, corre hacia ella y comienza a golpearlo en el rostro, varios golpes seguidos, luego dos patadas en el cuerpo, seguido de otros dos golpes en la cara, Henry asciende del suelo, elevándose unos poco centímetros, extiende los dos brazos hacia delante con las manos abiertas, delante de estas se forma una gran esfera de poder que ilumina tanto el rostro del esqueleto, como el de Henry, José se acerca dónde están Manuel y Andrea, ayudándolos a levantarse, mientras ven a Henry, este se prepara para expulsar la esfera de poder, de pronto Henry es golpeado en el rostro desde la izquierda, la esfera desaparece y este vuela y cae en el suelo, deslizándose una corta distancia, Alexander, José, Manuel y Andrea se sorprenden al ver lo que pasó, Henry en lo que se recupera del golpe desprevenido, voltea a ver que lo golpeo, este se sorprende abriendo más los ojos y quedando boca abierta, la cosa que golpeo a Henry, corta la cuerda iluminada de Alexander, con sus largas uñas, haciendo que esta se desintegre tanto del cuerpo de la Bola de Fuego como de las manos de Alex. Esta cosa tiene dos metros y medio de alto, sus extremidades son largas y delgadas casi en los huesos, su rostro alargado con una barba estilo candado y la chiva larga, la ropa estropeada y un sombrero de paja con visera larga, sus ojos eran completamente negros, luego esta cosa emite un silbido con el ritmo de las notas musicales.
       —No, puede ser. —dice Alexander.
       —¿Qué hace el Silbón aquí? —se pregunta José.
       Henry se levanta, empuña las manos y vuelve a prender en fuego los antebrazos.
       —¡Epa, poste andante! —grita José.
       El Silbón voltea hacia dónde están Manuel, José y Andrea.
       —Como sabe que es con él. —dice José mofándose.
       —¡Aquí estamos, ven! —grita Manuel.
       El Silbón se convierte en un humo negro y se mueve hacia donde están los muchachos, al llegar vuelve a tomar su forma en frente de los muchachos, le fue a dar una bofetada a José, este transformo sus antebrazos y manos en una superficie rocosa y agrandándolas se cubrió el rostro colocando los antebrazos en forma de equis, el Silbón lo golpea y lo vuela, luego levanta el brazo izquierdo hacia arriba y empuñando la mano le fue a propinar un golpe a Manuel, este lo bloquea levantando los brazos, Andrea extiende los brazos hacia delante y con las manos abiertas expulsa un fuerte chorro de agua que golpea el espectro y lo empuja lejos, Andrea deja de expulsar agua, luego Manuel con su velocidad corre hacia el espectro y al llegar comienza a propinarle varios golpes seguidos al rostro, el Silbón como pudo levantó la mano derecha y de esta expulsó una esfera de poder de color roja que le explotó a Manuel en el cuerpo, luego de forma desprevenida José le propinó un fuerte golpe en el rostro al espectro, volándolo. Henry reanuda su pelea con la Bola de Fuego, propinándole un golpe en el tórax y al esqueleto seguido de otro en el mentón, luego le expulsa una llamarada de fuego que lo aleja de él, cuando el esqueleto extiende el brazo izquierdo para hacer lo mismo algo le golpea el brazo interrumpiéndolo, voltea a la derecha y ve a Alexander de lejos, Alex en sus manos crea dardos a los que les encendía fuego y se los lanzaba, uno tras otro, los dardos le pegaron al esqueleto en varias partes del cuerpo, este levantó el brazo derecho y expulsó una gran llamarada de fuego de su mano hacia Alexander, este al ver deja de crear los dardos, extiende el brazo derecho hacia arriba y el izquierdo hacia abajo, luego mueve el derecho hacia la derecha, bajando haciendo la mitad de un círculo, el izquierdo hacia la izquierda subiendo haciendo la otra mitad, de sus manos se creaban unas líneas moradas que se unieron después de que la mano derecha llego abajo y la izquierda arriba, formando un gran circulo completo, luego llevando los brazos hacia atrás y extendiéndolas hacia delante rápidamente de adentro del circulo, se creo un escudo protector que brillaba, la llamarada golpeo el escudo, esparciendo el fuego hacia los lados, Henry va hacia la Bola de Fuego y le propina una patada en la cabeza al esqueleto, este cae al suelo, rueda y se levanta, luego Henry le propina otra patada en el mentón, haciendo un mortal hacia atrás, el esqueleto después de recibir el golpe le expulsa fuego a Henry, alejándolo, el esqueleto se le va encima propinándole dos golpes seguidos en el rostro, lo toma del cuello con su mano izquierda, levantándolo y luego lo lanza hacia la derecha volándolo lejos, Henry cae al suelo y rueda un metro más, Alexander corre hacia él y le ayuda a levantarse.
       —Henry, ¿Estás bien? —pregunta Alexander.
       —Sí, estoy bien. —contesta Henry. —Ya se cómo terminar con esto. —siguió.
       —¿De qué hablas? —pregunta Alexander intrigado.
       —Que ya se cómo acabar con ese esqueleto, pero necesito que Andrea me ayude, voy a hacer tiempo, para que ayudes a Andrea alejarse del Silbón. —dice Henry.
       —Bien, te ayudare. —dice Alexander.
       Henry va donde la Bola de Fuego, Alexander corre donde están los demás.
       —¡Andrea! ¡Andrea! —grita Alexander.
       El Silbón fue a propinarle un golpe a Andrea, pero esta se aparta dando un salto y alzando el vuelo, Alexander logra acercarse más a donde están ellos.
       —¡Andrea! —grita Alexander.
       Andrea escucha y voltea buscando, hasta ver a Alex.
       —¿Qué pasa? —pregunta Andrea.
       —¡Henry necesita tu ayuda, tienes que ir con él! —dice Alexander.
       El Silbón le propina un golpe a José que lo aleja, Manuel en lo que corre hacia el espectro con velocidad para rodearlo, pero este lo logra tomar del cuello con la izquierda, lo alza y lo arremete hacia el suelo con fuerza, luego fue a propinarle un golpe a Andrea, con la derecha, Alexander alzo los brazos y con un hechizo detuvo la mano del Silbón una especie de campo luminoso alrededor del puño, Andrea ve lo que hizo Alexander y luego lo ve a él.
       —¡Muévete rápido! —grita Alexander.
       Andrea asiente con la cabeza y se va donde esta Henry, mientras tanto este le propina dos golpes seguidos en el rostro al esqueleto, luego lo toma de la cabeza hala hacia abajo y la arremete con su rodilla, dejando al esqueleto desorientado.
       —Rápido Andrea, agua. —dice Henry.
       Andrea extiende los brazos y expulsa agua de sus manos, mojando al esqueleto por completo, apagando el fuego de este, Andrea deja de expulsar agua, Henry se coloca enfrente del esqueleto con los brazos extendidos hacia delante, formando una gran esfera de poder de sus manos y sin titubear expulsa una ráfaga de poder que desintegro el esqueleto rápidamente, luego de que esta ráfaga pasa y desaparece, de forma extraña todo queda en silencio, solo lo único que se escuchaba eran los insectos y los arboles moviéndose por el viento, el Silbón suelta un fuerte grito chillón, comienza a expulsar esferas de poder a Manuel y a José, los golpeó y éstos cayeron al suelo, le da una bofetada a Alexander que lo voló lejos y expulsó otra esfera de poder a donde están Henry y Andrea, estos se movieron esquivándola, el espectro se transforma en un humo negro y se va del lugar, emitiendo su escalofriante silbido, cuando todos se ponen alerta y lo buscan ya no lo ven.
       —¿Qué se hizo? —pregunta José.
       —Se fue, solo nos distrajo. —dijo Henry.
       —¡Maldita sea! Lo voy a matar. —reprocha José.
       Henry y Andrea se acercan a donde están Manuel, José y Alexander.
       —Será en otro momento, ya nos tenemos que ir. —dice Henry, luego se voltea a ver a Alexander.
       —Alex, gracias por tu ayuda, estaremos pendiente si pasa algo. —agregó.
       —Gracias a ustedes, se hizo justicia la muerte de ese hombre, estamos en contacto, adiós. —dice Alexander.
       —¡Adiós! —dicen todos en coro.
       Los muchachos alzan el vuelo emprendiendo su regreso. Luego de prácticamente dos horas y media volando, llegan a la casa de Eduardo, este, está fuera, con la mirada al cielo, viendo como Henry, Manuel, José y Andrea se iban acercando hasta él, ellos descienden en frente de la casa y de Eduardo.
       —¿Lograron algo? —pregunta Eduardo seriamente, sin expresión.
       Henry mira a Eduardo mientras que su respiración es profunda y sin reposos, desvía la mirada al suelo, luego vuelve a subirla mirando una vez más a Eduardo.
       —Sí… lo logramos, pudimos vencer a la Bola de Fuego. —dice Henry.
       —¿Entonces por qué esos ánimos? —pregunta Eduardo.
       —Arioch y el Silbón se aparecieron allá. —contesta Andrea.
       —¿Qué? —pregunta Eduardo desconcertado, mientras la ve.
       —Se aparecieron allá y escaparon. —dijo Henry.
       —¿Escaparon? ¿Cómo que escapa…? —pregunta Eduardo interrumpiéndose a sí mismo y desvíando la mirada y volteando la cabeza a la derecha, luego los vuelve a ver. —¿Ni siquiera pudieron con el Silbón una vez más? —pregunta reprochable.
       —Apareció de repente y supo distraernos para poder escapar, por lo menos la Bola de Fuego ya no está, uno menos. —contestó José.
       —Hubiera sido mejor dos menos. —contesta Eduardo. —Me siguen demostrando que no están completamente listos, todavía les falta por aprender… los quiero aquí mañana a primera hora, esta conversación no termina aquí, ahora váyanse. —siguió.
       Los muchachos vieron a Eduardo desconcertados, Eduardo cruzaba miradas con ellos, luego cada uno se dio media vuelta y alzaron el vuelo yéndose del lugar y Eduardo se dio media vuelta entrando a su casa y cerrando la puerta detrás de él.

       Una silueta camina sola dentro de un templo católico, la claridad en ella es débil, la luz entra desde sus altas ventanas de las luces de los postes de afuera, el lugar es grande, las paredes y el techo de cemento, a los lados de la silueta hay dos filas de bancas, largos y de madera, en las paredes hay estatuas de santos y vírgenes, delante de la silueta están tres escalones pequeños y arriba el altar y detrás de esta el Santísimo Sacramento, esta silueta tiene forma de mujer, llevando un vestido largo y marrón, zapatos negros y un manto blanco, largo que pasa la espalda baja, cubriendo su cabeza, esta mujer llega a la quinta hilera de bancas, de la fila de la derecha, entra colocándose delante de la banca y se arrodilla sobre la posadera de la banca de adelante, esta sube los brazos apoyando los codos de la parte de arriba del respaldar e inclina la cabeza y ella comienza a susurrar, en lo que ella está ahí de pronto aparece alguien más, un hombre, alto, vestido completamente de negro, sus pisadas resuenan dentro de todo el templo, camina hasta llegar una hilera atrás de donde está la mujer y se sienta en la banca que está ahí.
       —¿Es una pesadilla verdad? —dice el hombre. —Ser castigada y estar condenada eternamente para pedir volver a ser normal. —agregó.
       —¿Tú qué sabes de pesadillas? —pregunta la mujer.
       —Lo suficiente como para entender lo que es que transformen la mitad de tu cuerpo en una bestia salvaje. —dice el hombre.
        La mujer levanta la cabeza, se levanta de golpe, el cuerpo de la mujer es un poco más ancho de lo que es normalmente el cuerpo de una mujer, se voltea hacia el hombre, el manto está cubriendo también su rostro, le hombre se levanta, camina hacia ella quedando más cerca, este levanta la mano llevándola a ella, toma el manto y se lo quita halándola hacia abajo, este descubre su rostro y lo que ve es la cabeza de una mula, hocico grueso y alargado, los ojos muy separados, el cuello seguía con el mismo aspecto de una mula con ese pelaje liso y de color marrón claro, miraba al hombre fijamente, ella no podía distinguir su rostro, porque estaba cubierto por su larga cabellera, el hombre extiende la mano derecha y poco a poco la fue acercando al rostro de la mujer, hasta que la toca en un lado del hocico y esta instantáneamente tomo su forma humana, una mujer blanca, de cabellera negra, su rostro era bonito con ojos color café, ella ve sus manos quedando sorprendida y boca abierta, sus manos blancas y delicadas, luego levanta la cabeza viendo al hombre.
       —¿Co… cómo es esto posible? —pregunta la mujer balbuceando.
       —Yo puedo hacer que esto sea posible, que puedas recuperar tu aspecto humano. —dice el hombre.
       La mujer lo miraba y sus ojos se comenzaron aguar.
       —¿De verdad? —preguntó ella.
       —Sí. —contesta el hombre.
       La mujer mostró una sonrisa mientras lo veía y su respiración era un tanto agitada.
       —Pero… —dice el hombre apartando su mano de ella.
       Haciendo que su rostro volviera a tomar la forma de una mula, sus manos se convirtieron en pezuñas que está oculto debajo de sus brazos y bajando la cabeza.
       —Necesito que hagas algo por mi primero. —dice el hombre.
       La mujer se voltea, quedando de espaldas a él.
       —Y ¿Por qué haría algo por tí? Me estas mintiendo, no harás nada. —reprocha la mujer.
       —Dios es quien no ha hecho nada por tí, estar pidiéndole que te vuelva hacer como antes y hasta ahora no ha hecho nada, estar condenada a este suplicio eterno, él es quien te ha mentido, yo te estoy ofreciendo lo que necesitas, solo te pido que hagas algo por mí antes y te daré lo que quieres. —dice el hombre.
       La mujer se da vuelta.
       —Y ¿Qué tengo que hacer? —pregunta ella.
       —Los Elegidos de Dios están aquí en la tierra, lo que yo quiero es que los mates y yo te devolveré a como eras. —dice el hombre.
       —¿Matarlos? No estoy segura. —dice ella dudosa.
       —Recuerda quien te convirtió en esto, fue Dios quien te arrebató tu belleza y te castigó colocandote esta apariencia, no crees que ya es hora de vengarse de él y que más que matando a los seres más importantes para él, sus elegidos, te daré el poder para acabar con ellos, tú solo termina con sus mediocres vidas. ¿Qué dices? —pregunta el hombre.
       —Bien, lo hare. —dice ella.
       Él levanta los brazos hacia delante, de sus manos comenzaron a salir rayos de luz rojas que fueron hacia la mujer con apariencia de mula, estos rayos comenzaron a rodear todo su cuerpo y luego una luz en ella comenzó a brillar, iluminando todo el templo por dentro.

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